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Habíamos proyectado la realización de esta ruta con gran
ilusión, pero las previsiones de lluvia abundante para el día en cuestión (26
de octubre de 2013) nos llevaron a desistir de hacerla. Solo la víspera, ya
tarde y bien anochecido, al ver que dichas previsiones habían mejorado de un
modo sustancial (seguían esperándose lluvias, pero más débiles), nos animamos a
hacerla.
Nos pusimos en marcha temprano, de modo que a eso de las
9,30 habíamos pasado ya Deleitosa y nos dirigíamos a nuestro destino: Campillo
de Deleitosa, municipio con unos mal contados 80 habitantes.
Según avanzábamos por la carretera, una espesa niebla nos
envolvía. En un momento concreto, tras pasar una curva, superamos el mar de
nubes y quedamos por encima de ellas. El espectáculo nos dejó boquiabiertos.
Tanto que no pudimos sino parar en un ensanchamiento de la carretera; todos
sacamos las cámaras de fotos y le dimos gusto al dedo. Solo aquello ya hacía
que la jornada hubiera merecido la pena.
Juan Antonio, más osado que ninguno de nosotros, se
encaramó, pese al peligro de las rocas resbaladizas, a lo más alto, buscando
las mejores perspectivas.
Los demás nos conformamos con disparar desde más abajo, que
el espectáculo bien merecía la pena.
Cuando quedamos saciados volvimos a montar en los coches
para continuar la marcha pero poco más allá nos vimos obligados a detenernos de
nuevo.
La satisfacción por el espectáculo era evidente. No había
más que mirar las caras.
Tras urgirnos mutuamente para recorrer los escasos
kilómetros que nos faltaban hasta Campillo de Deleitosa, volvimos a montar en
los coches y, casi sin darnos cuenta, entramos en el pueblo.
Justo a la entrada está la Iglesia de San Sebastián, del
siglo XVII, junto a la que pudimos dejar cómodamente los coches.
Tras un primer momento de despiste sobre por dónde encaminar
nuestros pasos (pese a llevar el track, pero sin la previsión de haber
comprobado en qué dirección comenzaba la ruta) nos inclinamos por dirigirnos
hacia la Fuente de los Caños, sita en “El Lejío” que dicen en el pueblo
(¿“El Ejido”?), o Plaza de Francisco Pizarro. La fuente cuenta con tres caños en
uno de sus lados y un gran pilón por el otro, el que da a la plaza. Frente al
pilón, un estanque redondo, punto inequívoco de que inicias la ruta por el buen
camino si sigues dejando fuente, pilón y estanque a tu derecha.
Se sale del pueblo por el llamado Camino de Robledollano, en
buen estado. Tras cruzar el Arroyo de los Enriscaderos, sin apenas caudal
cuando pasamos nosotros y después de recorrido poco más de un kilómetro, una
senda a la derecha nos va a conducir al Puerto de Deleitosa. En los cultivos de
las fincas aledañas algunos madroños con frutos que empiezan a tomar su color,
nos alegran la vista.
La subida al Puerto de Deleitosa tiene un desnivel de 115
metros en 900 de recorrido. No es complicada, pero sí un repechón que
representa el mayor esfuerzo (que no el más complicado) de toda la ruta.
Debido a la abundancia de nubes bajas no pudimos disfrutar
de todas las vistas que sí podían intuirse desde esta altura.
Desde aquí vamos a seguir una pista forestal que nos
llevará, en un continuo descenso, hasta la Garganta de Descuernacabras, a
través de un entorno con eucaliptus y gran abundancia de brezos, durillos,
madroños y retama que hicieron nuestra delicia, no solo por su color sino, muy
especialmente, por el fuerte olor que desprendían y que nos hacían vivir la
delicia del campo.
En nuestro caminar vamos dejando a nuestra derecha la Sierra
del Campillo y a nuestra izquierda el Camorro de la Olivilla mientras se nos
presentan de frente preciosas vistas del valle de Torneros y, tras él, el valle
del Viejas y más allá de Robledollano (que no divisamos por quedar oculto) toda
las alturas de las Villuercas, en un espectáculo que nos obliga a detenernos
una vez más para deleitarnos con las vistas y fotografiarlas.
No hay mejor termómetro de la satisfacción con el entorno
que nuestros propios rostros.
La bajada por la pista es poco más de kilómetro y medio y
cuando llevamos recorrido algo más de un kilómetro ya vemos a nuestra izquierda
la Garganta de Descuernacabras, por la que discurre el Arroyo de Torneros.
A nuestra derecha la Sierra de la Juncaldilla, de pequeñas
dimensiones tanto en extensión como en altura (727 metros).
En esta sierra se aprecia desde donde estamos, con toda facilidad,
la Cueva de los Canchos de Juan Caldilla. Se trata de una oquedad cuya entrada
se sitúa a unos treinta metros por encima del camino; tiene 6 metros de alto
por 9 de ancho y una profundidad de unos 12 metros.
En su momento se encontraron algunos restos óseos en los
alrededores de la cueva, así como de
cerámica (unos veinte) en su interior. También existe en ella (en la pared de
la izquierda, según se entra), y a unos 70 centímetros del suelo, unos
vestigios de pinturas rupestres muy decolorados y, por ello, difíciles de
identificar.
Se dice que el tal Juan Caldilla era un guerrillero maqui
que la utilizó como refugio, si bien yo no he encontrado referencias sólidas
que apoyen dicha afirmación. Además el hecho de que la denominación oficial de
la sierra en que se ubica la cueva sea “Sierra de Juncaldilla” me hace pensar
que la referencia al maqui puede deberse más a la imaginaría popular que a la
realidad histórica. De todos modos, ahí dejo el dato.
Por si a alguien le interesa, a la cueva se accede desde el
camino por el lado derecho, según se la mira desde abajo. Al pie de la cueva
existe una repisa desde la que hay que realizar una pequeña escalada y pasar
por una estrecha repisa. Nada especialmente complicado pero que, como en todo,
no hay que olvidar la prudencia.
Tuvimos la suerte de poder ver, en los riscos existentes por
encima de la cueva, una gran banda de buitres volando parsimoniosamente.
Espectacular.
Tan emocionados bajábamos por todo lo que quedaba a nuestra
vista que pasamos de largo por el punto en que debíamos bajar, a nuestra
izquierda, para recorrer el Canal, objeto principal de la ruta. He de confesar
que el despiste fue mío, que llevaba el gps, por lo que caminamos 500 metros
más de lo debido en una dirección y otros tantos para desandar lo andado. Ello,
no obstante, nos permitió pasar junto a la presa que se ubica en la Garganta de
Descuernacabras y en la que se inicia el canal.
Aún rebasamos unos metros más allá la propia presa y, al
darme cuenta de mi despiste, dimos media vuelta y regresamos “al buen camino”.
Conste que no sufrí reproche alguno de mis amables compañeros.
El lugar por el que se baja junto al cauce del Arroyo de
Torneros no tiene pérdida: desde el Puerto de Deleitosa hemos venido haciendo
una tranquila bajada; pues bien, una vez que se está debajo de la cueva termina
dicha bajada y justo ahí veremos un claro, aunque estrecho, sendero que nos
lleva a las ruinas. Desde el camino puede verse, entre las ramas de los
árboles, los mecanismos que accionaban las compuertas que permitían que el agua
se incorporase de la Presa de las Herrería al canal o que continuase por el
curso del Arroyo de Torneros.
La presa de las Herrerías se construyó en 1897 sobre los
restos de otra presa más antigua, de dudoso origen (romano o árabe) con la
finalidad de que su agua pudiese dirigirse al canal que la llevaba a las
centrales eléctricas a las que ahora me refiero, para la generación de energía.
La bajadita hasta el arroyo y principio del canal se las
trae. No es peligrosa, pero si incómoda, por lo resbaladizo y empinado.
Conveniente utilizar los bastones para retener el cuerpo.
Inmediatamente queda la vista el canal, que invita a
incorporarse al mismo y transitar por su interior.
En este lugar se encuentran las ruinas de la Herrería, del siglo
XIV, apenas visibles desde el canal. Hasta allí llegaban, para su fundición los
materiales que se extraían de las minas existentes a unos tres kilómetros de
distancia en la dirección en que caminamos, al otro lado del Arroyo de
Torneros. Dichos materiales se llevaban a través de una vereda claramente visible
que discurre por la falta del Cerro Calero, Cerros de la Puente, Cerro de las
Minas y Cancho Quebrado, todos ellos, como digo, al otro lado del Arroyo.
A lo largo del recorrido nos vamos a encontrar con las
ruinas de tres minicentrales eléctricas que datan de 1897, 1917 y 1952
respectivamente. El canal que recorremos está directamente relacionado con
ellas.
La primera se encuentra donde el Arroyo de la Gargantilla
vierte sus aguas en el de Torneros y de la misma no quedan sino los cimientos y
algunos vestigios de sus paredes. Al parecer, las crecidas de estos arroyos se
llevaron por delante todo lo demás.
No nos animamos a bajar hasta estos restos y seguimos por el
interior del canal.
Justo antes de una curva del canal, vuelvo mi vista atrás
para sacar una última foto a la Sierra de Juncaldilla.
El entorno es precioso y en el ambiente sigue flotando el
aroma de las plantas que nos rodean lo que influye, sin duda alguna, en el buen
humor del grupo.
Al llegar a la altura del Arroyo de Valdetrocas el canal
tiene un primer arco, un ojo por el que pasa el poco caudal que ahora lleva
este arroyo.
Unos pocos metros más allá, en un lugar en que el canal hace
una ligera curva, un segundo ojo.
Y otro poco más allá, al otro lado del Arroyo baja una
profunda torrentera por la Loma de Valdetrochas. Cuando haya abundancia de
lluvias el agua debe bajar rápida por ahí.
Una pequeña higuera pegada a la pared del canal llama
nuestra atención. Ni un solo fruto con la madurez suficiente que podamos coger.
Algunos higos secos y solo uno todavía demasiado verde.
He de decir que, a estas alturas, todos los componentes del
grupo estamos absolutamente impresionados por la obra de ingeniería tan
imponente que es el canal que estamos recorriendo. Y por su perfección.
Los materiales con que está hecho el canal son,
fundamentalmente, pizarra, cuarcita y mortero de cal y arena y cuenta con
numerosos contrafuertes, a lo largo de todo su recorrido, en los tramos en los
que existe una mayor pendiente en la ladera sobre la que está construido, al
objeto de soportar mejor la presión del agua.
En algunas zonas de su recorrido, el remate superior de la
pared que mira al río se ha cubierto con lanchas de pizarra más anchas que la propia
pared, lo que contribuye a evitar la humedad en la misma a la vez que ayuda a
verter con comodidad los excesos de caudal que pudieran producirse en algunos
momentos. Además, de trecho en trecho la pared presenta una rebaja,
perfectamente realizada, de unos quince centímetros que servía como aliviadero
cuando el canal iba demasiado lleno.
También nos llamó la atención que en puntos determinados,
antes de algunas curvas, se hubieran colocado dentro del canal rocas de
considerables dimensiones que servían para frenar la rapidez del agua antes de que
llegara a dichas curvas, con lo que se evitaba su embestida contra las paredes
y ayudaba a su conservación.
Por lo que se refiere al origen del canal primitivo no he
sido capaz de encontrar ningún estudio científico que se refiera a ello. No
obstante parece indubitado que el canal está directamente relacionado con las
minicentrales eléctricas y, de hecho, los datos que tenemos apuntan en tal
dirección.
La construcción de la primera central coincide temporalmente
con la reconstrucción de la Presa de las Herrerías, en 1897 por iniciativa,
parece, de algún empresario originario de Bilbao. De entonces dataría el primer
tramo del canal, precisamente el que discurre desde la presa (a la que, con
esta finalidad, se le cambia la compuerta que hasta entonces tenía de madera
por otra de hierro) hasta la central ubicada en La Gargantilla, es decir, a
pocos metros de la propia presa.
Esta primera central no sobrevivió mucho tiempo pues al ser
muy escaso el desnivel desde el canal hasta las turbinas, la producción de
energía no compensaba su mantenimiento.
A dos kilómetros del inicio del canal nos encontramos con la
parte más imponente del mismo, algo verdaderamente espectacular, una
construcción de trazado elegante y de una gran belleza estética. Es el Acueducto
de unos 80 metros de longitud, construido en el paraje llamado El Cabronil
donde, para salvar una profunda vaguada, traza una amplia curva, alzándose 7 u
8 metros del suelo y contando con una treintena arcos sobre los que discurre el
canal.
Los arcos están construidos con mampostería de pizarra y se
apoyan en un ancho muro de piedra de unos cuatro metros de ancho.
Todos coincidimos en que, por la belleza del lugar, aquí es
donde tenemos que hacernos la foto “oficial” del grupo.
A la derecha del acueducto, en la zona más próxima al Arroyo
Tornero, se encuentra la segunda minicentral, que data de 1917.
Fue con motivo de la construcción de esta segunda presa
cuando se amplió el canal, prolongándose desde donde se había dejado en 1897
hasta aquí.
En este punto el desnivel desde el canal es de unos diez
metros, lo que permitía una mayor producción de energía y la obtención, por
tanto, de una mayor rentabilidad. Más o menos en el punto donde comienza el
acueducto (donde nos hicimos la foto de grupo) es el punto desde donde bajaba
el agua, a través de tuberías, hasta las turbinas de la minicentral eléctrica
ubicada más abajo.
Dicha minicentral estuvo operativa hasta 1953, año en que
entró en servicio la tercera de las minicentrales, que encontraremos un poco
más adelante y de la que luego hablaremos.
De la minicentral aquí situada solo quedan las paredes y
poco más.
Como he dicho más arriba, éste es el punto más llamativo de
todo el recorrido, motivo por el que no dudamos en inmortalizarnos junto a tan
bella construcción.
Resulta necesario aludir aquí a la figura de un importante
empresario, que adquiere en este punto especial protagonismo. Se trata de Don
Eusebio González Martín, hombre hecho a sí mismo.
Nació el 14 de agosto de 1887 en Puerto de Béjar
(Salamanca). Hijo de un jornalero de una fábrica de curtidos de dicha localidad
y un ama de casa (Pablo y Eulogia), naturales de Becedas (Ávila). Fue el mayor
de ocho hermanos, por lo que no pudo asistir a la escuela regularmente al tener
que ayudar al sostenimiento de la economía familiar.
El padre murió cuando Eusebio tenía 14 años de edad. El
maestro del pueblo, conocedor de la inteligencia natural de Eusebio, le daba
clases por las noches, ya que no podía asistir a la escuela por tener que
ayudar a sacar adelante a la numerosa familia.
Eusebio González aparece en la provincia de Cáceres, ya como
empresario cuando en 1927, siendo aún soltero, con 40 años, monta un negocio
maderero en Guadalupe. Y hay que señalar que no era, ni mucho menos, su primer
negocio. Eusebio González llegó a contar con empresas en Salamanca, Ávila,
Cáceres, Badajoz, Cuenca, Toledo y Sevilla y diversificó su actividad en
múltiples frentes, destacando la madera, la producción de energía eléctrica y
la telefonía.
Según un estudio académico del que dispongo (realizado por
la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad
Complutense de Madrid en 1994), en el año 1930 Eusebio González suministraba
energía eléctrica a Berzocana, La Calera, Cañamero, Garciaz, Guadalupe, Madroñera
y a una parte de Alía. En concreto, a un total de casi 16.000 personas.
Eusebio González falleció en Puerto de Béjar el 26 de enero
de 1961, a los 73 años de edad. En aquel momento sus empresas contaban con una
plantilla de casi 1.500 trabajadores, de los que 356 estaban en la localidad de
Guadalupe. Tenía 9 hijos y 55 nietos.
Siendo un hombre de amplia visión empresarial, resultó
lógico para él que, consumiendo mucha energía su industria maderera de
Guadalupe, necesitaba abaratar sus costes, para lo que decidió producir él
mismo su propia electricidad, de ahí que se hiciera con la minicentral a que he
aludido antes (la construida en 1917 y que se ubicaba junto al acueducto).
Siendo una instalación ya anticuada y con una producción de energía relativamente
escasa, dado el desnivel de 10 metros de caída del agua desde el canal, decidió
continuar la construcción del mismo hasta una minicentral que había comenzado a
construirse en 1912 pero cuyo proyecto se había abandonado dado el elevado
coste que tenía prolongar el canal durante dos kilómetros, máxime cuando tenía
que salvarse, además, el gran desnivel existente en el lugar donde Eusebio
González construyó el acueducto.
De tal modo Eusebio González acometió las obras de
prolongación del canal en dos kilómetros en 1945. Se construyó el acueducto y
se terminó de construir la minicentral ubicada a los pies de los Cerros de la
Puente, la más próxima a Campillo de Deleitosa. Terminadas las obras del canal
e inaugurada esta última minicentral en 1953, se procedió al cierre de la que
había estado en funcionamiento desde 1917.
Esta tercera minicentral se mantuvo activa hasta 1969.
Tras habernos deleitado con el acueducto, continuamos la
ruta por el interior del canal del que observamos que, poco a poco, va
adquiriendo una mayor anchura y observamos que se encuentra más limpio en su
interior, lo que contribuye a que se puede caminar con mayor comodidad.
Al otro lado del Arroyo de Torneros, el Cerro de las Minas.
Respecto al nombre de dicho Cerro no hay que hacerse muchas preguntas, pues los
vestigios de las explotaciones mineras quedan bien a la vista. También el
camino por el que se llevaba el mineral hasta las Herrerías a las que nos
referíamos antes.
Justo donde termina el Cerro de las Minas, confluyen las
aguas del Arroyo de Torneros con el Arroyo de Fresnedoso. Y no siendo esto de
la confluencia de dos “ríos” algo habitual para nosotros, no podemos evitar
fotografiarlo.
Prácticamente enfrente de la confluencia de los dos arroyos,
el canal está atravesado por encima por cuatro grandes lanchas de pizarra.
Originalmente debieron ser cinco, pero una ha desaparecido. Al parecer, era un
paso para que el ganado pudiera cruzar el canal de un lado a otro sin
problemas. Considerando que es buen sitio, paramos para descansar un rato y
reponer fuerzas.
Cuando retomamos el camino nos damos cuenta que estamos
llegando al final del recorrido. La anchura del canal es ahora más del doble
que hace un rato, pues alcanza casi los dos metros de anchura.
Y llegamos al final. El canal profundiza un metro y se
ensancha. Dos compuertas controlaban la evacuación del agua. Una cuenta con una
rejilla para evitar que piedras u otros productos bajaran por las tuberías
hacia las turbinas de la minicentral. La otra, más pequeña, seguramente solo
para seguridad, por si la cantidad de agua que llegaba era demasiada y había
que aliviar.
Según bajamos hacia las ruinas de lo que un día fue un
pulular de actividad, vemos desde el otro lado la enorme compuerta de hierro y
los restos de la tubería por la que, vertiginosa, bajaba el agua.
Del edificio de la central solo quedan las paredes. Todo el
techo ha desaparecido.
En el interior del edificio… restos de tejas y algún árbol
creciendo, que contribuirá a la total ruina de lo poco que queda.
He leído que la entrada de agua, al llegar al edificio, se
bifurcaba en dos para alimentar a las dos turbinas que generaban la energía.
Ya no queda nada. Al parecer el agua se ha llevado también
la plataforma natural de tierra que había delante del edificio. Abajo, solo el
Arroyo con un caudal amplio, relativamente profundo que ahora solo sirve para
que Buffy y Nora, el pitbull y el labrador que nos han acompañado durante la
ruta, jugueteen un rato con el agua.
La vuelta hacia Campillo se hace yendo por una estrecha
vereda que discurre muy próxima al arroyo. Aunque a ratos parece perderse, se
localiza sin mayor dificultad. Sí conviene caminar muy atentos, pues a veces es
muy estrecha (20 o 25 centímetros) y sin sujeción alguna por el lado derecho.
Tenemos que cruzar el Arroyo de los Enriscaderos, que baja
con fuerza, pero escaso de agua. Nosotros lo hicimos por dos sitios distintos
pues el escaso caudal lo permitía.
A nuestra derecha, al otro lado del Arroyo de Torneros, las
ruinas del antiguo molino y un poco más allá, el Puente Viejo o Puente del
Conde, recientemente restaurado y que presenta una superficie lisa y fácilmente
transitable.
Y prácticamente hemos terminado la ruta. Solo nos queda
enfrentarnos a una subida con un desnivel de 150 metros en dos kilómetros de
recorrido y habremos llegado al pueblo pasando, eso sí, al lado del cementerio.
Juan Antonio y yo nos adelantamos unos metros al resto del
grupo. Íbamos totalmente absortos en nuestra conversación, tratando de arreglar
los problemas de España. No logramos solucionar todos los problemas, pero nos
quedan más rutas. Todo se andará. Vicente Pozas inmortalizó el momento con esta
estupenda foto.
Y llegando al pueblo dimos por finalizada una ruta sobre la
que todos coincidimos en que nos había sorprendido mucho y muy gratamente.
NOTA.- Algunas de las fotos que ilustran esta crónica son de Julia Gonzalo. ¡¡Gracias!!
Como siempre que compartes tus viajes por el campo, no puedo por menos que felicitarte. Desde luego la ruta tiene una belleza singular pero tus relatos nos hacen sentir un pesar enorme de no haber podido disfrutar esa jornada con vosotros. Gracias por este testimonio que puede servirnos de ayuda para poder disfrutarlo, igual que vosotros, en alguna ocasión.
ResponderEliminarGracias, Alicia
Eliminarla tomaremos en nuestro calendario para futuras rutas. aunque es posible que necesitemos algún guía. sera una gozada pasear por el canal.
ResponderEliminaren nombre el Club, un abrazo emilio.
Me alegro que te haya gustado, Emilio. Y, por supuesto, podéis contar conmigo para acompañaros cuando decidáis hacerla con el Club Michaelus. Desde luego, merece la pena.
EliminarNo me he resistido a verla de nuevo. Fue un recorrido precioso y leyendo de nuevo el relato entiendo por qué me gusta tanto recorrer los caminos. Gracias Teo!
ResponderEliminarGracias, Julia. Sí, realmente fue una preciosidad.
EliminarBueno pues después de empollarme todo el reportaje, no me queda otra que felicitar al autor, tanto por las fotos como por la ruta y tu forma de compartirla. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn saludo desde Cañamero
juanma
Gracias, Juanma. Me alegro que te haya gustado.
EliminarMuchas gracias por mostrarnos una ruta tan bonita, y tan cercana a nosotros, que tenémos pendiente en nuestro calendario para este año, y aun no conocemos, esperemos no perdernos gracias a tus explicaciones.
ResponderEliminarUn saludo desde el Club de Senderismo Maragatos de las Villuercas, de Guadalupe.
Gracias, Maragatos. La ruta es una preciosidad y me alegro que os haya gustado la crónica.
EliminarY las gracias a vosotros, que os volcásteis en atenciones cuando en la de Alfonso Onceno del pasado año tuve aquélla caída.
¿Tenéis la costumbre de llevar los perros sueltos (uno de ellos, incluso, catalogado como peligroso en todas las ordenanzas municipales)?
ResponderEliminarYo, personalmente, nunca llevo mi perro a las rutas, pues es un perro pequeño, casero, de compañía. Pero por aquí tenemos la costumbre de respetar las decisiones que toman el resto de las personas. Máxime cuando se trata de personas responsables, como es el caso.
EliminarEn esta provincia yo no conozco NI UN SOLO ayuntamiento en cuyas ordenanzas municipales se cataloguen los perros por su peligrosidad. Imagino que en Españaza quizá existe alguno que lo haga.
He echado de menos tu opinión sobre la ruta que, en definitiva, es lo importante en este blog.
En todo caso, gracias por el comentario.
Muy completa la ruta y muy buena pinta. La haré este domingo. He entrado desde un enlace en WIKILOC. Está muy completo y cargado de fotografías. Estupendo. Por cierto, algunas fotos muy bonitas, aunque pelin pasadas de procesado, para mi gusto, aunque eso siempre es personal.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias por tu opinión. Me alegro que te haya parecido completa la descripción y abundantes las fotos.
EliminarTe aseguro que la ruta te encantará.
Buenos dias Teófilo, pertenezco a una Asociación de Almaraz y queremos realizar esta ruta. Podrias enviarme el archivo con la ruta y el perfil de la misma?
ResponderEliminarMe ha parecido muy interesante la descripción y los datos históricos. Y no solo de esta sino también de la de los molinos.
Gracias y saludos
Hola Vicente, buenos días. Me alegro que os haya gustado y que os pueda resultar útil tanto la descripción como el track para GPS.
EliminarSi te fijas arriba del todo, ante de comenzar la descripción de la ruta, aparece uj enlace Wikiloc (pone "pulsar aquí"), que te lleva a Wikiloc, donde puedes descargarte el track con todos sus waypoints.
Si tienes la más mínima dificultad para conseguirlo, dímelo y te envío el track directamente a tu email.
Un cordial saludo.
Teófilo Amores