martes, 22 de noviembre de 2016

LANZAROTE: Pico Partido, La Cazoleta y Caldera Escondida.


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Realizada en solitario a mediodía del jueves 28 de mayo de 2015. Por la mañana había estado haciendo la ruta de la Montaña de las Nueces, la del Rodeo, la Caldera de la Rilla y la Montaña de Santa Catalina.

Al terminar las mismas subí por la LZ-56 hasta Mancha Blanca donde pude reponer fuerzas en plan económico: en un pequeño supermercado que hay nada más empezar a cruzar el pueblo (al lado del bar “La Mareta”) compré una barra de pan y un envase de lonchas de jamón york. La tendera, amabilísima, accedió a abrirme el pan a la mitad y pude colocar el embutido en su interior. Una coca cola y un batido completaron mi menú, que me comí fuera, a la sombra, sentado en el estribo del coche.

Tras cruzar Mancha Blanca pasé a la LZ-67, la carretera que por la que se va a Timanfaya, y bajé por la misma 3,7 kilómetros, justo hasta llegar al lado de Montaña Tingafa, exactamente en el punto en que una imagen del Diablo de Timanfaya (diseño de César Manrique) nos indica que estamos en el Parque Natural. En ese punto hay un pequeñísimo aparcamiento al lado de Montaña Tingafa, al que hay que entrar con cuidado por el desnivel entre la carretera y la zona donde aparcar (entre 5 y 8 centímetros) y allí podremos dejar el coche tranquilamente.

Al otro lado de la carretera, a un kilómetro de distancia y esperando nuestra visita, está Pico Partido, ¡impresionante!.





Como acabo de aludir al Diablo de Timanfaya me parece oportuno señalar que César Manrique diseñó el famoso logotipo en 1968 como símbolo identificador del Parque Nacional de Timanfaya. Dos años después se diseñó el restaurante “El Diablo”, que se construyó en el Islote de Hilario, en pleno corazón del Parque.

Tomado de la página web de la Fundación César Manrique

Al hilo de dicho diseño se ha construido una pretendida, aunque bonita, leyenda (que no me consta que sea antigua, sino posterior al diseño del logo de Manrique), que dice lo siguiente:

“Cuenta una leyenda que en el momento de la explosión del volcán, a principios de septiembre del 1730, en el mismo pueblo de Timanfaya, nombre que después recibió el volcán, los pobladores estaban realizando el festejo del matrimonio de una pareja formada por el hijo del que en aquel momento era el hombre más rico de la zona y la hija de unos agricultores de plantas curativas.

Estaba la pareja muy unida y enamorada, con planes de futuro. Cuando estaban abrazados en el baile típico de la zona, justo en ese momento se movió toda la tierra dando lugar a la gran explosión. Todo el pueblo comenzó a correr de un lugar a otro sin saber muy bien donde refugiarse, puesto que comenzaban a caer rocas de grandes dimensiones por todos lados, aplastando casas, enterrando campos de cultivo y destruyendo todo aquello que había alrededor.

La desgracia se cebó de lleno en aquella pareja de recién casados pues una roca de grandes dimensiones, salida de las entrañas de la tierra, cayó encima de la novia dejándola sepultada y ante la mirada atónita del hombre con el que acababa de contraer matrimonio.

Fue tal la rabia y desesperación de aquel chico de padres afortunados que, sin pensarlo, cogió del suelo una horca de cinco puntas para intentar sacar la piedra que había caído encima de su mujer desoyendo los gritos de todas aquellas personas que le decían que desistiese y que ya no había nada que hacer. Él no solo no desistió sino que siguió con sus esfuerzos hasta el punto que, sin saber muy bien porqué, de sus entrañas surgió una fuerza de tal naturaleza que consiguió levantar aquella piedra humeante con la ayuda de su horca y rescatar el cuerpo, ya sin vida, de su amada, a la que cogió en sus brazos y, sin soltar la horca, comenzó a correr buscando un refugio que, debido a la fuerza de la naturaleza, ya no encontraría.

Gritando y con el cuerpo de su amada desangrándose por el valle del Timanfaya fue corriendo hasta que sus fuerzas se le permitieron, desapareciendo entre el humo del sulfato que salía del suelo y las cenizas que ya lo cubrían todo.

Era una noche de luna llena y, en un momento de claridad, entre la nubes de cenizas y el resplandor de la luna llena varias familias pudieron observar cómo en lo alto de una colina y gritando con una fuerza descomunal, lleno de rabia y de ira, apareció la imagen de aquel chico con la horca de cinco puntas sostenida entre sus dos brazos en alto, desapareciendo poco a poco entre las cenizas y el sulfato…

En ese momento todos los supervivientes del pueblo de Timanfaya comentaron “¡Pobre diablo!”.

De la sangre derramada por ella nacieron por todo el valle unas plantas medicinales que los padres cultivaban, a lo que todos los supervivientes decidieron ponerle el nombre de los dos enamorados… Él se llamaba Aloe y ella Vera.

Años después y en una de las reconstrucciones de la zona apareció el cuerpo del chico petrificado por la lava. Y entre sus manos todavía agarraba con fuerza aquella horca.

¡Pobre diablo!”

La ruta es extremadamente sencilla, de poco más de 4 kilómetros sin otra dificultad de la de andar, en la mayor parte de su recorrido, sobre arena volcánica que se introduce con facilidad en el calzado.


Para comenzar la ruta hemos de cruzar al otro lado de la carretera. Si nos desplazamos diez o doce metros a la derecha (mirando a Pico Partido) enseguida veremos un sendero que discurre entre el malpaís y que está hecho de roca volcánica machacada, por lo que se integra perfectamente con el entorno.



Caminando por el sendero llegaremos, después de unos 500 metros, a una zona de rofe volcánico. Aquí podemos optar por ir por la izquierda en dirección a los tubos de lava que ya tendremos a la vista (se distinguen perfectamente por ser mucho más claros que lo que hay en su entorno) o, alternativa que recomiendo y es la que yo hice, seguir por la derecha, casi bordeando el rofe, que nos llevará a atravesar unas antiguas gerias (hoyos cavados en la arena volcánica y en cuyo fondo se planta una viña).





En nuestro recorrido tendremos la oportunidad de ver algunas de las caprichosas formas que la lava incandescente quiso formar para deleite de generaciones futuras. Es nuestro derecho disfrutar con su contemplación, pero también es nuestra obligación respetarlas, absteniéndonos de ni siquiera tocarlas y, mucho menos, llevarnos con nosotros cualquier objeto, piedra, mineral, etc… que podamos observar.


Vuelvo la vista atrás solo para controlar que el coche sigue donde lo dejé y tengo la oportunidad de contemplar Montaña Tingafa en su integridad. Me recuerda, por motivos obvios, a un pasaje del primer capítulo de “El Principito”: el dibujo que los adultos veían como un sombrero pero el niño veía a una boa que se había comido un elefante.

Todavía conservo fresco el recuerdo de cuando subí a esta Montaña.



No existe sendero alguno sino solamente algunas huellas en la arena que sugiero que sigamos para no dejar más marcas en el entorno. Iremos en un ligero ascenso, dejando a nuestra derecha La Montaña de los Miraderos.

En poco tiempo llegaremos a un punto donde hay un par de postes verticales que nos indica que estamos en el Parque Nacional. Uno de ellos señala “No pasar”. Sin embargo todavía no estamos en zona especialmente protegida, que queda más adelante y a nuestra derecha. Siguiendo el track o las indicaciones de este post no pasaremos en ningún momento por zona prohibida.


A partir de este punto entramos  en lo que fue el corazón de un infierno en llamas en los nueve meses comprendidos entre octubre de 1730 y finales de junio de 1731. Primero Pico Partido, durante los cinco meses que transcurrieron entre octubre y febrero y después la Montaña del Señalo durante otros cuatro meses, de marzo a junio.

Dicen los expertos vulcanólogos que han estudiado estas erupciones que las fracturas del terreno donde se originaron las lavas de Pico Partido y de la Montaña del Señalo fueron distintas, ubicadas a distinta profundidad y que se cruzaban entre sí, originando así estos “edificios volcánicos” que describen un semicírculo y que originaron lavas también distintas entre sí.


La fractura que originó Pico Partido estaba a 70 kms. de profundidad y las lavas que surgieron de sus entrañas eran muy fluidas, sobre todo al principio, del que dice la crónica del cura de Yaiza que corrían “… con la rapidez del agua”, volviéndose luego más viscosas al señalar que más tarde “…corren como la miel”. La fractura que originó la Montaña del Señalo estaba a 50 kilómetros

Las diferencias en las características del magma de ambos volcanes provocó que Pico Partido tuviera erupciones muy efusivas, con lo que es característico en  ellas: coladas abundantes, formación de tubos de lava, hornitos, lagos y charcas de lava, así como la emisión de spatter que se queda pegado en los bordes de la boca del volcán (se entiende por “spatter” las escorias aglutinadas y soldadas fuertemente entre sí; son típicas de las erupciones hawaianas, con magmas fluidos, bajo contenido en gas y altas temperaturas).

En las Montañas del Señalo las erupciones se caracterizaron por tener un componente explosivo mayor, con coladas de menor extensión superficial mientras que los conos de piroclastos fueron mayores que en Pico Partido, con elevaciones que llegaron a los 514 m. mientras que en Pico Partido el punto más alto es de 497 metros.

En el conocido estudio coordinado por los Doctores González Cárdenas (Elena) y Dóniz Páez (Javier) se detalla cómo desde un punto de vista estructural Pico Partido está constituido por cuatro bocas de emisión más dos pequeños conos de piroclastos semienterrados por las coladas de Montañas de Señalo.


El cono principal de Pico Partido está formado por un doble cráter separado por un pequeño collado intracratérico, albergando cada uno de ellos dos bocas de emisión.

Al lado, pero a inferior nivel, del cono principal existe otro cono de escasa altura, en cuyo cráter hay un gran lago de lava formado tanto por el desbordamiento de coladas de los cráteres más altos como por los abundantes aportes un conjunto de hornitos situados a mayor altura que el lago y junto al cono principal.

La presión de las lavas rompió un lateral del lago y una gran colada salió por allí, dando lugar a un tubo volcánico que podemos ver actualmente.

En el borde norte del cráter donde está el lago existen otros hornitos que dieron lugar a la formación de charcones de lava y a profundos canales.


Cuando estamos, aproximadamente, en un punto intermedio entre la Montaña de los Miraderos y la del Señalo, el sendero se estrecha y describe una ligera curva a la izquierda. Por esta zona podemos ver hornitos y tubos de lava.





Veremos que nos encajamos entre la ladera trasera de Pico Partido y otra pared que nos quedará a la derecha. En realidad estamos entrando en uno de los cráteres secundarios a los que aludía más arriba, el más cercano a la Montaña del Señalo. El sendero lo atraviesa por completo, de parte a parte, ascendiendo hacia una de las lomas laterales de Pico Partido.

A nuestra derecha quedarán la pared del cráter, formadas por spattter que en la tercera de las fotos que siguen se ve a la izquierda, pues está tomada ya junto a Pico Partido y captando el camino por el que he venido subiendo.




Cuando salí del cráter secundario quedé en una pequeña loma, a tiro de piedra de la boca del cráter de Pico Partido. Para llegar a la boca tenía que ascender una corta pero empinada y endiabladamente resbaladiza cuesta. Y tengo que decir que me lo pensé dos veces, porque si daba un mal resbalón y mi cuerpo se iba a derecha o izquierda, la caída de la cima de Pico Partido podría generarme un disgusto serio… o muy serio. E iba solo.

Mientras me decidía a subir o no, aproveché la altura a que me encontraba para apuntar con la cámara hacia La Montaña del Señalo. Entonces usaba todavía mi estupenda réflex (ahora, con la cojera, la he jubilado en mis rutas), con la que no podía hacer las magníficas panorámicas que hace mi pequeña Sony. Así que ahí va este montaje chapucerillo de tres fotos.


Quiero llamar también la atención respecto a que es posible subir al otro lado de Pico Partido, el que da a La Montaña del Señalo, si se toma un senderillo que, justo antes de alcanzar la loma en que me encuentro, sale a la izquierda. Dejo señalado el punto en el track de la ruta con un waypoint.

La subida a la que hacía alusión antes es corta, de unos quince o veinte metros, pero empinada y muy resbaladiza. Sin más preámbulo, aunque extremando el cuidado, inicio la subida.


Con bastante esfuerzo logro ubicarme, casi sentado a caballo, en el borde mismo del cráter desde donde gozo de unas vistas estupendas que me dan pie a disparar en un amplio abanico, desde el norte hasta el sudeste. No veo desde aquí toda la zona NNO – O porque la otra parte del cráter, la que da a la Montaña del Señalo, me lo oculta, pero ello no es obstáculo para pensar que el esfuerzo ha merecido la pena.



A mi lado y por encima de mi cabeza están los bordes del volcán cubiertos de spatter. Esto es lo que hace que Pico Partido me resulte tan impactante desde lejos, destacando esas aristas que ahora tengo al alcance mismo de la mano.




Antes de abandonar esta atalaya en que me encuentro, echo una última mirada a mis espaldas, al sendero por el que he venido y veo el cráter (uno de los cuatro de Pico Partido) que he atravesado hace un rato, al venir, y todo el borde del mismo, también cubierto de spatter, como este en que me encuentro.



Tras plantearme si es sensato para una persona de mi edad y siendo así que vengo solo, el bajar al fondo del cráter, concluyo que NO LO ES. Pero también me planteo que no sé si tendré otra oportunidad así que me lío la manta a la cabeza y, con mucho cuidado, bajo desde el borde al fondo. Tengo que hacer algún pequeño esfuerzo, pues dado que mi estatura tampoco es como para jugar al baloncesto, algunos de los peldaños a salvar son francamente altos. La cámara de fotos, colgada del cuello, es un verdadero incordio en estos momentos.

Finalmente logro bajar y en cuanto piso el lapilli del fondo siento un estremecimiento: no me resulta nada complicado imaginarme esto en plena erupción, disparando lava y rocas. Para estremecerse.



Se que este cráter en que me encuentro es doble, separado por un pequeño collado intracatérico. También se que cada uno de los dos subcráteres tuvo, a su vez, dos bocas de emisión de lavas. Localizo, sin problema, enfrente de mi el dichoso collado intracatérico, aunque me cuesta distinguir las dos bocas de emisión. Quiero identificarlas con las dos distintas estancias que hay en este primer subcráter, separadas por un pequeño escalón.

En la parte de allá, sobre todo y en especial en la pared que forma el dichoso collado se ve la piedra ennegrecida por el fuego.



Como no me cuesta nada imaginarme todo esto en plena orgía eruptiva, me siento totalmente impresionado por el lugar. Sigo avanzando, con cuidado, y paso el collado para llegar al otro cráter (subcráter). Y esto sí que me impresiona. Tiene mayor profundidad que el anterior y veo delante de mi, a mi derecha, un agujero en el fondo con sus paredes absolutamente ennegrecidas y cubiertas por chorreones de lava solidificada.



Lo que, posiblemente, fue la otra boca de emisión (la cuarta en este doble cráter) es menos espectacular que la primera y, en lugar de un agujero parece un largo pasillo cubierto en su fondo de ceniza volcánica.


Desde este mirador privilegiado que es el borde mismo del cráter de Pico Partido, queda a mis pies el tercer cráter, más famoso y espectacular por haberse llenado de lava (“el lago de lava”) con los aportes realizados tanto por sus propias emisiones como por las de las bocas que están por encima de él, así como por los hornitos que lo circundan. Visto desde aquí, todavía se aprecia el movimiento de la lava antes de solidificarse.

También queda ante mi vista el largo, sinuoso y blanquecino tubo volcánico formado al verterse la lava acumulada en el lago y reventar una de las paredes que la contenían.



Desde el lago de lava hay una visión espectacular del Pico entendiéndose, sin necesidad explicación, porqué se llama “Pico Partido”. También desde aquí se aprecian perfectamente los hornitos de los que se derramó abundante lava, de la que todavía quedan rastros evidentes de cómo escurrían por la pendiente del cráter.


Del mismo modo son perfectamente visibles los grandes charcones de lava existentes por encima del lago y junto a Caldera Escondida.



Pasear por el lago impresiona: enormes lajas de lava solidificada, generalmente hueca por debajo y, en muchos casos, quebrada de modo que se puede ver lo que hay debajo. Borbotones de ese lava “como miel” a la que aludía el cura de Yaiza, que solidificaron, pequeños puentes formados por la masa incandescente… Todo un espectáculo para quien quiera recrearse admirando la obra de la naturaleza.








Desde el lago de lava subo a ver Caldera Escondida. Hay un acceso fácil justo por el sitio donde reventó el cráter del lago, por el lado derecho. Se accede al borde del cráter, alomado, todo él de arena volcánica en lo que se ve.

Desde esta ubicación la vista del cráter doble de Pico Partido es espectacular. Siempre me da la sensación de que era un pico cerrado y que reventó a consecuencia de la erupción. La realidad es la contraria, pues el pico se levantó a consecuencia de las erupciones.



Paso junto a los charcones de lava, que fueron llenados de otros hornitos que se encuentran al lado. También aquí parece que lava hubiera descrito un movimiento circular antes de solidificarse en unos sitios y un desplazamiento lento, de lava bastante espesa, en otros.



Caldera Escondida es el cuarto de los cráteres que conforman el conjunto de Pico Partido. Todos ellos, como dije más arriba y expresé gráficamente, forman un arco. El acceso al borde lo hice desde los charcones, sin ninguna dificultad.

Hubiera querido bordearlo por completo y haber bajado al otro extremo, por donde reventó la caldera y salió la lava. Allí mismo se ve lo que pudiera haber sido otro pequeño cráter, pero no tengo constancia documental de ello.

Al final, decido posponer para otra ocasión la visita a esta caldera, conformándome con hacer algunas fotos desde este extremo, el más alto, del cráter.





Bajo otra vez a la boca de salida del lago de lava. En un primer momento no hay más que arena formando un pequeño río en el que las orillas son lava solidificada. Poca cosa.



Sin embargo, nada más salir de ese punto te encuentras con el impresionante tubo volcánico cuyo rastro se extiende durante más de 350 metros, si bien la parte más impactante son, desde luego, los cien primeros.

Se trata de un canal formado por la lava que escapó del lago. Al principio debió correr, incandescente, con rapidez. Luego, con el paso de los días, tal vez semanas, la lava de la parte externa debió ir enfriándose y solidificándose mientras que la de la parte más interior, a altísimas temperaturas, continuaba líquida.

Lo que podemos ver hoy es un canal de lava, hueco, que en las partes más ancha puede tener metro y medio y en la más alta unos dos metros.

Mezclo fotos de dos visitas: esta que relato, que la hice en solitario y otra que realicé unos meses después con mi hijo. Creo que las imágenes hablan por sí solas.












Como puede verse en algunas de las fotografías del tubo volcánico, nunca faltan salvajes que arrancan parte de los picos de lava del canal. Es mi opinión que si conociéramos a alguien que llevara a cabo este tipo de actos vandálicos deberíamos denunciarlo.

Una última mirada atrás, tratando de retener en la retina la belleza de Pico Partido nos sirve para despedir una jornada pletórica.


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