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Califico la ruta como
"difícil" no por su desnivel (aunque relevante), ni por su longitud,
sino por lo dificultoso del sendero (especialmente en la bajada) al ser todo él
de grava volcánica muy suelta, que obliga a ir con mucho cuidado para evitar
resbalones. Una caída podría dar lugar a heridas de consideración.
La subida, pese a ser por el mismo
sendero, no presenta tanta dificultad, pues el riesgo de resbalar es menor.
Este camino tuvo como objetivo el
intercambio social comercial entre el
pueblo de Haría y La Graciosa y se utilizaba por los
habitantes de ésta para llevar a las localidades de Lanzarote los productos que
elaboraban, comerciando con ellos para la propia subsistencia.
La ruta se inicia en un aparcamiento
cercano a la formación rocosa denominada El Risco de Famara, ubicado en un
lugar llamado Las Rositas. Se puede llegar al lugar por Ye. Una vez atravesada la
población con dirección a Máguez, a unos 900 metros (en el
lugar conocido como “Hoya de la Pila”, sale un camino a
la derecha que tendremos que recorrer unos 500 metros. En cuanto pasemos unas
casas que quedan a la derecha, veremos otro camino, en peores condiciones que
el anterior, que sale a la izquierda. Tomándolo, a unos 100 metros existe un
lugar empedrado, habilitado para aparcar.
Si hemos subido desde Máguez
en dirección a Ye, por la LZ-201, como a 2,8 kilómetros habremos llegado a la
Hoya de la Pila, a la que me refiero en el párrafo anterior. Ahí tomamos el
camino que sale a la izquierda y, a unos 500 metros, otra vez a la izquierda
para ir al aparcamiento.
Hay un camino de claro trazado y exento
de dificultad que nos lleva desde el aparcamiento al inicio de la bajada, donde
hay un mirador.
Desde el mirador podemos contemplar La
Graciosa y, detrás de ella, Montaña Clara y aún más allá el Roque
del Oeste y Alegranza.
En la Graciosa vemos, de izquierda a
derecha, los conos de los volcanes Montaña Amarilla, Montaña
Mojón y Las Agujas. Solo escapa de nuestra vista Montaña Bermeja, oculta
por Las
Agujas.
Unos pocos metros de sendero en el
inicio de la bajada están bien empedrados.
Pero el camino se torna enseguida, como
he dicho antes, de una grava volcánica gruesa en la que resulta fácil
resbalarse, por lo que hay que ir muy pendiente de donde se pisa. Muy
recomendable ayudarse de bastones para evitar los resbalones, así como no
pararse a contemplar la maravilla que se extiende ante nuestros ojos sino en
las cambios de sentido del abundantísimo zig-zag que vamos a ir haciendo.
Desde el principio se percibe con
nitidez el camino en zig zag que nos va a llevar hasta abajo. Todo el sendero
está acompañado por un tendido eléctrico que nos marca, mirando desde arriba,
donde termina la bajada y viceversa cuando regresemos.
Las Salinas del Río se ven desde
arriba. Son las más antiguas de las existentes Canarias y ya se tiene referencias de ellas en las
primeras crónicas de la conquista.
Ante nuestros ojos queda también la
Caleta del Sebo, único núcleo de población de La Graciosa, ya que Pedro Barba
no puede ser considerado como tal, al contar solo con algunas casas,
normalmente deshabitadas.
Cuando llegamos abajo el sendero más
claramente marcado, apartado de la orilla, se encaminaba derecho hacia las Salinas.
Nosotros preferimos tomar otro, menos nítido que se dibujaba más próximo al mar. La verdad es que la abundancia
de roca volcánica nos dificultó considerablemente el andar, pero fuimos
siguiendo, con dificultad pues no se distinguía nada bien, el sendero elegido
hasta alcanzar un punto en que se juntaba con el otro. El lugar está marcado
por un hito.
Desde el cruce de caminos nos dirigimos
a El
Embarcadero, una punta a partir de la que comienza luego, hacia la
derecha, la larga Playa del Risco.
Según señala Nieves Morales, directora
de la Casa de los Volcanes de Lanzarote en un bonito trabajo que se
puede CONSULTAR AQUÍ, esta zona “alberga los distintos tipos de comunidades vegetales existentes en
Lanzarote, de ellas 19 son endémicos de Lanzarote e islotes y 14 exclusivos del
Risco de Famara”. En el camino, pues, pudimos observar distintas especies
como el bobo, aulagas, veroles, tuneras, vinagreras o tojio.
El caminar hacia las Salinas
del Río se torna dificultoso por la abundante arena. Intentamos caminar
por la playa, pensando que la arena mojada nos facilitaría el paso y, al no
conseguir el objetivo, subimos a la parte más alta de la playa, con un
resultado similar.
Al final, armados de paciencia seguimos
con pasos cortos hasta llegar a nuestro objetivo.
Las Salinas del Río son las
más antiguas del Archipiélago ya que las primeras referencias documentales que se
conocen se remiten al siglo XV, al ser acondicionadas en tiempos de Sancho
de Herrera (1442-1534), primer Señor de Lanzarote. En
1520 se reseñan unas construcciones en ellas.
Se puede encontrar un detallado informe
sobre las mismas CONSULTANDO AQUÍ.
La producción a principios del siglo
XVII es ya elevada y se sitúa en unas 4.800 fanegadas (334 toneladas en caso de
que la medida utilizada fuera la fanega de áridos de Gran Canaria, con una
capacidad de 65,892 litros, que pesarían unos 69,5 kilogramos).
Estas salinas son las únicas de Lanzarote
hasta que a finales del siglo XIX comienza la construcción de nuevas explotaciones
en la isla. En los años cincuenta del pasado siglo XX ya existían en la isla
unas cincuenta salinas.
Con la aparición de las técnicas de
conservación en frío decayó la importancia de la sal y comenzó el declive de
las salinas de Lanzarote. La paralización de las explotaciones se inició hacia
1970 quedando en la actualidad en activo solo sólo los Agujeros y con
carácter testimonial las Salinas de Janubio.
Las Salinas del Río siguieron
funcionando hasta 1971 ó 1972 en que fueron definitivamente abandonadas.
El camino de regreso se realiza por el mismo sitio que hemos venido. Nosotros tardamos, aproximadamente, lo mismo en subir hasta el aparcamiento que lo que tardamos en bajar aunque debe preverse que se empleen entre veinte minutos y media hora más en la subida.
Creo que es una de las rutas más
bonitas de las que pueden hacerse en Lanzarote. Tanto desde el mirador
que hay en lo alto del Risco, antes de comenzar la bajada,
como durante buena parte de ella, pueden contemplarse cuatro de los cinco
islotes que componen el Archipiélago Chinijo, de una belleza
indescriptible.
La Playa de Risco es solitaria, muy
amplia y de una arena blanca y fina que la hace muy agradable.
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