domingo, 18 de diciembre de 2016

Ruta de las Grullas de Brozas (2016)


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Realizada el 10 de diciembre de 2016 con el grupo de senderismo de Catelsa. Se trata del mismo recorrido que había hecho exactamente tres años antes con Vicente Pozas pero en esta ocasión tuvimos una novedad destacable: tres tumbas antropomorfas excavadas en roca viva que descubrimos en esta ocasión y que he incorporado al relato y al track de la ruta de 2013, que es la  que recomiendo y sugiero que se visite, se siga y, en su caso, se descargue el track, por contener detalles y alternativas que en esta ocasión no están.
Dicho post, y enlace a Wikiloc, podéis encontrarlo en este enlace:



Una ruta eminentemente llana que no requiere esfuerzo de ningún tipo.

Mañana con una temperatura muy agradable para las fechas en las que estamos. Recalamos en el Hotel La Laguna, a la entrada de Brozas, a eso de las 9,15 y comenzamos a caminar tan solo media hora más tarde.

Hay que salir a la carretera EX-207 y cruzar al otro lado, justo al contrario del lugar en que se encuentra el Hotel. La visibilidad es buena pero, como siempre, extremando la precaución.

En el sitio en que cruzamos hay un camino de frente, que recorremos poco más de 200 metros para girar enseguida a la izquierda adentrándonos en el paraje del Pozo de los Membrilleros. Caminaremos, pues, dando la espalda a Brozas y en dirección a Cáceres durante, aproximadamente, un kilómetro, hasta que lleguemos a una planta solar que veremos a nuestra izquierda. En ese punto estaremos en el paraje de La Rapaza. El camino se bifurca, debiendo coger nosotros el que sale a la izquierda y que, bordeando la planta solar indicada, va otra vez a cruzar la carretera.



Con cuidado cruzamos de nuevo la carretera. En este punto tenemos a tiro de piedra, a nuestra derecha, el depósito elevado de agua en forma de torre.



A partir de este punto entramos en una dehesa preciosa que recorremos en línea recta durante kilómetro y medio aproximadamente. Luego el camino hace un progresivo descenso a la vez que un giro a la derecha para dirigirse al Embalse de Brozas II o “Charca de Patos”.
A nuestra izquierda queda lo que se llama “El Cercado del Niño”, en medio del cual hay lo que en sus tiempos debió ser una buena explotación ganadera. Tiene dos construcciones, de planta circular que debieron ser viviendas, granero o lugar para guardar los aperos, y otra en forma de “U” que debieron ser establos.
El estado de abandono actual es bastante evidente.


Cuando casi llegamos a la parte de debajo de la cuesta que hemos recorrido, encontramos el acceso al Embalse de Brozas II, también denominado “Charca de Patos”, al que nos acercamos, llevándonos la grata sorpresa de que vamos a poder recorrerlo a lo largo de toda la pared de la presa (con más de 500 metros de longitud), pues cuenta con un pasaje al efecto.
La presa es de las que llaman “de gravedad”, tiene una capacidad de 0,86 Hm3 y, desde sus cimientos, tiene una altura de 12,5 metros. La longitud de la presa, en coronación es, como he apuntado antes, de casi 540 metros.





Una vez que la hemos cruzado, podemos volver a salir por el otro lado al camino por el que veníamos a través de una cancela.

Cruzando por delante de la presa, regresamos por el camino hacia la parte alta de la cuesta por la que bajamos antes.
Pasamos sobre el Arroyo de las Levaduras, que es por el que discurren las aguas que vierte la Charca de los Patos y seguimos subiendo la cuesta hasta llegar a un cruce existente en la parte de arriba de la cuesta y tomar un camino que sale desde allí a la derecha, bordeando el Cercado del Niño al que antes me refería. Para ello hemos de pasar una cancela que da acceso a una preciosa calleja.


La calleja está muy bien construida y se conserva con el firme en perfectas condiciones y limpia de ramajes y otras elementos.
A nuestra izquierda las construcciones abandonadas de una explotación agrícola, con una buena charca delante.



Antes de abandonar la calleja por la que pasamos, el Arroyo de las Levaduras vuelve a salir a nuestro encuentro, aunque aquí lleva un poco más de caudal que frente a la Presa.

A partir de este punto, las tierras ubicadas a nuestra derecha son lo que se denomina “La Greña”. En ellas se encuentra la Charca del mismo nombre (Greña), y también un edificio singular: la Casa-Palacio de la Greña, una de las construcciones más singulares de Brozas.
Esta Casa-Palacio, de tipo modernista y, según se dice, con clara influencia de Gaudí, fue construido a principios del siglo XX por Santiago Burgos de Orellana, intelectual e ideólogo del que he podido encontrar escasas referencias. Parece que vivió en Argentina bastantes años. Sí me consta que en el III Congreso de Estudios Extremeños (celebrado en Plasencia del 27 de abril al 1 de mayo de 1970), y dentro del apartado “Ponencias Varias”, presentó una bajo el título “La Revista ‘Patria Chica’”.
Por los datos que he recogido, parece que un hijo de este señor, Fernando Burgos, hizo en esta finca un ensayo de agricultura de regadío, cultivándose a mediados del siglo XX y durante años, algodón, tabaco y pimiento, entre otras cosas, lo que propició un mejor nivel de vida a los obreros de la zona, porque el cultivo exigía mucha mano de obra de hombres y mujeres (Brozas y Navas). En la finca hay tres charcas seguidas en el espacio, para administrar mejor el agua necesaria para regar los cultivos citados y los propios de las huertas, y frutales. Además de ser explotadas para la cría de la tenca.

Abandonamos el magnífico y amplio callejón por el que han discurrido nuestros pasos a través de una cancela de libre paso.

Un camino bien trazado y limpio nos lleva a través de una explotación ganadera. Tres cazadores apostados a los lados del camino generan alguna inquietud entre los componentes del grupo. El más próximo, a la derecha del camino en el sentido de nuestra marcha, abre la escopeta cuando nos ve aproximarnos y saluda con cordialidad. Los otros dos, apostados a la izquierda y en un lugar más elevado, mantienen sus escopetas cerradas. En mi opinión, unos desaprensivos.

También a la izquierda una antigua vivienda o alojamiento temporal para el personal que cuidase la finca. Se compone de dos edificaciones, pequeñas, adosadas y claramente diferenciadas una de otra pues mientras la que está más próxima al camino, que parece más antigua y es, desde luego, de porte más elegante, es de planta circular con tejado de dos vertientes, la otra es un edificio simple, de planta rectangular y tejado con una sola vertiente.



A partir de este lugar entramos en la finca Las Marquesas y ya queda ante nuestros ojos uno de los especiales atractivos de esta ruta: un antiguo acueducto, actualmente en franco deterioro, del que podemos ver dos torres que debieron servir de vasos comunicantes.

Según nos aproximamos podemos distinguir, en la parte derecha (al otro lado del arroyo Rivera de la Mata) un arco de piedra y ladrillo, de trazado más gótico que de medio punto, resto de lo que parece que fue todo un conjunto de ellos. Como he dicho, se trata de un acueducto con dos torres que servían como vasos comunicantes para al paso del agua.
El acueducto salva la depresión que forma el arroyo Rivera de la Mata, que pasa junto al único arco que queda en pie.
Se conservan en pie las dos torres así como las bases de los seis o siete arcos que debieron existir en su momento. Todo lo que era el granito que conformaba los arcos ha desaparecido y quedan esparcidos por el suelo los restos del ladrillo utilizado en la obra, así como de la tubería, de unos 40 centímetros de grosos, por la que discurría el agua.




Y mientras los demás estamos embelesados contemplando el acueducto, Julia, una pequeña, hija de unos de los senderistas que acuden habitualmente a las rutas de Catelsa, descubrió en lo alto de una formación rocosa unas tumbas antropomorfas.

Tengo que confesar mi absoluta sorpresa, pues cuando hace tres años hice este mismo recorrido con Vicente Pozas, estuvimos aquí mismo y no reparamos siquiera en la existencia de las tumbas.

De las dos tumbas, una está en lo más alto de la roca. Presenta un aspecto limpio de tierra y maleza, aunque tiene agua de las últimas lluvias. Cuenta, en su parte más baja, con un canalillo que debió hacerse para que saliera el agua que corriera a su alrededor, pero que no es lo suficientemente profundo como para evacuar la que hay en el interior.



La otra tumba, excavada a un nivel inferior, está llena de tierra y hierba y, a diferencia que la anterior, cuenta con un reborde muy bien labrado cuya función era evitar que entrase el agua. Sobre dicho reborde iba colocada la losa que tapaba la tumba.


Tras documentar el hallazgo, volvemos al camino para subir a una amplia nave ganadera que venimos divisando desde hace largo rato. Enseguida encontramos una doble cancela que, tras pasarla, volvemos a dejar debidamente cerrada.


Esta finca, “Las Marquesas”, contó en su día con una espléndida instalación de regadío de la que el acueducto que acabamos de ver formaba parte. Aquí, a lo largo del camino, a derecha e izquierda, podemos ver diversos elementos que en su momento sirvieron para dar paso y distribuir el agua por la finca: llaves, pozos comunicantes, depósitos… Todo aparece ahora en un estado de total abandono.






Me he quedado solo fotografiando los artilugios de riego. Cuando continúo en pos de los compañeros de ruta observo, antes de llegar a un pilón y una encina, a la derecha del camino una piedra grande que me llama la atención. Me da la impresión que puede tener encima algo especial.
Apartándome quince o veinte metros llego hasta la roca y veo, con alborozo, que se trata de otra tumba antropomorfa. En esta ocasión es una sola, bien tallada y llena de piedras que el agricultor ha recogido del campo limítrofe y depositado dentro de la tumba. Una lástima.
La tumba tiene tallado, alrededor del hueco, una elevación (como la que vimos anteriormente) para que, puesta la losa encima, no entrara agua en ella. El reborde es mucho más sobresaliente que el de la tumba anterior y está tallado de un modo más perfecto.



Corro en pos de los compañeros y atravieso una puerta más. Esta tiene la cancela abierta y debe llevar así meses o años porque alrededor de la base de la cancela hay una gran acumulación de tierra, señal de que debe llevar muchísimo tiempo sin cerrarse.

Pasada la puerta, a la derecha de la misma y pegada a la pared de la finca, unos antiguos abrevaderos de cemento, ahora en desuso, nos alude a otros tiempos que pudieron ser mejores para la economía de estas tierras.

Pocos metros más allá, en medio de un pequeño repecho, otra cancela (¡la sexta de la jornada!) nos saca de la Finca Las Marquesas para darnos paso a otra denominada El Orillal.

Por si a alguien le interesa diré que nada más pasar esa cancela, se puede tomar el camino a la derecha para, enseguida, desviarse por el primero que se encuentre a la izquierda para, en poco tiempo, llegar al Balneario de San Gregorio, donde se ubica la Ermita del mismo santo.
No siendo esa nuestra intención, tomamos el camino por nuestra izquierda.
A derecha e izquierda del camino hay muchísimas setas silvestres. Yo no soy aficionado a ellas, como tampoco a fotografiarlas, pero tanto por su belleza y tamaño me llaman la atención.




Pocos metros más adelante, y a la derecha del camino, hay una antigua construcción, de planta circular. En esta ocasión y con este grupo senderista, no nos apartamos para verla (Vicente y yo sí lo hicimos hace tres años), aunque sí quiero dejar constancia que merece la pena. Apenas son unos metros.
Una antigua cancela, que ahora no cumple función ninguna, pues falta un buen trozo de la pared sobre la que anclaba uno de sus extremos, permite acceder a la construcción.
Una antigua inscripción en la pared, parece indicar que pudiera datarse en 1847.



Junto a la construcción, pero al lado de acá del muro, unas antiguas zahúrdas. Es una construcción bien elaborada, hecha de piedras y con el tejado aterrado, con el fin de proteger mejor su interior.


En esta zona el grupo decide hacer un alto para reponer fuerzas metiéndose entre pecho y espalda algún reconstituyente en forma de sándwich, zumos, fruto o bocata. Alguno de dimensiones considerables.
Debo confesar que, después de año y medio sin salir en grupo a patear caminos tengo los resortes un tanto oxidados y se me ha olvidado echar nada a la mochila. Por ello, pongo cara de “no-necesito-nada-que-estoy-muy-bien” y lanzo la mirada al infinito mientras, con el rabillo del ojo, veo, con envidia, al resto deglutir sus viandas.
Repuestas las fuerzas continuamos el sendero otros 500 o 600 metros hasta encontrar un camino algo más amplios que el que traemos, girando a la derecha en el mismo para ir a salir enseguida, en unos 350 metros, a la carretera que lleva de Brozas al Balneario de San Gregorio. Su nombre más antiguo es “Camino de Coria” y accedemos al mismo a través de un paso canadiense.


Después de caminar algo más de un kilómetro por el asfalto de este “Camino de Coria”, giramos a la derecha por un camino. No tiene pérdida, pues en la esquina de la carretera asfalta y el camino hay una casa, con un hermoso jardín primorosamente cuidado.
Después de caminar unos 700 metros por el camino, llegamos a las Casas de Fuente Madero y al precioso bohío allí existente.



Nada más dejar el enclave anterior encontramos la primera referencia a la Ruta de la Ribera, otro recorrido que también hicimos Vicente y yo hace tres años y que es una preciosidad.

El camino que traemos desemboca en otro, de más ancho trazado y asfaltado, que se llama “Camino del Tajo por la Charca del Tajo”. Lo tomamos, en dirección izquierda, para dirigirnos ya hacia Brozas.
A unos ochocientos metros tomamos una desviación hacia la izquierda y, a pocos metros, otro poste indicador de la Ruta de la Ribera. En esta ocasión el poste dirige al caminante, por un sendero secundario, a las Casas de Fuente Madero, de donde venimos por otro lado.

Tras recorrer los últimos metros de camino de tierra que nos quedan por andar, llegamos a la carretera a la que antes me referí que se llama “Camino de Coria”.
Justo al llegar a la misma está el panel informativo sobre todo el trazado de la Ruta de la Ribera.

En el mismo lugar, pero en la carretera, un cartel nos indica que, por ella, hay cuatro kilómetros hasta llegar al Balneario de San Gregorio.

A punto de llegar, a nuestra derecha, junto al Embalse de Brozas (I), las ruinas de una antigua construcción que asemejan lo que pudiera haber sido una ermita.

Siguiendo la carretera unos 800 metros llegamos al Hotel La Laguna, punto de partida de la ruta y final de la misma.

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