miércoles, 15 de abril de 2015

Casar de Palomero a La Pesga (Hurdes)


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Organizada por el Club Senderista La Vereína, participamos una cincuentena de personas en un día muy soleado y con calor. Una ruta con vistas espectaculares a ambas vertientes de las dos sierras por la que se desarrolla el recorrido, primero (en un breve trecho) la Sierra de Santa Bárbara y después, en más de la mitad de su extensión, la Sierra de la Pesga.
Algunos (entre los que me cuento) sudamos la gota gorda subiendo las empinadas cuestas comprendidas en la ruta. Yo, en concreto —aunque no fui el único— llegué desfallecido al Pico Blanco y hube de darme cuatro o cinco minutos de reposo antes de tener ánimo, siquiera, para abrir la mochila y sacar el bocata con el que reparar fuerzas.


El autobús nos dejó en Casar de Palomero al inicio de la Avenida del Puerto, donde confluyen las calles Mayor y “Carretera Variante”, justo en el lugar donde se ubica el bar El Puro.


En el mismo sitio existen algunos paneles informativos sobre otras alternativas turísticas que pueden encontrarse en los alrededores de la población.



Hay que caminar en dirección a la salida del pueblo dando, pues, la espalda al bar El Puro, siguiendo la calle, cada vez con  menos casas, hasta alcanzar el inapreciable Arroyo de las Huertas, distante 600 metros del punto de inicio de la marcha.



Al llegar al punto indicado, hay que tomar a la derecha y en ángulo de 90º una vereda ancha, cómoda y en ligero ascenso, que nos llevará a la carretera CCV-11.5, que cruzamos al otro lado.


Cruzada la carretera continuamos ascendiendo entre cerezos que nosotros tuvimos la suerte de encontrar florecidos. Por todo este trayecto hay unas preciosas vistas, ya desde lo alto, del pueblo del que acabamos de salir y los sitios de sus alrededores: la Ermita del Santo Cordero, al fondo; el Pedregal y la Cruz de Piedra, a la izquierda; la Fuente de la Madre de Agua a la derecha y, un poco más allá de ésta, casi fuera de la foto, las Ruedas.




El camino no tiene pérdida. Va en continuo y suave ascenso hasta que, a unos 2 kilómetros de la salida del pueblo se inicia una pequeña bajada. En ese punto queda a nuestra vista otra vez la carretera CCV-11.5 y la Ermita de la Santa Cruz (o Ermita de Escusar, como la he encontrada denominada en otro lugar), por cuyo lado derecho y trasero hemos de pasar.



Fue una lástima no haber conocido, al momento de pasar por aquí, los datos de TRES singularidades de las que a continuación doy detalle que, sin duda, nos hubieran hecho detenernos, aunque solo hubiera sido unos momentos, para asumir la historia (o, al menos, leyendas) allí existentes.
En primer lugar, la historia de esta Ermita junto a la que pasamos: cuenta la leyenda que en el invierno de 1488 un pastor que estaba en el Puerto del Gamo, aterido de frío, cortaba leña para calentarse. De entre las ramas que había cortado, seleccionó las que le parecieron mejores e hizo con ellas una cruz que puso en el collado del Puerto.
Unas semanas después tenían lugar las celebraciones de Semana Santa en la localidad de Casar de Palomero. Durante la celebración del Jueves Santo los judíos debían encerrarse en sus casas, manteniendo puertas y ventanas cerradas, pero varios de ellos no lo hicieron motivo por el que fueron apedreados por los cristianos, por lo que se apresuraron a volver a sus casas y encerrarse en ellas.
Al día siguiente, Viernes Santo (25 de marzo de 1488), cinco de los judíos (uno de ellos un niño de trece años), molestos por lo del día anterior, subieron al Collado del Puerto del Gamo y apedrearon la cruz que había sido puesta allí por el pastor, reduciéndola a trozos. Descubierta la actuación de los judíos, los cristianos salieron en su busca y, capturándolos, quemaron vivos a los cuatro adultos (he encontrado otra versión que dice que fueron apedreados hasta morir) y al pequeño le cortaron la mano derecha. Después, recogieron los trozos de la destrozada cruz y la llevaron en procesión hasta la el pueblo donde, posteriormente, construyeron la que hoy se conoce como Ermita de la Cruz Bendita, sita en la calle Mayor, sobre lo que antiguamente fue la sinagoga judía. Sabemos que en 1657 ya se había iniciado su construcción, así como que en 1714 se trabajaba en la cúpula del crucero y que fue terminada de construir en 1724.
Allí se conservan los restos de la cruz apedreada. Hoy se puede ver una cruz (creo que es de plata), dentro la que están los trozos de la madera original. La cruz es sacada en procesión tres veces al año en las fiestas que se denominan “Primer triunfo de la Cruz Bendita”, “Segundo Triunfo de la…” y “Tercer triunfo de la…”, el 3 de mayo, 16 de julio y 14 de septiembre respectivamente.
En lo alto del Collado, en el lugar donde estuvo y fue apedreada la cruz, se construyó la Ermita del Puerto del Gamo o Ermita de la Santa Cruz, a la que corresponden las dos fotos anteriores. También corresponde a la puerta de entrada a la Ermita la siguiente, gentileza de www.celtiberia.net.


Justo a la altura de la Ermita, pero al otro lado de la carretera, está el Chozo del Puerto del Gamo en la llamada Peña del Zaguitu. Diré que Zaguitu viene a significar “pillo” en castúo y es el nombre que se atribuye al judío de 13 años al que digo más arriba que se le cortó la mano.
Junto al chozo unas piedras de pizarras parece como si formaran un corredor de ortostatos como los que se encuentran en los dólmenes. Y se dice que detrás de este corredor se escondían los cristianos para tirarles piedras a los judíos que habían apedreado la cruz.
La foto que adjunto a continuación, también cortesía de www.celtiberia.net.


La Piedra de la Rueca, o Piedra Escrita, o Petroglifo del Puerto del Gamo, se encuentra al lado del antiguo camino que iba de Casar de Palomero a Mohedas (actualmente la carretera ya citada CCV-11.5), a la altura del kilómetro 2,200 unos metros a la derecha de la carretera, en el olivar de la Varistuela estableciéndose su antigüedad, como mínimo, en el año 750 a.C. En el mismo abundan los motivos rectangulares, triangulares y escaleriformes, unidos por líneas.

(Gentileza de http://iberiamagica.blogspot.com.es)

Los petroglifos son grabados rupestres que ejecutados por los antiguos pobladores, utilizando las técnicas de la incisión o del picado, con objetos metálicos puntiagudos y afilados.
Señala el investigador José Luis Sánchez Martín que “Los lugares de ubicación de tales manifestaciones artísticas, siempre al lado de un camino o paso o cerca de un curso de agua resultaron ser verdaderos santuarios, de carácter trascendente o mágico-religioso, a los que acudían con frecuencia y en diferentes momentos los pobladores, porque creían que dichas visitas les ayudaban a facilitar las actividades de caza y agricultura incipiente y el contacto simbólico y el tránsito hacia un más allá sobrenatural. De modo que se convertirían en centros de culto y peregrinaje y a través de los tiempos se le irían añadiendo nuevos elementos a los inicialmente realizados, de la misma forma que las grandes catedrales cristianas se fueron construyendo a lo largo de largos periodos, completándose con añadidos de diferentes épocas y estilos.”
Bien, pues como ya he dicho, NO pudimos ver ni el chozo, ni los ortostatos de pizarra ni la Piedra de la Rueca, y no porque llevásemos prisa alguna, sino porque desconocíamos su existencia.
Me parece lastimoso que el Ayuntamiento de Casar de Palomero no haya colocado o no haya instado al Gobierno de Extremadura para ello, en la explanada que hay al lado mismo de la Ermita de la Cruz Bendita, en el collado, paneles informativos sobre estas maravillas que se encuentran a unos pocos metros, metros que ni siquiera se pueden contar por cientos, siendo así que sí que los hay para evidenciar la existencia del Merendero del Puerto del Gamo que queda a la vista de todos.




De todos modos, aquí dejo constancia de todo ello para quien pueda utilizar esta crónica o el track correspondiente.
Por nuestra parte, cruzamos desde la Ermita al Merendero y desde este al otro lado de la carretera, por la que anduvimos unos doscientos metros hasta llegar al Merendero del Canchorro, lugar bien cuidado y dotado de sombra, fuente, barbacoa, mesas y bancos para el esparcimiento de quien quiera usarlo.




El camino, sin pérdida posible, discurre por detrás del merendero alejándose, pues, de la carretera e iniciando un ascenso que será la tónica hasta alcanzar la cima del Pico Blanco.
En cuanto ganamos un poco de altura quedan a nuestra vista el pequeño Pantano de Ahigal (o de las Cumbres) y el gran Embalse de Gabriel y Galán, cuya superficie de agua será una constante hasta que lleguemos a La Pesga.


Siempre subiendo, pasamos por entre los montes El Canchorro y Las Hoyas antes de comenzar la bajada al Collado de Valdecorrales, desde donde divisamos a nuestra izquierda y detrás de nosotros Casar de Palomero y, también a nuestra izquierda pero más adelante, el pueblecito de Rivera Oveja junto al Río de los Ángeles, que se muestra mucho más ancho de lo que realmente es debido a las aguas embalsadas del Gabriel y Galán.



A partir de este punto se me comenzó a “hacer cuesta arriba” la ruta, y nunca mejor dicho. Reconozco que no se trataba de un desnivel exagerado, pues era solo de un 13% la subida al Alto del Castillo, a un kilómetro escaso de distancia. Pero esos 140 metros de desnivel se me atragantaron. Creo que no fue tanto la subida como el hecho de que en esos metros de recorrido el camino hace un montón de curvas y cada una de ellas parecía que era el final de la subida. Pero no: tras cada curva, una nueva subida, y otra, y otra… Y sol, y el calor. Ni siquiera las preciosas vistas que ya teníamos de Mohedas de Granadilla me daban ánimos.


Tras varias curvas y muchas cuestas, al fin quedó ante nuestros ojos el Alto del Castillo Y bueno… no es que quiera echarme flores, que tampoco es eso. Desde luego, yo no iba el primero pero, a pesar de ser el más viejo del grupo, tampoco el último. Las foto lo atestiguan. Y todavía había un buen puñado que iban muuuucho más atrás.




Cuando por fin llegamos al Alto del Castillo, las vistas compensan sobradamente del esfuerzo realizado.
Lo primero que llama nuestra atención es la vista, a nuestra derecha, del Embalse de Gabriel y Galán, con Mohedas de Granadilla a su lado.


Por la izquierda vemos, a lo lejos, la pequeña alquería de Cambroncino a la que sirve de fondo el Lomo de los Caldereros rematado por el Pico Chapallal o del Convento (a la derecha) y flanqueada, por delante y por detrás respectivamente, por las Sierras de la Cierva y del Horno.


Y también por nuestra izquierda, pero mucho más lejos, la Sierra de la Peña de Francia.


Tras unos minutos de descanso retomamos el camino. Estamos recorriendo la Sierra de la Pesga desde su inicio en el Collado de Valdecorrales. Ahora salvar un desnivel en bajada de otros 80 o 90 metros para subir después al Pinajarro, que tenemos enfrente de nosotros.



La subida es corta, pero invita a tomárselo con filosofía; el terreno tiene mucha pizarra desmenuzada. No es incómodo para caminar pero los gemelos de las piernas notan el esfuerzo.


Pasamos el Pinajarro sin detenernos, conscientes de que nos queda el esfuerzo que representa superar el Pico Blanco.
Volviendo la vista atrás, el Alto del Castillo que acabamos de abandonar.


El Embalse de Gabriel y Galán pasa a tomar casi todo el protagonismo del entorno. Se aprecia con facilidad que el nivel de sus aguas ha descendido con respecto a temporadas anteriores por la falta de vegetación en una buena parte de todas sus orillas.


Y delante de nosotros el Río de los Ángeles, describiendo sus meandros a medio camino entre Rivera Oveja y La Pesga. Al otro lado del río destaca la Vega de la Maja con ese color verde más oscuro que el resto. Y al lado de acá, a la derecha, los más productivos terrenos de La Vaqueriza y la Cruz de la Salve; más acá la vaguada que produce el Arroyo de los Hoyos y, a la izquierda, el montecillo de La Cotorra. Todo ello me sirve de fondo a una bonita foto para la que se prestan a posar María Jesús y Paqui.


Hay una suave bajada y, tras unos metros de llaneo, comenzamos otra vez a subir, pasando por delante de una construcción que al camino no ofrece más que los portones de dos cocheras.


El camino, en ascenso, va describiendo una amplia curva hacia la izquierda al final de la cual hace un brusco giro a la derecha de 300º a la derecha para coronar el Pico Blanco o El Culebro, que también se denomina así.
He de confesar que este trozo de camino me costó más de lo que es razonable para un desnivel como éste y para mi forma física que no siendo, desde luego, la de un atleta, no está mal del todo para mi edad. Pues me costó. Hube de parar varias veces a coger aire, aprovechando para alguna —pocas— fotos.



Tras el brusco giro a la derecha al que me refería antes, el camino todavía oculta la cima. Hay que describir una pequeña curva a la izquierda antes de que quede ante nuestros ojos el mirador que corona la subida, en medio del cual se ubica un punto geodésico.
Llegué cansadísimo y antes de hacer una sola foto hube de sentarme para serenar la respiración durante unos minutos lo que hice sin quitarme, siquiera, la mochila de la espalda.
Una vez recuperado, me fascinó la vista que se ofrece desde el mirador sobre La Pesga y todo el entorno. Una verdadera preciosidad.





El sitio nos pareció que el lugar era el idóneo para hacer una foto de grupo, sacando de fondo el Río de los Ángeles. Maki (Juan Antonio Mostazo), que es la alegría en persona, se prestó para encaramarse a lo más alto del punto geodésico y, desde allí, hacer la foto que habría de inmortalizar el momento.


(Foto gentileza de Vicente Pozas)


Repuestas las fuerzas y descansados, reiniciamos el camino, que ahora se planteaba todo él de bajada, con un promedio de casi el 13% de desnivel bajando, pero que era especialmente acusado, de en torno al 16%) en el primer kilómetro. Todo ello, con unas vistas delante de nosotros realmente preciosas.



Durante la bajada se pasa por delante de un par de privilegiados chalets existentes en la cuerda de esta Sierra de la Pesga.


Conviene andar atentos porque pocos metros después de pasar el segundo chalet hay que tomar un camino que sale por la izquierda y que, en un continuo zig-zag, va bajando, entre plantaciones de preciosos cerezos, en dirección a La Pesga.



Y ojo a la bajada porque, en algunos pequeños tramos se ha encementado parte del camino y, por efecto de las lluvias y del transitar de personas y vehículos, la gravilla ocupa buena parte del cemento. Ello provocó que una de las personas resbalara (¡cuando todo lo “malo” ya se había pasado) y se diera una buena caída que, gracias a Dios, quedó en nada, pero que pudo haber traído consecuencias por la posición en que le quedó la pierna, bajo el cuerpo.
Cuando se está a mitad de la bajada nos encontramos con una cancela que cierra el libre paso por el camino aunque puede vadearse fácilmente por el lado derecho.
Al pasar al otro lado vemos un cartel que informa —con tanta claridad como poca ortografía— que la finca por la que venimos bajando es privada, por lo que se prohíbe el paso. Pero claro, es solamente para subir porque, al bajar, nada lo indica.



Y La Pesga ya al alcance de la mano: cada vez más cerca y, según nos vamos acercando, más hermosa.



Entramos en La Pesga por la carretera, bautizada como Avda. de Extremadura y, pocos metros más allá y por arte de una curva, se torna en Avda. de la Constitución. Más o menos a la mitad, en la Plaza del Collado, donde hay una hermosa fuente, dimos fin a la ruta.


Íbamos cansados y con sed. Con mucha sed. Lo prueban los documentos gráficos.



1 comentario:

  1. ¿ Que voy a decir del pueblo que me vio nacer?...¡ VIVA MI PUEBLO!

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