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Realizada durante la tarde del domingo 2 de octubre de 2016.
Temperatura muy agradable aunque en la cima de Montaña Blanca el viento
obligó a tirar de quitavientos y sudaderas (los que tuvieron la previsión de
llevarlos, que no fue mi caso).
Aunque tenía previsto subir a Montaña Blanca el mismo
día que hiciera Montaña Guatisea, que está al lado, al organizarla el grupo de
“Caminando
Lanzarote”, en el que estoy integrado desde hace casi tres años, pero
con los que no había tenido oportunidad de salir nunca, me animó a participar
en la ruta. Ello me daba la oportunidad de “matar dos pájaros de un tiro”. El
primero y más reconfortante, conocer a varios de los miembros de dicho grupo y
el segundo subir a uno de mis objetivos de esta temporada.
He de decir que la docena larga de participantes me
resultaron acogedores, amables y muy agradables. Un placer haber caminado con
ellos y esperando a tener la oportunidad de repetir.
La foto que inserto a continuación no es mía, sino que se
debe a ese extraordinario fotógrafo que es César Piret, cuya obra artística me
parece extraordinaria y digna de ser conocida aquí, o aquí, . Es quien aparece a la
izquierda, con camiseta verde clara.
El punto de encuentro y partida se había fijado al pie de
nuestro objetivo, en la carretera LZ-35 que va de San Bartolomé a Tías,
pasada la rotonda donde cruza la carretera de Masdache a Guime
(LZ-301)
y como a unos 300 metros (dirección a Tías) de dicha rotonda, en la que se
ubica uno de los monumentos al viento de César Manrique. No tiene pérdida,
pues hay una explanada donde puede dejarse el coche con toda comodidad.
Gentileza de Google
La ruta no tiene más dificultad que la de la abundante
piedra suelta en el tramo del camino inmediatamente previo a la llegada al
cráter. El desnivel total es de unos 330 metros, lo que representa un escaso
17%.
Desde el punto de encuentro Montaña Blanca nos
muestra uno de sus laterales, con claras marcas de las torrenteras producidas
por la erosión del agua y el viento.
Nada más comenzar a caminar, vemos un amplio corral a
nuestra derecha, donde se estabulan unas 60 o 70 cabras protegidas por varios
perros, todos atados excepto uno de color canela que no representa peligro pues
si bien se acerca hasta veinte o veinticinco metros del caminante, solamente
ladra, al igual que sus compañeros que, sin embargo, parecen más agresivos
(quizá por eso están atados).
Mucho más atrás del corral, a la derecha de San
Bartolomé, vemos sin dificultad Montaña Mina, fácilmente
identificable por las antenas de su cima y los grandes molinos generadores de
energía eólica.
Y cuando ascendemos un poco más, queda a nuestros pies Güime
y, al fondo, Arrecife, con su tan emblemática como horrenda Torre
que da cobijo a un hotel y que algunos no acertamos a entender cómo, pero sobre
todo porqué,
fue autorizada su construcción.
En nuestra ascensión va quedando a nuestra derecha Montaña
Guatisea, a la que espero poder “hincarle el diente” en las próximas
semanas.
Aprovechamos el primero de los tres fuertes giros a la
izquierda que hace el camino de subida hasta el cráter para hacer una parada
técnica y esperar a algún rezagado que se ha entretenido por demás haciendo
fotos. Es buen momento para charlar distendidamente, conocernos un poco más y
mejor y sacar alguna foto del pueblo de Montaña Blanca, que ya dominamos en
su totalidad desde esta altura.
Conforme ascendemos el camino se vuelve más pedregoso,
haciéndose algo más difícil caminar. La pendiente se agudiza y los
participantes comenzamos a distanciarnos algo más que en los primeros metros.
Un poco más arriba, en el siguiente giro fuerte a la izquierda, ya casi
llegados al cráter, hacemos otra parada para reagruparnos.
El fondo del cráter es de fácil acceso. Es una explanada
amplia, de unos 200 metros de diámetro más o menos, bordeado en su vertiente
abierta, la que da al pueblo de Montaña Blanca, de una pared
antigua, hecha de piedra y como de un metro de alto.
Al llegar vemos por encima de nosotros y a nuestra izquierda
una cruz
en uno de los bordes del cráter. Nos parece punto obligado de parada y foto de
grupo por lo que, girando a la izquierda subimos sin dificultad alguna hasta la
cruz donde procedemos a dejar constancia gráfica de nuestra presencia
allí.
De las dos fotos que adjunto, la primera es de César
Piret y las restantes mías
Desde la cruz quedan todavía, para llegar a la cima, 400
metro de recorrido y unos 70 metros de desnivel a superar. Como la rodilla ha
comenzado a darme algo de guerra, me arranco de los primeros para atacar lo que
nos queda de subida y aprovecho para volverme y fotografiar al grupo y el
panorama.
La verdad es que el tramo final es fácil y no se requiere
esfuerzo alguno para llegar.
El viento ha empezado a correr y como la tarde va declinando
algo, la temperatura baja. Cuando llegamos arriba mis compañeros de ruta, más
previsores que yo, tiran de sus quitavientos, en los que se embuten. Yo pongo
cara de tío duro y tengo que aguantarme con la camiseta de manga corta al
habérseme olvidado echar la correspondiente prenda a la mochila. “Eso, ‘pa’
que aprendas” me digo para mis adentros.
Las vistas desde la cima de Montaña Blanca son
espectaculares. Tiene 596 metros de altitud “oficiales”, aunque mi gps me marca
599 y, por más que me pongo de puntillas todo lo que puedo y levanto el brazo
hasta casi descoyuntármelo, no logro que me marque los 600 metros justos. Nada:
para otra vida a ver si me reencarno en un Pau Gassols y así lo tendré chupado.
Me impacta de gran manera lo que a mi me parece la inmensa
belleza, con sus voluptuosas curvas, de la pequeña Montaña Bermeja, muy por
debajo de nosotros (315 metros).
Un poco más allá de Montaña Bermeja, mirando en
dirección a Puerto del Carmen, vemos las canteras de basalto en la zona de Las
Majadas. Entiendo que las canteras representan riqueza y que
proporcionan recursos económicos a la gente de la zona, pero no se puede negar
que constituyen una agresión al medio natural y que, concluida la explotación,
se tardarán siglos en que desaparezca la acción de la mano del hombre.
Desde nuestra privilegiada posición también tenemos un
control visual total sobre el aeropuerto de Lanzarote.
El sol va perdiendo altura y las sombras comienzan a
extenderse por La Geria. Montaña Guatisea se mantiene aún
completamente iluminado.
En la vertiente que da a Guime hay una cruz
encajada entre rocas mirando a dicha localidad. Quizá puesta por alguien que
espera la protección de lo que representa el símbolo.
Al lado, una elevación rocosa que sirve para que Angie
muestre su capacidad de equilibrio y su poco miedo a las alturas.
Aunque aún falta algo más de una hora para que el sol
comience a ocultarse, el grupo decide quedarse a esperar la puesta de sol ya
que la presencia de algunas nubes promete que pueden haber momentos preciosos.
Durante la espera, se charla y cambian opiniones y
experiencias, posibilitando el conocerse un poco más y mejor.
Conforme el sol va bajando lo hace también la temperatura.
Pero el espectáculo que se nos ofrece compensa. Se toma asiento, decrece un
tanto la conversación y se va dejando que hable la naturaleza. Lo que dice
entra por los ojos, más que por los oídos.
Y cuando el sol empieza a rozar las primeras cumbres, César
Piret y Siboney Tabares aprestan sus cámaras para captar esos momentos
mágicos en que la luz juega al escondite con las sombras.
Ninguna de mis fotos podría mostrar tan magistralmente la
magia del momento como una de las de César Piret.
Según se ha ido ocultando el sol ha arreciado el viento y ha
bajado considerablemente la temperatura, por lo que le anuncio a mis compañeros
que voy a tomar la delantera e iniciar el descenso, también antes de que las
sombras cubran el sendero de bajada. Mi lesión me obliga a extremar las
precauciones.
Justo cuando voy a comenzar la bajada tengo la oportunidad
de captar uno de los últimos rayos de sol que besa el borde del cráter de
Montaña Blanca y alarga sus brazos como queriendo hacer cosquillas a Arrecife.
Todo un espectáculo.
En la bajada me acompañan tres de las chicas que han
participado en la marcha.
Bajamos por un sendero que discurre por dentro de las
paredes del cráter hasta llegar al fondo de la caldera. Hay piedra suelta, pero
se camina bien. Conviene extremar el cuidado para evitar algún resbalón.
Cuando salimos de la caldera decidimos caminar POR FUERA del
camino, por su lado derecho. El camino tiene muchísima piedra suelta que, en la
bajada, puede jugarnos alguna mala pasada. Existe un senderillo, no muy claro
en algunos momentos, que nos permite salvar la parte más complicada con
relativa comodidad. Terminado el mismo, nos incorporamos al camino y rematamos
nuestra ruta en el mismo lugar donde nos reunimos.
Una tarde inolvidable para una experiencia enriquecedora.
¡¡Gracias a todos los participantes!!.
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