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Realizada en automóvil el 4 de septiembre de 2004.
Como estamos de vacaciones nos hemos levantado sin prisas, por
lo que salimos a eso de las 10,30 de Playa Blanca en dirección a Femés.
Este pueblo se ubica en lo alto del macizo montañoso que da
inicio al monumento Natural de Los Ajaches.
Desde el mirador de Femés pudimos contemplar las preciosas
vistas que hay sobre Playa Blanca.
Al lado de Femés, está famosa Atalaya, que con sus 608 metros
de altitud es la máxima altura de la parte sur de Lanzarote y es uno de los
mejores miradores de toda la Isla, divisándose sin dificultad Fuerteventura.
Aunque se puede subir hasta arriba, decidimos dejar la visita para otra
ocasión.
Desde Femés decidimos bajar a conocer Playa Queimada, por lo
que vamos hasta allí a través de la carretera que pasa por Las Casitas.
La gente de Playa Quemada es, fundamentalmente, marinera aunque
el turismo es creciente.
Recibe este nombre por el color de su arena.
Queremos ir a Puerto del Carmen por la costa, pero al no
existir carretera fácilmente transitable nos vemos obligados a volver a la
carretera general LZ-2 para bajar luego a Puerto Calero y, desde allí llegar a
Puerto del Carmen.
En Puerto Calero no nos detenemos más que para sacar una foto
al bonito monumento que hay en una de las rotondas de la carretera que lo
circunvalan.
Visitamos brevemente Puerto del Carmen, que nos parece un
pueblo típicamente lanzaroteño, cuyas casas tienen, normalmente, una o dos
plantas y están pintadas, casi exclusivamente, de color blanco, lo que le da un
indudable atractivo.
Nos acercamos a visitar la playa, desde luego, pero lo hacemos
desde el paseo que discurre paralelo a la misma.
Nos decidimos a ir al otro lado de la isla, a la otra costa,
para visitar El Golfo y su famoso Charco de los Clicos. Pero dada la hora que
es, nos animamos a parar por el camino. Nos apetece probar aquí, que es su
sitio, las papas con mojo picón.
Repuestas las fuerzas, pasamos por Yaiza y llegamos a El Golfo
Nada más llegar encontramos un amplio aparcamiento que nos
permite dejar el coche para acercarnos andando al Charco.
Al pie del aparcamiento, una pequeña y coqueta cala donde descansan
al sol varias barcas de pescadores.
El Golfo propiamente dicho (no el pueblo, sino el golfo de mar)
se asienta en medio de una caldera de enormes dimensiones que se formó a raíz
de las erupciones volcánicas de 1730. En esta zona las olas del Atlántico
tienen mucha fuerza, lo que ha provocado que la caldera del volcán haya sido
seccionada por la mitad quedando en medio de la caldera un roque aislado,
separado del resto del cono. La otra mitad ha desaparecido por la acción de las
olas.
Una pasarela recorre el lateral de la Montaña del Golfo para
que los turistas puedan llegar cómodamente al objeto principal de la visita.
Este cráter es uno de los ejemplos existentes de algo que se
llama “hidrovulcanismo”: erupciones en que existe una interacción entre el magma
y el agua.
En el interior del cráter se encuentra la famosísima laguna con
aguas de color verde conocida como Charco o Laguna de los Clicos, que está
conectada al mar por grietas subterráneas. La laguna está separada del mar por
una playa de arena que ocupa parte del antiguo cráter. Su curiosa coloración,
de un intenso verde esmeralda, se debe a la acumulación de un alga: la ruppia
marítima.
Recreados por esta maravilla de la naturaleza, volvemos a coger
el coche para continuar, en dirección sur.
A poca distancia de El Golfo se encuentran los Hervideros, que toman
su nombre de la aparente ebullición del agua del mar al chocar violentamente
contra las cuevas submarinas y acantilados volcánicos que se formaron tras la
erupción de Timanfaya en 1730. Los brazos de magma que llegaron al mar por las
coladas en la erupción del volcán, hoy son roca solidificada con una gran
cantidad de cavidades, huecos y restos de lava de todos los tamaños y formas.
Cuando las olas del mar golpean con fuerza contra estas rocas,
el agua sube hasta la superficie por los agujeros y cavidades. El espectáculo
es una maravilla: la espuma sube por los huecos dejados por la lava
solidificada y da la sensación de que el agua estuviera en ebullición. De ahí
su nombre.
Todavía un poco más al sur se encuentra un sitio de interés
científico: las Salinas de Janubio. Se trata de un lago de agua salda robado al
mar por un talud artificial de tierra y arena. Es una superficie de 440.000
metros cuadrados.
El agua proveniente del mar se deposita en los “cocederos”,
grandes rectángulos acotados por muros de piedra donde el agua se evapora al
sol.
Janubio comenzó a configurarse como salinas en 1895 y la
construcción del salinar comenzó a finales del siglo XIX.
Que expocición tan bonita.Me ha encantado
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