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Entre los días 1 a 6 de septiembre de 2013 junto con mi
hermano Pepe y con la estupenda compañía de Jose, realizamos el recorrido de
las etapas 17 a 22 (según la Guía Prames) desde San Nicolás de Bujaruelo hasta
el Puente de San Jaime donde nosotros nos apartamos del GR 11 para continuar
hasta Benasque, donde finalizamos el recorrido y retornamos a origen.
Como dice Pepe, las monjitas del asilo nos habían dejado
salir a la montaña. Y lo dice porque de los tres yo soy el más joven (63 años),
seguido de Jose (64) y Pepe (66).
Salimos de Madrid a las 8,30 horas del 31 de agosto, en el
AVE que nos llevó a Zaragoza. Llegada a las 9,45 y, desde la misma estación (es
única para FFCC y autobús, lo que tiene enormes ventajas), compramos el billete
del bus (compañía ALOSA, alosa.avanzabus.com) que nos llevó a Sabiñánigo
(salida a las 11, llegada a las 13,10), donde cambiamos de autobús para ir
hasta Torla (salida a las 13,30, llegada a las 14,40).
Importante dejar constancia que en Zaragoza, en el mismo
mostrador donde compramos el billete para Sabiñánigo nos vendieron, a la vez,
el que habría de conducirnos a Torla.
Dada la hora de llegada nos planteamos comer en Torla o
continuar hasta Bujaruelo, optando por esta última opción. Y solo hay dos
formas de llegar allí: o caminando (son más de dos horas de camino) o llamando
a uno de los taxis que lleva hasta el refugio. Nosotros optamos por esta última
opción, llegando al mismo a las 15,30, lo que posibilitó que pudiéramos comer
(muy bien) ya que el comedor funcionaba hasta las 16,00.
El taxi a que aludo tiene un precio único: 30 euros y caben
en el mismo hasta 8 personas. Los 30 euros hay pagarlos íntegros, tanto vaya
una persona como que vaya completo. El número de teléfono para llamarlo lo
facilitan en la oficina de Turismo o en el punto de venta de billetes del
autobús que lleva a Ordesa.
Torla es un pueblo pequeño, pero merece la pena echar un
rato pateando sus calles, preciosas, y contemplando las vistas que desde ellas
pueden apreciarse.
A tres kilómetros de Torla pasamos por el Puente de los
Navarros (que volvimos a cruzar, en sentido inverso, al día siguiente), donde
sale una carretera a la derecha para adentrarse en el Parque de Ordesa y un
desvío a la izquierda que lleva a Bujaruelo y que es el que seguimos.
Al llegar al refugio, el lugar nos encantó. Un lugar
apacible, tranquilo, con un aparcamiento, en hierba y tierra, delante y una
pradera a su derecha donde se habían instalado algunas tiendas para pernoctar.
La gente del refugio, muy amables, nos atendieron en el
comedor y a las 4 de la tarde, hora en que se abre el albergue, pudimos acceder
a una de las habitaciones, de cuatro camas, pequeña pero razonablemente dotada
donde dejamos las mochilas de inmediato y salimos enseguida dispuestos a hacer
algo de piernas de cara a las jornadas que nos esperaban.
Frente al refugio, impresionantes con su algo más de 3.000
metros, los dos Gabietos, el Norte y el Sur, cuyas cimas marcan el límite con
Francia. A la izquierda de ambos el Pico del Puerto, de casi 2.500 metros y
entre éste y aquéllos el Puerto de Bujaruelo, por el que se accede al país
vecino.
Delante de los dos Gabietos, el Pico Escusaneta de 2.600
metros.
El actual refugio se encuentra en el mismo lugar donde
estuvo antaño San Nicolás de Bujaruelo, que fue hospital de viajeros y peregrinos
y que servía a estos de refugio en invierno. Fue construido en el siglo XII por
los Hospitalarios de San Juan, Orden de Monjes Caballeros provenientes del
vecino valle francés de Gavarnie. También por estos y en los mismos años se
construyó la ermita y el puente románicos ubicados allí mismo.
El puente, perfectamente conservado en toda su belleza,
mientras que de la ermita quedan las paredes del ábside y las laterales,
faltando la pared trasera y toda la techumbre.
Enseguida tomamos el camino que, por detrás del refugio y
bordeando el río Ara, nos lleva hacia la Fuente de la Femalla y a su vecino
Puente de Oncins.
Caminábamos encantados por la belleza del entorno. El río bajaba
en dirección contraria a nuestros pasos y si bien no muy caudaloso, desde luego
sí muy sonoro, pues la abundancia de piedras provocaba una murmullo que se
ajustaba como un guante al entorno. Una verdadera delicia.
Según caminábamos, nos quedaban enfrente los picos Peña de
Ordiso y Gamo Azurillo (izquierda y derecha de la foto, respectivamente), con
sus 2.250 metros cada uno, se recortaban contra el cielo.
A nuestras espaldas los Gabietos y por todos lados otros
montes, repletos de árboles frondosos y, a nuestros pies una hierba verde,
verde, verde. Reconozco que para uno como
yo, originario de la penillanura cacereña, seca como ella sola, el entorno me
“colocaba”. Totalmente. Me encontraba absolutamente encantado.
En medio del río Ara, piedras en las que algunas marcas,
perfectamente visibles, indicaban que habían estado situadas en lo más profundo
del glaciar existente aquí un día. Las marcas son el resultado del arrastre de
las piedras con el movimiento del glaciar.
La Fuente de la Femalla se ubica en una pequeña pradera en
la que nos pudimos hacer unas fotos preciosas con el Pico del Puerto a nuestra
espaldas. En las fotos que adjunto, dicho Pico en primer plano detrás de
nosotros y los dos Gabietos más atrás, el Sur a la derecha y el Norte a la
izquierda, casi cubierto por las nubes.
En uno de los extremos de la pradera se encuentra el Puente
de Oncins, que permite cruzar el Ara.
Tras cruzar el puente, se toma el camino a la izquierda,
siguiendo el GR 11 en dirección a Ordiso y la Cabecera del Ara. El camino sube
en una pendiente pronunciada que nos lleva a ascender casi 200 metros en poco
más de un kilómetro, por lo que vamos dejando el río siempre a nuestra
izquierda pero cada vez más abajo, adentrándonos en el Valle de Bujaruelo,
bellísimo, y del que recorrimos (desde el Puente de Oncins) unos 1.400 metros,
dando la vuelta y volviendo sobre nuestros pasos cuando nos pareció prudente.
Antes de comenzar el descenso y desde la altura en que nos
encontrábamos, pudimos hacer algunas fotos, con buena perspectiva, de los
Gabietos y del Pico del Puerto.
Al llegar otra vez al río continuamos el regreso pero ahora
por la orilla izquierda, siguiendo la ruta marcada por el GR 11. Ahora la senda
discurre por una pradera larga y bastante ancha que nos lleva, sin pérdida, al
Puente de Bujaruelo y al Refugio.
A este lado del Puente (que tendremos que cruzar mañana al
iniciar la marcha), una señal nos señala el acceso al Puerto de Bujaruelo.
También pudimos ver los restos de un búnker de los tiempos de la Guerra Civil.
Y cuando el sol nos iba dejando nos despedimos del entorno
sacando unas preciosas fotos de las montañas que nos rodeaban.
Cenamos francamente bien, con un servicio estupendo y nos
retiramos pronto a descansar deseosos de comenzar la marcha al día siguiente.
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