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Realizada el jueves, 6 de
febrero de 2020. Día despejado, con buena temperatura, aunque propia de
principios de febrero.
Se trata de una ruta
relativamente larga (28,5 kilómetros), pero completamente llana, tal y como
puede deducirse de su propio título. Puede servir como índice de ello el que no
perdimos de vista Brozas en ningún momento a lo largo de toda la ruta.
Con 28 kilómetros por
delante salimos de Cáceres temprano, de modo que a las 8,10 estábamos ya en Brozas
dispuestos a empezar a caminar. Habíamos decidido llevarnos unos bocadillos
para comer en ruta y regresar con tranquilidad y si prisas a Cáceres.
Aparcamos junto a la iglesia
de Santa María de la Asunción, también llamada “la Catedralina” por tener
más aspecto de catedral que de iglesia. En concreto lo hicimos en un lateral
del Ayuntamiento desde donde salimos por la calle Derecha.
Al llegar al final de la
calle giramos a la derecha hasta encontrarnos con la carretera de Herreruela EX-302,
que cruzaremos con cuidado.
Al otro lado de la
carretera veremos una fábrica de piensos y delante de ella un antiguo crucero
sobre un pedestal cuadrado de cuatro alturas. Alguien, en algún momento, debió
derribar la cruz que lo coronaba, porque falta del mismo. Y un poco más allá,
delante del cementerio, están las ruinas de la ermita de San Juan, del siglo
XV, en un lamentable estado. Es una lástima que nuestros ayuntamientos
no sepan (o no quieran) recuperar y poner en valor sus antiguos monumentos, que
podrían funcionar muy bien como ganchos turísticos.
Donde está el crucero
giramos a la izquierda con lo que tomaremos la Cañada Real de Merinas,
que va en paralelo a la carretera.
Como a unos 400 metros del
crucero anterior veremos, a la derecha del camino y en un altillo, la Ermita
de la Soledad, del siglo XVI, de estilo gótico
renacentista, de planta cuadrada y portada de medio punto. Su fábrica es de
granito con cubierta a cuatro aguas
Nada más pasar la ermita,
en la vera misma del camino, un precioso crucero sobre una base cuadrada de
cinco alturas. El capitel y la cruz que remata la columna son una preciosidad,
muy bien tallados en piedra.
Tengo que señalar que el
día de la ruta tuvimos la suerte de presenciar un amanecer verdaderamente
espectacular. Como habíamos comenzado a caminar cuando aún no había salido el
sol y habían algunas nubes en el cielo, los reflejos de aquel sobre éstas nos
proporcionaron un breve pero precioso e intenso espectáculo.
Continuamos camino y tengo
que reconocer que, en ocasiones, los caminos, el paisaje y la luz del alba se
combinan para ofrecernos espectáculos maravillosos como el de este día.
Al fondo del camino vemos
ya la llamativa construcción del Convento de la Luz y ante de llegar
al mismo, en un pequeño altillo y a la izquierda del camino podemos ver la Ermita
del Buen Jesús levantada hacia 1530 por iniciativa de Fray
Gonzalo de Nebrija. Es de planta cuadrada (de 4,40 x 4,40) y está
construida con sillares. Se encuentra dentro de un recinto de 300 metros
cuadrados construido también con piedras de granito.
Hasta abril de 1994 su
tejado estaba decorado con bordes labrados y preciosas figuras que, en la
madrugada del 16 de abril fueron expoliadas sin que hayan podido ser
recuperadas.
En su interior destaca una
imagen en alabastro de Jesús amarrado a la columna, obra de Guillén
Ferrant.
Puede encontrarse una
estupenda descripción de la ermita y buenas fotografías de toda la decoración e
inscripciones en sus cuatro caras, así como de su interior, en el blog “Brozas miradas de gato”.
Tomadas del blog cuyo
enlace he dejado en el párrafo anterior, estas dos fotos que reflejan el estado
del tejado de la Ermita del Buen Jesús antes de su expolio.
Justo a continuación está
el antiguo Convento de Franciscanos Descalzos de Nuestra Señora de la Luz,
fundando en 1554 con licencia real a raíz de la iniciativa de la villa de Brozas.
Para su construcción se aprovechó la antigua ermita de la Virgen de la Luz.
Su construcción se sitúa
entre los siglos XVI y XVIII, y su claustro fue diseñado
por la principal figura de la arquitectura renacentista en Extremadura, Pedro
de Ibarra.
En 1835 el convento cerró
sus puertas debido a la nefasta desamortización decretada por Mendizábal y que
llevó a la ruina a cientos de obras de arte del patrimonio español sin que ello
reportase beneficio real alguno a España. Las numerosas imágenes con
que contaba fueron trasladadas a la Ermita de la Luz o a la Iglesia
Parroquial de la Asunción.
Entre los años 2000 y 2003
la Junta
de Extremadura rehabilitó una parte del Convento. Ha sido
destinado durante algunos años a hotel y actualmente se encuentra cerrado
aunque, según las noticias que he podido recabar, está pendiente de abrirse
nuevamente como hotel.
Dejamos atrás el Convento
y seguimos por la Cañada Real de Merinas. Veremos a nuestra izquierda una
construcción redonda, con una pequeña cúpula. Quizá sea un bujío o quizá
contenga un pozo de agua. No podemos verlo pues desde donde discurre el camino
no se adivina qué pueda haber en su interior.
Trescientos metros más
adelante, pero a la derecha del camino, queda a la vista el Pozo Nuevo.
Nos llama la atención el hecho de que no tiene brocal propiamente dicho. Es
bastante grande, cuadrado y sus paredes exteriores están hechas con grandes
piedras que se han desprendido unas de otras. No se elevan mucho desde el
suelo, de modo que da la impresión que, en los tiempos en que se acudiera al
mismo para sacar agua, los usuarios deberían subirse a dichas paredes y lanzar
los cubos desde ahí.
Desde el camino veo que hay
una gran pila de cantería a este lado del pozo y dos más al otro lado.
Actualmente su boca está
tapada con una gran reja que protege de caídas a su interior.
Da la sensación de un
cierto abandono y, como siempre digo, merecería la pena que fuera recuperado,
dando un poco de solidez a su estructura exterior para evitar que el daño vaya
a más.
El camino que tenemos por
delante es claro, llano y bien definido, sin que sean precisas señales. El
mismo atraviesa sobre el Arroyo de las Calles, de pequeño
cauce y poco caudal pero que, cuando pasamos, lleva agua.
Comentamos sobre la
evidencia de que el camino se inserta en una Cañada. De alambrada a
alambrada a ambos lados no hay menos de 75 metros y el camino va, prácticamente
por el centro.
A este respecto recuerdo
que las vías pecuarias se clasifican en cuatro categorías y que a cada
categoría le corresponde una anchura mínima. Así:
— Cañadas: hasta 75 metros
de anchura.
— Cordeles: hasta 37,5
metros de anchura.
— Veredas: hasta 20 metros
de anchura.
— Coladas: cualquier vía
pecuaria de menor anchura que las anteriores.
Al poner aquí estos datos
he indagado un poco sobre la extensión de estas vías a lo largo y ancho de
España y he encontrado que, entre todas, tienen una longitud total de 125.000
kilómetros. Para que nos hagamos una idea, podemos decir que la longitud total
de las vías de ferrocarril en España son de 15.000 kilómetro. O sea, que las
vías pecuarias son casi DIEZ veces más largas. Y la superficie que ocupan es el
1% del total del territorio nacional.
Poco más de un kilómetro
después del Arroyo de las Calles el camino se bifurca. El que sigue de
frente es el Camino de Valdegalindo, que no hemos de coger, por lo que nos
desviamos por el que sale a la izquierda.
Enseguida encontraremos un
paso canadiense y una verja, que atravesamos a la vez que volvemos la vista
atrás para contemplar Brozas, sobre la que ya caen los
primeros rayos de la mañana.
El camino ahora es un poco
más estrecho y con el firme menos cuidado. Seguimos avanzando por la Cañada
y nuestra vista alcanza hasta el horizonte. Apenas si hay elevación alguna que
destaque y comentamos que el nombre de esta ruta “Los Llanos de Brozas”
está, desde luego, bien puesto.
A lo lejos, frente a
nosotros, veo un cortijo que me llama la atención.
Tras otro kilómetro largo
de recorrido hemos de prestar atención. En una curva del camino nosotros hemos
de seguir de frente. El otro camino, el que gira a la derecha, es el Camino
de Salorino.
Cuando pasamos nosotros
resultó curioso, pues el camino que debíamos de seguir tenía mucha hierba,
mientras que el de la derecha estaba limpio. Este que no hemos de pasar tiene
una verja y canadiense apoyadas sobre muretes de obra pintados de blanco. El de
enfrente, que es el nuestro, tiene un paso canadiense delimitado por una cerca
de hierro y alambre nada más.
A partir de este punto el
camino comienza un suave descenso. A nuestra derecha, aunque alejada del
camino, queda la Casa de la Vigilia, que es la que antes me llamó la atención.
Bajamos hacia el Arroyo
Jumadiel. No hay ningún tipo de vegetación a nuestro alrededor, lo que
me hace suponer que en verano esta zona tiene que resultar durísima para
caminar.
Cuando ya tengo el Arroyo
Jumadiel a la vista, me llama la atención una estructura de piedra que
queda a la izquierda del camino pero al otro lado del arroyo. Tiene una forma
circular y me da que pensar si, en tiempos remotos, no habría sido este un
lugar donde se celebrara algún tipo de rito religioso. Las piedras que lo
componen quizá podrían haber sido así dispuestas de forma artificial.
El Arroyo Jumadiel trae
bastante agua, pero no tenemos ningún problema para cruzarlo. En la parte más
estrecha del mismo hay unas piedras pasaderas que nos ayudan a salvar el
obstáculo. Justo al otro lado hay un paso canadiense que hemos de atravesar
para seguir el camino.
Desde el Jumadiel
tenemos que subir, para recuperar la altura del llano. En kilómetro y medio
alcanzaremos la carretera que va de Brozas a Herreruela. Antes de
llegar a ella veremos la Casa del Curato, dentro de la Dehesa
del mismo nombre. Hay varias naves, que parecen hechas de obra, y una casa grande,
de dos plantas, adosada a las mismas. Todo parece bien cuidado.
El acceso a la carretera se
hace a través de una verja con paso canadiense. Pasamos con cuidado y hemos de
caminar a la derecha unos diez metros para incorporarnos al camino y seguir.
Aún estaremos en la Cañada Real de Merinas.
A unos ochocientos metros
de la carretera llegamos a una encrucijada. En ese punto hemos de coger el
camino de la izquierda que hace un ángulo de 90º en relación a la dirección que
traíamos. Es el Camino de la Cumbre el que vamos a patear ahora, abandonando ya
definitivamente la Cañada Real de las Merinas que hemos traído desde Brozas
y entraremos en él a través de un paso canadiense.
En cuanto cruzamos el paso canadiense
estaremos viendo a la izquierda la Casa de la Bilela. Es una casa
grande, alargada, de dos cuerpos, de los que uno está pintado de blanco y tiene
el tejado de color rojo.
Los siguientes siete
kilómetros van a ser la parte más árida de la ruta. No veremos árboles ni a
derecha ni a izquierda aunque seguiremos viendo Brozas a nuestra
izquierda durante todo el recorrido.
Un kilómetro después del
último paso canadiense llegaremos a otro con unas cancelas laterales. Y
cuatrocientos metros más allá, una encrucijada de caminos en la que se cruzará
con el que llevamos nosotros el Camino de Pedro Cuadra que, por la
derecha cuenta con una rampa de cemento y un paso canadiense y por la izquierda
con una cancela. Nosotros seguiremos adelante.
A 400 metros veremos a
nuestra izquierda un depósito de agua colocado sobre una estructura de ladrillo
y cemento. Desde el camino se aprecia que tiene un ventanuco que no se si
servirá de puerta al interior.
Y a otro tanto desde el
depósito podremos ver a nuestra izquierda y a unos 300 metros del camino, la Casa
de la Hoja y también allí otro paso canadiense con cancela en el
lateral.
El camino se nos vuelve un
tanto monótono. La ausencia de árboles y la extensa llanura solo se ven
compensadas por la animada conversación que llevamos. Y Brozas en la lejanía,
perenne, sin perderla de vista en ningún momento.
Casi dos kilómetros más
adelante llegamos al cruce con el Carril de los Venteros, donde hay
otro paso canadiense. A la derecha, justo antes de llegar al cruce, la Charca
del Estanco, cercada por una alambrada y con presencia de muchísimas
cigüeñas, tan abundantes que incluso pueden apreciarse en la foto del sitio que
tiene Google.
Un kilómetro más adelante,
a la altura de la Dehesa Galaperal, llegamos al cruce con el Camino de los Horneros.
Allí, en el mismo cruce, está la Charca de la Carvajala.
Son las 11,15 de la mañana
y llevamos 15 kilómetros. Nos quedan aún otros 14. Comentamos entre nosotros
que, a este ritmo, estaremos en Brozas a eso de las 2 de la tarde,
por lo que nos planteamos la posibilidad de comernos los bocadillos que hemos
traído cada uno en su casa. Acordamos ir a nuestra bola y tomar la decisión
cuando lleguemos a Brozas.
De momento, al lado de la Charca
de la Carvajala, nos despojamos de las mochilas y, sin prisas, nos
tomamos unas piezas de fruta.
En los siguientes setecientos
metros pasamos primero por un paso canadiense para, unos metros más allá,
llegar a la carretera CC-62, que une Brozas con Aliseda.
Aunque la visibilidad es muy buena, conviene siempre andar atentos en estos
cruces, pues los accidentes suelen producirse cuando se va demasiado confiado.
Al otro lado de la
carretera el paso está entre dos postes pintados de blanco en medio de los que
hay otro paso canadiense. Sobre uno de los postes campea el nombre de la
dehesa: Galaperal.
En cuanto cruzamos la
carretera nos damos cuenta que se empiezan a ver árboles en el horizonte
próximo. La verdad es que esto esta una novedad absoluta en esta ruta pues
desde que salimos de Brozas prácticamente no hemos visto
ni uno más que en las inmediaciones del pueblo.
A un kilómetro de la
carretera vemos ya las primeras encinas y, algo más allá, abundancia de ellas. Francamente,
su aparición se agradece. No solo porque rompe la monotonía del paisaje
anterior sino porque, además, el paisaje es de gran belleza.
Unos 400 metros más
adelante pasaremos otro canadiense para llegar, en otros 300 metros a una nueva
bifurcación en la que el camino principal hace un giro a la derecha. Pero ahí
nosotros hemos de seguir de frente, por el camino secundario.
Ya plenamente metidos en la
Vega de San Pedro el caminar se hace más ligero y entretenido. El entorno es
precioso y caminamos ligeros hasta llegar, kilómetro y medio más adelante, a
dos naves con un depósito redondo de agua delante. Pasamos delante de ellas y,
a pocos metros, cruzamos un paso canadiense.
Poco más adelante volvemos
a encontrar otro paso canadiense con una cancela a su derecha, que pasamos.
A 1,4 kms. de donde estaban
las naves llegamos a una cancela (que encontramos abierta) con un paso
canadiense a su izquierda. Hemos de cruzarla y girar a la izquierda para
continuar el sendero que va junto a la alambrada. Al principio no es demasiado
visible, pero puede seguirse sin mayor problema. Se trata del Cordel
de Arroyo de la Luz, que vamos a seguir hasta llegar a Brozas.
Estaremos recorriendo ahora
una de las zonas más hermosas de toda la ruta. Cuando pasamos nosotros todo era
una alfombra de un verde intenso salpicada de flores.
A nuestra izquierda una
cuidada finca, El Vaqueril de las Doscientas, donde pastaban bastantes
terneros que se acercaron a saludarnos a la alambrada. Donde está la puerta de
acceso a la finca pero a la derecha del Cordel, una charca donde pude fotografiar
a algunas aves que bien pudieran ser perdices aunque confieso mi ignorancia en
lo que a este tipo de especies se refiere.
Escasos metros más allá de
la charca cruzamos una cancela que encontramos abierta y así la dejamos.
Quinientos metros más
adelante llegamos a una encrucijada de caminos. El de enfrente está cerrado por
una verja y nosotros debemos seguir el de la izquierda.
A nuestra derecha está la
llamada Charca Municipal. No logramos ver sus aguas, aunque sí el
vaciado de tierras que las contiene y que están colocadas a modo de muro de
contención. Esa Charca está alimentada por el Regato de la Zarza que
continúa discurriendo y atraviesa el Cordel por el que venimos caminando. Un
pequeño puente ayuda a salvarlo.
A nuestra izquierda, detrás
de una alambrada y en la finca de El Vaqueril, una buena manada de
vacas y terneros corren a nuestro paso, acompañándonos. Seguramente estarán
esperando que alguien les lleve de comer. No es el caso y deben conformarse con
la compañía que le damos durante unos seiscientos metros al cabo de los cuales
llegamos a una cancela de la que se sale de esta zona preciosa que hemos estado
recorriendo, plagada de encinas y alcornoques.
Al otro lado de la verja,
nuevamente ni un árbol.
Justo al otro lado de la
pared donde se encuentra la cancela que acabamos de pasar está (según todos los
planos que he podido consultar) el Regato de la Trinidad, pero he de
confesar que, por más que miré, no logré dar con señales del mismo. Y ni
siquiera de algo que pudiera parecer un cauce seco. Sí se distingue, a la
derecha de la cancela según salimos, una charca de la que deberían salir las
aguas de dicho regato que, como digo, no alcanzamos a ver.
A nuestra derecha tenemos la finca de Las Dueñas, mientras que
todo el terreno de la izquierda se corresponde con la finca de La
Encina.
A un kilómetro justo de la
última verja habremos llegado a la entrada de la Casa de la Encina.
Pasamos una canadiense y veremos el Pozo de la Encina, profundo, pero
con poco agua. Es cuadrado, con el brocal y las esquinas de cantería y el resto
de cal, cemento y piedras.
Al lado de allá del pozo
hay diez pilas de piedra, vaciadas, que sirven para conducir el agua que pueda
extraerse del pozo. Casi todas están utilizadas, excepto alguna que está al
fondo, en desuso, pegada a la pared de la finca.
A algo más de un kilómetro
llegamos al punto en que el Camino de Gavatón desemboca, por nuestra
derecha, en el Cordel de Arroyo de la Luz, por el que nosotros caminamos.
Cinco o seis metros más allá cruzamos un paso canadiense que nos sitúa sobre un
puente que salva el Arroyo de Jumadiel.
Pasaremos otro paso
canadiense antes de llegar al Regato de Magarajo del que tengo que
decir que es, literalmente, lo que dice su nombre, un regato. No llevaba
demasiada agua, pero era claramente visibles. Otras corrientes calificadas como
“arroyos”, los he visto completamente secos.
Tras el regato nos queda
atravesar un nuevo paso canadiense, el último de todos los de la ruta, para
llegar a Brozas que ya queda ante nuestros ojos perfectamente definido.
No deja de resultar curioso cómo el efecto del teleobjetivo hace que, en la
foto, Brozas parezca que está a pocos metros cuando en realidad
estaba a algo más de un kilómetro todavía.
Cuando estamos ya a punto
de entrar en el pueblo llegaremos a un punto en que el camino se divide a
derecha e izquierda. A nuestra derecha veremos la cúpula de la Ermita del
Humilladero. Es por aquí, por la derecha, por donde hemos de ir.
Cuando el camino de tierra
se acaba y empieza ya el hormigonado de las calles, debemos seguir de frente.
En ese punto y a nuestra derecha estará la Ermita del Humilladero, de la que
destaca su preciosa linterna, rematada por una cruz de forja de hermosa
hechura.
Es de estilo barroco,
levantada a finales del siglo XVII o principios del XVIII,
habiendo recogido datos contradictorios al respecto. Su aspecto exterior
muestra cierto abandono. Sería muy de agradecer una capa de pintura blanca en
las zonas adecuadas. Resaltaría su belleza.
En la siguiente bifurcación
tomamos la de la izquierda, que es la calle Francisco Lizaur, y ya
seguimos todo derecho hasta que lleguemos a la Plaza del Príncipe de Asturias,
donde se ubica la iglesia de Santa María la Mayor, punto desde el que salimos.
Durante el recorrido por
esa calle veremos enseguida, a la izquierda, el Convento de la Encarnación,
que hace esquina con la calle Monjas. Se trata de un
conjunto monástico del siglo XVII, de estilo barroco, que aún conserva el
claustro y parte de la iglesia. La fábrica es de mampostería y presenta en su
fachada un gran escudo de esquina.
La calle Francisco
Lizaur termina en un punto en que la misma se ensancha en una especie
de pequeña plazoleta de la que salen las calles Santa María y Muñoz
Chaves. En ese punto, a nuestra derecha y haciendo esquina, podemos ver
otro magnífico edificio como es la Casa Palacio de los Porres Montemayor.
Es un edificio barroco del siglo XVII cuyas paredes están
blanqueadas e interrumpidas por sillares de granito que encuadran los vanos
adintelados. Destacan los grandes escudos en esquina de sus fachadas, rematadas
con una artística forja en rejas y balcones.
Cuando llegamos junto a la Iglesia
de Santa María la Mayor lo hacemos entrando a través de la Plaza
del Príncipe de Asturias, donde está la estatua de El Brocense.
En la misma Plaza,
junto a la iglesia, está también el edificio del Ayuntamiento, por delante
de cuya puerta pasamos mientras damos una vuelta alrededor de la iglesia para
contemplarla solo por fuera ya que la puerta está cerrada.
Terminamos la ruta a las
14,15, por lo que decidimos dejar los bocadillos en la mochila y regresar a Cáceres
para comer con nuestras familias.
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