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Realizada durante la mañana del 6 de noviembre de 2013.
Magnífica temperatura, en torno a 16-18 grados. Abundante niebla en algunos
momentos y nubes toda la mañana, lo que nos permitió caminar sin un calor
excesivo.
Solo dos personas, con la compañía de un perro. Ruta
eminentemente llana y muy cómoda en cuanto al firme.
Dejamos el coche junto a la Plaza del Ayuntamiento y la
Iglesia de la Asunción.
Nos vamos a dirigir al que llaman “Camino de Albalá”, pero
en vez de ir por la calle General Sanjurjo, que nos llevaría directamente, lo
hacemos por la de la Ermita de San Antonio, pues queremos visitar primero la
Ermita que le da nombre, del siglo XVIII. Es un rodeo que nos lleva un par de
minutos tan solo.
Antes de llegar, nos sorprende la entrada de una casa que ha
aprovechado para su fachada lo que parecen antiguas columnas y balconada de
piedra.
Al salir del pueblo, en un parquecito, en el lugar que
llaman El Ejido, cruzamos el río Salor pasando sobre el Puente Grande, un
precioso puente romano de cinco ojos y dos amplios desagües laterales. Su
estado de conservación es magnífico.
A poco de pasar el puente, y cuando enfilamos el camino, un
precioso crucero a nuestra izquierda. Su estado de conservación es magnífico.
El pedestal tiene tres escalones y la cruz que lo remata, completa y llena de
un musgo de muchos años bajo el que parece que se adivina la figura de un
crucificado.
Los primeros metros nos sorprenden, pues son de firme
encementado, pero enseguida lo superamos para pisar tierra, más acorde a
nuestro gusto. El campo verdea; nos sorprende ver numerosas callejas entre las
fincas. La mayor parte de las que vamos a ver durante la jornada aparecen
completamente abandonadas, sin tránsito desde hace mucho tiempo. En unas pocas,
las menos (y más cercanas a Torremocha), sí se aprecia el uso continuado.
Tras un ligero repecho encontramos a nuestra derecha la
Charca de Castelar, de buenas dimensiones y notable profundidad. No parece
natural, sino excavada al efecto.
Tras la charca, un cruce en el que, de las tres
posibilidades, nos encaminamos por la que está más a la derecha.
Hemos descrito un amplio giro a la derecha y nos acercamos a
uno de los lugares de mayor interés en toda la ruta. La Charca de la Zarza, que
encontramos con no demasiada agua. Al fondo de la misma, y sin uso en esta
ocasión, por no tener agua a su alrededor, unas piedras pasaderas que, estando
la Charca más llena, dan su utilidad. A uno de los lados de las piedras, una
fuente. Está metida entre zarzas y a ras de suelo, por lo que puede pasar
desapercibida.
Dando su frente a la misma charca vemos una cancela de
acceso a una parcela. A pocos metros de nosotros se encuentra un magnífico
ejemplar de tumba antropomorfa que no podemos dejar de visitar.
Y quiero dejar constancia aquí de mi expreso agradecimiento
a la magnífica labor que Eduardo Pavón Jaraíz, verdadero “monstruo” del
senderismo extremeño lleva a cabo, realizando numerosas e interesantes rutas y
compartiendo sus tracks en Wikiloc, tracks fantásticamente enriquecidos con
numerosos e interesantes waypoints y detallados comentarios que para muchos
(quizá todos) de los que somos amantes del senderismo nos resultan de una
inestimable utilidad.
Gracias a uno de sus waypoints en esta ruta localizamos con
absoluta precisión la ubicación de la tumba antropomorfa a que antes me refería.
Una vez pasada la cancela nos dirigimos a una semipared de piedra que tenemos
enfrente, a unos treinta o cuarenta metros, y en la que hay un hueco de acceso.
Nada más pasarla, a no más de diez metros encontramos, excavada en una roca, la
tumba en cuestión. Es de buena profundidad, unos 40 cms., y está recorrida casi
toda ella alrededor por un canal que debía servir para evitar que el agua de
lluvia entrase en la tumba una vez que la misma tuviera encima la lancha de
piedra con la que se hubiera tapado.
Como se ve por las fotos, en el lugar hay ganado, por lo que
no se debe olvidar, bajo ningún concepto, dejar debidamente cerrada la cancela,
tanto al entrar como al salir.
Durante toda la ruta nos llamó poderosamente la
atención el frecuente uso que se hace
por toda esta zona de grandes piedras de granito, generalmente trabajadas, para
la construcción de los paredones de separación entre fincas. En ocasiones como
basamento de las paredes y de modo habitual colocadas en posición vertical a
cada trecho de pared, para dar una mayor consistencia a la misma.
También muy significativo el uso de grandes piedras en la
construcción de las antiguas puertas de acceso fincas, siendo lo normal el uso
de tres piedras de grandes dimensiones: dos para las jambas y otra como dintel.
Kilómetro y medio más allá de la tumba antropomorfa vamos a
abandonar el Camino de Albalá, que hemos venido siguiendo desde que salimos de
Torremocha. Encontramos, sobre un poste de cemento una flecha pintada de
amarillo que señala a la izquierda y una señal, aflechada, de madera que señala
a la derecha y que dice “Paraje Fuente de los Cantos”. Allí mismo, para seguir
por el camino de la derecha, hay una cancela que da al acceso al paraje indicado.
Por ahí es por donde debemos continuar.
El paraje de la Fuente de los Cantos se ubica en el Monte
Tinieblas (503 mts.) y es una zona de esparcimiento magníficamente bien cuidada
y dotada. Creo que es la Dehesa Boyal de Torremocha.
Lo primero que encontramos, nada más entrar en la zona y a
nuestra izquierda es un pozo con reja que cubre el brocal. Buena medida
teniendo en cuenta que la presencia de niños debe ser frecuente.
Donde está el pozo un cartel nos indica que aquí hubieron, en
tiempos, explotaciones mineras. He tratado de localidad información sobre las
mismas, sin un resultado concluyente. Alguna referencia a que pudieran ser de
wolframio.
Pocos metros más allá, la Charca de los Cantos y, a su lado,
una fuente que cuando estuvimos nosotros no tenía más que un hilillo de agua.
Existe una amplia construcción que parece que es un punto de
información, pero cerrado y sin nadie que atendiera. E, igualmente, tres chozos
cuya construcción se debe a las actuaciones de la “Mancomunidad de Formación y
Empleo Escuela-Taller San Agustín III”. Según la información que he podido
encontrar, en su interior disponen de una estructura de madera a modo de
literas con capacidad para 6 personas. Pensadas para excursionistas que quieren
realizar actividades al aire libre, no cuentan con baño, agua corriente ni luz
eléctrica. El precio por el uso es de 3 € por persona y noche, con una tarifa
mínima de 15 €. Para contratar su uso hay que llamar al Ayuntamiento de
Torremocha, a los teléfonos 927127001 y 927127101.
El lugar cuenta también con varias barbacoas de piedra, así
como de bancos y asientos de madera.
Rodeando el Monte Tinieblas y sin abandonar esta preciosa
dehesa, nos aproximamos al Merendero de La Cancha, junto al que discurre la
carretera que va de Torremocha a Albalá. El lugar cuenta, también y entre
grandes peñas, con varias mesas y bancos de cemento.
Para salir y cruzar la carretera existe una canadiense, que
atravesamos y cruzamos luego la carretera, con sumo cuidado, para continuar el
camino justo al otro lado.
Volvemos a estar en una dehesa absolutamente hermosa en la
que nos llama la atención tanto la presencia de enormes rocas de diversas y
atractivas formas como la existencia de encinas con unas copas de considerable
tamaño.
Dejando a nuestra izquierda una gran charca, a nuestra paso
bastante baja de agua, atravesamos el Arroyo de Valluncal, que también lleva
poco caudal. Existe una pasadera de piedra (no muy allá) que cuando va más
crecido puede ayudar a vadearlo.
La hierba ha comenzado a crecer a consecuencia de las
últimas lluvias y el sendero se difumina un tanto en medio del monte que
atravesamos este punto. No hay pérdida, pues siempre vamos a ir dejando una
doble alambrada a nuestra izquierda.
La vereda nos conduce a una ancha calleja a la que se accede
pasando una portilla.
Es a partir de aquí cuando empezamos a encontrar las grandes
piedras a las que me refería antes. Tanto las colocadas verticalmente en las
paredes como las utilizadas como jambas y dinteles en las puertas de entrada a
las fincas.
En un punto concreto nos sorprende encontrar el camino
prácticamente cortada por alguien que ha vertido un camión de escombros de obra
en mitad del camino. No acertamos a entender quien puede haber tenido tan
peregrina idea.
Ochocientos metros más allá de los escombros, cuando
llevamos recorridos un total de 12,9 kilómetros, la ruta hace un quiebro a la
izquierda en un ángulo de unos 300 grados. El lugar no tiene pérdida, pues en
el vértice de dicho ángulo existe lo que queda de una antigua construcción que
a mí, personalmente, me llamó muchísimo la atención.
Se trata de la puerta de entrada a una finca, con las
paredes de piedra, pero de una altura de unos dos metros y medio. Las jambas de
la puerta son dos enormes piedras de granito y esta puerta tuvo, en su tiempo,
una segunda planta hecha a base de tres enormes lanchas también de granito, de
las que una permanece aún en su sitio y dos están caídas en el suelo.
La construcción es impresionante y Gonzalo y yo comentamos,
con cierta tristeza, que cosas como estas no se intenten conservar. Pensamos
que es algo digno de admiración.
En cuanto giramos a la izquierda nos vamos a encontrar una
carretera (CV-118). En ese punto, una advertencia: se puede continuar por el
track de mi ruta o tomar la carretera a la derecha durante pocos metros y luego
un camino que sale a la izquierda. Ambas opciones conducen al mismo sitio. Mi
track hará recorrer algo más de dos kilómetros (2,4), mientras que el camino
conducirá al mismo sitio en unos 500 o 600 metros.
Seguir el track supone caminar por una calleja relativamente
estrecha y nada transitada, por lo que está llena de maleza. No es ni peligroso
ni excesivamente molesto. El atractivo es pasar junto a un bujío que quedará a
nuestra derecha así como junto a varias puertas de paso construidas con grandes
piedras. Si optas por esta opción, también estarás contribuyendo al
mantenimiento de estas callejas que necesitan tránsito.
La última parte de la estrecha calleja a la que antes me
refería se denomina “Camino de Pozo Barbero” y prácticamente cuando llegamos al
mismo sitio en que confluye dicho camino con la ruta alternativa a la que
aludía más arriba, nos encontraremos con unas grandes lanchas de piedra
colocadas como pasaderas para superar (si las lluvias lo han alimentado) el
Arroyo de Marquí. No pudimos dejar de comentar el trabajo enorme que debió
suponer a sus artífices el mover estas lanchas y colocarlas en su lugar.
Trescientos metros más adelante, y en un entrante que el
camino hace a nuestra izquierda, encontramos otro de los puntos bellísimos de
la ruta. Un pozo de brocal cuadrado, hecho con seis grandes lanchas de piedra
de granito cogidas entre sí por su parte superior con grandes grapas de hierro.
El pozo por dentro es redondo, de magnífica construcción y considerable
profundidad.
Junto al pozo, una magnífica puerta de paso con cuatro
grandes piedras como jambas y una sola por dintel. Cuenta, además, con lo que queda
de la bóveda de ladrillo, de buena confección, que un día debió embellecer la
entrada.
Llegamos a la carretera a la altura de un moderno puente
sobre el río Salor.
Llegamos a la altura del enorme silo y giramos a la
izquierda para ir al Embalse del Gallo. Enseguida tenemos que tomar un camino
que sale en diagonal por la izquierda y que un poco más adelante se bifurca. En
dicha bifurcación, tomaremos también la de la izquierda para dirigirnos a la
cosa del Embalse. En este trayecto veremos nuevas puertas de paso.
Tras pasar por una escombrera llegamos enseguida a la cola
del embalse donde nos encontramos con lo que, en mi opinión, fue lo más bello
de toda la ruta. Un antiguo puente de dos ojos, quizá de origen romano, de
bellísima confección. El arranque de su paso lo constituye una enorme roca que
forma parte del terreno natural.
En los alrededores del puente, las piedras del río muestran
grandes y perfectos agujeros producidos por los remolinos que en lugar deben
hacer las aguas del río cuando lleva mayor caudal.
Y también aquí, los restos de los que debieron ser antiguos
molinos.
Solo nos queda ir bordeando el pantano hasta alcanzar la
cabecera.
El lugar es precioso tanto por el entorno como por el verdor
del suelo, que comienza a brotar con fuerza. Desgraciadamente un reciente
incendio ha dado al traste con todos los árboles de la zona, cuyos restos
aparecen carbonizados. Así lo iremos encontrando, incluso hasta la otra orilla.
Atravesamos al otro lado una vez pasada la presa. El embalse
no está arrojando agua, por lo que el cauce pasa seco. Ahí vemos los restos totalmente
ruinosos de la maquinaria que en su día debió servir para la producción de
electricidad. Hoy todo está abandonado y oxidado.
Contemplamos algunos patos y presenciamos los saltos de lo
que creemos que son grandes tencas en el agua.
Salimos a un camino a través de una portilla.
Y regresamos a Torremocha por el camino, disfrutando de las
magníficas puertas de paso que aún quedan a nuestra vista.
El enorme silo, que necesita una buena mano de pintura, nos
da la bienvenida al pueblo.
La entrada en Torremocha la hacemos por la Ermita del Cristo
del Humilladero, con el estupendo crucero existente a sus espaldas.
Y antes de llegar a la Plaza del Ayuntamiento para dar por finalizada
la ruta, encontramos algunos ejemplos que nos parecen preciosos de la
arquitectura torremochana.
A nuestro regreso no podemos dejar de comentar lo
impresionados que hemos quedado por la ruta que hemos hecho. Absolutamente encantadora
e imprescindible y, desde luego, recomendable para quien quiera disfrutar a
tope de una jornada senderista.
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