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sábado, 22 de agosto de 2020

Cerro "budista" del Arropé

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En septiembre de 2019 saltó a los medios de comunicación la noticia de que cabía la posibilidad de que en Cáceres pudiera instalarse un Centro Budista, financiado por empresas orientales (fundamentalmente nepalíes y chinas) que podría convertirse en el más importante de Europa. Dos empresarios cacereños del sector turístico (con distintas empresas) habían dirigido el interés de la «Fundación Lumbini Garden» hacia la ciudad de Cáceres.

 


 

Tras varios meses (con la crisis de la Covid-19 por medio) de negociaciones, charlas, visitas recíprocas, etc… el 17 de agosto de 2020, el Pleno del Ayuntamiento de Cáceres acordó, por unanimidad, aprobar un convenio de hermanamiento con la ciudad nepalí de Lumbini (ciudad que se encuentra al centro-sur de Nepal, muy cerca de la frontera con India. Es un sitio sagrado y de peregrinaje, dado que alberga la piedra que marca el lugar exacto donde nació Buda. Ha sido incluido dentro de Unesco como Patrimonio de la Humanidad.)

 






 

Un día antes (el 16 de agosto) se había hecho público por el Ayuntamiento de Cáceres que el sitio INICIALMENTE previsto, por considerarlo idóneo, para ubicar el Centro Budista podría ser el Cerro del Arropé (583 mts), lugar situado unos 7 kilómetros al sur de Cáceres y antes de llegar a la pedanía de Valdesalor. El lugar indicado no es definitivo, pues antes de adjudicarlo a este proyecto deben cumplirse toda una serie de trámites jurídicos y administrativos que tienen que ser aprobados, además, por el Pleno del Ayuntamiento.

 

Yo conocía la zona, pues he tenido la oportunidad de patearla junto a Vicente Pozas cuando fuimos hace tiempo a visitar los antiguos polvorines que la Unión Española de Explosivos tuvo en las inmediaciones (hace ya años abandonados). Pero no habíamos subido a lo más alto del Cerro y me pareció ahora una buena oportunidad para volver allí y recorrer el Cerro, propiamente dicho, en su integridad y subir hasta la prolongada cima.

 

La ruta la comenzamos saliendo de Cáceres en dirección a Mérida. A unos 7 kilómetros, al llegar al Puerto de las Camellas, a mano izquierda veremos primero las instalaciones del vivero de Jardinería Sara y un poco más allá la Residencia de Mayores “La Hacienda”. En ese punto cruzamos a la izquierda, para salir de la carretera.

 

Hay un amplio parking delante de la Residencia de Mayores. Un letrero indica que está reservado para usuarios de la misma pero hay mucho espacio libre, al menos cuando he ido yo y he podido dejar el coche allí.

 


 

No obstante, puede dejarse el coche pegado a la alambrada que hay en el lado derecho de la explanada.

 



 

Para comenzar hay que pasar al otro lado de la alambrada que delimita el aparcamiento.

 

No se debe cruzar la cancela que hay en la parte de arriba del aparcamiento, ya que da acceso a la Finca la Estrella y solo conduce a la misma, sin posibilidad de encontrar salida por otro lado.

 

 

Al inicio del camino veremos el tronco de un árbol completamente seco y una casa abandonada y medio derruida. Hemos de dejarlos a nuestra derecha.

 

También allí mismo una cancela ancha cierra uno de los dos caminos que ascienden hacia el Cerro. Nosotros hemos de tomar el camino asfaltado de la izquierda, ya que el otro es privado.

 


 

A escasos 100 metros de donde empieza el camino veremos a nuestra derecha un depósito de almacenamiento de agua. Inmediatamente que lo pasemos terminará el asfaltado y comenzará el camino de tierra, con abundante pizarra.

 


 

Dejaremos a nuestra izquierda la Finca la Estrella, en la que veremos varios pinos frondosos y un chalecito con piscina al lado.

 


Y pocos metros más allá veremos que el camino se bifurca. En ese punto encontraremos el primer cartel indicador que nos invita a seguir al Mirador del Cerro Arropé. Hemos, pues, de tomar el camino de la derecha, que va en suave ascenso. Así nos lo indica, además, el poste.

 



El camino discurre, bien definido, entre eucaliptos, encinas y mucha retama. Abundan los trozos de pizarra que no dificultan, en absoluto, la marcha.

 

Aunque el desnivel es irrelevante (poco más de 100 metros en todo el recorrido, incluyendo la subida a las masas rocosas de la cima), según vamos ganando altura va quedando ante nuestros ojos la prolongada extensión de Matamoros y del Pradillo del Arropé que se extienden hasta la Sierra de la Mosca por nuestra izquierda y hasta el Risco de Sierra de Fuentes por la derecha.

 



Aún podremos ver un chalet más en esta vertiente del monte, más aislado que el anterior. Sus habitantes serán, probablemente y caso de instalarse el Centro Budista, los vecinos más próximos que tengan los monjes.

 


A partir de este punto el desnivel se incrementa ligeramente, por lo que tenemos que hacer un poco más de esfuerzo para superarlo.

 


Enseguida llegaremos a un amplio camino que cruza el nuestro. En el mismo, y justo en el lugar en que llegamos a él, otro panel indicador nos informa que estamos a 340 metros del primero de los dos Miradores que podremos utilizar para contemplar la panorámica Sur desde el Monte.

 


A partir de este punto la masa de vegetación disminuye. Y fue aquí donde me encontré con dos periodistas del diario HOY, Laura Alcázar y el fotógrafo Armando Méndez. Había visto a Armando en la sesión del Pleno del Ayuntamiento, haciendo su trabajo (Laura había seguido la sesión por internet). Y habían hecho como yo: venirse al Monte Arropé para comprobar, in situ, las características del mismo, panorámica, etc… al objeto de informar a sus lectores. Ya regresaban hacia  donde habían dejado aparcado el coche.

 

Estuvimos departiendo unos momentos, cambiando impresiones sobre las bondades del sitio y el acierto de la elección. Cuando nos despedimos Armando me pidió hacerme una foto (que luego se utilizó para ilustrar su información) que han tenido la amabilidad de cederme para ilustrar mi propio reportaje. Valga la misma para que se pueda apreciar la escasez de árboles en esta zona.

 


Con unos cuantos pasos más llegamos al punto más alto del camino. Podríamos decir que es la “encrucijada” del mismo, pues de dicho punto parte un ramal, por la derecha, para ir al Mirador 1; de frente y en descenso para ir al Mirador 2 y por la izquierda y campo a través para subir a las masas rocosas de la cima.

 


Me acerqué primero a lo que estaba más cerca, el Mirador 1, por el camino que sale por la derecha. Enseguida vi, y me sorprendió porque lo desconocía por completo, que había por allí bastantes mesas con bancos para picnic, si bien por la pinta parece que estén poco utilizados. Hay algo de maleza alrededor y a mi me da la impresión de que en los próximos meses sí van a ser utilizados, ya que preveo que la afluencia de gente a visitar el Arropé va a ser mucha, por lo que me propongo sugerir al concejal responsable del Ayuntamiento el que se pueda hacer una pequeña intervención para adecentar el lugar. La verdad es que, por las vistas, bien merece la pena. Y, además, el gasto importante, el de la infraestructura, ya está hecho.

 

Hay también allí una caseta-mirador con cubierta y aberturas (para fotógrafos).

 






Desde este lugar las vistas hacia el sur son espectaculares, con la inmensa llanura que se extiende hasta la Sierra de San Pedro, que se ve en la lejanía.

 


También mirando al norte, pero a nuestra derecha, al otro lado de la carretera N-630, está el Alcor de Santa Ana que con otros cinco alcores forma una pequeña cadena que llegan hasta el Alcor de Santa Lucía y San Benito y que finaliza en el Cerro de los Romanos. En medio de todos ellos se enclava la Urbanización Ceres Golf y el Club de Golf del mismo nombre.

 


Casi a nuestros pies, la cantera de Cipriano Gallego, cuyas máquinas meten bastante ruido con el triturado de los áridos. Ruido que deja de apreciarse en cuanto te alejas del mirador.

 


Cuando doy la vuelta para regresar a la encrucijada donde el camino se divide en tres, queda ante mi vista la cima del Arropé y, en concreto, su vertiente oeste, con algunas de las rocas a las que espero encaramarme dentro de un rato.

 



Ya en la encrucijada dudo si bajar al segundo mirador. Está a 450 metros de distancia. Pienso que las vistas no pueden ser tan buenas, pues hay que bajar para llegar al mismo, pero como mi deseo es hacer esta rutita íntegra, me encamino hacia allá.

 


Llego enseguida y veo, a la izquierda del camino, el segundo mirador. Se trata de una estructura elevada a la que se accede por una escalera de madera, como el propio mirador. Me acerco y observo que se conserva intacta, sin casi deterioro alguno. No obstante no le vendría mal una mano de impregnación y de barniz mate o alguna otra pintura que proteja la madera de las inclemencias (calor abrasador y lluvia).

 



He de confesar que las vistas desde aquí no son especialmente atractivas. Veo, a la izquierda, la cantera de los Núñez, otro de los “mordiscos” al entorno que desmerecerán las vistas desde lo alto del Arropé.

 


La vista al sur es amplia, pero queda limitada por las copas de los árboles. Sin embargo, al norte podemos ver toda la cima del Arropé, con las rocas que la recorren de este a oeste.

 

 

Bajar hasta este mirador, sobre todo teniendo en cuenta que no supone especial esfuerzo, merece la pena sobre todo por las vistas que hay del Arropé.

 

Inicio el regreso a la encrucijada para acceder, desde allí, a la cima, ya que quiero recorrer la misma de punta a punta.

 

Para acercarse al conjunto rocoso no hay un camino definido. Yo seguí lo que me pareció una pequeña vereda, medio perdida en algún momento. No obstante la distancia desde la encrucijada a las rocas es mínima.

 

Llegue a la base de las rocas por el lado sur. Es más recomendable hacerlo por el norte, justo por el sitio por donde el track indica que salí. Si quien hace la ruta no es persona mayor (yo tengo 70 años) con dificultades de movimiento puede hacerlo por cualquiera de los dos sitios. El acceso por la derecha (sur) supondrá tener que subir algunas rocas, sin que ello suponga dificultad alguna.

 

 

Al llegar arriba estaremos en el lado oeste de la cima, que tiene forma alargada este-oeste. A nuestra derecha podemos ver los alcores de Santa Ana, Santa Lucía y San Benito y aún más a la derecha, Cáceres.

 

Prácticamente en línea con las rocas del Arropé y en dirección a los alcores se observan los polvorines, ya abandonados, que en otro tiempo albergaban la dinamita u otros materiales similares de la Unión Española de Explosivos.

 


Más a la derecha aún, la Sierra de la Mosca que se extiende hacia nuestras espaldas y, entre ella y el Arropé, la llanura de la Dehesa de los Caballos, Matamoros y el Pradillo del Arropé.

 


Por la izquierda vemos la sucesión de rocas que termina en el otro extremo del Arropé y más allá la cantera de los Núñez enclavada en La Alberca y detrás El Risco y la Sierra de la Aldihuela y la Sierra de la Señorina

 



Una vez hecho el recorrido por toda la cresta, regresé al cruce desde donde se va a los dos miradores y volví al aparcamiento por el mismo camino que vine.

 

He vuelto tres días más tarde (el 20 de agosto) a hacer la misma ruta pero en esta segunda ocasión he querido bajar al punto donde, hace años, se localizaron algunos restos de una construcción romana que, posiblemente, fue donde se alojaban los soldados que vigilaban, desde lo alto del Arropé, el tránsito de personas, caballos, carros o ganados por la Vía de la Plata.

 

El punto donde se encontraron dichos (escasos) restos está perfectamente localizado. Lo señalo con un waypoint en el mapa que adjunto. Quiero agradecer aquí los datos que me ha facilitado mi compañera en la Corporación Municipal, Dña. Raquel Preciados Penis, Técnica de Patrimonio de la Junta de Extremadura que, además, me ha proporcionado alguna bibliografía al respecto. Gracias a su amabilidad pude ubicar, con precisión milimétrica, el lugar donde los arqueólogos localizaron los restos indicados. ¡Gracias, Raquel, por tu colaboración!

 

En esta segunda ocasión hice la ruta con un amigo. Bajamos desde la cresta del Arropé prácticamente en línea recta hacia el lugar señalado como “Yacimiento”. He de indicar que toda esa ladera está llena de bancales que, creo, fueron hechos por máquinas cuando la Junta de Extremadura sustituyó parte de los eucaliptus que salpicaban la misma por plantones de encinas. A este respecto, señalar dos extremos: de un lado que de las encinas plantadas solo un pequeño porcentaje ha arraigado. De otro que buena parte de las ramas y cepellones de los eucaliptus que se talaron y arrancaron siguen allí, con el consiguiente peligro si se produjera un incendio, ya que servirán como alimento a las llamas.

 

La bajada fue relativamente dificultosa (no la recomiendo). La diferencia de altura de un bancal a otro ronda los 50 a 60 centímetros y, en ocasiones, es complicado ver dónde pisas por lo que resultaría fácil caerse.

 

Al llegar al punto del yacimiento, por más que miramos no logramos identificar nada. El trabajo de las máquinas cuando se repobló la zona de encinas destruyó cualquier vestigio del trabajo de los arqueólogos y, me temo, pudo llevarse por delante los pocos restos de “tegulae romana” (tejas) que pudiera haber.

 

martes, 4 de febrero de 2020

Cadalso, La Almenara, Gata y Torre de Don Miguel


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Realizada el día 5 de octubre de 2019, sábado, con el Club de Senderismo Hutchinson. Una veintena de senderistas.
Día agradable, con un sol radiante y un calor soportable.
El punto más emblemático de la ruta, la torre de la Almenara, en el término municipal de Gata, que alcanzamos sin problema tras superar los más de 560 metros de desnivel en poco más de 4 kilómetros.

La ruta es corta, pues no llega a los 12,5 kilómetros, con el único esfuerzo, aunque intenso, de la subida a la torre.

Los chicos de Hutchinson opinan que es mejor madrugar y empezar a caminar pronto, para hacer todo lo que se pueda antes de que el calor atice. Ni que decir tiene que comparto por completo ese criterio. Por ello, salimos de Cáceres a las 7,15 de la mañana lo que nos permitió estar en Cadalso a las 9 para ir a desayunar. Tuvimos que atravesar el pueblo para ir al sitio previsto, lo que nos permitió conocer sus calles.



En una de las esquinas de la Plaza Mayor está la Casa del Rey, un edificio actualmente pintado de color azul. Su portada es de cantería en arco de medio punto que timbra su clave con corona y está flanqueada por sendos leones coronados. La fachada luce un escudo berroqueño de la Orden de Alcántara acompañado por dos castillos.
En esta casa residió el rey Alfonso XI durante sus cacerías por la comarca. En su libro de la Montería describe el cercano monte de la Aliseda, “apenas a una legua, bueno de jabalíes en invierno y en verano, y donde a veces hay oso”.
La tradición sobre el rey recuerda que aquí se encontraba con la que fue su amante durante más de 20 años, Doña Leonor de Guzmán.
Pascual Madoz, en su famoso Diccionario, confirma que el Rey se encontraba en Cadalso en 1340, donde otorgó capitulaciones concediendo tierras a los clérigos y pobladores de Guadalupe.


Salimos de la Plaza de España a través de una calle que está junto a la Casa del Rey, calle que forma un túnel y que nos lleva directamente al Camino del Valle.


En cuanto salimos a campo abierto queda ante nuestros ojos el extremo de la Sierra de las Janonas donde se ubica la Torre de la Almenara.


Donde el camino se encuentra, en paralelo, con el Arroyo de la Gargantilla, cuyo cauce va seco a nuestra derecha, empezamos a caminar por una zona hormigonada. Es una fuerte pendiente de subida, con abundantes pinos a ambos márgenes del camino, que llega hasta un depósito de agua. En dicho lugar hay que girar a la izquierda para, inmediatamente, tomar una vereda que sale a la derecha.


Todo es una cuesta arriba, no demasiado exigente. A mitad de la misma encontraremos un aviso de la existencia de colmenas de abejas, que veremos enseguida. Como siempre en estos casos, conviene pasar con normalidad evitando molestar a los insectos .


Aún quedará subida fuerte durante otros 800 metros hasta alcanzar una pista amplia donde nosotros hicimos un alto para reagruparnos, ya que la cuesta anterior había estirado demasiado el grupo.

Seguiremos la pista, bastante llana en este tramo, durante unos 400 metros, justo hasta que tengamos a la vista una casas a la derecha del camino. Antes de llegar a ellas sale otra desviación a la derecha que es la que tendremos que tomar de modo que vamos a pasar por detrás de las casas.
En cuanto las hayamos rebasado podremos ver a nuestra derecha un soberbio ejemplar de castaño de más de 300 años de antigüedad.


Pasados los castaños, el entorno se despeja de arboleda, sobre todo por la derecha, donde ya podremos ver más próxima la Almenara coronando el extremo de la Sierra de la Janona.
Hay bastante retama por los alrededores. Estaremos caminando por lo el Camino Viejo de Gata y podremos ver Cadalso a nuestra izquierda. Y un poco más a la izquierda aún primero la Sierra del Moro y detrás de ésta, y bastante más elevada, la Sierra de los Ángeles.


Cuando tenemos a la vista, a nuestra derecha, un pequeño bosquecillo de robles, la persona que nos va guiando nos invita a hacer una breve parada. Nos explica que hasta llegar arriba no hay sendero visible, pero que hemos de ir haciendo un semicírculo hasta haber sobrepasado el mencionado bosquecillo, donde volveremos a parar para reagruparnos. Señala que pueden verse hitos de piedra que debemos dejar siempre a nuestra derecha.


Durante un corto trecho la subida se vuelve mucho más exigente, con lo que el grupo se estira. Los que vamos en cabeza decidimos parar para reagruparnos una vez pasado un solitario pino, en una zona con grandes rocas. Desde allí haremos el “ataque” final.
Desde esta posición observamos a lo lejos el Embalse de Borbollón y, más cerca, la Sierra Martín, con tres elevaciones en mitad de las cuales se ubica Santibáñez el Alto.


Tras un breve descanso acometemos el último, y más empinado, asalto a la Almenara. A estas alturas de la mañana el sol que aprieta y el esfuerzo de la subida se notan. La torre queda a un paso, pero el paso es casi en vertical.

Tras un último esfuerzo llegamos a lo alto del cerro donde se ubica la torre, de forma pentagonal hecha de piedra y cal y con sillares en sus cinco esquinas. El nombre “Almenara” es de origen árabe y significaba “fortaleza”.
Los restos que vemos actualmente parece que son del siglo XIV y construidos sobre lo que hubiera anteriormente.
Según Publio Hurtado (historiador cacereño) la primera construcción que hubo aquí fue árabe y se hizo en el siglo IX pudiendo ser su principal misión la defensa de esta zona, por la que pasa la Vía Dalmacia que comunicaba Coria con Ciudad Rodrigo así como de vigilancia sobre las localidades que desde aquí se divisan.
A consecuencia de las batallas entre moros y cristianos a torre cambió de manos varias veces aunque fue conquistada definitivamente en 1212 por el rey Alfonso IX y, tras diversos avatares, entregada para su custodia y defensa a la Orden de Alcántara.
Originalmente estuvo rodeada de una barrera de piedra seca que permitía acoger en su interior, pero fuera de la torre, las caballerizas.
En su fachada principal aún existe un baluarte redondo delante de la puerta, que queda como a dos metros de altura respecto a la base de la torre. Desde el baluarte podía accederse a la torre con una escalera de mano que podía retirarse a conveniencia, asegurando con ello su aislamiento y defensa.
En su interior los indicios apuntan a que pudieran haber hasta tres pisos. A los dos primeros se accedería a través de escaleras de madera mientras que al tercero se haría por una escalera de piedra encastrada en el muro según los restos que pueden verse aún.
La torre está bastante deteriorada y aparecen grietas severas entre algunos de los sillares.



Detrás de la Almenara hay un espléndido mirador que permite contemplar desde el norte hasta el sureste.




Nos vamos del lugar utilizando el camino que otros siguen para subir. En la parte de atrás de la Almenara, junto al mirador, hay un claro  y bien marcado camino que baja de una manera mucho más suave de lo que fue la subida en dirección al sitio que llaman La Pataina. En algunos momentos el camino va enlosado.
A mitad de la bajada un poste indicaba la existencia de una fuente que, por más que miramos, no vimos por ningún sitio.


El sendero nos lleva hasta una pista que habremos de seguir, a la izquierda, durante unos pocos metros para salirnos de ella, casi enseguida, por la izquierda. El sendero está claramente marcado.
Un poco más allá encontraremos un poste indicador del camino de subida a la Almenara y pocos metros más allá nos toparemos con el Arroyo del Concejo, que nace solo un poco más arriba de este punto.


Aquí mismo tomamos el Camino del Concejo, que nos va a llevar hasta Gata, a poco más de dos kilómetros. Es un camino precioso, que discurre entre castaños y va embutido en un bonito callejón con paredes de piedras.


Tras pasar una cancela, seguimos el camino a cuyos laterales se mantienen los castaños pero empiezan a verse también algunos pinos.


El arroyo Rivera de Gata, en su recorrido para verter sus aguas en el Arroyo del Concejo, se cruza en nuestro camino. Hay un pequeño puente de madera que ayuda a salvar su cauce. Y un poco más adelante encontramos una fuente de la que no sale ni una sola gota de agua. Al menos cuando pasamos nosotros.



Entramos en Gata por la calle del Negrón y como venimos bastante separados decidimos sentarnos en un sitio idóneo para esperar a reagruparnos antes de continuar camino.
Aprovechas el momento para hacernos bastante fotos, algunas de ellas de todo el grupo.

Continuamos camino bajando y giramos a la izquierda para bajar a la Plaza de la Constitución, donde está a iglesia de San Pedro y la Fuente del Chorro, monumento verdaderamente notable de esta localidad y no tanto por la fuente en sí misma como por el escudo que campea sobre ella.
Al parecer, el Emperador Carlos I, en agradecimiento por las aportaciones de la Villa de Gata durante la Guerra de los Comuneros, decidió sustituir el escudo del pueblo (una gata sentada bajo la cruz de Alcántara), por el propio escudo del Emperador concediéndole, a la vez, el título de “Muy Noble y Muy Leal”.
El escudo está hecho en una sola piedra enteriza y tiene corona abierta, propia de los Reyes Católicos y el águila, a diferencia de lo que era uso habitual en los escudos de Carlos I, no es bicéfala. Pero lo que llama la atención de manera especial es que el águila del escudo está mirando hacia la izquierda, algo que solo se hacía así (conforme a las normas de la heráldica), cuando la persona en cuyo honor se hacía el escudo era hijo bastardo, cosa que no sucedía en esta ocasión. ¿Cómo es, entonces, que el águila mira a la izquierda? No existe documentación alguna que pueda explicar el hecho y lo que han opinado los expertos es que el cantero que hizo el escudo podría ser un judío converso que siguiera profesando, en lo más íntimo de su corazón, su religión y que quisiera vengarse de esta forma al hacer el blasón.


Frente a la fuente está la iglesia de San Pedro, de los siglos XVI y XVII pues las obras empezaron en 1508 y concluyeron en 1609.


Cuando enfilamos ya para salir de la población, pasamos junto a la Ermita del Humilladero que tiene dos partes perfectamente diferenciadas. La primera corresponde a la primitiva edificación, del siglo XVI y la segunda es de la ampliación que se llevó a cabo en el siglo XVIII. En su interior hay un retablo barroco del siglo XVIII y hace poco que se descubrió, detrás del muro donde está el retablo, unas pinturas murales, que representan la Última Cena y que datan de finales del siglo XVI, desconociéndose al autor de las mismas.


Antes de dejar atrás las últimas casas del pueblo dejamos a nuestra izquierda otra fuente que bien merecería que se mantuviera algo más limpia. Y un poco más allá vemos lo que debió ser un antiguo abrevadero hecho en granito.


Tan solo a 2,5 kilómetros está Torre de Don Miguel a donde tardamos media hora escasa en llegar, si bien íbamos ya con ganas de comer.
Entramos por la calle Camino de Gata que nos llevó directos hasta la Plaza Mayor, donde pudimos ver la Iglesia de la Asunción.

Y tengo que confesar que me sentí muy sorprendido por algunas de las casas que pude ver que conservan sus portadas de granito y algunas de ellas unos dinteles magníficamente labrados, con unos escudos de filigrana que denotan que fueron detentadas por personas de alcurnia.




Justo antes de terminar la ruta, pasamos por la Ermita del Cristo, del siglo XVI.

Y con esto dimos por terminada la ruta.