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Realizada durante la mañana del 26 de diciembre de 2013.
Mañana fría, aunque soleada (empezamos a caminar con una temperatura en torno a
4º).
Unos días antes habíamos hecho la Ruta de las Grullas por estos
mismos parajes y la hicimos por equivocación porque, en realidad , veníamos
buscando esta Ruta de la Ribera, aunque no sabíamos por dónde discurría. Casi
terminando aquélla descubrimos el itinerario de esta y acordamos aprovechar las
fechas navideñas para venir a hacerla.
Aunque puede resultar innecesario, advertiré que “ribera” escrito así, con “b”, significa “orilla de mar o río” o,
también, “tierra cercana a los ríos,
aunque no esté a su margen”. Sin embargo, escrito con “v”, es decir “rivera”,
se refiere tanto al agua que corre por la tierra como al cauce por el que
aquélla discurre.
En el caso de esta ruta es con “b” y se refiere a la “Ribera
de Cuetos”, denominación que alude a las orillas del Arroyo “Rivera
de la Mata”, que va desde la Charca de Greña hasta el Embalse
de Cueto y, en concreto, al paraje ubicado en la zona más próxima a la
Casa Tirilla, en el punto más alejado de Brozas en lo que a esta ruta se
refiere.
Como la vez anterior, aparcamos delante del Hotel la Laguna,
en una estupenda explanada de donde nos pusimos en marcha apenas el sol insinuó
su presencia en la línea del horizonte.
Ese día, justo después de Navidad, Vicente y yo estábamos en
mejores condiciones que otros seres vivos de aquel entorno: hasta los mismos pájaros
permanecían todavía, dormitando, cada uno en su lugar de descanso.
Cuando llevábamos recorridos 800 metros y los primeros rayos
de sol comenzaban a acariciar la hierba, en un desvío a la izquierda un panel
informativo nos indica que ahí empieza la Ruta de la Ribera. Bien ejecutado,
proporciona suficiente explicación sobre los principales puntos de la Ruta. La
carretera continúa hacía el balneario y la ermita de San Gregorio.
Las grullas que con tanta abundancia se nos hicieron
presentes quince días antes volvieron a hacerse notar desde bien temprano.
Apenas quinientos metros más allá del panel informativo, un
poste nos invita a tomar una desviación a la derecha para visitar las Casas de
Fuente Madero y aunque ya habíamos pasado por allí unos días antes, optamos por
hacer de nuevo el recorrido para que en nuestro track quedara registrada esta
Ruta en su integridad. Y no nos arrepentimos lo más mínimo porque la verdad es
que el recorrido merece la pena.
Al llegar a las Casas
fotografiamos lo relevante (casa y bohío, ahora abandonados por completo) y
giramos a la izquierda para ir a encontrar el Camino de Tajo, por el que
continúa la Ruta.
La Ruta, a grandes rasgos, tiene forma de doble madeja pues
hay dos puntos en que los caminos de ida y vuelta se encentran, sin llegar a
cruzarse uno sobre el otro. Ahora, tras recorrer 600 metros desde las Casas de
Fuente Madero se produce el primer encuentro al llegar al Camino del Tajo, que
tendremos que tomar girando a la derecha para pasar sobre el cauce el Arroyo de
Santa Catalina, seco cuando pasamos nosotros.
Es casi kilómetro y medio de recorrido. A nuestra derecha e
izquierda, la hermosa dehesa de toda esta zona. En algunas explotaciones
ganaderas las vacas nos miran curiosas pensando, seguramente, qué diantres
hacen estos dos recorriendo estos caminos a estas horas y con estos fríos.
Por nuestra derecha va a aparecer la carretera asfaltada que
viene de Brozas. La presencia del asfalto nos sorprende desagradablemente,
temiéndonos que hayamos de tener que pisarlo durante un largo trecho. Pero todo
se queda en ligero sobresalto pues, en seguida, aparece a nuestra izquierda un
camino con un poste informativo que nos informa que por ahí sigue la ruta para
pasar por la Fuente de la Colada.
Aunque sean pocos metros de asfalto, no debemos olvidar caminar
por la izquierda.
La Fuente de la Colada, cubierta de maleza, está
inmediatamente a continuación del desvío, a la derecha del camino.
Podríamos decir que, a esta altura de la ruta, comenzamos a
disfrutar de la parte de mayor belleza: campos limpios y bien cuidados con
olivos podados con primor; encinas, charcas, pozos… y todo en medio de un
absoluto silencio solo roto en algunos momentos por el lejano canto de las
grullas. ¡Una delicia!
Enseguida se llega a una encrucijada donde confluyen cuatro
caminos. En el primer cruce hemos de tomar a la izquierda.
y, una vez hecho esto, en el siguiente, a la derecha.
Estamos pisando el llamado “Camino de Alcántara” y el paraje
que nos rodea se denomina “Cercados de la Lapa”, donde vemos algunas
explotaciones ganaderas cuyos inquilinos contemplan, curiosos, nuestro paso.
En pocos minutos llegamos al segundo lugar donde los caminos
de ida y vuelta se encuentran. Nosotros debemos tomar el de la derecha, no
habiendo lugar a dudas, pues un poste indicador nos señala la dirección para
continuar hacia el Puente de las Tenderas, que es a donde nos dirigimos.
Posiblemente esta sea la parte más hermosa de todo el
recorrido. Tanto es así que me permito recomendar que si alguien no está muy de
condiciones de caminar, se desplace en coche hasta este punto y que, desde
aquí, siga caminando hasta llegar a la Ribera de Cuetos, el punto más alejado
de la Ruta y luego regrese hasta el coche por el mismo camino. En total serían
4 kilómetros (dos desde aquí a la Ribera y otros dos de regreso).
A la derecha del camino, a lo lejos, los restos de una antigua
construcción de planta aparentemente circular.
Nos llama la atención la utilización de grandes piedras de
granito en la construcción de las paredes de las fincas próximas al camino. Nos
preguntamos si serán los restos de alguna puerta o, lo que es más seguro,
piedras verticales ubicadas de trecho en trecho para dar mayor consistencia a
la pared.
Al llegar a este punto vamos atentos, pues sabemos, por los
paneles informativos situados al principio de la Ruta, que debemos estar cerca
de la Ermita del Alcornocal.
A nuestra izquierda, aunque apartada del camino, como a unos
150 metros, vemos una antigua casa. Dudamos si aquélla pudiera ser la Ermita o
la Casa del Alcornocal, aunque salimos de dudas poco después, como se verá.
Aquí dejo constancia de la Casa.
Conviene andar pendiente de este punto, de modo que en
cuanto se tenga a la vista la Casa deben divisarse también, en el mismo camino,
en el margen izquierdo y en medio de un giro que hace hacia la derecha, una
gran roca. Una vez pasadas las mismas se ve que son dos.
Bien, este punto es clave pues aquí se verá, a la derecha,
una cancela de libre acceso que habrá que atravesar para poder bajar a
disfrutar de la Ermita del Alcornocal.
La Ermita queda enseguida a nuestra vista. Se trata de una
construcción de planta circular, con una pequeña cúpula. A su lado los restos
de lo que pudiera haber sido casa del ermitaño o, quizá, aprisco para el
ganado, no lo sé.
La Ermita es pequeña, pues puede tener unos tres metros de
diámetro y otros tres de altura. Aprovecha, para una de sus paredes, una gran
roca que se ha integrado en la construcción.
La puerta, desvencijada, tiene un cierto encanto; le faltan
un par de tablas en la parte superior y presenta, abierta, una gatera cuadrada
en la inferior.
La chimenea, en la pared, muestra los restos de las últimas
maderas allí quemadas y, encima de nosotros, la cúpula de ladrillo, muy
deteriorada, pero en la que se puede apreciar la belleza y elegancia de su
factura. En medio, la claraboya por la que penetra algo de luz.
La chimenea, adosada a la construcción, de ladrillo. Y por
la parte posterior se ven indicios de lo que pudo ser una ventana que fuera
posteriormente tapada con ladrillo.
Unos de los huecos para luz del remate de la cúpula presenta
también algún deterioro.
Vicente y yo comentamos lo lamentable es que no se mantenga
una construcción como esta. Es, en definitiva, patrimonio de todos los
brocenses y, por extensión, de todos los cacereños y con muy poco dinero se
podría adecentar la ermita de modo pudiera garantizarse una conservación para
los próximos decenios.
Cerca de la Ermita, al otro lado de lo que pudo ser la
vivienda del ermitaño, encontramos excavada sobre una roca lo que pudo ser un
antiguo enterramiento. Desde luego, carezco de conocimientos para asegurarlo,
pero el hueco en la roca no parece natural, sino producto de la mano del
hombre.
Algunas rocas con una configuración singular nos sugieren
que hubieran podido utilizarse como altares en antiguos cultos. No dejan de ser
más suposiciones.
Y tras echar un último vistazo a esta Ermita del Alcornocal
que tanto nos ha gustado, volvemos al camino para continuar la ruta.
Tras regresar al camino, bajamos una pequeña cuesta y
llegamos enseguida a una explotación ganadera donde un padre, ya bien entrado
en años, y su hijo, cincuentón más o menos, nos saludan. Les deseamos felices
fiestas y conversamos con ambos brevemente sobre la Ermita, tras lo cual os
deseamos feliz año y continuamos camino.
Poco más allá vemos una vaca suelta en medio del camino.
Según andamos, la vaca se asusta y huye de nosotros, alejándose cada vez más de
lo que debía ser el recinto del que se ha salido.
En una finca o casa de campo, un cartel en la verja de
entrada advierte sobre la presencia de “perros peligrosos”. Lo curioso es
que tienen las verjas abiertas. No sabemos si, de verdad, tienen perros
peligrosos. En todo caso no resulta lógico que si hay perros peligrosos estén
las verjas abiertas y que, si no los hay, tengan el cartel.
Poco más adelante nos encontramos con un buen hombre que con
su furgoneta va por el camino. Disminuye la velocidad al pasar a nuestro lado
para saludarnos, y aprovechamos para advertirle sobre la vaca suelta. Nos
pregunta si es de este tipo, este color y otros detalles, y cuando le decimos
que sí, contesta que no hay problema, que sale mucho al camino a pasear.
Resulta que este hombre es el dueño o arrendatario (no me
quedó claro) de la parte más bella de la ruta, justo el lugar donde están los
puentes y la ribera. Nos anima a que vayamos, asegurándonos que nos gustará. Le
agradecemos la información y le deseamos felices fiestas.
En poco tiempo queda ante nuestros ojos, a nuestra
izquierda, un precioso prado. Vicente me anima a saltar la pared, que es muy
baja, y caminar por el prado, dado que el camino tiene mucha agua y está
embarrado. Yo declino la invitación, pues tengo empeño el grabar el track de la
ruta yendo por el camino.
Tras una curva del camino, aparece el Puente de las
Tenderas. Un poste indicador invita a no seguir por el camino y a hacer,
precisamente, lo que Vicente me había indicado: saltar la pared y seguir por la
ribera.
Nada más dejar el puente atrás, un antiguo pozo, de doble
brocal, queda a nuestra derecha, junto a la ribera. Uno de los brocales se
conserva razonablemente, pero el otro está perdido casi en su totalidad.
Casi desde los mismos pozos podemos ver, entre los árboles,
el Puente de Piedra, para mi gusto una preciosidad que no consiste más que en
tres grandes lanchas de piedra apoyadas en dos rocas existentes en las orillas
del Rivera de la Mata y con un apoyo central, en el cauce del arroyo. Su misma
rusticidad y simplicidad contribuye a enaltecer su belleza.
Tanto las lanchas que sirven de puente como la piedra central
que sostiene la estructura son grandes y Vicente y yo comentamos el trabajo que
debió suponer ubicarlas tan perfectamente como están.
El entorno es absolutamente encantador y comentamos al
respecto.
Desde la orilla observamos a nuestra derecha, en la
dirección en que caminamos, lo que parece una zahúrda construida con piedras y
aprovechando alguna de las grandes rocas existentes en el entorno. Cuando
decidimos acercarnos a ella nos llevamos la sorpresa de ver, un poco más allá,
los restos de una construcción con tres grandes arcos. Nos da la impresión que
pudiera haber sido una ermita en otros tiempos, aunque nada en su interior nos
da pie para mantener dicha opinión.
Dejamos esta zona saltando una pared en un sitio en que una
flecha de color amarillo indica que es por ahí por donde debemos pasar.
A estas altura de la ruta hemos llegado al punto más alejado
de Brozas. Para comenzar el regreso hemos de atravesar el Arroyo, y lo hacemos
justamente en el punto en que confluyen un camino que viene de las proximidades
de la casa de los arcos que hemos dejado atrás y el Camino de la Rivera. En
dicho lugar el Arroyo atraviesa el camino de lado a lado y, precisamente aquí,
no existe puente alguno que ayuda a cruzarlo. Como quiera que el caudal no es
excesivo y existen algunas rocas, podemos hacerlo sin ningún problema.
He de confesar que nos alejamos del lugar con cierta pena,
pues nos ha parecido que la ruta, aunque solo hubiera sido para contemplar lo
que hemos visto en los últimos veinte o treinta minutos, ya hubiera merecido la
pena.
A partir de este punto comenzamos el regreso. He de decir
que en la vuelta a Brozas no encontramos puntos especialmente atractivos dignos
de mención, al contrario que en la primera parte.
Unos quinientos metros después de atravesar el Arroyo
encontramos una doble verja con un paso canadiense en cada una. En medio de
ambas una gran roca y, apoyados en ella, varios troncos.
Un kilómetro más adelante volvemos a encontrar otro paso
canadiense, sin que nada, en todo el trayecto, sea especialmente destacable.
Nos llaman la atención algunas formaciones rocosas que
quedan en margen del camino, así como una raza de vacas con un curioso
flequillo en la testuz.
Conforme vamos acercándonos a Brozas, las grullas vuelven a
hacer acto de presencia.
Si bien toda esta segunda parte carece de singularidades
dignas de mención, quiero dejar constancia que atraviesa una preciosa dehesa
sobre la que no he querido insistir para evitar ser repetitivo.
Rematamos la ruta llegando a las instalaciones del hotel la
Laguna.
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