viernes, 22 de julio de 2016

Lanzarote: Las Breñas a Playa Blanca


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Realizada durante la mañana del 18 de noviembre de 2013.
Me había propuesto bajar andando desde El Golfo hasta Playa Blanca caminando y todo lo próximo a la costa que me fuera posible. Son casi 30 kilómetros con una dificultad muy desigual ya que la primera jornada se desarrolla, en más de la mitad de su trayecto, por una zona por la que discurrió la lava de las erupciones de principios del siglo XVIII lo que dificulta, en buena manera, el caminar mientras que la segunda (que es ésta que voy a hacer hoy) discurre por un terreno más fácil pero absolutamente desprovisto de zonas habitadas hasta casi llegar a Playa Blanca.
Por ello he dividido el trayecto en dos. El de dos días antes (el 16 de noviembre) consistió en hacer casi 12 kilómetros, iniciando en El Golfo y llegar hasta la desaladora de aguas de Las Breñas, dejando el resto del recorrido para la jornada de hoy.
Para hoy se trata de ir desde la desaladora en la que terminé el día anterior hasta Playa Blanca. Son poco más de 17 kilómetros por un terreno fundamentalmente llano, con un desnivel máximo de poco más de 30 metros.


Había quedado con mi hijo para que me llevara en coche por la carretera LZ-2 (Yaiza a Playa Blanca), hasta la carretera de acceso a la desaladora, a la altura de Las Breñas. Desde el cruce de la carretera me desplacé andando los 900 metros que me separaban de la desaladora.




Hay un senderillo que voy a poder seguir durante casi todo el recorrido. A veces se desdibuja pero generalmente puede verse con facilidad.
Me arrimo lo más que puedo al borde del mar, pues quiero disfrutar con la geografía lanzaroteña, impregnarme de ella.


El lugar donde me encuentro, justo por debajo de la planta potabilizadora, es un pequeño entrante del mar que se denomina El Callao de Cho Castro, donde abunda la roca volcánica que conforma, en buena medida, la forma del litoral.
Son curiosas las denominaciones que se dan a los accidentes geográficos. Un poco más abajo hay un saliente denominado Lajas Blancas y más allá, el Caletón de la Cañada de las Maretas antes del pequeño cabo denominado Punta del Pejerrey.


El tiempo. que en principio parecía bueno, se enrarece. El mar está agitado y algunas olas se estrellan contra las piedras de la orilla.




Por momentos el cielo se oscurece y me da la impresión que voy a mojarme. Miro hacia y veo grandes sombras que se extienden sobre la Atalaya de Femés y Los Lomos, detrás de Las Breñas. Me temo que me voy a mojar.


Sobrepaso la Punta de Pejerrey y comienzo a bajar en dirección al Caletón de Rijo, una gran entrada que forma un rectángulo casi perfecto que se adentra en tierra. Cuando estoy a su lado observo que tiene una buena anchura y, por el color del agua, también buena profundidad.


Me llama la atención, a mitad de la pared que forma en fondo del rectángulo del Caletón y en su parte alta, algo que me parece una cruz. Estoy algo alejado, pero aplico el tele y veo que, efectivamente, parece una cruz conmemorativa a algún fallecido. Alguna persona debió aproximarse demasiado y perder su vida aquí.


Esta parte de la Isla me encanta. Mantiene un paisaje libre de construcciones que le otorgan algo especial. Ojalá se mantenga así para siempre.
Un poco más abajo y estamos en lo que llaman Samarín. Es una pequeña zona de la costa en la que existe una pequeñísima caleta con una playa de rocas redondeadas por el efecto de las mareas y las olas, justo antes de llegar a la Punta del Viento.
He buscado de dónde puede venir o qué puede significar el nombre. Maximiano Trapero y Eladio Santana Martel en “Toponimia de Lanzarote” (Investigaciones Filológicas en Canarias, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria) señalan que pudiera resultar problemática la etimología de tal nombre en la toponimia canaria. En Lanzarote el término Samarín fue apellido documentado entre los berberiscos capturados en las costas del África fronteriza a Canarias, pero es muy extraño que un apellido se convirtiera en topónimo en la forma que lo ha hecho, con su solo nombre y sin apelativo genérico alguno (como hubiera podido ser Punta o Costa de Samarín, por ejemplo), y más si el tal apellido fuera solo el de un esclavo africano, por la poca relevancia que podría tener en el lugar en que viviera. Podría ser de origen guanche, tal como lo cree también Bethencourt Alfonso (1991: 437).



En lo alto y casi en el borde de esta caleta también existe un pequeño monumento a un chico (Javier Temprano Quizá), gallego, originario de Camariñas que falleció en esta zona, ahogado, arrastrado por una ola mientras mariscaba en la mañana del 6 de septiembre de 2012, cuando tenía 26 años. Su cuerpo se encontró a 15 metros de profundidad y a unos 50 de este lugar. Cuando camino hasta allí me encuentro que no se trata solo de una cruz y unas flores sino que alguien, probablemente su madre ya que su padre había muerto hacía algunos años, mantiene limpio y cuidado un pequeño jardín zen, hecho de ceniza volcánica. La cruz tiene una estrella de cinco puntas con una foto del chico y una referencia a su nombre, fecha de su muerte y edad. Sobre la cruz se mantienen unas piedras de cuarzo pulido que, asombrosamente, los caminantes han respetado. Al lado una figura de un ángel de la guarda con un niño en brazos y a punto de salvar a una niña.
Bajo unas rocas, los elementos de jardinería con los que se mantiene limpio y cuidado el lugar.
Se adivina el tremendo dolor del jardinero y su intenso cariño por la persona ausente.








Por cierto, me ha llamado mucho la atención, mientras preparaba la descripción de esta ruta, comprobar que en Google Earth si te acercas mucho a este lugar, se ve un coche parado exactamente ahí. Quizá el familiar que cuida del buen estado del jardincillo.


Allí mismo las Hoyas de Chó Bravo y, a continuación la Punta del Viento, extremo en el que termina el sitio llamado Piedra Alta.


La Punta del Viento es un saliente, en forma de punta de flecha, que apunta al noroeste. En su extremo, un punto geodésico del que alguien ha arrancado la placa que pone el Instituto Geográfico y Catastral. ¡País!
Las vistas, tanto al norte como al sur, son preciosas. Mirando al sur vemos, casi a tira de piedra, el inconcluso “Hotel Atlante del Sol”, por el que voy a pasar en un rato.




Pasada la Punta, nos encontramos con el Caletón de Piedra Alta, magnífico tanto por la conformación de sus bordes, de roca basáltica formada en piezas rectangulares, seguramente por la acción del agua sobre la lava que llegaba al mar. También es magnífico por las increíbles cuevas, enormes, que hay en el fondo del Caletón y a las que no me atrevo a bajar estando, como estoy, yo solo. Creo que podrá hacerse por el extremo contrario a la Punta del Viento y, desde luego, siempre en compañía de alguien.
Finalmente, encuentro este Caletón impresionante por las piscinas que tiene en su seno. Cuando yo paso las aguas están bravas y entran con fuerza en las mismas pero, supongo, en días en que el mar esté más tranquilo o cuando la marea esté más baja, bañarse ahí abajo tiene que ser una delicia. Ello, además de poder explorar esas cuevas cuya profundidad desconozco y no alcanzo a vislumbrar.





Cuando paso por encima de la cueva, el terreno que piso es llamativo porque también es de lava solidificada con curiosas formas.


Nada más dejar atrás el Caletón pisaremos sobre el sitio llamado, propiamente, Piedra Alta. Aquí, a la orilla del mar, hay una formación rocosa, bastante plana lamida por las olas, que dejan sus aguas en las cavidades de las amplias lanchas de roca lávica. El colorido es precioso.



Al caminar entre las rocas me llevo la sorpresa de encontrar abundantes trozos de cristales de sal. Los huecos donde están se encuentran bastante intactos, por lo que deduzco que la gente que ha pasado por aquí los ha respetado sin romperlos, lo mismo que hago yo.







No hemos dejado atrás los pequeños depósitos de sal cuando me encuentro con un profundo entrante, también con pequeñas cuevas que forma parte del pequeño cabo denominado Punta Abas o Punta del Convento, que por ambas denominaciones es conocido.
También en esta ocasión me quedo con las ganas de bajar a echar un vistazo, pero yendo solo me parece una temeridad innecesaria, por lo que me limito a dejar constancia gráfica de su existencia y a señalar su ubicación.



Punta Abas o del Convento se adentra brevemente en el mar.



A partir de este punto el litoral describe un amplio arco, la primera parte de los cuales se denomina Los Aramasos, aunque en muchos mapas viene denominado Los Anamasos y que son unos grandes charchones que se suceden unos a otros.
A este respecto me atengo y remito al magnífico investigador lanzaroteño Agustín Pallarés Padilla, al que ya he citado en otros relatos de rutas y en cuyos trabajos bebo, a lo largo de la descripción de los topónimos de esta ruta.
Agustín Pallarés dice: Aramaso. Otro topónimo lanzaroteño, aparentemente aborigen, tampoco registrado que yo sepa en los léxicos guanches publicados hasta ahora, al menos en los diccionarios más extensos, es el de Los Aramasos, como todo el mundo dice por allí, situado en la costa, en el extremo sur de la isla, unos 3 Km por encima de Montaña Roja. En los mapas oficiales figura escrito, sin duda por error, Los Anamasos, y lo sitúan además 1 km más al sur de su lugar de ubicación real, que es, exactamente, a continuación y hacia abajo de La Punta del convento, alcanzando su área de extensión a más de 200 m a lo largo de la línea costera.
Lo primero que llama la atención cuando se llega a este lugar es sin duda alguna la serie de grandes y profundos charcos, verdaderos acuarios naturales, que se extienden a lo largo precisamente de la franja litoral coincidente con el topónimo de Los Aramasos. Esta coincidencia espacial entre tan llamativos charcos y el ámbito territorial del topónimo, en plural a mayor abundamiento, induce a pensar enseguida en una verosímil relación entre ambos.
De ser cierto que ‘aramaso’ encierra el significado de charco en determinada condición, podría aducirse como probable razón que explique la fijación y transmisión del nombre hasta nuestros días la gran importancia que debió alcanzar entre los primitivos naturales el sistema de pesca del envarbascado, o ‘embroscado’ como aquí se dice, consistente en inficionar las aguas remansadas con leche o látex de la higuerilla o tabaiba salvaje (Euphorbia obtusifolia), sistema de pesca que probablemente practicaron con una cierta asiduidad a falta de otros métodos más eficaces por serles desconocidos, y al que tan idóneamente se prestaban estos grandes charcos, máxime teniendo en cuenta que tenían la higuerilla a mano en abundancia en la llanura limítrofe y sabiéndose además como se sabe hoy que en las cercanías hubo un poblado aborigen bastante importante, el de Las Casillas, descubierto en abril de 1984 por el que esto escribe.”





Procuro acelerar el paso, pues me voy entreteniendo quizá en exceso con las fotos. Pero, la verdad, es que todo lo que veo es para detenerse en ello.
El siguiente pequeño entrante del litoral es el Rincón del Palo, en primer término en las dos fotos.



Y sobrepasando la pequeña punta que delimita el anterior, llego a la altura del Callao del Rincón del Palo, una zona más a nivel del agua, pero con una superficie abrupta por las lavas solidificadas en las que las olas se estrellan con fuerza.



Pocos metros más allá, un rectángulo de tierra se adentra pocos metros en el mar. Es lo que llaman El Bajo de Romero, en el que me encuentro una pared circular, construida con piedras volcánicas del lugar y que puede servir de refugio contra el viento o como lugar para pernoctar. Cuando paso veo en su interior una especie de mesa y una banderola con rayas de colores blanco y rojo. No entro, por si hubiera alguien allí y pudiera sentir violada su intimidad, limitándome a hacer alguna foto.



Paso delante de un entrante con un vértice muy acusado que penetra en el mar. Es lo que se llama La Punta de Julián.



Otro pequeño saliente, casi cubierto por las olas cuando paso, es la Punta del Bravío que en su sector frontal es redondeada y baja, pero a sus espaldas el risco se eleva unos 10 metros o más.
Próxima a esta punta, junto a la orilla del mar, por su lado de naciente, se alza La Peña del Acantilado, de unos 10 metros de altura, algo redondeada a modo de torreón, a cuyos pies hay unos grandes charcos.



Estoy a punto de llegar al hotel abandonado, tan llamativo incluso cuando se divida desde Montaña Roja o desde Femés al aparecer como una construcción grande y sola en medio de una nada. Me produce un poco de inquietud. Voy solo y no me gustaría encontrarme con algún individuo que pudiera asaltarme. Pienso, por un momento, que pudiera quedarme sin cámara, sin teleobjetivo, sin teléfono y sin gps. ¡Glup! Espero que el hotel abandonado lo esté de verdad.
Antes de llegar a Punta Gorda paso por el último trozo de litoral, al que llaman Los Alperdiceros y que, en tierra firme, recibe el nombre de Salinas Bermejas.
Los Alperdiceros son un seno de costa muy abierto, de unos 400 m de amplitud, que termina por el oeste en La Punta del Bravío, y queda cerrado por el lado de tierra por un risco vertical corrido, de unos 10 metros de altura, a los pies del cual se extiende una especie de terraza o explanada de rocas muy oscuras a la que llega el mar cuando hay oleaje fuerte.
Según Agustín Pallarés (al que ya he citado) el nombre deriva del vulgarismo canario “alperdiz”, y parece por tanto indicar un lugar relacionado con perdices.


El litoral suroeste de Lanzarote tiene la forma del talón de un pie. Pues bien, imaginando eso, un pie, el punto en que el tobillo deja de serlo para convertirse en el inicio del talón, eso sería Punta Gorda y el punto en que el talón comienza a girar para adentrarse en dirección a la planta del pie, sería Punta Ginés.
Punta Gorda es de flancos escarpados, formando el del norte unos terraplenes escalonados de varios metros de altura cada uno, siendo que el último o más bajo continúa introducido en el mar hasta bastante profundidad. Abajo, en la franja a la altura de la marea, hay unos charcos grandes y hondos como piscinas naturales. El otro lado de la punta, el que mira hacia el oeste, es muy pendiente, casi cortado a pico y en él se abre la Cueva de Antón.


Y estamos al lado de lo que iba a haber sido el Hotel Atlante del Sol o, como era la denominación original, “Atlantic Sol”, hoy lastimosamente convertido en un edificio abandonado.
Comenzó a levantarse aquí  en 1970 como una urbanización de cuatro alturas, con forma de letra Z y se orientó hacia poniente para capturar desde sus ventanas unos atardeceres de primerísima línea. Nunca terminó de construirse y nueve lustros largos después de iniciarse las obras, esta infraestructura turística de capital alemán es un esqueleto de cemento que se estudia como modelo de degradación del litoral en algunas universidades.
Cuenta que todas las infraestructuras necesarias, alcantarillado incluido y según he leído por algún sitio el proyecto quedó abandonado al no conseguirse las licencias oportunas para construir las carreteras de acceso que permitiría una llegada cómoda para los posibles clientes.
Hoy es un fantasma de lo que pudo haber sido, refugio de vagabundos, lienzo de artistas del grafitti y lugar para eventuales retos de pint-ball.











Cuando dejamos atrás las ruinas del hotel queda a nuestra derecha, a la orilla del mar La Piedra de los de Femés, topónimo que hace referencia a una piedra desde la que se pesca.


Poco después encuentro, de nuevo, una cruz mirando al mar, en recuerdo de alguna otra persona que haya dejado su vida en estas agua. A los pies de la cruz unas flores cuya frescura no me acerco a comprobar. A lo mejor son de plástico pero, no por ello, dejan de ser la expresión de un recuerdo cargado de cariño. Quizá de amor.
Curiosamente, el sitio se denomina “Los Placeres”. El nombre se debe a un conocido apellido de la Isla.


Y estamos en Punta Ginés denominación cartográficamente correcta desde muy antiguo pero que, a nivel popular, es poco utilizada (aunque conocida) en cuanto se utiliza mucho más habitualmente la denominación de Punta del Roquito.
Punta Ginés es el saliente costero más occidental de toda la Isla de Lanzarote. Resulta curioso que en el lugar termina un larguísimo paredón, de más de 2,3 kilómetros, hecho en la parte más próxima al mar con roca volcánica, que comienza en los aledaños de lo que fue (quizá lo sigue siendo) vertedero insular.







Entre el hotel abandonado y Punta Ginés, pero tierra adentro, hay una construcción cercada por muros encalados en blanco que ignoro qué pueda ser. En algún mapa he encontrado el lugar denominado como Finca Sandún.



No puedo seguir de largo sin llamar la atención acerca de la existencia, aquí mismo y justo al otro lado de la finca a la que acabo de aludir, de los llamados Círculos de Yaiza, respecto a los que algunos construyeron atractivas y esotéricas teorías de una posible intervención de extraterrestres. Ciertamente, por sus dimensiones son difícilmente identificables a nivel de suelo, pero se observan perfectamente definidos desde aire.


Al parecer los círculos son la huella dejada por las actuaciones de la empresa constructora del abandonado hotel Atlantic.
Continúo mi trayecto dejando a mi derecha el Veril de la Galera y sigo bordeando la costa y en dirección a la Bahía de Ginés, en cuyo centro me apartaré ya para adentrarme en tierra y dirigirme a mi destino.


Cuando llego al lugar llamado Piedra Vieja (justo antes de que la coste comience a describir una curva más pronunciada) me encuentro con una zona habitada que produce una sensación de destartalamiento total: una construcción hecha con bloques de hormigón sin revestimiento exterior alguno; otra parte es un conjunto de chapas de madera cerradas con cristal y plástico; un par de caravanas que parecen estar integradas en el conjunto y dos o tres furgonetas. Y suciedad, bastante suciedad. No da buena sensación.




La costa gira a la derecha, en la dirección que voy, enfilando al sur de modo que el Faro de Pechiguera queda delante de mi, a unos dos kilómetros de distancia. Estoy en Caleta Negra.
La costa empieza a tomar altura y a hacerse más escarpada. La caleta propiamente dicha, no muy grande, tiene los consabidos “callaos” que normalmente caracterizan a estos accidentes topográficos. En Lanzarote un “callao” es una playa formada por cantos rodados, piedras redondeadas por la acción del mar. Esas mismas piedras reciben el mismo nombre.
Y se llama “negra” por el color de los cantos. En esta zona la roca basáltica, ya normalmente bastante oscura de por sí, se nos presenta casi negra, circunstancia que le ha valido el nombre al lugar.




Ha llegado el momento de apartarme del litoral y lo hago aquí, en Caleta Negra, justo al llegar a una casa (creo que es una doble casa) de una sola planta.



Justo al otro lado de la misma está ya la carretera que me permitirá, yendo a través de la urbanización Residencial Faro Park y rodeando Montaña Roja, llegar hasta mi casa, lo que preferí hacer andando.
Advierto aquí, por si a alguien que lo lea le interesa, que siguiendo mi track, al llegar a las casas de la primera urbanización, en lugar de girar a la izquierda, como hice yo, puede seguir de frente, lo que le permitirá llegar a las paradas del autobús urbano (la Guagua) de Playa Blanca.
Tengo subido, tanto a Wikiloc como a mi blog, la ruta que hace el bus, con indicación de todas sus paradas y sus horarios:

En Wikiloc, éste es el enlace:

Y este otro para verlo en este blog:


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