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Realizada durante la
mañana del 18 de noviembre de 2013.
Me había propuesto
bajar andando desde El Golfo hasta Playa Blanca caminando y todo lo
próximo a la costa que me fuera posible. Son casi 30 kilómetros con una
dificultad muy desigual ya que la primera jornada se desarrolla, en más de la
mitad de su trayecto, por una zona por la que discurrió la lava de las
erupciones de principios del siglo XVIII lo que dificulta, en buena manera, el caminar
mientras que la segunda (que es ésta que voy a hacer hoy) discurre por un
terreno más fácil pero absolutamente desprovisto de zonas habitadas hasta casi
llegar a Playa Blanca.
Por ello he dividido
el trayecto en dos. El de dos días antes (el 16 de noviembre) consistió en
hacer casi 12 kilómetros, iniciando en El Golfo y llegar hasta la desaladora
de aguas de Las Breñas, dejando el resto del recorrido para la jornada de
hoy.
Para hoy se trata de
ir desde la desaladora en la que terminé el día anterior hasta Playa
Blanca. Son poco más de 17 kilómetros por un terreno fundamentalmente
llano, con un desnivel máximo de poco más de 30 metros.
Había quedado con mi
hijo para que me llevara en coche por la carretera LZ-2 (Yaiza a Playa
Blanca), hasta la carretera de acceso a la desaladora, a la altura de Las
Breñas. Desde el cruce de la carretera me desplacé andando los 900 metros que
me separaban de la desaladora.
Hay un senderillo que
voy a poder seguir durante casi todo el recorrido. A veces se desdibuja pero
generalmente puede verse con facilidad.
Me arrimo lo más que
puedo al borde del mar, pues quiero disfrutar con la geografía lanzaroteña,
impregnarme de ella.
El lugar donde me encuentro,
justo por debajo de la planta potabilizadora, es un pequeño entrante del mar
que se denomina El Callao de Cho Castro, donde abunda la roca volcánica que
conforma, en buena medida, la forma del litoral.
Son curiosas las
denominaciones que se dan a los accidentes geográficos. Un poco más abajo hay
un saliente denominado Lajas Blancas y más allá, el Caletón
de la Cañada de las Maretas antes del pequeño cabo denominado Punta
del Pejerrey.
El tiempo. que en
principio parecía bueno, se enrarece. El mar está agitado y algunas olas se
estrellan contra las piedras de la orilla.
Por momentos el cielo
se oscurece y me da la impresión que voy a mojarme. Miro hacia y veo grandes
sombras que se extienden sobre la Atalaya de Femés y Los
Lomos, detrás de Las Breñas. Me temo que me voy a
mojar.
Sobrepaso la Punta
de Pejerrey y comienzo a bajar en dirección al Caletón de Rijo, una gran
entrada que forma un rectángulo casi perfecto que se adentra en tierra. Cuando
estoy a su lado observo que tiene una buena anchura y, por el color del agua,
también buena profundidad.
Me llama la atención,
a mitad de la pared que forma en fondo del rectángulo del Caletón y en su parte
alta, algo que me parece una cruz. Estoy algo alejado, pero aplico el tele y
veo que, efectivamente, parece una cruz conmemorativa a algún fallecido. Alguna
persona debió aproximarse demasiado y perder su vida aquí.
Esta parte de la Isla
me encanta. Mantiene un paisaje libre de construcciones que le otorgan algo
especial. Ojalá se mantenga así para siempre.
Un poco más abajo y
estamos en lo que llaman Samarín. Es una pequeña zona de la
costa en la que existe una pequeñísima caleta con una playa de rocas
redondeadas por el efecto de las mareas y las olas, justo antes de llegar a la Punta
del Viento.
He buscado de dónde
puede venir o qué puede significar el nombre. Maximiano Trapero y Eladio
Santana Martel en “Toponimia de Lanzarote” (Investigaciones Filológicas en
Canarias, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria) señalan que
pudiera resultar problemática la etimología de tal nombre en la toponimia
canaria. En Lanzarote el término Samarín fue apellido documentado
entre los berberiscos capturados en las costas del África fronteriza a
Canarias, pero es muy extraño que un apellido se convirtiera en topónimo en la
forma que lo ha hecho, con su solo nombre y sin apelativo genérico alguno (como
hubiera podido ser Punta o Costa de Samarín, por ejemplo), y
más si el tal apellido fuera solo el de un esclavo africano, por la poca
relevancia que podría tener en el lugar en que viviera. Podría ser de origen
guanche, tal como lo cree también Bethencourt Alfonso (1991: 437).
En lo alto y casi en
el borde de esta caleta también existe un pequeño monumento a un chico (Javier
Temprano Quizá), gallego, originario de Camariñas que falleció en
esta zona, ahogado, arrastrado por una ola mientras mariscaba en la mañana del
6 de septiembre de 2012, cuando tenía 26 años. Su cuerpo se encontró a 15
metros de profundidad y a unos 50 de este lugar. Cuando camino hasta allí me
encuentro que no se trata solo de una cruz y unas flores sino que alguien,
probablemente su madre ya que su padre había muerto hacía algunos años,
mantiene limpio y cuidado un pequeño jardín zen, hecho de ceniza volcánica. La
cruz tiene una estrella de cinco puntas con una foto del chico y una referencia
a su nombre, fecha de su muerte y edad. Sobre la cruz se mantienen unas piedras
de cuarzo pulido que, asombrosamente, los caminantes han respetado. Al lado una
figura de un ángel de la guarda con un niño en brazos y a punto de salvar a una
niña.
Bajo unas rocas, los
elementos de jardinería con los que se mantiene limpio y cuidado el lugar.
Se adivina el
tremendo dolor del jardinero y su intenso cariño por la persona ausente.
Por cierto, me ha
llamado mucho la atención, mientras preparaba la descripción de esta ruta,
comprobar que en Google Earth si te acercas mucho a este lugar, se ve un coche
parado exactamente ahí. Quizá el familiar que cuida del buen estado del
jardincillo.
Allí mismo las Hoyas
de Chó Bravo y, a continuación la Punta del Viento, extremo en el que
termina el sitio llamado Piedra Alta.
La Punta
del Viento es un saliente, en forma de punta de flecha, que apunta al
noroeste. En su extremo, un punto geodésico del que alguien ha arrancado la
placa que pone el Instituto Geográfico y Catastral. ¡País!
Las vistas, tanto al
norte como al sur, son preciosas. Mirando al sur vemos, casi a tira de piedra,
el inconcluso “Hotel Atlante del Sol”, por el que voy a pasar en un rato.
Pasada la Punta,
nos encontramos con el Caletón de Piedra Alta, magnífico
tanto por la conformación de sus bordes, de roca basáltica formada en piezas
rectangulares, seguramente por la acción del agua sobre la lava que llegaba al
mar. También es magnífico por las increíbles cuevas, enormes, que hay en el
fondo del Caletón y a las que no me atrevo a bajar estando, como estoy,
yo solo. Creo que podrá hacerse por el extremo contrario a la Punta
del Viento y, desde luego, siempre en compañía de alguien.
Finalmente, encuentro
este Caletón
impresionante por las piscinas que tiene en su seno. Cuando yo paso las aguas
están bravas y entran con fuerza en las mismas pero, supongo, en días en que el
mar esté más tranquilo o cuando la marea esté más baja, bañarse ahí abajo tiene
que ser una delicia. Ello, además de poder explorar esas cuevas cuya
profundidad desconozco y no alcanzo a vislumbrar.
Cuando paso por
encima de la cueva, el terreno que piso es llamativo porque también es de lava
solidificada con curiosas formas.
Nada más dejar atrás
el Caletón
pisaremos sobre el sitio llamado, propiamente, Piedra Alta. Aquí, a la
orilla del mar, hay una formación rocosa, bastante plana lamida por las olas,
que dejan sus aguas en las cavidades de las amplias lanchas de roca lávica. El
colorido es precioso.
Al caminar entre las
rocas me llevo la sorpresa de encontrar abundantes trozos de cristales de sal.
Los huecos donde están se encuentran bastante intactos, por lo que deduzco que
la gente que ha pasado por aquí los ha respetado sin romperlos, lo mismo que
hago yo.
No hemos dejado atrás
los pequeños depósitos de sal cuando me encuentro con un profundo entrante,
también con pequeñas cuevas que forma parte del pequeño cabo denominado Punta
Abas o Punta del Convento, que por ambas denominaciones es conocido.
También en esta
ocasión me quedo con las ganas de bajar a echar un vistazo, pero yendo solo me
parece una temeridad innecesaria, por lo que me limito a dejar constancia
gráfica de su existencia y a señalar su ubicación.
Punta Abas o del
Convento
se adentra brevemente en el mar.
A partir de este
punto el litoral describe un amplio arco, la primera parte de los cuales se
denomina Los Aramasos, aunque en muchos mapas viene denominado Los
Anamasos y que son unos grandes charchones que se suceden unos a otros.
A este respecto me
atengo y remito al magnífico investigador lanzaroteño Agustín Pallarés Padilla,
al que ya he citado en otros relatos de rutas y en cuyos trabajos bebo, a lo
largo de la descripción de los topónimos de esta ruta.
Agustín Pallarés dice: “Aramaso. Otro topónimo lanzaroteño,
aparentemente aborigen, tampoco registrado que yo sepa en los léxicos guanches
publicados hasta ahora, al menos en los diccionarios más extensos, es el de Los Aramasos, como todo el mundo dice
por allí, situado en la costa, en el extremo sur de la isla, unos 3 Km por
encima de Montaña Roja. En los mapas oficiales figura escrito, sin duda por
error, Los Anamasos, y lo sitúan
además 1 km más al sur de su lugar de ubicación real, que es, exactamente, a
continuación y hacia abajo de La Punta del convento, alcanzando su área de
extensión a más de 200 m a lo largo de la línea costera.
Lo primero que llama la atención cuando se llega
a este lugar es sin duda alguna la serie de grandes y profundos charcos,
verdaderos acuarios naturales, que se extienden a lo largo precisamente de la
franja litoral coincidente con el topónimo de Los Aramasos. Esta coincidencia
espacial entre tan llamativos charcos y el ámbito territorial del topónimo, en
plural a mayor abundamiento, induce a pensar enseguida en una verosímil
relación entre ambos.
De ser cierto que ‘aramaso’ encierra el
significado de charco en determinada condición, podría aducirse como probable
razón que explique la fijación y transmisión del nombre hasta nuestros días la
gran importancia que debió alcanzar entre los primitivos naturales el sistema
de pesca del envarbascado, o ‘embroscado’ como aquí se dice, consistente en
inficionar las aguas remansadas con leche o látex de la higuerilla o tabaiba
salvaje (Euphorbia obtusifolia), sistema de pesca que probablemente practicaron
con una cierta asiduidad a falta de otros métodos más eficaces por serles
desconocidos, y al que tan idóneamente se prestaban estos grandes charcos,
máxime teniendo en cuenta que tenían la higuerilla a mano en abundancia en la
llanura limítrofe y sabiéndose además como se sabe hoy que en las cercanías
hubo un poblado aborigen bastante importante, el de Las Casillas, descubierto
en abril de 1984 por el que esto escribe.”
Procuro acelerar el
paso, pues me voy entreteniendo quizá en exceso con las fotos. Pero, la verdad,
es que todo lo que veo es para detenerse en ello.
El siguiente pequeño
entrante del litoral es el Rincón del Palo, en primer término
en las dos fotos.
Y sobrepasando la
pequeña punta que delimita el anterior, llego a la altura del Callao
del Rincón del Palo, una zona más a nivel del agua, pero con una
superficie abrupta por las lavas solidificadas en las que las olas se estrellan
con fuerza.
Pocos metros más
allá, un rectángulo de tierra se adentra pocos metros en el mar. Es lo que
llaman El Bajo de Romero, en el que me encuentro una pared circular,
construida con piedras volcánicas del lugar y que puede servir de refugio
contra el viento o como lugar para pernoctar. Cuando paso veo en su interior
una especie de mesa y una banderola con rayas de colores blanco y rojo. No
entro, por si hubiera alguien allí y pudiera sentir violada su intimidad,
limitándome a hacer alguna foto.
Paso delante de un
entrante con un vértice muy acusado que penetra en el mar. Es lo que se llama La
Punta de Julián.
Otro pequeño
saliente, casi cubierto por las olas cuando paso, es la Punta del Bravío que en su
sector frontal es redondeada y baja, pero a sus espaldas el risco se eleva unos
10 metros o más.
Próxima a esta punta,
junto a la orilla del mar, por su lado de naciente, se alza La
Peña del Acantilado, de unos 10 metros de altura, algo redondeada a
modo de torreón, a cuyos pies hay unos grandes charcos.
Estoy a punto de
llegar al hotel abandonado, tan llamativo incluso cuando se divida desde Montaña
Roja o desde Femés al aparecer como una
construcción grande y sola en medio de una nada. Me produce un poco de
inquietud. Voy solo y no me gustaría encontrarme con algún individuo que
pudiera asaltarme. Pienso, por un momento, que pudiera quedarme sin cámara, sin
teleobjetivo, sin teléfono y sin gps. ¡Glup! Espero que el hotel abandonado lo
esté de verdad.
Antes de llegar a Punta
Gorda paso por el último trozo de litoral, al que llaman Los
Alperdiceros y que, en tierra firme, recibe el nombre de Salinas
Bermejas.
Los Alperdiceros son un seno de costa
muy abierto, de unos 400 m de amplitud, que termina por el oeste en La
Punta del Bravío, y queda cerrado por el lado de tierra por un risco
vertical corrido, de unos 10 metros de altura, a los pies del cual se extiende
una especie de terraza o explanada de rocas muy oscuras a la que llega el mar
cuando hay oleaje fuerte.
Según Agustín
Pallarés (al que ya he citado) el nombre deriva del vulgarismo canario
“alperdiz”,
y parece por tanto indicar un lugar relacionado con perdices.
El litoral suroeste
de Lanzarote tiene la forma del talón de un pie. Pues bien, imaginando eso, un
pie, el punto en que el tobillo deja de serlo para convertirse en el inicio del
talón, eso sería Punta Gorda y el punto en que el talón comienza a girar para adentrarse
en dirección a la planta del pie, sería Punta Ginés.
Punta Gorda es de flancos
escarpados, formando el del norte unos terraplenes escalonados de varios metros
de altura cada uno, siendo que el último o más bajo continúa introducido en el
mar hasta bastante profundidad. Abajo, en la franja a la altura de la marea,
hay unos charcos grandes y hondos como piscinas naturales. El otro lado de la
punta, el que mira hacia el oeste, es muy pendiente, casi cortado a pico y en
él se abre la Cueva de Antón.
Y estamos al lado de
lo que iba a haber sido el Hotel Atlante del Sol o, como era la
denominación original, “Atlantic Sol”, hoy lastimosamente
convertido en un edificio abandonado.
Comenzó a levantarse
aquí en 1970 como una urbanización de
cuatro alturas, con forma de letra Z y se orientó hacia poniente para capturar
desde sus ventanas unos atardeceres de primerísima línea. Nunca terminó de
construirse y nueve lustros largos después de iniciarse las obras, esta
infraestructura turística de capital alemán es un esqueleto de cemento que se
estudia como modelo de degradación del litoral en algunas universidades.
Cuenta que todas las
infraestructuras necesarias, alcantarillado incluido y según he leído por algún
sitio el proyecto quedó abandonado al no conseguirse las licencias oportunas
para construir las carreteras de acceso que permitiría una llegada cómoda para
los posibles clientes.
Hoy es un fantasma de
lo que pudo haber sido, refugio de vagabundos, lienzo de artistas del grafitti
y lugar para eventuales retos de pint-ball.
Cuando dejamos atrás
las ruinas del hotel queda a nuestra derecha, a la orilla del mar La
Piedra de los de Femés, topónimo que hace referencia a una piedra desde
la que se pesca.
Poco después
encuentro, de nuevo, una cruz mirando al mar, en recuerdo de alguna otra
persona que haya dejado su vida en estas agua. A los pies de la cruz unas
flores cuya frescura no me acerco a comprobar. A lo mejor son de plástico pero,
no por ello, dejan de ser la expresión de un recuerdo cargado de cariño. Quizá
de amor.
Curiosamente, el
sitio se denomina “Los Placeres”. El nombre se debe a un conocido apellido de la
Isla.
Y estamos en Punta
Ginés denominación cartográficamente correcta desde muy antiguo pero
que, a nivel popular, es poco utilizada (aunque conocida) en cuanto se utiliza
mucho más habitualmente la denominación de Punta del Roquito.
Punta Ginés es el saliente
costero más occidental de toda la Isla de Lanzarote. Resulta curioso que en el
lugar termina un larguísimo paredón, de más de 2,3 kilómetros, hecho en la
parte más próxima al mar con roca volcánica, que comienza en los aledaños de lo
que fue (quizá lo sigue siendo) vertedero insular.
Entre el hotel
abandonado y Punta Ginés, pero tierra adentro, hay una construcción cercada
por muros encalados en blanco que ignoro qué pueda ser. En algún mapa he
encontrado el lugar denominado como Finca Sandún.
No puedo seguir de
largo sin llamar la atención acerca de la existencia, aquí mismo y justo al
otro lado de la finca a la que acabo de aludir, de los llamados Círculos
de Yaiza, respecto a los que algunos construyeron atractivas y
esotéricas teorías de una posible intervención de extraterrestres. Ciertamente,
por sus dimensiones son difícilmente identificables a nivel de suelo, pero se
observan perfectamente definidos desde aire.
Al parecer los
círculos son la huella dejada por las actuaciones de la empresa constructora
del abandonado hotel Atlantic.
Continúo mi trayecto
dejando a mi derecha el Veril de la Galera y sigo bordeando
la costa y en dirección a la Bahía de Ginés, en cuyo centro me
apartaré ya para adentrarme en tierra y dirigirme a mi destino.
Cuando llego al lugar
llamado Piedra Vieja (justo antes de que la coste comience a describir
una curva más pronunciada) me encuentro con una zona habitada que produce una
sensación de destartalamiento total: una construcción hecha con bloques de
hormigón sin revestimiento exterior alguno; otra parte es un conjunto de chapas
de madera cerradas con cristal y plástico; un par de caravanas que parecen
estar integradas en el conjunto y dos o tres furgonetas. Y suciedad, bastante
suciedad. No da buena sensación.
La costa gira a la
derecha, en la dirección que voy, enfilando al sur de modo que el Faro
de Pechiguera queda delante de mi, a unos dos kilómetros de distancia.
Estoy en Caleta Negra.
La costa empieza a tomar
altura y a hacerse más escarpada. La caleta
propiamente dicha, no muy grande, tiene los consabidos “callaos” que normalmente
caracterizan a estos accidentes topográficos. En Lanzarote un “callao”
es una playa formada por cantos rodados, piedras redondeadas por la acción del
mar. Esas mismas piedras reciben el mismo nombre.
Y se llama “negra”
por el color de los cantos. En esta zona la roca basáltica, ya normalmente
bastante oscura de por sí, se nos presenta casi negra, circunstancia que le ha
valido el nombre al lugar.
Ha llegado el momento
de apartarme del litoral y lo hago aquí, en Caleta Negra, justo al
llegar a una casa (creo que es una doble casa) de una sola planta.
Justo al otro lado de
la misma está ya la carretera que me permitirá, yendo a través de la
urbanización Residencial Faro Park y rodeando Montaña Roja, llegar hasta mi
casa, lo que preferí hacer andando.
Advierto aquí, por si
a alguien que lo lea le interesa, que siguiendo mi track, al llegar a las casas
de la primera urbanización, en lugar de girar a la izquierda, como hice yo,
puede seguir de frente, lo que le permitirá llegar a las paradas del autobús
urbano (la Guagua) de Playa Blanca.
Tengo subido, tanto a
Wikiloc como a mi blog, la ruta que hace el bus, con indicación de todas sus
paradas y sus horarios:
En Wikiloc, éste es el enlace:
Y este otro para verlo en este blog:
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