martes, 26 de julio de 2016

Lanzarote: Subida a la Atalaya de Femés


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Realizada durante la mañana del 19 de noviembre de 2013.
Femés es un núcleo de población a 450 metros de altitud que actualmente pertenece al Ayuntamiento de Yaiza pero que durante 135 años (1818-1953) fue municipio independiente. Su escasa población y los pocos recursos con que siempre contó condujeron a que a mediados del siglo XX se integrase en Yaiza.


Merece la pena acercarse desde Yaiza, Uga, Puerto Calero o Puerto del Carmen para deleitarse un buen rato en su Mirador desde el que se tienen unas vistas privilegiadas sobre Playa Blanca, Papagayo, Isla de Lobos, Fuerteventura y toda La Bocaina (brazo de mar que separa Lanzarote de Fuerteventura) si se mira al sur y sobre todo el Valle que lleva su nombre si se hace al noroeste.




Se trata de una ruta circular corta (6 kilómetros escasos, ida y vuelta) con un desnivel aparentemente pronunciado pero que, en realidad no lo es tanto: 272 metros de subida en 2.200 metros de recorrido (un 12%). En algunos puntos, al bajar, acorté bajando campo a través para evitar alguna vuelta.


El objetivo de la ruta es coronar la Atalaya de Femés, de 608 metros, la máxima altura del sur de Lanzarote y un mirador extraordinario.
Aunque suele reservarse la denominación de “los Ajaches” para las alturas que hay entre Femés y Punta del Papagayo, la Atalaya de Femés es el punto culminante de este macizo catalogado como Monumento Natural y que se extiende desde Yaiza a través de dos lomas paralelas (que dejan en medio el Valle de Fenauso.
La Atalaya de Femés tuvo su origen durante las primeras etapas eruptivas de la isla, que dieron lugar a las formaciones de los Ajaches. La orografía volcánica ha sido sometida a un desgaste durante millones de años modelando las formas del relieve de tal modo que se han suavizado algunas lomas y desarrollado barrancos que descienden directamente hacia el mar.
La Atalaya mantiene su cono volcánico (551 metros) de unos 150 metros de diámetro algunos metros por debajo de la cumbre.


Aparqué el coche en la Plaza de San Marcial. No cabe pérdida alguna: está donde la única rotonda que hay en todo el pueblo, de paso obligado tanto si se viene por el Valle como si se ha subido desde Playa Blanca, Las Breñas o Maciot. A su lado está la Iglesia (en realidad Ermita) de San Marcial de Limoges o de Rubicón, a la que me referiré al final.


Al otro lado de la carretera, enfrente de la Atalaya, veo el Pico de la Aceituna y, a su izquierda, Pico Redondo, objetivos que tengo marcados para un próximo viaje.


Para iniciar la ruta hemos de caminar de espaldas a la rotonda, dejando detrás de nosotros el Mirador, por el lado izquierdo de la carretera en dirección al Valle.
Dejaremos a nuestra izquierda TRES calles. La primera, estrecha, nada más pasar un paso de peatones; la segunda es una calle adoquinada más amplia que la anterior y la tercera nada más pasar otro paso de peatones.
En este punto la carretera continúa hacia la derecha mientras que por la izquierda salen dos carreteras menores, ambas asfaltadas. Nosotros hemos de tomar la que está más a la izquierda, que tiene una cuesta pronunciada.



En cuanto empezamos a tomar un poco de altura, la vista del Valle de Femés que queda ante nuestros ojos es absolutamente maravillosa.


La subida es francamente cómoda con las naturales molestias que producen las pequeñas piedras sueltas y las numerosas curvas en zig-zag que hay que ir haciendo. En algún tramo me animo a acortar.
Cuando se ha cogido un poco de altura las vistas son estupendas. Incluso la de una zona donde se observan cobertizos muy rústicos para guardar ganado.


Y cuando hacemos otra curva y nos queda a la vista Playa Blanca y, al fondo, Fuerteventura… me detengo y, sencillamente, disfruto con las vistas.



Femés queda ahora a los pies y, enfrente, los picos de la Aceituna y Redondo y, al fondo, Acha Grande. Y desplazándose hacia la izquierda, paralelo al Valle, el Filo de los Cuchillos que se me ha metido en la cabeza que en otra ocasión tengo que patearlo desde aquí hasta el final en El Frontón, junto a Las Casitas.


Mientras voy subiendo observo los cortes que hubo que hacer en el terreno para construir la carretera de acceso y que permiten observas los distintos estratos en la formación de la Atalaya. Pueden distinguirse, con facilidad, las capas de cenizas negras que llevan enterradas cientos de miles de años.



Según vamos coronando, las vistas se vuelven cada vez más impresionantes. Y es que el verdadero mirador de Femés está aquí, en la Atalaya.


Y entre el Pico Nao (o Nago) y el Pico de la Oveja, alcanzo a distinguir, sin dificultad, Puerto del Carmen.


Cuando estoy a punto de llegar a la corona del cráter veo, a la derecha del sendero y allá abajo, en medio de una hondonada, un símbolo redondo cruzado en su interior y una inscripción fuera del mismo. Todo ello está hecho con piedras acumuladas. La inscripción dice “Volcán de la Jani”. Supongo que será más una declaración de amor que un título de propiedad y, desde luego, en absoluto un topónimo. Es la obra de los “grafitteros del googleart”, que pretenden que su mensaje pueda verse por ese medio.


Un poco más allá de la inscripción indicada, veo La Degollada y, detrás de sus casas, la Montaña del Cabo, la Montaña de Enmedio y la Montaña de la Cinta, seguidas una de otra.


Justo cuando las antenas de la Atalaya quedan a mi vista, aparece también el fondo del cráter, en el que también veo una inscripción formada con piedras pero de la que no distingo el mensaje, pues está bastante desvaída por el paso del tiempo. Parece que pone “Cristina y….” Otro grafittero como el anterior.



Quiero circunvalar todo el cráter, pero me dirijo primero a las antenas. No solo es por verlas de cerca: la verdad es que tengo muchas ganas de mirar hacia Fuerteventura desde aquí y, para eso, debo ir hacia esa parte.
Cuando llego, hay unos trabajadores laborando en ellas. Uno está subido, arreglando o haciendo no sé qué. La verdad es que se aprecia lo enormes que son cuando las comparas con el tamaño de las personas.



Junto a las antenas el punto geodésico, al que me encaramo para que quede registrada la altura en mi gps. Y, desde allí mismo, toda una serie de vistas maravillosas hacia el suroeste.







Me detengo, especialmente, a contemplar las vistas sobre La Bocaina, apreciando perfectamente las tres islas en una sola mirada: Lanzarote, Isla de Lobos y Fuerteventura destacando en esta última el Parque Nacional de Corralejo por sus arenas doradas.


La vista que, desde la Atalaya, hay del Charco y de las Salinas de Janubio es absolutamente excepcional.


Y si dirigimos la mirada hacia el noroeste nos queda ante la vista todo el Parque Nacional de Timanfaya:



Por el noreste, la vista alcanza a Puerto Calero, Puerto del Carmen, Tías, Playa Honda y Arrecife.
Con razón se dice que esto sí que es el verdadero mirador de Femés. No en balde es, tras las Peñas del Chache, en Famara, el punto más alto de la Isla.



Cuando he quedado absolutamente satisfecho con lo que he podido contemplar desde este privilegiado lugar, inicio el regreso bajando hasta el punto en que accedí a la corona del cráter y, desde ahí, procedo a circunvalar el cráter de derecha a izquierda, en sentido contrario a las agujas del reloj, volviendo a disfrutar de cada una de las oportunidades que me proporciona el circuito.





Me detengo a contemplar despacio el interior del cráter. Y en este punto, en vez de describir yo lo que veo, voy a transcribir el relato que hizo el profesor D. Eduardo Hernández Pacheco en su libro “Por los campos de lava. Relatos de una expedición científica a Lanzarote y a las Isletas canarias. Descripción e historia geológica. 1907-1908)”. Está a caballo entre las páginas 221 – 222 y dice así:
“El cráter es cerrado por todos lados y tiene un diámetro de medio kilómetro aproximadamente. La circunvalación forma hacia el interior un escarpe con una pendiente de unos 40º, estando el fondo elevado, según Simony, 544 m, lo cual da una profundidad a la caldera de unos 50 m bajo la cumbre del reborde. Dicho reborde está roto en dos sitios y dejó salir dos potentes corrientes lávicas, una hacia el Oeste que se expansionó por la llanura del extremo Sur de la Isla formando altas terrazas en una de las cuales está edificado el grupo de casas de Las Breñas y la otra que corrió rellenando el fondo del valle de Fenauso hasta cerca de su abertura próxima y Yaiza.
En el interior de la caldera existe otro cráter pequeño de fondo plano y cultivado y cuyo reborde circular es poco elevado, según Simony de unos 60 m de diámetro. Se comprende que en la actividad del volcán Atalaya ha dominado muy principalmente la fase de erupciones lávicas con emisiones muy potentes y hasta cierto punto con tranquilidad, es decir, sin las violentas explosiones que en otros volcanes de la Isla han quebrado y roto, convirtiendo en ruinas los conos. Aquí parece ser, a juzgar por el aspecto, que la lava llenó la gran cuenca cratérica y se derramó por las pendientes; reconociendo el cráter pequeño interior un origen secundario y abierto al fin de la erupción que produjo la gran expansión lávica de Las Breñas y valle de Fenauso, formado en otra erupción posterior.”




Realizado el recorrido al cráter, bajo de nuevo a Femés por el mismo camino que subí, si bien atrochando en algunos lugares (pocos) pues quiero conservar la esencia del track que pienso subir a Wikiloc. No quiero falsear el recorrido acortando camino y metiéndome por lugares que a otras personas les resulte complicado.
Cuando llego al pueblo me voy directamente al Mirador ya que la Iglesia de San Marcial está allí mismo. Justo donde está el aparcamiento para los coches y en línea con la Ermita, una humilde construcción totalmente encalada sobre cuya puerta lucen unos azulejos que rememoran una parte de nuestra pequeña Historia.


Al sur de Femés, al otro lado de los Ajaches y por la zona de Papagayo, un poco más allá de Playa Mujeres se encuentra la Playa de los Pozos y, a su lado, el yacimiento arqueológico de San Marcial de Rubicón. Allí fue donde los franco-normandos iniciaron la conquista y colonización de Lanzarote allá por 1402. Iban a las órdenes de Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle. Lo que allí existió desde principios del siglo XV, San Marcial de Rubicón está considerado el primer asentamiento, la primera ciudad europea de Canarias.
Como ya he contado al describir la ruta “Playa Blanca y Punta de Papagayo a Caleta Larga”,  respecto al apelativo de “Rubicón”, existen diversas teorías, siendo la más plausible la existencia al lado mismo del asentamiento, de un promontorio de un evidente color rojo. Y no debe olvidarse que, en latín rojo se dice “rubro” y un derivado es “rubico”. Aquí está la evidencia de dicho promontorio y su color merced a Google Earth.


Desde el año 1404, en que la capilla del Castillo de Rubicón se convirtió en Catedral de todas las Islas Canarias, San Marcial de Rubicón era el santo Patrono de todas ellas; hasta el año 1819 que cesó este patronato.
Femés fue el lugar elegido por los lanzaroteños para construir la ermita definitiva de San Marcial de Rubicón, ya que se buscaba un lugar llano y a 2 leguas de distancia del mar. Además, era ideal para observar desde su Atalaya (608 m) los desembarcos de piratas.
Se trata de una construcción del siglo XVII (1630) que vino a sustituir a la primitiva ermita-catedral de las islas que se localizaba en la zona costera señalada unas líneas más arriba, conocida como Rubicón y que fue derruida por los corsarios ingleses en 1593.
La iglesia es de una sola nave con arco triunfal que da acceso al prebisterio, donde se alojan los dos retablos y una hornacina central donde se ubica la imagen del Santo Patrón.
Al exterior se comprueban los diversos cuerpos que fueron agregando a lo largo de los siglos: cuerpo principal de la ermita, prebisterio y sacristía, así como las dos puertas con arcos de medio punto, labradas en toba roja del lugar, que destacan sobre la blancura de los muros.





En la fachada figura una placa esculpida en piedra que recuerda el paso y estancia del obispo don Pedro Manuel Dávila y Cárdenas (febrero de 1733), gracias al cual se iniciaron importantes mejoras en el templo.


La cubierta de madera al estilo mudéjar está resguardada por torta, a la primitiva usanza. En su interior alberga al patrón de la isla (San Marcial de Rubicón) y retablos de gran valor e interés cultural. También se pueden contemplar gran cantidad de maquetas navales que donaban los marineros al santo en gratitud por salir airosos en momentos  de peligro en alta mar. Esta iglesia fue restaurada en 1712 desde sus cimientos y en 1730 fue reedificada de nuevo.
En 1775 se construyó la Casa del Romero frente a la iglesia, ya que no existía casa ni albergue alguno donde pudieran hospedarse los devotos que concurrían de toda la isla a visitar al Santo, por lo que comían y dormían en la ermita y sacristía. Actualmente, esta casa se está usando para actividades sociales.


Allí mismo se puede ver una plaza de cerámica en homenaje a Josefina Pla Guerra, poetisa, nacida en 1903 en la Isla de Lobos y bautizada en la Ermita de San Marcial, en Femés. Casada con un paraguayo que conoció en 1924, se estableció en Paraguay en 1926 y murió en Asunción, en Paraguay, en 1999. Fue una afamada poetisa, dramaturga, narradora, ensayista, ceramista, crítica de arte, pintora y periodista.