viernes, 13 de marzo de 2020

Ruta de la Lana 4: Los Llanos de Brozas


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Realizada el jueves, 6 de febrero de 2020. Día despejado, con buena temperatura, aunque propia de principios de febrero.

Se trata de una ruta relativamente larga (28,5 kilómetros), pero completamente llana, tal y como puede deducirse de su propio título. Puede servir como índice de ello el que no perdimos de vista Brozas en ningún momento a lo largo de toda la ruta.


Con 28 kilómetros por delante salimos de Cáceres temprano, de modo que a las 8,10 estábamos ya en Brozas dispuestos a empezar a caminar. Habíamos decidido llevarnos unos bocadillos para comer en ruta y regresar con tranquilidad y si prisas a Cáceres.
Aparcamos junto a la iglesia de Santa María de la Asunción, también llamada “la Catedralina” por tener más aspecto de catedral que de iglesia. En concreto lo hicimos en un lateral del Ayuntamiento desde donde salimos por la calle Derecha.



Al llegar al final de la calle giramos a la derecha hasta encontrarnos con la carretera de Herreruela EX-302, que cruzaremos con cuidado.
Al otro lado de la carretera veremos una fábrica de piensos y delante de ella un antiguo crucero sobre un pedestal cuadrado de cuatro alturas. Alguien, en algún momento, debió derribar la cruz que lo coronaba, porque falta del mismo. Y un poco más allá, delante del cementerio, están las ruinas de la ermita de San Juan, del siglo XV, en un lamentable estado. Es una lástima que nuestros ayuntamientos no sepan (o no quieran) recuperar y poner en valor sus antiguos monumentos, que podrían funcionar muy bien como ganchos turísticos.


Donde está el crucero giramos a la izquierda con lo que tomaremos la Cañada Real de Merinas, que va en paralelo a la carretera.
Como a unos 400 metros del crucero anterior veremos, a la derecha del camino y en un altillo, la Ermita de la Soledad, del siglo XVI, de estilo gótico renacentista, de planta cuadrada y portada de medio punto. Su fábrica es de granito con cubierta a cuatro aguas



Nada más pasar la ermita, en la vera misma del camino, un precioso crucero sobre una base cuadrada de cinco alturas. El capitel y la cruz que remata la columna son una preciosidad, muy bien tallados en piedra.

Tengo que señalar que el día de la ruta tuvimos la suerte de presenciar un amanecer verdaderamente espectacular. Como habíamos comenzado a caminar cuando aún no había salido el sol y habían algunas nubes en el cielo, los reflejos de aquel sobre éstas nos proporcionaron un breve pero precioso e intenso espectáculo.



Continuamos camino y tengo que reconocer que, en ocasiones, los caminos, el paisaje y la luz del alba se combinan para ofrecernos espectáculos maravillosos como el de este día.

Al fondo del camino vemos ya la llamativa construcción del Convento de la Luz y ante de llegar al mismo, en un pequeño altillo y a la izquierda del camino podemos ver la Ermita del Buen Jesús levantada hacia 1530 por iniciativa de Fray Gonzalo de Nebrija. Es de planta cuadrada (de 4,40 x 4,40) y está construida con sillares. Se encuentra dentro de un recinto de 300 metros cuadrados construido también con piedras de granito.
Hasta abril de 1994 su tejado estaba decorado con bordes labrados y preciosas figuras que, en la madrugada del 16 de abril fueron expoliadas sin que hayan podido ser recuperadas.
En su interior destaca una imagen en alabastro de Jesús amarrado a la columna, obra de Guillén Ferrant.
Puede encontrarse una estupenda descripción de la ermita y buenas fotografías de toda la decoración e inscripciones en sus cuatro caras, así como de su interior, en el blog “Brozas miradas de gato”.



Tomadas del blog cuyo enlace he dejado en el párrafo anterior, estas dos fotos que reflejan el estado del tejado de la Ermita del Buen Jesús antes de su expolio.


Justo a continuación está el antiguo Convento de Franciscanos Descalzos de Nuestra Señora de la Luz, fundando en 1554 con licencia real a raíz de la iniciativa de la villa de Brozas. Para su construcción se aprovechó la antigua ermita de la Virgen de la Luz.
Su construcción se sitúa entre los siglos XVI y XVIII, y su claustro fue diseñado por la principal figura de la arquitectura renacentista en Extremadura, Pedro de Ibarra.
En 1835 el convento cerró sus puertas debido a la nefasta desamortización decretada por Mendizábal y que llevó a la ruina a cientos de obras de arte del patrimonio español sin que ello reportase beneficio real alguno a España. Las numerosas imágenes con que contaba fueron trasladadas a la Ermita de la Luz o a la Iglesia Parroquial de la Asunción.
Entre los años 2000 y 2003 la Junta de Extremadura rehabilitó una parte del Convento. Ha sido destinado durante algunos años a hotel y actualmente se encuentra cerrado aunque, según las noticias que he podido recabar, está pendiente de abrirse nuevamente como hotel.





Dejamos atrás el Convento y seguimos por la Cañada Real de Merinas. Veremos a nuestra izquierda una construcción redonda, con una pequeña cúpula. Quizá sea un bujío o quizá contenga un pozo de agua. No podemos verlo pues desde donde discurre el camino no se adivina qué pueda haber en su interior.

Trescientos metros más adelante, pero a la derecha del camino, queda a la vista el Pozo Nuevo. Nos llama la atención el hecho de que no tiene brocal propiamente dicho. Es bastante grande, cuadrado y sus paredes exteriores están hechas con grandes piedras que se han desprendido unas de otras. No se elevan mucho desde el suelo, de modo que da la impresión que, en los tiempos en que se acudiera al mismo para sacar agua, los usuarios deberían subirse a dichas paredes y lanzar los cubos desde ahí.
Desde el camino veo que hay una gran pila de cantería a este lado del pozo y dos más al otro lado.
Actualmente su boca está tapada con una gran reja que protege de caídas a su interior.
Da la sensación de un cierto abandono y, como siempre digo, merecería la pena que fuera recuperado, dando un poco de solidez a su estructura exterior para evitar que el daño vaya a más.



El camino que tenemos por delante es claro, llano y bien definido, sin que sean precisas señales. El mismo atraviesa sobre el Arroyo de las Calles, de pequeño cauce y poco caudal pero que, cuando pasamos, lleva agua.


Comentamos sobre la evidencia de que el camino se inserta en una Cañada. De alambrada a alambrada a ambos lados no hay menos de 75 metros y el camino va, prácticamente por el centro.
A este respecto recuerdo que las vías pecuarias se clasifican en cuatro categorías y que a cada categoría le corresponde una anchura mínima. Así:
Cañadas: hasta 75 metros de anchura.
Cordeles: hasta 37,5 metros de anchura.
Veredas: hasta 20 metros de anchura.
Coladas: cualquier vía pecuaria de menor anchura que las anteriores.
Al poner aquí estos datos he indagado un poco sobre la extensión de estas vías a lo largo y ancho de España y he encontrado que, entre todas, tienen una longitud total de 125.000 kilómetros. Para que nos hagamos una idea, podemos decir que la longitud total de las vías de ferrocarril en España son de 15.000 kilómetro. O sea, que las vías pecuarias son casi DIEZ veces más largas. Y la superficie que ocupan es el 1% del total del territorio nacional.
Poco más de un kilómetro después del Arroyo de las Calles el camino se bifurca. El que sigue de frente es el Camino de Valdegalindo, que no hemos de coger, por lo que nos desviamos por el que sale a la izquierda.


Enseguida encontraremos un paso canadiense y una verja, que atravesamos a la vez que volvemos la vista atrás para contemplar Brozas, sobre la que ya caen los primeros rayos de la mañana.


El camino ahora es un poco más estrecho y con el firme menos cuidado. Seguimos avanzando por la Cañada y nuestra vista alcanza hasta el horizonte. Apenas si hay elevación alguna que destaque y comentamos que el nombre de esta ruta “Los Llanos de Brozas” está, desde luego, bien puesto.
A lo lejos, frente a nosotros, veo un cortijo que me llama la atención.


Tras otro kilómetro largo de recorrido hemos de prestar atención. En una curva del camino nosotros hemos de seguir de frente. El otro camino, el que gira a la derecha, es el Camino de Salorino.
Cuando pasamos nosotros resultó curioso, pues el camino que debíamos de seguir tenía mucha hierba, mientras que el de la derecha estaba limpio. Este que no hemos de pasar tiene una verja y canadiense apoyadas sobre muretes de obra pintados de blanco. El de enfrente, que es el nuestro, tiene un paso canadiense delimitado por una cerca de hierro y alambre nada más.


A partir de este punto el camino comienza un suave descenso. A nuestra derecha, aunque alejada del camino, queda la Casa de la Vigilia, que es la que antes me llamó la atención.

Bajamos hacia el Arroyo Jumadiel. No hay ningún tipo de vegetación a nuestro alrededor, lo que me hace suponer que en verano esta zona tiene que resultar durísima para caminar.
Cuando ya tengo el Arroyo Jumadiel a la vista, me llama la atención una estructura de piedra que queda a la izquierda del camino pero al otro lado del arroyo. Tiene una forma circular y me da que pensar si, en tiempos remotos, no habría sido este un lugar donde se celebrara algún tipo de rito religioso. Las piedras que lo componen quizá podrían haber sido así dispuestas de forma artificial.

El Arroyo Jumadiel trae bastante agua, pero no tenemos ningún problema para cruzarlo. En la parte más estrecha del mismo hay unas piedras pasaderas que nos ayudan a salvar el obstáculo. Justo al otro lado hay un paso canadiense que hemos de atravesar para seguir el camino.




Desde el Jumadiel tenemos que subir, para recuperar la altura del llano. En kilómetro y medio alcanzaremos la carretera que va de Brozas a Herreruela. Antes de llegar a ella veremos la Casa del Curato, dentro de la Dehesa del mismo nombre. Hay varias naves, que parecen hechas de obra, y una casa grande, de dos plantas, adosada a las mismas. Todo parece bien cuidado.



El acceso a la carretera se hace a través de una verja con paso canadiense. Pasamos con cuidado y hemos de caminar a la derecha unos diez metros para incorporarnos al camino y seguir. Aún estaremos en la Cañada Real de Merinas.


A unos ochocientos metros de la carretera llegamos a una encrucijada. En ese punto hemos de coger el camino de la izquierda que hace un ángulo de 90º en relación a la dirección que traíamos. Es el Camino de la Cumbre el que vamos a patear ahora, abandonando ya definitivamente la Cañada Real de las Merinas que hemos traído desde Brozas y entraremos en él a través de un paso canadiense.


En cuanto cruzamos el paso canadiense estaremos viendo a la izquierda la Casa de la Bilela. Es una casa grande, alargada, de dos cuerpos, de los que uno está pintado de blanco y tiene el tejado de color rojo.

Los siguientes siete kilómetros van a ser la parte más árida de la ruta. No veremos árboles ni a derecha ni a izquierda aunque seguiremos viendo Brozas a nuestra izquierda durante todo el recorrido.
Un kilómetro después del último paso canadiense llegaremos a otro con unas cancelas laterales. Y cuatrocientos metros más allá, una encrucijada de caminos en la que se cruzará con el que llevamos nosotros el Camino de Pedro Cuadra que, por la derecha cuenta con una rampa de cemento y un paso canadiense y por la izquierda con una cancela. Nosotros seguiremos adelante.



A 400 metros veremos a nuestra izquierda un depósito de agua colocado sobre una estructura de ladrillo y cemento. Desde el camino se aprecia que tiene un ventanuco que no se si servirá de puerta al interior.


Y a otro tanto desde el depósito podremos ver a nuestra izquierda y a unos 300 metros del camino, la Casa de la Hoja y también allí otro paso canadiense con cancela en el lateral.


El camino se nos vuelve un tanto monótono. La ausencia de árboles y la extensa llanura solo se ven compensadas por la animada conversación que llevamos. Y Brozas en la lejanía, perenne, sin perderla de vista en ningún momento.
Casi dos kilómetros más adelante llegamos al cruce con el Carril de los Venteros, donde hay otro paso canadiense. A la derecha, justo antes de llegar al cruce, la Charca del Estanco, cercada por una alambrada y con presencia de muchísimas cigüeñas, tan abundantes que incluso pueden apreciarse en la foto del sitio que tiene Google.



Un kilómetro más adelante, a la altura de la Dehesa Galaperal, llegamos al cruce con el Camino de los Horneros. Allí, en el mismo cruce, está la Charca de la Carvajala.
Son las 11,15 de la mañana y llevamos 15 kilómetros. Nos quedan aún otros 14. Comentamos entre nosotros que, a este ritmo, estaremos en Brozas a eso de las 2 de la tarde, por lo que nos planteamos la posibilidad de comernos los bocadillos que hemos traído cada uno en su casa. Acordamos ir a nuestra bola y tomar la decisión cuando lleguemos a Brozas.
De momento, al lado de la Charca de la Carvajala, nos despojamos de las mochilas y, sin prisas, nos tomamos unas piezas de fruta.


En los siguientes setecientos metros pasamos primero por un paso canadiense para, unos metros más allá, llegar a la carretera CC-62, que une Brozas con Aliseda. Aunque la visibilidad es muy buena, conviene siempre andar atentos en estos cruces, pues los accidentes suelen producirse cuando se va demasiado confiado.
Al otro lado de la carretera el paso está entre dos postes pintados de blanco en medio de los que hay otro paso canadiense. Sobre uno de los postes campea el nombre de la dehesa: Galaperal.



En cuanto cruzamos la carretera nos damos cuenta que se empiezan a ver árboles en el horizonte próximo. La verdad es que esto esta una novedad absoluta en esta ruta pues desde que salimos de Brozas prácticamente no hemos visto ni uno más que en las inmediaciones del pueblo.
A un kilómetro de la carretera vemos ya las primeras encinas y, algo más allá, abundancia de ellas. Francamente, su aparición se agradece. No solo porque rompe la monotonía del paisaje anterior sino porque, además, el paisaje es de gran belleza.



Unos 400 metros más adelante pasaremos otro canadiense para llegar, en otros 300 metros a una nueva bifurcación en la que el camino principal hace un giro a la derecha. Pero ahí nosotros hemos de seguir de frente, por el camino secundario.


Ya plenamente metidos en la Vega de San Pedro el caminar se hace más ligero y entretenido. El entorno es precioso y caminamos ligeros hasta llegar, kilómetro y medio más adelante, a dos naves con un depósito redondo de agua delante. Pasamos delante de ellas y, a pocos metros, cruzamos un paso canadiense.


Poco más adelante volvemos a encontrar otro paso canadiense con una cancela a su derecha, que pasamos.

A 1,4 kms. de donde estaban las naves llegamos a una cancela (que encontramos abierta) con un paso canadiense a su izquierda. Hemos de cruzarla y girar a la izquierda para continuar el sendero que va junto a la alambrada. Al principio no es demasiado visible, pero puede seguirse sin mayor problema. Se trata del Cordel de Arroyo de la Luz, que vamos a seguir hasta llegar a Brozas.


Estaremos recorriendo ahora una de las zonas más hermosas de toda la ruta. Cuando pasamos nosotros todo era una alfombra de un verde intenso salpicada de flores.
A nuestra izquierda una cuidada finca, El Vaqueril de las Doscientas, donde pastaban bastantes terneros que se acercaron a saludarnos a la alambrada. Donde está la puerta de acceso a la finca pero a la derecha del Cordel, una charca donde pude fotografiar a algunas aves que bien pudieran ser perdices aunque confieso mi ignorancia en lo que a este tipo de especies se refiere.
 

Escasos metros más allá de la charca cruzamos una cancela que encontramos abierta y así la dejamos.
 
Quinientos metros más adelante llegamos a una encrucijada de caminos. El de enfrente está cerrado por una verja y nosotros debemos seguir el de la izquierda.
A nuestra derecha está la llamada Charca Municipal. No logramos ver sus aguas, aunque sí el vaciado de tierras que las contiene y que están colocadas a modo de muro de contención. Esa Charca está alimentada por el Regato de la Zarza que continúa discurriendo y atraviesa el Cordel por el que venimos caminando. Un pequeño puente ayuda a salvarlo.
 

A nuestra izquierda, detrás de una alambrada y en la finca de El Vaqueril, una buena manada de vacas y terneros corren a nuestro paso, acompañándonos. Seguramente estarán esperando que alguien les lleve de comer. No es el caso y deben conformarse con la compañía que le damos durante unos seiscientos metros al cabo de los cuales llegamos a una cancela de la que se sale de esta zona preciosa que hemos estado recorriendo, plagada de encinas y alcornoques.
Al otro lado de la verja, nuevamente ni un árbol.



Justo al otro lado de la pared donde se encuentra la cancela que acabamos de pasar está (según todos los planos que he podido consultar) el Regato de la Trinidad, pero he de confesar que, por más que miré, no logré dar con señales del mismo. Y ni siquiera de algo que pudiera parecer un cauce seco. Sí se distingue, a la derecha de la cancela según salimos, una charca de la que deberían salir las aguas de dicho regato que, como digo, no alcanzamos a ver.

A nuestra derecha  tenemos la finca de Las Dueñas, mientras que todo el terreno de la izquierda se corresponde con la finca de La Encina.
A un kilómetro justo de la última verja habremos llegado a la entrada de la Casa de la Encina. Pasamos una canadiense y veremos el Pozo de la Encina, profundo, pero con poco agua. Es cuadrado, con el brocal y las esquinas de cantería y el resto de cal, cemento y piedras.
Al lado de allá del pozo hay diez pilas de piedra, vaciadas, que sirven para conducir el agua que pueda extraerse del pozo. Casi todas están utilizadas, excepto alguna que está al fondo, en desuso, pegada a la pared de la finca.




A algo más de un kilómetro llegamos al punto en que el Camino de Gavatón desemboca, por nuestra derecha, en el Cordel de Arroyo de la Luz, por el que nosotros caminamos. Cinco o seis metros más allá cruzamos un paso canadiense que nos sitúa sobre un puente que salva el Arroyo de Jumadiel.



Pasaremos otro paso canadiense antes de llegar al Regato de Magarajo del que tengo que decir que es, literalmente, lo que dice su nombre, un regato. No llevaba demasiada agua, pero era claramente visibles. Otras corrientes calificadas como “arroyos”, los he visto completamente secos.


Tras el regato nos queda atravesar un nuevo paso canadiense, el último de todos los de la ruta, para llegar a Brozas que ya queda ante nuestros ojos perfectamente definido. No deja de resultar curioso cómo el efecto del teleobjetivo hace que, en la foto, Brozas parezca que está a pocos metros cuando en realidad estaba a algo más de un kilómetro todavía.


Cuando estamos ya a punto de entrar en el pueblo llegaremos a un punto en que el camino se divide a derecha e izquierda. A nuestra derecha veremos la cúpula de la Ermita del Humilladero. Es por aquí, por la derecha, por donde hemos de ir.

Cuando el camino de tierra se acaba y empieza ya el hormigonado de las calles, debemos seguir de frente. En ese punto y a nuestra derecha estará la Ermita del Humilladero, de la que destaca su preciosa linterna, rematada por una cruz de forja de hermosa hechura.
Es de estilo barroco, levantada a finales del siglo XVII o principios del XVIII, habiendo recogido datos contradictorios al respecto. Su aspecto exterior muestra cierto abandono. Sería muy de agradecer una capa de pintura blanca en las zonas adecuadas. Resaltaría su belleza.

En la siguiente bifurcación tomamos la de la izquierda, que es la calle Francisco Lizaur, y ya seguimos todo derecho hasta que lleguemos a la Plaza del Príncipe de Asturias, donde se ubica la iglesia de Santa María la Mayor, punto desde el que salimos.
Durante el recorrido por esa calle veremos enseguida, a la izquierda, el Convento de la Encarnación, que hace esquina con la calle Monjas. Se trata de un conjunto monástico del siglo XVII, de estilo barroco, que aún conserva el claustro y parte de la iglesia. La fábrica es de mampostería y presenta en su fachada un gran escudo de esquina.




La calle Francisco Lizaur termina en un punto en que la misma se ensancha en una especie de pequeña plazoleta de la que salen las calles Santa María y Muñoz Chaves. En ese punto, a nuestra derecha y haciendo esquina, podemos ver otro magnífico edificio como es la Casa Palacio de los Porres Montemayor. Es un edificio barroco del siglo XVII cuyas paredes están blanqueadas e interrumpidas por sillares de granito que encuadran los vanos adintelados. Destacan los grandes escudos en esquina de sus fachadas, rematadas con una artística forja en rejas y balcones.




Cuando llegamos junto a la Iglesia de Santa María la Mayor lo hacemos entrando a través de la Plaza del Príncipe de Asturias, donde está la estatua de El Brocense.



En la misma Plaza, junto a la iglesia, está también el edificio del Ayuntamiento, por delante de cuya puerta pasamos mientras damos una vuelta alrededor de la iglesia para contemplarla solo por fuera ya que la puerta está cerrada.




Terminamos la ruta a las 14,15, por lo que decidimos dejar los bocadillos en la mochila y regresar a Cáceres para comer con nuestras familias.

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