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Realizada durante la mañana del 30 de marzo de 2013. Buen
tiempo.
Organizada por la Mancomunidad Integral Sierra de Montánchez y
siendo el alma de dicha organización Maribel Muñoz, de la que tengo que decir
que se volcó por completo en el evento. De todas las rutas que he realizado, en
ninguna he visto una dedicación tan absoluta como la de Maribel. Baste decir
que la víspera de la ruta, ya bien entrada la noche, nos puso a todos los
senderistas (uno por uno) un correo con indicaciones personales sobre la ruta.
Desde que se publicitó la ruta las abundantes lluvias
hicieron los caminos inicialmente previstos hasta tal punto intransitables, que
los itinerarios anunciados debieron ser cambiados dos veces. La misma víspera
(29 de marzo), los organizadores hicieron un recorrido de comprobación que les
llevó a modificar el trazado previsto, con lo que la ruta, aún siendo muy
bonita, no pudo transcurrir por las zonas previstas, por lo que nos perdimos
algunas singularidades de los alrededores de Zarza de Montánchez.
Alrededor de 150 senderista nos dimos citas conforme a la
convocatoria en los locales existentes en la calle Alameda, frente a la
Biblioteca del pueblo. Sobre las 10 de la mañana iniciamos el recorrido de poco
más de 18 kilómetros.
Por la calle Lancha nos dirigimos a la salida del pueblo en
dirección oeste, cruzando el Camino Berrocalejo por el lugar donde existe un
pozo redondo de unos cuatro metros de diámetro.
El agua que bajaba por el camino se había acumulado en el
lugar, por lo que se produjo un pequeño atasco que estiró el grupo desde el
principio.
Sorteado el obstáculo, dejamos atrás las últimas casas del
pueblo, girando por el primer desvío a la izquierda y, seguido, por el primero
a la derecha para volverlo a hacer, de nuevo a la izquierda. Callejas llenas de
sabor que nos evoca los recorridos que los naturales del lugar debieron hacer a
diario en otros tiempos para procurarse el sustento.
Dejando ya el pueblo a nuestras espaldas, nos dirigíamos a
la Carretera de Medellín o CC-146 entre huertos bien cuidados, en algunos de
los cuales pudimos contemplar majanos levantados en torno a las higueras, lo
que les permite proteger sus troncos de las inclemencias del tiempo, a sus
ramas del fácil acceso de animales y a sus raíces del daño que pudieran
causarle las rejas de los arados.
Seguimos la carretera en dirección sur, alejándonos del
pueblo y a unos 500 metros nos desviamos por un camino a la izquierda. Tras
salir de la carretera en ese punto, tendremos a nuestra izquierda el Cerro
Pozuelo y podremos ver frente a nosotros, en lo alto del Cancho Blanco (954
metros), la estación de radar.
La dehesa que cruzamos es una preciosidad. El agua rebosa
entre la hierba y, con frecuencia, tiene inundado el camino, por lo que nos
vemos en la necesidad de sortear el obstáculo como podemos.
Ascendemos los pequeños cerros que hay por el paraje de las
Ballesteras para llegar a una pequeña carretera que lleva a las casas que hay
un poco más arriba. El acceso hasta las casas es por un camino de cemento que
viene cubierto de agua casi de lado a lado.
Tras cruzar la carretera entramos en un pequeño valle entre
los Atambores (a nuestra derecha) y Peña Cuadrada (a nuestra izquierda). Las
únicas vistas totalmente libres que tenemos son las que están a nuestras
espaldas, hacia el norte. Y son preciosas.
Cuando llegamos a la altura de la “Peña Cuadrá”, realizamos
un giro a la izquierda de 150 grados y empezamos a caminar hacia el paraje de
la Zahudadilla, para ir al Embalse de Navarredonda, antiguo abastecimiento de
Zarza.
Volvemos a encontrar majanos que protegen las higueras y,
por primera vez, contemplamo, aún lejos, el embalse a nuestra derecha y la
Zarza a la enfrente, dado el giro tan radical que hemos dado al sentido de la
marcha.
En esta zona, en que el camino tiene una ligera pendiente de
bajada, el entorno es precioso: monte bajo, olivos, carrascos y algún ejemplar
de ganado equino en las fincas. Hay que
extremar el cuidado, pues hay mucha piedra, resbaladiza por las lluvias.
La vista del embalse, con la Sierra de los Alijares al
fondo, es cada vez más bella y espectacular.
Cuando estamos a la altura del Cuarto Pósito, por donde el
Cancho del Majadal, o “Cancho de Majá”, el camino tiene zonas difícilmente
transitables: no es solo agua, sino también barro, mucho barro y muy líquido.
Uno de los senderistas que marchan a mi ritmo pisa en un sitio que parece
seguro y hunde el pie en el barro hasta el tobillo.
En el último giro a la derecha que hacemos para enfrentarnos
al embalse, un buen ejemplar de alcornoque adquiere el protagonismo: hemos de
rodearlo para ir al embalse.
Un rebaño de ovejas, al exclusivo cuidado de un mastín, tan
grande como simpático, nos sale al paso.
Y en el embalse, la parada de reagrupamiento. Y aunque el
camino no ha sido ni largo ni fatigoso, el buen ambiente es propicio para sacar
de las mochilas los avíos para reponer fuerza, que son de lo más diverso y
apetitoso. Los perros que nos acompañan, atados a una alambrada, ven inquietos
como sus dueños trabajan “a dos carrillos” y reclaman con sus ladridos ser
partícipes de la fiesta.
A la llamada de Maribel (en todo momento pendiente de
nosotros y de cualquier incidencia de la ruta), nos ponemos en marcha de nuevo
hacia la cabecera del embalse. Alguien me explica que estas aguas, que un día
sirvieron para que los vecinos de Zarza bebieran, ahora están prohibidas para
el consumo humano, pues el terreno donde están recogidas tiene no sé qué
sustancia que las inhabilita a dicho fin. Lo curioso es que el pantano se
construyó en 1997 y solo ha servido para el fin para el que fue concebido hasta
hace dos años (2011).
Justo delante de la presa, un simpático puente nos ayuda a
cruzar el cauce del Tamuja. Y, al otro lado, lo que fue el Molino del Tío López
y que ahora está completamente abandonado.
Tras andar unos ochocientos metros desde la cabecera del
embalse, en vez de seguir de frente hacia el pueblo, giramos a la derecha, lo
que nos lleva a cruzar, otra vez el Tamuja sobre unas piedras pasaderas.
Estamos recorriendo el Camino del Cubo Alto que, en continuo
ascenso, nos lleva hasta cruzar la carretera CC-146, que une Zarza con
Robledillo.
En esta parte del camino abundan las flores así como algunos
almendros en flor, que no me resisto a fotografiar.
Tras dejar un antiguo chozo en una finca a nuestra
izquierda, cruzamos la carretera con cuidado. Al otro lado un antiguo
abrevadero de ganado, lleno a rebosar nos sirve de indicación para saber que
tenemos que girar a la izquierda. Me dicen que este abrevadero es lo que llaman
la Fuente de la Fontanilla.
En realidad deberíamos seguir por el camino, pero está tan
impracticable que se nos indica que sigamos la carretera un breve trecho hasta
pasar un puente sobre el Tamuja. Justo después, volveremos al camino que nos
llevará al pueblo.
A través de una preciosa calleja, llegamos al pueblo, justo
al lugar donde está la Iglesia, a la que accedemos tras pasar un puente
construido con una obra sencilla.
Descansamos un rato a las puertas de la Iglesia Parroquial
de San Miguel.
Cuando nos lo indican, por la parte de atrás de la Iglesia
salimos en dirección a la Encina Terrona.
Poco después de dejar a nuestra derecha el puentecillo que
acabábamos de pasar, un antiguo pozo de piedra, cuadrado, queda a la vista.
Y poco después alcanzamos el Puente Romano, pequeño y
precioso. Y un poco más allá, a la izquierda del camino, una antigua
construcción con acceso en arco de ladrillo, que no he logrado saber qué fue.
En el trayecto hasta la Encina Terrona (kilómetro y medio
desde el Puente Romano), tengo la oportunidad de contemplar muchas y preciosas
encinas.
Y finalmente llegamos a nuestro destino: la Encina Terrona
de las que merece destacar:
- Tiene 800 años de antigüedad.
- El perímetro de su tronco, a 1,70 del suelo es de 7,70
metros.
- El mismo perímetro, a ras de suelo, es de 9,42 metros.
- Su altura es de 16,4 metros.
- El perímetro de su copa es de 27 metros.
Sus ramas están sostenidas por unas grandes muletas que,
según me dijeron, son de plástico.
Y tras hacer una foto al grueso de los senderistas qe
hicieron la ruta, dimos la misma por terminada con el regreso al pueblo.
Todos los senderistas estaban invitados a comer a las
afueras de Zarza, en un lugar preparado
al efecto. Yo, por razones familiares, no puede quedarme.
conozco todo el recorrido magnifico reportaje llevo fuera del pueblo 58 años y me parece que fue ayer cuando andaba por esos sitios tan bonitos que entonces no sabia apreciar gracias por el reportaje.
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