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Wikiloc: pulsar aquí
Realizada el 10 de diciembre de 2016 con el grupo de
senderismo de Catelsa. Se trata del mismo recorrido que había hecho
exactamente tres años antes con Vicente Pozas pero en esta ocasión
tuvimos una novedad destacable: tres tumbas antropomorfas excavadas en roca
viva que descubrimos en esta ocasión y que he incorporado al relato y al track
de la ruta de 2013, que es la que
recomiendo y sugiero que se visite, se siga y, en su caso, se descargue el track,
por contener detalles y alternativas que en esta ocasión no están.
Dicho post, y enlace a Wikiloc, podéis encontrarlo en este
enlace:
Una ruta eminentemente llana que no requiere esfuerzo de
ningún tipo.
Mañana con una temperatura muy agradable para las fechas en
las que estamos. Recalamos en el Hotel La Laguna, a la entrada de Brozas,
a eso de las 9,15 y comenzamos a caminar tan solo media hora más tarde.
Hay que salir a la carretera EX-207 y cruzar al otro
lado, justo al contrario del lugar en que se encuentra el Hotel. La visibilidad es
buena pero, como siempre, extremando la precaución.
En el sitio en que cruzamos hay un camino de frente, que
recorremos poco más de 200 metros para girar enseguida a la izquierda
adentrándonos en el paraje del Pozo de los Membrilleros. Caminaremos,
pues, dando la espalda a Brozas y en dirección a Cáceres
durante, aproximadamente, un kilómetro, hasta que lleguemos a una planta solar
que veremos a nuestra izquierda. En ese punto estaremos en el paraje de La
Rapaza. El camino se bifurca, debiendo coger nosotros el que sale a la
izquierda y que, bordeando la planta solar indicada, va otra vez a cruzar la
carretera.
Con cuidado cruzamos de nuevo la carretera. En este punto
tenemos a tiro de piedra, a nuestra derecha, el depósito elevado de agua en
forma de torre.
A partir de este punto entramos en una dehesa preciosa que
recorremos en línea recta durante kilómetro y medio aproximadamente. Luego el
camino hace un progresivo descenso a la vez que un giro a la derecha para
dirigirse al Embalse de Brozas II o “Charca
de Patos”.
A nuestra izquierda queda lo que se llama “El
Cercado del Niño”, en medio del cual hay lo que en sus tiempos debió
ser una buena explotación ganadera. Tiene dos construcciones, de planta
circular que debieron ser viviendas, granero o lugar para guardar los aperos, y
otra en forma de “U” que debieron ser establos.
El estado de abandono actual es bastante evidente.
Cuando casi llegamos a la parte de debajo de la cuesta que
hemos recorrido, encontramos el acceso al Embalse
de Brozas II, también denominado “Charca de Patos”, al que nos
acercamos, llevándonos la grata sorpresa de que vamos a poder recorrerlo a lo
largo de toda la pared de la presa (con más de 500 metros de longitud), pues
cuenta con un pasaje al efecto.
La presa es de las que llaman “de gravedad”, tiene una
capacidad de 0,86 Hm3 y, desde sus cimientos, tiene una altura de 12,5 metros.
La longitud de la presa, en coronación es, como he apuntado antes, de casi 540
metros.
Una vez que la hemos cruzado, podemos volver a salir por el
otro lado al camino por el que veníamos a través de una cancela.
Cruzando por delante de la presa, regresamos por el camino
hacia la parte alta de la cuesta por la que bajamos antes.
Pasamos sobre el Arroyo de las Levaduras, que es por
el que discurren las aguas que vierte la Charca de los Patos y seguimos subiendo
la cuesta hasta llegar a un cruce existente en la parte de arriba de la cuesta
y tomar un camino que sale desde allí a la derecha, bordeando el Cercado
del Niño al que antes me refería. Para ello hemos de pasar una cancela
que da acceso a una preciosa calleja.
La calleja está muy bien construida y se conserva con el
firme en perfectas condiciones y limpia de ramajes y otras elementos.
A nuestra izquierda las construcciones abandonadas de una
explotación agrícola, con una buena charca delante.
Antes de abandonar la calleja por la que pasamos, el Arroyo
de las Levaduras vuelve a salir a nuestro encuentro, aunque aquí lleva
un poco más de caudal que frente a la Presa.
A partir de este punto, las tierras ubicadas a nuestra
derecha son lo que se denomina “La Greña”. En ellas se encuentra la Charca
del mismo nombre (Greña), y también un edificio singular: la Casa-Palacio
de la Greña, una de las construcciones más singulares de Brozas.
Esta Casa-Palacio, de tipo modernista y,
según se dice, con clara influencia de Gaudí, fue construido a principios
del siglo XX por Santiago Burgos de Orellana, intelectual e ideólogo del que he
podido encontrar escasas referencias. Parece que vivió en Argentina bastantes
años. Sí me consta que en el III Congreso
de Estudios Extremeños (celebrado en Plasencia del 27 de abril al 1 de mayo
de 1970), y dentro del apartado “Ponencias Varias”, presentó una bajo el título
“La Revista ‘Patria Chica’”.
Por los datos que he recogido, parece que un hijo de este
señor, Fernando Burgos, hizo en esta finca un ensayo de agricultura de
regadío, cultivándose a mediados del siglo XX y durante años, algodón, tabaco y
pimiento, entre otras cosas, lo que propició un mejor nivel de vida a los
obreros de la zona, porque el cultivo exigía mucha mano de obra de hombres y
mujeres (Brozas y Navas). En la finca hay tres charcas
seguidas en el espacio, para administrar mejor el agua necesaria para regar los
cultivos citados y los propios de las huertas, y frutales. Además de ser
explotadas para la cría de la tenca.
Abandonamos el magnífico y amplio callejón por el que han
discurrido nuestros pasos a través de una cancela de libre paso.
Un camino bien trazado y limpio nos lleva a través de una
explotación ganadera. Tres cazadores apostados a los lados del camino generan
alguna inquietud entre los componentes del grupo. El más próximo, a la derecha
del camino en el sentido de nuestra marcha, abre la escopeta cuando nos ve
aproximarnos y saluda con cordialidad. Los otros dos, apostados a la izquierda
y en un lugar más elevado, mantienen sus escopetas cerradas. En mi opinión,
unos desaprensivos.
También a la izquierda una antigua vivienda o alojamiento
temporal para el personal que cuidase la finca. Se compone de dos
edificaciones, pequeñas, adosadas y claramente diferenciadas una de otra pues
mientras la que está más próxima al camino, que parece más antigua y es, desde
luego, de porte más elegante, es de planta circular con tejado de dos
vertientes, la otra es un edificio simple, de planta rectangular y tejado con
una sola vertiente.
A partir de este lugar entramos en la finca Las
Marquesas y ya queda ante nuestros ojos uno de los especiales
atractivos de esta ruta: un antiguo acueducto, actualmente en franco deterioro,
del que podemos ver dos torres que debieron servir de vasos comunicantes.
Según nos aproximamos podemos distinguir, en la parte
derecha (al otro lado del arroyo Rivera de la Mata) un arco de piedra
y ladrillo, de trazado más gótico que de medio punto, resto de lo que parece
que fue todo un conjunto de ellos. Como he dicho, se trata de un acueducto con
dos torres que servían como vasos comunicantes para al paso del agua.
El acueducto salva la depresión que forma el arroyo Rivera
de la Mata, que pasa junto al único arco que queda en pie.
Se conservan en pie las dos torres así como las bases de los
seis o siete arcos que debieron existir en su momento. Todo lo que era el
granito que conformaba los arcos ha desaparecido y quedan esparcidos por el
suelo los restos del ladrillo utilizado en la obra, así como de la tubería, de
unos 40 centímetros de grosos, por la que discurría el agua.
Y mientras los demás estamos embelesados contemplando el
acueducto, Julia, una pequeña, hija de unos de los senderistas que acuden
habitualmente a las rutas de Catelsa, descubrió en lo alto de una
formación rocosa unas tumbas antropomorfas.
Tengo que confesar mi absoluta sorpresa, pues cuando hace
tres años hice este mismo recorrido con Vicente Pozas, estuvimos aquí mismo
y no reparamos siquiera en la existencia de las tumbas.
De las dos tumbas, una está en lo más alto de la roca.
Presenta un aspecto limpio de tierra y maleza, aunque tiene agua de las últimas
lluvias. Cuenta, en su parte más baja, con un canalillo que debió hacerse para
que saliera el agua que corriera a su alrededor, pero que no es lo
suficientemente profundo como para evacuar la que hay en el interior.
La otra tumba, excavada a un nivel inferior, está llena de
tierra y hierba y, a diferencia que la anterior, cuenta con un reborde muy bien
labrado cuya función era evitar que entrase el agua. Sobre dicho reborde iba
colocada la losa que tapaba la tumba.
Tras documentar el hallazgo, volvemos al camino para subir a
una amplia nave ganadera que venimos divisando desde hace largo rato. Enseguida
encontramos una doble cancela que, tras pasarla, volvemos a dejar debidamente
cerrada.
Esta finca, “Las Marquesas”, contó en su día con
una espléndida instalación de regadío de la que el acueducto que acabamos de
ver formaba parte. Aquí, a lo largo del camino, a derecha e izquierda, podemos
ver diversos elementos que en su momento sirvieron para dar paso y distribuir el
agua por la finca: llaves, pozos comunicantes, depósitos… Todo aparece ahora en
un estado de total abandono.
Me he quedado solo fotografiando los artilugios de riego.
Cuando continúo en pos de los compañeros de ruta observo, antes de llegar a un
pilón y una encina, a la derecha del camino una piedra grande que me llama la
atención. Me da la impresión que puede tener encima algo especial.
Apartándome quince o veinte metros llego hasta la roca y
veo, con alborozo, que se trata de otra tumba antropomorfa. En esta ocasión es
una sola, bien tallada y llena de piedras que el agricultor ha recogido del
campo limítrofe y depositado dentro de la tumba. Una lástima.
La tumba tiene tallado, alrededor del hueco, una elevación
(como la que vimos anteriormente) para que, puesta la losa encima, no entrara
agua en ella. El reborde es mucho más sobresaliente que el de la tumba anterior
y está tallado de un modo más perfecto.
Corro en pos de los compañeros y atravieso una puerta más.
Esta tiene la cancela abierta y debe llevar así meses o años porque alrededor
de la base de la cancela hay una gran acumulación de tierra, señal de que debe
llevar muchísimo tiempo sin cerrarse.
Pasada la puerta, a la derecha de la misma y pegada a la
pared de la finca, unos antiguos abrevaderos de cemento, ahora en desuso, nos
alude a otros tiempos que pudieron ser mejores para la economía de estas
tierras.
Pocos metros más allá, en medio de un pequeño repecho, otra
cancela (¡la sexta de la jornada!) nos saca de la Finca Las Marquesas para
darnos paso a otra denominada El Orillal.
Por si a alguien le interesa diré que nada más pasar esa
cancela, se puede tomar el camino a la derecha para, enseguida, desviarse por el
primero que se encuentre a la izquierda para, en poco tiempo, llegar al Balneario
de San Gregorio, donde se ubica la Ermita del mismo santo.
No siendo esa nuestra intención, tomamos el camino por
nuestra izquierda.
A derecha e izquierda del camino hay muchísimas setas
silvestres. Yo no soy aficionado a ellas, como tampoco a fotografiarlas, pero
tanto por su belleza y tamaño me llaman la atención.
Pocos metros más adelante, y a la derecha del camino, hay una
antigua construcción, de planta circular. En esta ocasión y con este grupo
senderista, no nos apartamos para verla (Vicente y yo sí lo hicimos hace tres
años), aunque sí quiero dejar constancia que merece la pena. Apenas son unos
metros.
Una antigua cancela, que ahora no cumple función ninguna,
pues falta un buen trozo de la pared sobre la que anclaba uno de sus extremos,
permite acceder a la construcción.
Una antigua inscripción en la pared, parece indicar que
pudiera datarse en 1847.
Junto a la construcción, pero al lado de acá del muro, unas
antiguas zahúrdas. Es una construcción bien elaborada, hecha de piedras y con
el tejado aterrado, con el fin de proteger mejor su interior.
En esta zona el grupo decide hacer un alto para reponer
fuerzas metiéndose entre pecho y espalda algún reconstituyente en forma de
sándwich, zumos, fruto o bocata. Alguno de dimensiones considerables.
Debo confesar que, después de año y medio sin salir en grupo
a patear caminos tengo los resortes un tanto oxidados y se me ha olvidado echar
nada a la mochila. Por ello, pongo cara de
“no-necesito-nada-que-estoy-muy-bien” y lanzo la mirada al infinito mientras,
con el rabillo del ojo, veo, con envidia, al resto deglutir sus viandas.
Repuestas las fuerzas continuamos el sendero otros 500 o 600
metros hasta encontrar un camino algo más amplios que el que traemos, girando a
la derecha en el mismo para ir a salir enseguida, en unos 350 metros, a la
carretera que lleva de Brozas al Balneario de San Gregorio. Su nombre
más antiguo es “Camino de Coria” y accedemos al mismo a través de un paso
canadiense.
Después de caminar algo más de un kilómetro por el asfalto
de este “Camino de Coria”, giramos a la derecha por un camino. No tiene
pérdida, pues en la esquina de la carretera asfalta y el camino hay una casa,
con un hermoso jardín primorosamente cuidado.
Después de caminar unos 700 metros por el camino, llegamos a
las Casas
de Fuente Madero y al precioso bohío allí existente.
Nada más dejar el enclave anterior encontramos la primera
referencia a la Ruta de la Ribera, otro recorrido que también hicimos Vicente
y yo hace tres años y que es una preciosidad.
El camino que traemos desemboca en otro, de más ancho
trazado y asfaltado, que se llama “Camino del Tajo por la Charca del Tajo”.
Lo tomamos, en dirección izquierda, para dirigirnos ya hacia Brozas.
A unos ochocientos metros tomamos una desviación hacia la
izquierda y, a pocos metros, otro poste indicador de la Ruta de la Ribera. En
esta ocasión el poste dirige al caminante, por un sendero secundario, a las Casas
de Fuente Madero, de donde venimos por otro lado.
Tras recorrer los últimos metros de camino de tierra que nos
quedan por andar, llegamos a la carretera a la que antes me referí que se llama
“Camino
de Coria”.
Justo al llegar a la misma está el panel informativo sobre
todo el trazado de la Ruta de la Ribera.
En el mismo lugar, pero en la carretera, un cartel nos
indica que, por ella, hay cuatro kilómetros hasta llegar al Balneario
de San Gregorio.
A punto de llegar, a nuestra derecha, junto al Embalse
de Brozas (I), las ruinas de una antigua construcción que asemejan lo
que pudiera haber sido una ermita.
Siguiendo la carretera unos 800 metros llegamos al Hotel
La Laguna, punto de partida de la ruta y final de la misma.
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