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Por la mañana, a primera hora, habíamos estado haciendo la Ruta
5, la de La Aceña de la Borrega. Por su corta longitud terminamos a una
hora muy razonable, por lo que nos propusimos desplazarnos a Valencia de
Alcántara y hacer también esta otra, más corta aún y que prometía muy
interesante.
El comienzo se encuentra al lado del Polígono Industrial de la
localidad, ya en la salida por la N-521 con dirección a Cáceres (o en la entrada,
si se viene desde Cáceres).
La facilidad para aparcar es total, por lo que pudimos
hacerlo con toda comodidad.
Hay que cruzar al otro lado de la carretera y no existe paso
de peatones, por lo que es recomendable caminar primero hasta donde empieza el
Polígono (el punto más próximo a Valencia de Alcántara). En ese punto hay una
nave aislada con un gran rótulo: “Frutas y patatas Hnos. Bravo”. Justo
en ese punto, al otro lado de la carretera, veremos el indicador de “punto
kilométrico 139” y también ahí un poste alto, indicador de la ruta que
pretendemos hacer.
En ese lugar comienza la Calleja de Cabra, que es
por donde empieza la ruta.
Hemos de recorrer
unos 400 metros por la Calleja, en la que encontraremos suficientes señales
como para no perdernos.
Durante su recorrido
nos llamó mucho la atención un conjunto de rocas cuya disposición no parecía
para nada natural. Lo especialmente llamativo era que la más grande de todas
estaba encima y no entendíamos cómo, quién y porqué pudiera haberse realizado
el conjunto (si es que es artificial).
Recorridos los 400
metros indicados, un poste indicador de madera y un hito de piedra, con un
número “2” grabado, nos indica que hemos de girar a la izquierda.
Tras otros 300 metros
de recorrido, en un punto en que una cancela cierra el camino, sale por la
izquierda otro camino que, poco a poco, se irá estrechando hasta convertirse en
vereda y que nos llevará en pocos metros hasta encontrarnos con el Arroyo
Barbón, que podremos cruzar sin dificultad gracias a las piedras pasaderas que
encontraremos en su lado izquierdo, junto al muro.
Casi sin darnos
cuenta nos habremos metido en un lugar con un encanto especial. Los muros que
encajonan el camino están cubiertos de musgo, de un verde intenso y el suelo
cubierto de hojas nos permiten empezar a adivinar las piedras de lo que, al
parecer, fue una antigua calzada romana maravillosamente conservada.
Por ahora hemos de
limitarnos a seguir el claro sendero que nos marca la calzada, que nos llevará,
sin posibilidad de pérdida, a nuestro destino.
Estamos haciendo una
subida suave y, si estamos atentos, como a mitad de la misma podremos fijarnos
que cruzamos un antiguo puentecillo de piedra. completamente cubierto de musgo,
que salva un regato que viene de nuestra izquierda.
Casi en el mismo
lugar, en el lado izquierdo del camino ascendente, una gran roca llama también
nuestra atención. Quizá es únicamente nuestra imaginación, pero nos parecen
adivinar antiguas marcas hechas por la mano del hombre en la misma.
Cuando ya estamos
casi coronando la cuesta que hemos subido, en una pequeña meseta veremos postes
indicadores de los Zafra I y II y, sobre una roca, pegado con cemento, una
piedra de granito, con forma de tronco de pirámide, con un número 4 grabado.
Detrás del monolito
hay una pared y, detrás de ella, el primero de los dólmenes, el Zafra I.
El acceso no es
complicado, pero si algo dificultoso, pues hay que saltar la pared (no es alta)
y luego bajar un pequeño desnivel hasta el medio escondite en que se encuentra
el monumento.
Este dolmen (Zafra I)
se conserva bastante mal, pues únicamente cuenta con dos ortostatos, uno de
ellos partido por la mitad.
El que está completo
tiene más de 2 metros de altura, quizá 2,20 o 2,30, y el partido queda en pie
como un metro. El otro trozo está caído en lo que debió ser la cámara,
observándose que, para su restauración, se hicieron perforaciones en ambos trozos, seguramente para insertar
varillas metálicas que los mantuvieran unidos. Pero el resultado no ha sido el
apetecido.
El lugar en que se encuentra
es absolutamente precioso. Gonzalo y yo comentamos que el emplazamiento es tan
hermoso que bien pudiera pensarse que este monumento estaba dedicado a acoger
los restos de una mujer.
Salimos del recoleto
y acogedor lugar donde está el Zafra I subiendo de nuevo junto al
muro para retornar al camino, que seguimos subiendo para encontrarnos,
enseguida, con otro antiguo puentecillo de piedra que salva un pequeño regato.
Cuando coronamos la
subida un poste con un cartel nos indica que estamos a 200 metros del Zafra
II. Enseguida veremos, detrás de una pared, una casa con el tejado
medio en ruinas y delante de dicha pared dos postes indicadores y un hito de
granito con el número “5” grabado. Todo ello nos invita a girar a la izquierda.
Veremos una segunda
casa, en mejores condiciones que la primera. Nuestro dolmen, Zafra
II, se encuentra emplazado en un alto en medio de ambas. Existe una
pared con una cancela y a la izquierda de la misma, un hueco en la pared con un
paso canadiense que nos permite el acceso sin ninguna dificultad.
El dolmen Zafra
II es el mayor monumento de la necrópolis constituida por el conjunto
de los cuatro “Zafras” que se conservan. Se trata de una gran cámara con
corredor, que no conserva ni la cubierta ni el túmulo que lo rodeaba.
La cámara tiene un
diámetro de, nada menos, 3,65 x 3 metros y la altura de sus ortostatos llega a
los 2,52 metros.
Uno de los ortostatos
está partido, habiendo caído la parte superior en el centro de la cámara. Se
ven los elementos que se utilizaron, cuando fue restaurado, para unirlo al
trozo que permanece clavado en su sitio original. Es una lástima que se
mantenga así, pues en los de La Aceña de la Borrega hemos visto
un ortostato, en condiciones similares, pero al que se le ha adosado un
elemento de hierro que permite mantenerlo en pie.
Según los paneles
informativos, la profesora Primitiva Bueno, cuando realizó las
excavaciones en el lugar, encontró un fragmento de placa decorada y numerosas
puntas de flechas.
En el año 2000 el
profesor Enríquez y Carrasco levantó un plano de planta del dolmen.
Antes de abandonar el
lugar nos fijamos en los grandes canchales existentes allí mismo. Quizá sea que
estamos influidos por lo que vemos, pero nos da la impresión que pudieran
haberse extraído de aquí mismo las lanchas de granito con las que se construyó
éste u otros de los dólmenes de la zona.
Salimos del recinto
por el paso canadiense para continuar el recorrido.
A unos 300 metros del
canadiense, y a nuestra derecha, nos llevamos la sorpresa (pues no habíamos
encontrado referencia alguna a ello) de ver, sobre un canchal, una rebaja
circular, como de metro y medio de diámetro, practicada sobre el mismo con un
canal de desagüe en su parte más baja. Dicho canal vierte sobre otra piedra,
también trabajada, destinada sin duda a recoger lo que por allí se vertiera.
Aunque, como ya he
dicho, no somos ni expertos ni instruidos en la materia, nos da la impresión de
que aquello pudo haber sido un lagar para uva o un molino
para la molturación de la aceituna y extracción del aceite, vertiéndose, en
cualquier caso, el preciado líquido al receptáculo de más abajo.
Continuando el
camino, y a escasos metros del lagar y detrás de una gran encina, nos llama la
atención una serie de piedras colocadas en forma de círculo bastante perfecto,
sobre lo que tampoco habíamos encontrado referencia alguna.
Como no entiendo nada
de megalitismo me atrevo a conjeturar desde mi confesa ignorancia. Podrían ser
las piedras delimitadoras de un túmulo; pero, un túmulo ¿en torno a qué?. Lo
que rodean las piedras, tan perfectamente colocadas, es una roca que aflora del
suelo, con otras rocas, también de considerable tamaño, ubicadas encima.
Podría tratarse de un
lugar de reunión, de culto… ¡¡Doctores tiene la Historia, que podrán dar alguna
explicación más acertada!!
Volvemos al camino
para continuar el recorrido. A apenas 150 metros de lo anterior queda ante
nuestros ojos el Zafra III que nos parece, si bien probablemente el más pequeño,
también el más hermoso de los Zafra.
Está ubicado en alto;
el diámetro de su cámara es de 2,60 x 2,20 metros y su altura de 1,80 metros.
Su estado de conservación es bastante bueno, a pesar de que algunos de los
ortostatos estén fragmentados. Carece de corredor, pero se aprecian restos del
túmulo.
Según mi recuento,
está formado por 8 ortostatos, uno de ellos roto. Leo, sin embargo, en la Guía
de las rutas de los dólmenes publicada por el Ayuntamiento que consta de 7
pero, desde luego, son 8.
La losa de cubierta
se encuentra en su lugar, dándole un aspecto realmente bellísimo.
A escasos 200 metros
del anterior se encuentra el Zafra IV, al que llegamos sin
problema siguiendo las indicaciones. Tras apartarnos del anterior, siguiendo la
dirección que traíamos, hemos de hacer un giro de casi 90º a la izquierda para
encontrarlo.
Se encuentra ubicado
justo en el límite entre dos fincas, habiéndose colocado sendos pasos
canadienses a uno y a otro lado del dolmen en la linde de separación.
Las dimensiones del Zafra
IV superan a las de todos sus “hermanos”. Está compuesto por cinco
grandes ortostatos que, a diferencia del resto, NO se apoyan unos en otros. Dos
de ellos superan los 3 metros de altura y el resto no baja de los 2,60. La
cámara es ovalada más que circular, contando con unos cuatro metros de diámetro
en la parte más ancha y algo más de dos en la parte de acceso a la cámara.
Este es el plano de
planta del monumento según la profesora Primitiva Bueno.
Terminada la visita
solo nos queda indicar que se tiene constancia de la existencia de otro dolmen
perteneciente a este conjunto, el Zafra V, que se encontraba unos 100
metros al norte del Zafra I, pero que actualmente está desaparecido.
Regresamos a nuestro
punto de origen siguiendo, a la inversa, el mismo camino que hemos traído.
Gracias por tus fotos y tus indicaciones. Realizamos esta ruta el mismo día que la de la Aceña de la Borrega, como recomiendas y disfrutamos un montón. Un saludo.
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