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El 3 de enero de 2017, con otros tres
amigos, fuimos a realizar esta ruta. Cuando llevábamos andados casi 4
kilómetros la cortina de agua que caía era de tal magnitud (y lo que se veía en
el horizonte presagiaba mayor intensidad de agua todavía) que tuvimos que
darnos la vuelta y anular el intento. Ha sido la primera vez en mi vida que he
desistido de una ruta por el agua.
Unos días después le propuse este mismo
recorrido al responsable del Grupo de Senderismo de la empresa Catelsa,
al que le pareció idónea para “desengrasar” de los polvorones navideños, por lo
que nos dispusimos a llevarla a cabo durante la mañana del 14 de enero de 2017,
asistiendo una treintena de personas.
El recorrido es lineal, de ida y
vuelta, de poco más de 7 kilómetros en cada dirección (14,5 en total) y el
desnivel poco relevante pues únicamente tiene los 160 metros de bajada al río
Araya y luego, a la vuelta, volver a subirlos a través de un camino
cómodo, de cemento en su mayor parte.
Navas del Madroño se sitúa a la derecha de la carretera
yendo desde Cáceres. En época de la trashumancia era un lugar de parada obligada
para los pastores que subían o bajaban por la Cañada Real de las Merinas
y aquí, donde ahora está el pueblo, había un conjunto de ventas que atendían
las necesidades de los pastores. Hace muchos años el nombre del pueblo era Las
Ventas y actualmente el gentilicio de los vecinos sigue siendo el de “venteros”
aunque el nombre del pueblo cambió en el siglo XVIII al independizarse de Brozas,
localidad de la que hasta entonces dependía, y pasó a denominarse Navas del
Madroño.
Inicialmente nos habíamos citado en la Plaza
de la Constitución, que data del siglo XVII. Allí está su
ayuntamiento, en el que se conserva su pórtico de 8 arcos.
A pesar de nuestra cita inicial, entramos en
el pueblo por su calle principal que coincida, exactamente, con la citada Cañada
Real de Merinas y llevamos los coches hasta las inmediaciones de la Iglesia
de Nuestra Señora de la O, el principal monumento del pueblo y que está
al lado de la Plaza. Es, junto con la Ermita de Santo Domingo (punto final
de la ruta) el único edificio religioso del pueblo.
Levantada a mediados del siglo
XVIII está construida en mampostería, siendo de sillares graníticos las
esquinas y contrafuertes y según los documentos de que se dispone los vecinos
del pueblo costearon los materiales por un importe total de 106.000 reales.
Justo al otro lado de la calle de la
plazoleta que hay delante de la puerta de la iglesia, una antigua casa señorial
tiene un magnífico escudo en la fachada, a la altura de la segunda planta, que
no nos pasa desapercibido.
Un elemento peculiar de la arquitectura
popular de Navas son las chimeneas, de diferentes formas y
tamaños aunque, generalmente, alargadas. Puede pasarse un rato ameno yendo “a
la caza” de chimeneas por las calles del pueblo.
Dejando la iglesia a nuestra izquierda y la
callejuela que lleva a la Plaza de la Constitución a la
derecha, caminamos unos 200 metros, para coger la calle Valle del Pino, que
sale por la derecha y que nos llevará enseguida fuera del pueblo. Así estaremos
ya en el Camino Viejo de la Ermita, que es el que sigue la gente del
pueblo cuando peregrinan a la misma en el día del patrón.
Enseguida llegamos a un cruce en el que a la
derecha hay unos abrevaderos para ganado mientras que en el lado izquierdo
podremos ver un panel informativo sobre la ruta “Cabeza de Araya”.
Seguimos caminando por un camino de tierra
que discurre entre paredes de piedra a ambos lados. Aproximadamente un
kilómetro más adelante hay una bifurcación del camino con una gran piedra en el
medio. Podemos, indiferentemente, por uno y otro lado pues continuaremos luego
andando de frente.
A unos cuatrocientos metros podremos ver a
nuestra izquierda la entra a la finca “La Mora Encantá”, con una preciosa
reja de entrada realizada en forma.
Otros 500 metros y veremos que el camino se
divide en tres. Nosotros seguimos por el del centro quedando a nuestra derecha
un pequeño olivar.
A partir de aquí vamos teniendo ante la
vista campos desarbolados, dominados con frecuentes peñas de granito y donde los
arbustos abundan. Junto a las propias paredes de la calleja aparecen retamas,
zumaque, cantuesos, torviscos, escaramujos y zarzas.
A nuestra derecha, y apartada del camino
como unos 150 metros, veremos una charqueta para bebida del ganado. El
agua se la suministra el Arroyo de la Retama que discurre de un lado a otro del
camino. Pronto la perderemos de vista, porque el camino discurre a un nivel más
bajo que la pared de ese lado, que nos tapa la vista.
Desde que hemos tenido a la vista la charqueta
(hay otra al lado izquierdo del camino, aunque un poco más pequeña), el camino
va descendiendo hasta un punto que veremos una pequeña explotación ganadera a
la izquierda. Ahí el camino hace un pequeño zig-zag (derecha-izquierda).
Unos ochocientos metros más adelante veremos
que el camino se bifurca. Hemos de coger el de la derecha, que estará cerrado
con una cancela que debemos dejar cerrada, como la encontremos, ya que en la
finca, que es pública, hay ganado suelto.
Nada más pasar la cancela tuvimos la
anécdota de la jornada. Había bastantes vacas paridas recientemente (muy
celosas en el cuidado de sus chotos). Con el grupo venían tres de personas con
perros y quizá debido a ello una de las vacas se acercó peligrosamente a
nosotros. Además se volvía sobre sus pasos y volvía a girar y se acercaba cada
vez más. Por fin se marchó y pudimos continuar sin mayor incidencia.
Seguimos por la pista, en muy buenas
condiciones. Aquí empieza el descenso hacia el río Araya. Cuando hayamos
recorrido unos 700 metros en continuo descenso veremos otra charqueta
amplia a la izquierda del camino y muy cerca del mismo. Si se va con más gente,
es un buen punto para un reagrupamiento.
A partir de aquí el camino, en continuo y
pronunciado descenso, es de cemento. Hasta hace unos años el sendero bajaba más
por la izquierda, paralelo al Arroyo del Almendro, que baja por
ese lado y cerca de nosotros hasta desembocar en el Araya. El mismo sendero
luego subía en busca de la Ermita. El acondicionamiento ha
hecho desaparecer el encanto del antiguo sendero, pero lo ha hecho más cómodo y
exento del peligro de resbalones y caídas.
Aunque la bajada es pronunciada, se hace con
comodidad. Poco antes de llegar al caucel del río Araya hace un brusco
giro a la izquierda de modo que se camina paralelo al río y sin cruzarlo.
Enseguida veremos el cauce del Arroyo del Almendro que baja por nuestra
izquierda. Cuando pasamos nosotros, apenas si lleva un hilillo de agua.
Del antiguo puente sobre el Araya
no queda prácticamente nada, solo uno de sus ojos y algo del pretil que
discurría por arriba. Se dice en Navas que el puente, al poco tiempo
de ser construido, se vino abajo a consecuencia de una gran avenida de aguas y
que nunca se reconstruyó.
El Araya cruza por debajo del camino de
cemento sin que el caudal que lleva sea relevante. Y eso que estamos en pleno
invierno. Supongo que en cuanto llegue mayo quedará reducido a nada.
En cuanto pasamos el río vemos el sendero
que sale por la derecha para subir a la ermita. Es una pequeña cuesta: unos 70
metros de desnivel en un recorrido de 800 metros.
Cuando estamos ya casi arriba vemos a
nuestra izquierda la Casa del Corral, con una estructura
de círculo perfecto que, desde el aire parece trazado con un compás. Me acerco
y compruebo que hay algún hueco (ventana) al que le falta el cierre. El
interior está semiderruido.
Apenas unos pasos más nos sitúan en nuestro
destino, la Ermita de Santo Domingo, patrón de Navas y destino de la
romería que todos años realizan los venteros. No es muy grande, con una pequeña
explanada en su parte delantera y bancos corridos adosados a su fachada y a uno
de los laterales de la explanada, cerrada con traviesas de aluminio oscuro.
La ermita, cuya construcción está fechada en
el siglo
XVI y con reformas posteriores, es una modesta obra de mampostería y
sillarejo con una fachada que presenta un vano de entrada adintelado de
granito, precedido de un pequeño atrio y coronada por una espadaña.
La ermita permanece cerrada habitualmente, a
excepción del día en que se celebra la romería del patrón que es el Domingo
de Resurrección. El edificio tiene construcciones ganaderas anejas en
su lado derecho, según se mira la fachada.
Frente a la ermita, como a unos doscientos
metros, está la llamada Casa del Vicario.
Tras una media hora de descanso y reposición
de fuerzas con el bocadillo, nos hacemos la foto de grupo.
Terminada la visita regresamos a Navas
disfrutando de los callejones formados por antiguos muros de piedra.
Cuando estamos a punto de llegar al pueblo,
una finca a nuestra izquierda nos deja ver un antiguo pozo provisto de su
sistema de cigüeñal para sacar el agua, método muy extendido en Extremadura
pero del que van quedando pocos vestigios.
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