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En septiembre de 2019 saltó a los medios de comunicación la noticia de que cabía la posibilidad de que en Cáceres pudiera instalarse un Centro Budista, financiado por empresas orientales (fundamentalmente nepalíes y chinas) que podría convertirse en el más importante de Europa. Dos empresarios cacereños del sector turístico (con distintas empresas) habían dirigido el interés de la «Fundación Lumbini Garden» hacia la ciudad de Cáceres.
Tras varios meses (con la crisis de la Covid-19 por medio) de negociaciones, charlas, visitas recíprocas, etc… el 17 de agosto de 2020, el Pleno del Ayuntamiento de Cáceres acordó, por unanimidad, aprobar un convenio de hermanamiento con la ciudad nepalí de Lumbini (ciudad que se encuentra al centro-sur de Nepal, muy cerca de la frontera con India. Es un sitio sagrado y de peregrinaje, dado que alberga la piedra que marca el lugar exacto donde nació Buda. Ha sido incluido dentro de Unesco como Patrimonio de la Humanidad.)
Un día antes (el 16 de agosto) se había hecho público por el Ayuntamiento de Cáceres que el sitio INICIALMENTE previsto, por considerarlo idóneo, para ubicar el Centro Budista podría ser el Cerro del Arropé (583 mts), lugar situado unos 7 kilómetros al sur de Cáceres y antes de llegar a la pedanía de Valdesalor. El lugar indicado no es definitivo, pues antes de adjudicarlo a este proyecto deben cumplirse toda una serie de trámites jurídicos y administrativos que tienen que ser aprobados, además, por el Pleno del Ayuntamiento.
Yo conocía la zona, pues he tenido la oportunidad de patearla junto a Vicente Pozas cuando fuimos hace tiempo a visitar los antiguos polvorines que la Unión Española de Explosivos tuvo en las inmediaciones (hace ya años abandonados). Pero no habíamos subido a lo más alto del Cerro y me pareció ahora una buena oportunidad para volver allí y recorrer el Cerro, propiamente dicho, en su integridad y subir hasta la prolongada cima.
La ruta la comenzamos saliendo de Cáceres en dirección a Mérida. A unos 7 kilómetros, al llegar al Puerto de las Camellas, a mano izquierda veremos primero las instalaciones del vivero de Jardinería Sara y un poco más allá la Residencia de Mayores “La Hacienda”. En ese punto cruzamos a la izquierda, para salir de la carretera.
Hay un amplio parking delante de la Residencia de Mayores. Un letrero indica que está reservado para usuarios de la misma pero hay mucho espacio libre, al menos cuando he ido yo y he podido dejar el coche allí.
No obstante, puede dejarse el coche pegado a la alambrada que hay en el lado derecho de la explanada.
Para comenzar hay que pasar al otro lado de la alambrada que delimita el aparcamiento.
No se debe cruzar la cancela que hay en la parte de arriba del aparcamiento, ya que da acceso a la Finca la Estrella y solo conduce a la misma, sin posibilidad de encontrar salida por otro lado.
Al inicio del camino veremos el tronco de un árbol completamente seco y una casa abandonada y medio derruida. Hemos de dejarlos a nuestra derecha.
También allí mismo una cancela ancha cierra uno de los dos caminos que ascienden hacia el Cerro. Nosotros hemos de tomar el camino asfaltado de la izquierda, ya que el otro es privado.
A escasos 100 metros de donde empieza el camino veremos a nuestra derecha un depósito de almacenamiento de agua. Inmediatamente que lo pasemos terminará el asfaltado y comenzará el camino de tierra, con abundante pizarra.
Dejaremos a nuestra izquierda la Finca la Estrella, en la que veremos varios pinos frondosos y un chalecito con piscina al lado.
Y pocos metros más allá veremos que el camino se bifurca. En ese punto encontraremos el primer cartel indicador que nos invita a seguir al Mirador del Cerro Arropé. Hemos, pues, de tomar el camino de la derecha, que va en suave ascenso. Así nos lo indica, además, el poste.
El camino discurre, bien definido, entre eucaliptos, encinas y mucha retama. Abundan los trozos de pizarra que no dificultan, en absoluto, la marcha.
Aunque el desnivel es irrelevante (poco más de 100 metros en todo el recorrido, incluyendo la subida a las masas rocosas de la cima), según vamos ganando altura va quedando ante nuestros ojos la prolongada extensión de Matamoros y del Pradillo del Arropé que se extienden hasta la Sierra de la Mosca por nuestra izquierda y hasta el Risco de Sierra de Fuentes por la derecha.
Aún podremos ver un chalet más en esta vertiente del monte, más aislado que el anterior. Sus habitantes serán, probablemente y caso de instalarse el Centro Budista, los vecinos más próximos que tengan los monjes.
A partir de este punto el desnivel se incrementa ligeramente, por lo que tenemos que hacer un poco más de esfuerzo para superarlo.
Enseguida llegaremos a un amplio camino que cruza el nuestro. En el mismo, y justo en el lugar en que llegamos a él, otro panel indicador nos informa que estamos a 340 metros del primero de los dos Miradores que podremos utilizar para contemplar la panorámica Sur desde el Monte.
A partir de este punto la masa de vegetación disminuye. Y fue aquí donde me encontré con dos periodistas del diario HOY, Laura Alcázar y el fotógrafo Armando Méndez. Había visto a Armando en la sesión del Pleno del Ayuntamiento, haciendo su trabajo (Laura había seguido la sesión por internet). Y habían hecho como yo: venirse al Monte Arropé para comprobar, in situ, las características del mismo, panorámica, etc… al objeto de informar a sus lectores. Ya regresaban hacia donde habían dejado aparcado el coche.
Estuvimos departiendo unos momentos, cambiando impresiones sobre las bondades del sitio y el acierto de la elección. Cuando nos despedimos Armando me pidió hacerme una foto (que luego se utilizó para ilustrar su información) que han tenido la amabilidad de cederme para ilustrar mi propio reportaje. Valga la misma para que se pueda apreciar la escasez de árboles en esta zona.
Con unos cuantos pasos más llegamos al punto más alto del camino. Podríamos decir que es la “encrucijada” del mismo, pues de dicho punto parte un ramal, por la derecha, para ir al Mirador 1; de frente y en descenso para ir al Mirador 2 y por la izquierda y campo a través para subir a las masas rocosas de la cima.
Me acerqué primero a lo que estaba más cerca, el Mirador 1, por el camino que sale por la derecha. Enseguida vi, y me sorprendió porque lo desconocía por completo, que había por allí bastantes mesas con bancos para picnic, si bien por la pinta parece que estén poco utilizados. Hay algo de maleza alrededor y a mi me da la impresión de que en los próximos meses sí van a ser utilizados, ya que preveo que la afluencia de gente a visitar el Arropé va a ser mucha, por lo que me propongo sugerir al concejal responsable del Ayuntamiento el que se pueda hacer una pequeña intervención para adecentar el lugar. La verdad es que, por las vistas, bien merece la pena. Y, además, el gasto importante, el de la infraestructura, ya está hecho.
Hay también allí una caseta-mirador con cubierta y aberturas (para fotógrafos).
Desde este lugar las vistas hacia el sur son espectaculares, con la inmensa llanura que se extiende hasta la Sierra de San Pedro, que se ve en la lejanía.
También mirando al norte, pero a nuestra derecha, al otro lado de la carretera N-630, está el Alcor de Santa Ana que con otros cinco alcores forma una pequeña cadena que llegan hasta el Alcor de Santa Lucía y San Benito y que finaliza en el Cerro de los Romanos. En medio de todos ellos se enclava la Urbanización Ceres Golf y el Club de Golf del mismo nombre.
Casi a nuestros pies, la cantera de Cipriano Gallego, cuyas máquinas meten bastante ruido con el triturado de los áridos. Ruido que deja de apreciarse en cuanto te alejas del mirador.
Cuando doy la vuelta para regresar a la encrucijada donde el camino se divide en tres, queda ante mi vista la cima del Arropé y, en concreto, su vertiente oeste, con algunas de las rocas a las que espero encaramarme dentro de un rato.
Ya en la encrucijada dudo si bajar al segundo mirador. Está a 450 metros de distancia. Pienso que las vistas no pueden ser tan buenas, pues hay que bajar para llegar al mismo, pero como mi deseo es hacer esta rutita íntegra, me encamino hacia allá.
Llego enseguida y veo, a la izquierda del camino, el segundo mirador. Se trata de una estructura elevada a la que se accede por una escalera de madera, como el propio mirador. Me acerco y observo que se conserva intacta, sin casi deterioro alguno. No obstante no le vendría mal una mano de impregnación y de barniz mate o alguna otra pintura que proteja la madera de las inclemencias (calor abrasador y lluvia).
He de confesar que las vistas desde aquí no son especialmente atractivas. Veo, a la izquierda, la cantera de los Núñez, otro de los “mordiscos” al entorno que desmerecerán las vistas desde lo alto del Arropé.
La vista al sur es amplia, pero queda limitada por las copas de los árboles. Sin embargo, al norte podemos ver toda la cima del Arropé, con las rocas que la recorren de este a oeste.
Bajar hasta este mirador, sobre todo teniendo en cuenta que no supone especial esfuerzo, merece la pena sobre todo por las vistas que hay del Arropé.
Inicio el regreso a la encrucijada para acceder, desde allí, a la cima, ya que quiero recorrer la misma de punta a punta.
Para acercarse al conjunto rocoso no hay un camino definido. Yo seguí lo que me pareció una pequeña vereda, medio perdida en algún momento. No obstante la distancia desde la encrucijada a las rocas es mínima.
Llegue a la base de las rocas por el lado sur. Es más recomendable hacerlo por el norte, justo por el sitio por donde el track indica que salí. Si quien hace la ruta no es persona mayor (yo tengo 70 años) con dificultades de movimiento puede hacerlo por cualquiera de los dos sitios. El acceso por la derecha (sur) supondrá tener que subir algunas rocas, sin que ello suponga dificultad alguna.
Al llegar arriba estaremos en el lado oeste de la cima, que tiene forma alargada este-oeste. A nuestra derecha podemos ver los alcores de Santa Ana, Santa Lucía y San Benito y aún más a la derecha, Cáceres.
Prácticamente en línea con las rocas del Arropé y en dirección a los alcores se observan los polvorines, ya abandonados, que en otro tiempo albergaban la dinamita u otros materiales similares de la Unión Española de Explosivos.
Más a la derecha aún, la Sierra de la Mosca que se extiende hacia nuestras espaldas y, entre ella y el Arropé, la llanura de la Dehesa de los Caballos, Matamoros y el Pradillo del Arropé.
Por la izquierda vemos la sucesión de rocas que termina en el otro extremo del Arropé y más allá la cantera de los Núñez enclavada en La Alberca y detrás El Risco y la Sierra de la Aldihuela y la Sierra de la Señorina
Una vez hecho el recorrido por toda la cresta, regresé al cruce desde donde se va a los dos miradores y volví al aparcamiento por el mismo camino que vine.
He vuelto tres días más tarde (el 20 de agosto) a hacer la misma ruta pero en esta segunda ocasión he querido bajar al punto donde, hace años, se localizaron algunos restos de una construcción romana que, posiblemente, fue donde se alojaban los soldados que vigilaban, desde lo alto del Arropé, el tránsito de personas, caballos, carros o ganados por la Vía de la Plata.
El punto donde se encontraron dichos (escasos) restos está perfectamente localizado. Lo señalo con un waypoint en el mapa que adjunto. Quiero agradecer aquí los datos que me ha facilitado mi compañera en la Corporación Municipal, Dña. Raquel Preciados Penis, Técnica de Patrimonio de la Junta de Extremadura que, además, me ha proporcionado alguna bibliografía al respecto. Gracias a su amabilidad pude ubicar, con precisión milimétrica, el lugar donde los arqueólogos localizaron los restos indicados. ¡Gracias, Raquel, por tu colaboración!
En esta segunda ocasión hice la ruta con un amigo. Bajamos desde la cresta del Arropé prácticamente en línea recta hacia el lugar señalado como “Yacimiento”. He de indicar que toda esa ladera está llena de bancales que, creo, fueron hechos por máquinas cuando la Junta de Extremadura sustituyó parte de los eucaliptus que salpicaban la misma por plantones de encinas. A este respecto, señalar dos extremos: de un lado que de las encinas plantadas solo un pequeño porcentaje ha arraigado. De otro que buena parte de las ramas y cepellones de los eucaliptus que se talaron y arrancaron siguen allí, con el consiguiente peligro si se produjera un incendio, ya que servirán como alimento a las llamas.
La bajada fue relativamente dificultosa (no la recomiendo). La diferencia de altura de un bancal a otro ronda los 50 a 60 centímetros y, en ocasiones, es complicado ver dónde pisas por lo que resultaría fácil caerse.
Al llegar al punto del yacimiento, por más que miramos no logramos identificar nada. El trabajo de las máquinas cuando se repobló la zona de encinas destruyó cualquier vestigio del trabajo de los arqueólogos y, me temo, pudo llevarse por delante los pocos restos de “tegulae romana” (tejas) que pudiera haber.