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Dentro del programa oficial de rutas senderistas de la FEXME
para 2013, la llevamos a cabo durante la mañana del 1 de diciembre de 2013.
Mañana fría a primera hora, y soleada. Según avanzó la
mañana subió la temperatura, pero no demasiado.
Un recorrido básicamente sin desniveles por una ruta que, a
casi todos los que comentamos al respecto, nos pareció sosa y, según la opinión
generalizada de aquéllos a los que pudimos escuchar, desprovista de interés.
Las grullas brillaron por su ausencia y, excepto una pequeña bandada que
atisbamos en un momento dado, ni las vimos ni las escuchamos a lo largo de un
recorrido de algo más de 20 kilómetros. Es posible que las que vinieran por
aquí en otro tiempo hayan optado por recalar en distintos parajes.
La cita era en el centro de la localidad pacense de La
Garrovilla, donde tenía su inicio y fin esta ruta, en la Plaza del Capitán
Alonso de Mendoza, fundador de la ciudad de La Paz, como nos recordaba el
rótulo de dicha plaza.
Alrededor de las 9 de la mañana comenzamos a caminar para, a través de la calle Miguel
Hernández, dirigirnos hacia la Iglesia del pueblo, sita al final de la misma
calle, y a la planta de abonos.
Tomamos el antiguo Camino de Esparragalejo para atravesar el
paraje de Cabeza Rasa. Enseguida dejamos el camino para, girando a la
izquierda, dirigirnos a cruzar la carretera EX – 209.
En esos primeros metros, un rebaño de ovejas se sumó a la
marcha, dificultando, en ocasiones, el discurrir de los caminantes
Poco antes de llegar a la carretera un levísimo repecho (Cabeza
Rasa, que no llega a 50 metros de desnivel) provoca la ruptura del
grupo, que se estira en un hilo idóneo para la fotografía.
Cuando estamos arriba, una instalación industrial llama mi
atención. No tengo ni idea de qué es. Le pregunto a Vicente, que viene conmigo,
y me dice que es la planta termosolar que cree que pertenece al municipio vecino
de Esparragalejo.
El cruce de la carretera, como siempre que se trata de un
grupo tan numeroso, no deja de ser peligroso. Sin embargo, al tratarse de una
ruta “oficial” se cuenta con un buen aparato de seguridad que prestan los
amigos de Protección Civil.
Pasada la carretera, a nuestra izquierda y muy próximo
quedaba el Cerro de la Cantera. Lástima que la organización no hubiese previsto
un ligerísimo desvío para que hubiésemos podido subir al mismo y ver la
excavación. Suele tratarse de trabajos espectaculares, por el resultado que
producen sobre el terreno. Detrás de la loma que aparece en esta foto estaba la
cantera.
Nada más pasar el cerro hacemos un giro de 90º a la derecha
para, inmediatamente, tomar un camino que sale por nuestra derecha. Allí mismo
unos abrevaderos de los que resulta evidente, por su estado de abandono, de los
que nadie hace uso desde tiempo atrás.
En pocos pasos alcanzamos el Arroyo del Pilar, donde me
llevo la gratísima sorpresa de encontrarme con Lourdes y Virginia,
dos “Prisiñas”
de Olivenza que han venido a hacer la ruta. Yo, que también soy miembro de
dicho Club, me alegro del encuentro y les sugiero hacerles una foto sobre el
pequeño puente que ayuda a cruzar el Arroyo, a lo que acceden encantadas.
A partir de este punto, la ruta inicia un recorrido de 5
kms. (una cuarta parte del total de la misma) en el que hay nada, absolutamente
nada digno de ser menciona y ni siquiera de ser fotografiado (¡y eso que los
tres qué íbamos juntos con cámaras de fotos somos de “gatillo fácil”, prestos a
fotografiar cualquier cosa que tenga el más mínimo interés).
Fue en este tramo donde pudimos ver la únicas grullas que se
hicieron presente en todo el recorrido: una treintena de ellas que pasaron
volando no demasiado cerca.
Mucha tierra de labor y algún campo con olivos perfectamente
alineados.
Pasamos por una pequeña explotación ganadera. Pudimos hacer
un poco de jolgorio por lo que allí vimos, al comentar que aquéllas deberían
ser las ovejas más limpias de toda Extremadura, dado que disponían de bañeras
en abundancia para su higiene personal. Alguien hasta sugirió que entraban en
la primera bañera y luego iban pasando de una a otra hasta salir límpidas y
refulgentes por la del otro extremo. Y es que el buen humor siempre es buen
compañero en los caminos.
Tras la larga travesía llegamos a las inmediaciones del
Embalse de los Canchales, para mi gusto, la parte más atractiva del recorrido.
No solo por la cercanía del agua, sino por la belleza de algunos tramos.
A poco de caminar cerca del embalse se llega a un punto en
el que existe un panel informativo sobre las aves que podrían verse por los alrededores.
Ahí mismo, un acceso permite acceder a “La Isla”, un brazo de tierra que se
adentra en las aguas del embalse. Nosotros no pasamos porque el grupo
continuaba a buena marcha.
Cuando seguimos caminando, otros compañeros de ruta que van
a nuestra altura y son de la zona comentan que las tormentas del invierno
pasado destrozaron el camino por el que vamos, a orillas del Embalse,
habiéndose tenido que reconstruir tanto el camino como la zona de tierra donde
tocan las aguas.
Justo antes de llegar a la cabecera de la presa la
organización había previsto un alto para descanso y refrigerio.
A estas alturas de la ruta teníamos muy claro que poco más
de lo que habíamos visto podríamos esperar, por lo que decidimos disfrutar de
las vistas que teníamos desde la cabecera del embalse.
El camino de regreso a La Garrovilla vuelve a ser tan poco
atractivo como el de ante de llegar al embalse. Solo la presencia de algunos
frutales y la advertencia de la posible existencia de abejas en el entorno
rompen la monotonía de la ruta que solo logramos romper a base de charla.
A unos dos kilómetros de la cabecera del embalse, dejamos el
camino principal por el que venimos para tomar otro a nuestra izquierda que nos
empezará a encaminar de vuelta a origen.
Enseguida llegamos a la Ermita de San Isidro, que parece de
construcción moderna. Unos azulejos la fechan en 1957.
Cuando, por fin, queda La Garrovilla a nuestra vista,
suspiramos un tanto aliviados y comentamos que, quizá, hubiera que plantear
para el futuro esta ruta de otro modo.
La ruta concluyó en una gran nave ubicada en la punta norte
del pueblo, donde la organización nos ofreció unas migas elaboradas de modo distinto
al que estamos acostumbrados a tomarlas.
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