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Aprovechando nuestro viaje a Valencia de Alcántara
para conocer las rutas de los dólmenes 2 y 5 (Los cuatro Zafra y los cinco de La
Aceña de la Borrega), que pudimos realizar por la mañana, nos
propusimos aprovechar la tarde, a pesar de que al ser enero el sol se ponía
pronto, para hacer la ruta 4, de La Tapada del Anta.
Dada la gran distancia existente entre los cuatro dólmenes
decidimos hacer el recorrido en coche en la medida en que fuera posible.
Atravesamos toda
Valencia de Alcántara en dirección a Portugal. Justo donde termina la ciudad
sale a la derecha una carretera más estrecha. En ese punto, haciendo esquina,
existe un taller mecánico y varias indicaciones que nos facilitan saber dónde
hemos de girar. Así, un buen panel, vertical, nos señala que la dirección de la
“Ruta
4 Tapada del Anta”. A su izquierda, un panel de carreteras señala “San
Pedro 6” y, finalmente, otro poste a su derecha nos dirige en la misma
dirección para ir al “Acueducto”. Es la CCV-107,
que hemos de seguir durante unos 3 kilómetros.
Hemos de prestar
atención porque a poco más de un kilómetro de las indicaciones a que antes me
refería, la carretera se bifurca. Debemos seguir por la izquierda, siempre la CCV-107.
A unos 3 kilómetros
de los letreros antes indicados, veremos que un camino sin asfaltar sale por
nuestra derecha. Allí mismo, junto al camino, una cancela da acceso a una
finca. Ese es el punto en que podemos dejar aparcado el coche, pues hemos de
continuar andando.
Junto a la cancela,
un cartel con un mapa informativo sobre la ruta que vamos a hacer.
Al otro lado de la
carretera, enfrente de la cancela (a la izquierda, según veníamos), un poste
vertical nos indica un pequeño sendero ligeramente ascendente y pedregoso, que
hemos de seguir.
Pongo esta foto,
tomada de Google, por si sirve de ayuda.
Hemos de recorrer el
camino durante unos 600 metros. A mitad del recorrido, a la izquierda, veremos
una casa ruinosa y un poste con la indicación del dolmen caída en el suelo.
Realmente merecería la pena un poquitín de esfuerzo por mantener la señalización.
Resulta evidente que
el camino está muy poco transitado. Quizá de ahí el encanto del mismo.
Recorridos,
aproximadamente, los 600 metros indicados veremos, a nuestra derecha, en medio
de un campo, el dolmen de La Barca.
Para acceder al mismo
hemos de saltar una pared. Hay un punto concreto en que el acceso resulta
fácil.
Está formado por seis
ortostatos de buen tamaño, cinco de ellos de poco más de 2 metros de altura.
Justo delante del
acceso a la cámara se encuentra una losa de granito que, sin duda, forma parte
del conjunto pero sobre la que no he visto referencia alguna. Quizá sea la
parte superior, partida, del primer ortostato de la derecha, el más bajo de
todos (1,70 de altura, aproximadamente).
No existe traza alguna
del corredor ni hay vestigios de la cubierta con la que debió contar en su día.
Tampoco queda señal alguna del túmulo, desaparecido seguramente por las labores
del campo en la finca.
Regresamos a la
carretera CCV-107 y continuamos por la misma durante 1,8 kilómetros hasta
encontrar un desvío a la derecha que indica “La Fontañera”. Es una
carreterita de tercer orden, pero con firme suficientemente bueno, que nos
llevará en 1,5 km. a encontrarnos con la CCV-98.
Al llegar al cruce,
debemos dejar el coche aparcado al otro lado de la carretera, en un
ensanchamiento de la CCV-98 que hay en el mismo cruce,
delante de unas casas: las Casas de la Miera.
Hay solo 600 metros
desde el cruce hasta nuestro siguiente objetivo, el dolmen La Miera. El camino que
hemos de seguir es el que está justo enfrente de la carrera de tercer orden por
la que veníamos. Aunque podría resultar innecesario, un poste indicador nos
ayuda a orientarnos, lo que siempre se agradece.
A poco más de 400
metros de donde dejamos el coche el camino hace un giro de 90º a la derecha.
Nosotros hemos de seguir de frente y otra señal así nos lo indica.
Entramos en una vereda
que discurre paralela a una pared. Hemos de caminar junto a ella. Como a 150
metros vamos a ver un poste de madera, con el esquema de un dolmen dibujado,
que nos invita a saltar la pared para pasar a una finca.
Desde el mismo
momento en que traspasamos el muro nos damos cuenta que allí hay mucha desidia.
Se han cortado jaras y ramas en el campo, pero ni se han retirado ni se han
acumulado en un solo sitio. El entorno aparece sucio y descuidado y el dolmen,
que queda a la vista, aparece rodeado por maleza.
Según nos acercamos
subiendo al altillo donde se encuentra, percibimos que a este monumento, a
diferencia de todos los demás que hemos visitado, no se le presta ninguna
atención. Y cuando estamos junto a él tenemos la sensación que, más que
indiferencia es como si se le tuviera antipatía. Se ha dejado que todo su
interior haya sido tomado por las zarzas, lo que imposibilita acercarse a la
cámara y, mucho menos, entrar en ella. Una verdadera lástima que nos lleva a
suspirar por la aplicación de la Ley de Expropiación en casos como éste.
Desde aquí hago una
llamada a las autoridades correspondientes para se limpie un poco el entorno
del dolmen La Miera, pues bien merece la pena.
Cuento seis
ortostatos, dos de ellos de casi 3 metros de altura, notablemente más altos que
los demás y colocados de manera totalmente independiente, sin contacto con el
resto; otros dos deben tener como 2,50 metros y se apoya uno sobre el otro; los
otros dos sobresalen del suelo 1,40 metros aproximadamente, están rotos y la
maleza me impide ver si la parte que les falta está por allí.
Nos marchamos del
lugar con la pena de que la desidia y la ignorancia hagan que un monumento
semejante se encuentre en tal estado de abandono.
Volvemos con rapidez
al coche. Son las 17,30 horas de un mes enero y aunque el día está despejado,
el atardecer se nos echa encima y aún queremos encontrar y ver dos dólmenes
más.
Con el coche ponemos
dirección a Valencia de Alcántara por la CCV-98, que seguimos durante casi 3
kilómetros, hasta pasada la Casa de San Benito. Allí tomamos la
carretera que sale a la izquierda, en dirección al Molino de la Negra y Huerta
Luna. Hemos de recorrer este camino durante otros casi 3 kilómetros
hasta encontrar un desvío izquierda y derecha.
Tomamos primero a la
derecha, para ir a visitar el Huerta de la Monja.
La señalización de
este dolmen es paupérrima y nos volvemos locos dando vueltas. Tenemos una
ubicación aproximada, pero no vemos vestigio alguno del monumento ni tampoco ninguna
señalización que nos sugiera su ubicación.
Finalmente y como a
unos 600 metros de la intersección aludida, optamos por tomar un camino que
sale a la izquierda y que pasa junto a una casa abandonada. Tras una ligera y
corta subida vemos que el camino está encementado y que es una cuesta
descendente muy fuerte. Bajamos con pocas esperanzas de encontrar el dolmen.
Sin embargo, cuando hemos bajado toda la cuesta vemos, a la izquierda, un claro
a la izquierda del camino, con un panel informativo detrás de una pared, aunque
visible, que habla del Huerta de la Monja. Así pues, el
dolmen tendría que estar allí. ¡¡Y sin embargo no está ni hay manera de
verlo!!.
Cuando estamos a punto
de desesperar de encontrarlo me decido a subir a un cerro por un medio camino,
totalmente deslavazado. Recorro unos 200 metros y llego hasta arriba del todo y
sigo sin ver nada y cuando estoy a punto de tirar la toalla, camino diez o doce
metros más y, tras una curva a la derecha, oculto detrás de unos árboles ¡¡lo
veo, y es impresionante, magnífico!!
A voces llamo a Gonzalo
para que suba. Cuando llega arriba, se queda sin palabras. Es precioso.
Conserva la cámara
con su cubierta y un corredor muy largo de dos tramos, el atrio y restos de un
túmulo de más de 20 metros de diámetro que tenía adosada una estructura.
En la trasera de la
cámara uno de sus ortostatos tiene un grabado antropomorfo que, cuando existía
el túmulo, debía quedar tapado y que pudiera representar a una figura
antropomorfa con una túnica.
Durante las
excavaciones aparecieron numerosos restos de vasijas, puntas de flecha, piezas
pulidas, cuentas de collar y placas de pizarra decoradas como parte de los ajuares.
En el atrio, como ofrenda a los enterrados, ocupaban un lugar importante los
restos cerámicos.
La cámara tiene un
diámetro de 3,90 metros y una altura de 2,10 y está compuesta por seis
ortostatos de granito, de buenas dimensiones, con losa de cubierta en bastante
buenas condiciones.
Me disculpo por la
calidad de las fotos, pero la tarde había caído y las condiciones de luz no
eran, ni mucho menos, las mejores para obtener unas fotos pasables.
Y aquí, el plano de
planta según la profesora Primitiva Bueno.
Un tanto agobiados
por la hora decidimos regresar al coche. Hacerlo por donde habíamos venido
suponía bajar otra vez al camino para tener que subir luego una cuesta muy
pronunciada hasta llegar al coche. Como quiera que sabíamos que podríamos ir en
línea recta, si bien campo a través, nos dirigimos derechos en dirección al
camino, que veíamos desde la ubicación del dolmen.
Saltamos una pequeña
pared y continuamos bajando, entre jaras, hasta encontrar una alambrada. Al
llegar a la misma, la seguimos hacia la izquierda hasta encontrar una cancela
sin candado por la que accedimos libremente al camino.
Recomiendo, a quien
pueda hacer la ruta, que entre por la cancela y ascienda al cerro que se ve
detrás de ella pero, en vez de subir de frente, que lo haga dirigiéndose
ligeramente hacia la izquierda. Con ello evitaría las cuestas de bajada y
subida que recogen el track.
No obstante, el
waypoint que adjunto al track da la posición exacta del dolmen.
A pesar de lo
avanzado de la hora decidimos visitar el último de nuestros objetivos, el
dolmen que le da nombre a esta ruta: el Tapada del Anta.
Regresamos con el
coche por el camino que vinimos desde el anterior cruce. Como dije antes, son unos
600 metros. Al llegar al cruce (al que antes llegamos por lo que ahora es
nuestra izquierda), continuamos de frente durante otros 200 metros. Un panel
informativo y un poste con la correspondiente información nos dicen que es el
sitio adecuado para dejar el coche otra vez.
A través de un
sendero, claramente delimitado, ascendemos a lo alto del cerro donde se
encuentra nuestro último objetivo.
El Tapada
del Anta es un gran sepulcro que conserva la cubierta de la cámara, un
corredor largo y restos de lo que fue el túmulo.
Está formado por
siete ortostatos de grandes dimensiones, más la losa de la cubierta.
El diámetro de la
cámara es de 4,50 metros. Enorme comparado con el resto de los que hemos visto.
Este es otro de los
monumentos emblemáticos de entre los dólmenes de Valencia de Alcántara, tanto
por su buena conservación como por su accesibilidad.
Los trabajos de
excavación llevados a cabo por Enríquez y Castro en los años 90
proporcionaron fragmentos de vasijas, puntas de flecha, placas decoradas y
fragmentos de molederas encontrado, todo ello, en la zona del atrio donde es de
suponer que se realizaban los rituales de ofrenda a los enterrados.
Como el resto de los
dólmenes, está orientado al este.
Puede observarse, en
las fotografías que adjunto, la gran altura que tienen los ortostatos,
especialmente si se considera dicha altura desde el interior de la cámara.
Y aquí los planos de
alzado y de planta, según Enríquez y Castro:
Estando la tarde ya
oscurecida nos dimos por satisfechos con todo el recorrido realizado en la
jornada.
Una maravilla de entrada y muy interesante tu blog. También me gusta el megalitismo y ha sido una agradable sorpresa encontrar este blog. Enhorabuena por tu labor, pasaré por aquí de vez en cuando a seguir tus andanzas. Un cordial saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Blas: me alegro que te guste. Otro cordial saludo para ti.
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