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Realizada el martes 15 de abril de 2014,
día magnífico, soleado, en el que Vicente Pozas y yo tuvimos el
acierto de levantarnos temprano, de modo que a las 7,30 estábamos en Arroyomolinos
y antes de las 8 caminando.
La ruta es circular y a pesar de que
muchos track tienen como inicio y final Montánchez, la realidad es que la
ruta debe tener su inicio y final en Arroyomolinos, opción por la que
nosotros nos decantamos. Entre muchas otras, por dos razones fundamentales: la
primera es que iniciamos temprano realizando la subida de la Garganta, lo que
supone que el mayor esfuerzo físico lo hacemos “con la fresca”. La
segunda razón, no menos importante, es que vamos a ir llegando a cada uno de
los 18 molinos que vamos a visitar desde abajo, con una luz estupenda para las
fotografías.
Dejamos el coche aparcado en la parte de arriba del
pueblo, donde empieza la calle Altozano, muy cerca de La
Posada, de la fuente y del anfiteatro al aire libre
con que cuenta la localidad y salimos en dirección a la Garganta de los Molinos
encontrándonos, enseguida, con la fuente, en la que una placa recuerda a los
que vivieron lo que denominan “el mayor
acontecimiento de esta Villa”, la Batalla de Arroyomolinos o “Sorpresa
de Arroyomolinos”.
Al parecer Arroyomolinos, fue fundada
aproximadamente por el año 1228, por orden del Rey Alfonso IX de León.
La tarea de la fundación fue requerida a don Rodrigo Íñiguez, Comendador de
Montánchez.
El 28 de Octubre de 1811, se produjo el acontecimiento
histórico más importante de Arroyomolinos. Por aquel entonces el
pueblo español luchaba contra las tropas de Napoleón en la Guerra
de la Independencia. Hablando solo de Extremadura, las dos victorias
más importantes sobre El Francés fueron las batallas de la
Albuera y ésta que aquí se conmemora, en la que un ejército aliado anglo-hispano-portugués,
bajo las órdenes del General Hill, derrotó a las tropas
francesas del General Girard.
En la batalla participaron activamente vecinos del pueblo
ayudando a los soldados.
El poeta Cristóbal de Beña (1777-1833)
publicó en 1813 su “Lira de la libertad. Poesías patrióticas”. Uno de los poemas,
un himno, recogido en esta publicación lleva por título “Aniversario de la jornada de
Arroyo-Molinos” y sus versos 45 a 52 recuerdan esta batalla:
Con sangre
traidora los campos regaron,
que fértiles
ahora por ella se ven;
y el nombre
ilustraron de Arroyo-Molinos
por hechos
tan dignos igual a Bailén.
Esos mismos versos están escritos en la pared del anfiteatro
a que antes me refería.
Los años me han enseñado que es bueno que los pueblos
conozcan y celebren su historia y honren a sus hombres y mujeres; la historia y
personas de un pasado remoto sin duda, pero también es bueno que lo hagan con
la historia reciente y las personas que han puesto su granito de arena para
hacer mejor al pueblo en el que vivieron. Y en esto, desgraciadamente, los hombres
somos bastante rácanos y nos resistimos a honrar la memoria de quien, sin duda,
lo merece.
Animados, salimos al camino para encontrarnos enseguida con
un cartel informativo de la ruta que vamos a hacer, pero en tal estado de
deterioro que es imposible leer nada en el mismo. El sol, la lluvia… han hecho
de las suyas. Una lástima. Bien merecería que se restaurase.
A cuatrocientos metros del cartel termina el camino
encementado y lo hace donde se nos cruza el Arroyo de los Molinos o Arroyo
de la Garganta de los Molinos, que de las dos formas lo he encontrado
mencionado.
Antes de llegar al arroyo un cartel de madera nos indica el
inicio de la ruta que vamos a hacer y, junto al camino, un merendero ofrece sus
bancos y mesas a quien quiera sentarse un rato.
Y pocos metros más allá, a la derecha, nos llama la atención
una piedra en el suelo. Le han escrito “Piedra Hincada”. Está dentro de una
finca particular, por lo que no podemos acercarnos a verla. A mi me da la
impresión, así de lejos, que la piedra no ha sido labrada, al menos
recientemente, ni colocada allí hace poco.
Cuando pasamos nosotros el arroyo lleva agua. Unas enormes
piedras pasaderas ayudan a cruzar el caudal aún en épocas en que pueda tener
mucha más agua.
Justo a continuación del vado y a la izquierda del camino,
el primer molino. Podemos subirnos al paredón que hay junto a la acequia y
encaramarnos a la misma. Es de una obra vieja, sin duda alguna, pero magnífica.
El interior de la acequia tiene bastante hierba, pero se
conserva muy bien.
Buena parte de los molinos ubicados en esta garganta son de
origen romano, aunque los más recientes lo son del siglo XIX. La mayor parte
están construidos en mampostería aunque hay algunos en los que se pueden
observar unos sillares muy bien labrados y colocados.
En nuestra ruta contamos 18 molinos estando todos ellos,
según nos pareció, en desuso, excepto el último, el que se encuentra más
arriba, que ha sido habilitado como vivienda o casa de campo.
Algunos de ellos habían sido rehabilitados con la idea de
que pudieran ser utilizado como refugio de senderistas pero durante la
realización de la ruta pudimos comprobar que los salvajes de siempre habían
arrancado puertas y ventanas, realizado fogatas en su interior y despreciado,
destruyéndola, lo que era propiedad de todos.
Todos los molinos se encuentran a diferente altura, como es
lógico, pues están construidos respetando la morfología del terreno. Arriba del
todo de la garganta se encuentra una charca denominada la Charca de la Suelta, en
el curso del arroyo. Parece ser que el proceso de molienda era muy interesante,
pues los molineros se ponían de acuerdo para moler todos al mismo tiempo.
Cuando los molineros lo acordaban, soltaban agua de la Charca que pasaba por
el molino ubicado más arriba y de éste al siguiente y así sucesivamente de modo
que el mismo agua podía ser aprovechada para los procesos de molienda en la
mayor parte de los molinos.
Todos los molinos tenían una pequeña charca propia (en algún
caso muy visible) de donde pasaba el agua a la acequia; de ahí el agua caía en
un cubo construido, de tres o más metros de altura. Este cubo tenía una
compuerta (llamada “saetín”) en su base que permanecía cerrada hasta que estaba
lleno de agua. Entonces el molinero abría la compuerta y al salir el agua con
mucha presión, movía las palas del rodezno, que mediante un tronco unido a la
piedra superior o “volandera” hacía que esta girase sobre la piedra inferior o
“solera”, donde se depositaba el grano que, así, resultaba molido.
A pocos metros se encuentra el molino 2. Está dentro de un
pequeño olivar, al fondo del mismo. Como la puerta era accesible pasamos
respetando el entorno con el único fin de fotografiarlo.
De éste no pudimos fotografiar la acequia porque discurría,
según nos pareció, por otra finca más alejada y por existir ramas de árboles
que nos impedían un paso fácil.
Salimos del pequeño olivar dejando la puerta tan cerrada como
la encontramos.
En vez de volver ligeramente atrás para coger el Camino
de la Garganta, bordeamos el olivar por un pequeño sendero estrecho y
pedregoso para ir a ver otro molino que queda fuera del camino principal.
Pocos metros más adelante, a la izquierda, el molino nro. 3.
El cuarto de máquinas de la molienda ha sido rehabilitado, pero la puerta ha
desaparecido y el interior está sucio y con desperdicios.
Abandonamos el senderillo para volver al Camino
de la Garganta que está a pocos metros por encima del molino recién
visitado. Enseguida vemos que se trata de un camino de superior categoría, dado
el solado del mismo, muy bien trazado y hecho, con un magnífico empedrado por
el que transitaron personas y caballerías en sus desplazamientos a los
distintos molinos.
Desde arriba podemos ver la acequia de conducción del agua del
molino anterior (el 3º).
El siguiente molino queda a la izquierda y por debajo del
camino. El acceso es complicado, dada la abundancia de zarzas en torno al mismo
así como a la acequia, que se conserva en buen estado aunque rodeada de
espinos.
Según va levantando el sol, sus rayos llegan hasta Arroyomolinos,
aunque la mitad de sus tejados siguen todavía sumidos en la sombra.
Pocos metros más allá del molino 4, una fuente manantial a
ras del suelo en el margen derecho del camino. El agua limpia, aunque ningún
letrero indica si puede es potable o no.
Tras un pequeño recodo del camino y justo antes de llegar al
siguiente molino (el 5º), observo que, a lo largo de la Garganta pueden
observarse otros seis molinos más desde el mismo sitio.
El molino 5º queda a la izquierda y fuera del camino. No es
fácil acceder al mismo y nos da la impresión que quedan pocos restos del cuarto
de molienda, si queda alguno.
No podemos acceder a la parte más baja del mismo debido a la
abundante vegetación, pero desde el camino si podemos hasta entrar en la
acequia de conducción del agua.
Del nro. 6 ha desaparecido todo resto de lo que fue el
cuarto de molienda. Se observan restos de la argamasa con la que su tejado
debió estar unido al pozo de caída del agua.
El número 7 está a la derecha del camino, en buen estado de conservación.
El cuarto de molienda es de los que fueron sido rehabilitados para que pudieran
servir de refugio, pero han arrancado la puerta de acceso al mismo y su
interior se encuentra sucio, con rastro de haberse realizado alguna hoguera en
su interior. Una verdadera lástima.
Junto a la puerta de entrada tres grandes piedras de molino
colocadas en el suelo.
Enfrente del molino, y al otro lado (el izquierdo) del
camino, una gran piedra tiene un hueco grande en su parte superior realizado,
sin duda, por la mano del hombre. No tengo ni idea respecto a cuál pudiera ser
el uso que se le diera.
El siguiente molino, a la izquierda, es el número 8. Su
cuarto de molienda está rehabilitado y la puerta de acceso al mismo, como en
los demás, arrancada de su sitio.
El pozo de agua, de embocadura redonda, como los demás, se
encastra en una torre de base cuadrada, construida a base de estupendos
sillares de piedra bien trabajada.
Cuando subimos al camino que va más arriba (paralelo al que
traíamos) vemos que podemos acceder a la acequia, que nos resulta singular y
espectacular por su estructura, ya que entre las paredes por la que discurría
el agua existen otras piedras, como si fueran contrafuertes o como si hubieran
servido de base para poner una cubierta a la acequia.
El molino 9, según nuestra cuenta, cuenta con la
singularidad de tener muy cerca de su puerta de entrada lo que a mi me pareció
una tumba antropomorfa. No creo que fuera un abrevadero porque el hueco de su
parte superior está muy alto. De todos modos, algún experto podrá pronunciarse.
Su acequia es de recorrido corto y el pozo fácilmente
accesible.
El siguiente molino lo calificamos como tal porque la
construcción que vemos nos sugiere el pozo de agua, pero no me atrevería a
garantizar que fuera un molino. Quedaba alejado del camino y no podíamos llegar
a él para haber indagado más de cerca. Otros entendidos en la materia, a la
vista de las fotos, quizás podrán aseverarlo o negarlo.
El cuarto de molienda del número 11 nos queda bastante
inaccesible, por lo que hemos de conformarnos con sacarle la foto de lejos,
aunque a la parte de la acequia accedemos muy bien.
El redondo brocal del pozo de agua se recubre por una
construcción de planta cuadrada, como otras que hemos visto anteriormente,
realizada con bloques de granito bien alineados.
La acequia de conducción está muy bien conservado y, además,
es el único molino en el que pudimos observar con claridad una especie de
piscina o depósito, con forma de “V” previo para el agua, donde se
almacenaba. Desde allí se le daba paso por la acequia hasta el pozo.
El molino 12 queda al otro lado del cauce de la Garganta
de los Molinos. Del mismo solo se conserva la torre del pozo y un trozo
de acequia, al menos así nos pareció a nosotros desde la distancia. El
teleobjetivo de la cámara me confirmó lo que se veía a simple vista.
Los números 13 y 14 (según nuestro particular recuento) se
encuentran uno junto al otro separados, únicamente, por el sendero por el que
vamos. Es uno de los claros ejemplos de lo que decía al principio de que el
agua utilizada en un molino pasaba al siguiente para ser usada por él.
El que llamo número 13, a la izquierda del camino, solo
conserva las paredes del cuarto de molienda y en su interior han crecido
arbustos y maleza.
Dada que el acceso a su acequia queda al nivel del sendero
es muy fácil acceder a ella, pudiendo observar que se encuentra bastante limpia
de hierbas y tierra en su interior.
El número 14, a la derecha del sendero, mantiene las paredes
del cuarto de molienda, con su puerta de acceso , pero sin techo y lleno de
maleza en el interior.
Junto a este molino, una caída de agua, a la que no me
atrevo a llamar fuente, pues imagino que en cuanto pasen unos días sin lluvia
su caudal quedará en nada.
Un poco más adelante, y al otro lado del cauce del Garganta
de los Molinos, el molino 15, magnífico ejemplar tanto por su altura
como el estado en que se conserva tanto la torre en que se encastra el pozo,
como el pozo mismo. Seguramente se deba a que, al estar al otro lado del cauce,
resulta más difícil acceder al mismo y, por tanto, también más difícil
deteriorarlo.
Estamos alcanzando casi la parte más alta de la garganta. Peña
Aguilera (712 metros de altitud) queda a nuestra izquierda y Barrera
Berenjena (784 metros) a nuestra derecha.
El sol lanza sus primeros rayos al interior de la Garganta,
aunque todavía no llegan a la misma. Me viene a la cabeza, no puedo evitarlo,
la canción “Nuevo día”, de mis queridos Lole y Manuel, que tantas
y tantas veces me paré a escuchar para tomarme un respiro entre los atracones
de Código Penal en mis años de estudiante de Derecho:
El sol, joven y fuerte, ha
vencido a la luna,
que se aleja impotente del
campo de batalla.
La luz vence tinieblas por
campiñas lejanas;
el aire huele a pan nuevo;
el pueblo se despereza…
¡¡Ha llegado la mañana!!
Me encanta el espectáculo.
En este punto del sendero nos sale al paso el Arroyo
de los Molinos, que baja desde lo alto de la garganta, y otro arroyuelo
que creo que se llama El Pozón, que nos viene por la
derecha. Se encuentran justo en la vereda por la que vamos y salvamos el
obstáculo sin problema, pues el caudal no es mucho. Además unas piedras
pasaderas, sin pretensiones de espectacularidad, nos facilitan el tránsito.
Solo cuando estamos más arriba nos damos cuenta que, en este
punto, hay un molino a nuestra derecha. Pero queda tan oculto por la vegetación
que nace al amparo del agua, que no lo hemos visto.
A pesar del fuerte contraluz que produce el sol que descuella
justo por lo alto, vemos otro molino bastante más arriba.
Parece que está más lejos, pero es una ilusión, pues
llegamos a él enseguida.
Al acercarnos, observamos que tiene dos torres, dos pozos.
Son dos molinos no ya contiguos, sino adosados uno al otro, para un mejor
aprovechamiento del agua. Y, además, en un estado de conservación fantástico.
El cuarto de molienda del que está más alto ha sido rehabilitado como vivienda.
Cuando subimos los últimos metros para alejarnos ya de la
garganta que tanto regalo ha hecho a nuestros ojos vemos, desde arriba, la
acequia del último de los molinos, el que está más alto de los dos últimos.
El camino hace una curva por las Vaquerizas para ir a la
zona de el Bailadero y Robledogordo. Comentamos sobre el
primor con que han sido aterrazadas las faldas de estos cerros para el cultivo
del olivo.
La, a mi entender, magnífica calzada por la que hemos venido
subiendo se magnifica todavía más aquí en las alturas. El firme se conserva en
todo su esplendor y a mi me parece que esa buena conservación habla de la
calidad del trabajo que hicieron los hombres que la construyeron.
Otro de los elementos que me llaman, con fuerza, la atención
en mis salidas al campo son esas puertas que, desde los caminos, daban paso a
las fincas y se construían en forma de arco, a veces con inscripciones o
escudos en sus paredes interiores. Las he visto preciosas, espectaculares, y
siempre me hablan sobre las gentes que las construyeron, de las que pasaron
bajo ellas y sobre la ilusión con que se cultivaron las tierras a las que daban
acceso.
Por todo lo anterior me duele cuando veo estas puertas
cegadas o tapiadas o, sencillamente, semiderruidas. Creo que merecería la pena
conservarlas.
En este ruta de hoy pudimos ver varias.
El camino hace una amplia curva a la derecha y nos va a
llevar a través de un precioso olmedo al que volveremos más adelante. El
paisaje ha cambiado completamente. No se oye más que el trinar de los pájaros y
nuestras pisadas. Un regalo para los sentidos.
Por estos parajes discurren otras dos rutas. Una, la Ruta
del Castañar (marcada con colores rojos) y otra la Ruta de Dónde Nace,
marcada en azul. El camino que vamos a recorrer hasta llegar a Montánchez
coincidirá, en buena medida, con esta última-
Como ya he dicho, veremos varias puertas de paso en distinto
estado de conservación. Algunas con el paso cegado, lo que me disgusta en
cuanto ese tapiado supone negarles la esencia misma para lo que un día fueron
construidas.
Cuando llegamos al paraje de El Bailadero volvemos a
encontrarnos con el Arroyo de los Molinos, ahora muy cerca del lugar donde nace.
Las vistas son espectaculares. Todavía podemos ver Arroyomolinos
más cerca, pero también, a lo lejos, lo que creo que es Almoharín.
El arroyo de El Pozón nos ofrece, en una curva
del camino, el espectáculo de una pequeña cascada sobre un pilón. El agua es
clara, y está fría.
Y todavía más adelante, vuelve a cruzar el camino en un par
de ocasiones.
El camino hace ya una curva hacia la izquierda para
dirigirse, decididamente, hacia Montánchez, pasando por la falda del
Pico
Montánchez, de 994 metros, en cuya cima se ubican las antenas de
televisión y radio que dan cobertura a las poblaciones de la penillanura
cacereña.
Pasamos por la cancela que da acceso a Roble Gordo. En esta
finca están las antenas a las que antes me refería, así como “El
Cancho que se Menea”, que tendremos que venir a visitar en otra
ocasión.
Atravesamos ahora un castañar. Se trata de la misma masa
arbórea que atravesamos hace ya un buen rato, pero entonces eran álamos. El
entorno boscoso vuelve a ser precioso.
Por fin, antes de comenzar la bajada, Montánchez aparece ante
nuestros ojos en medio de los árboles. La vista de la localidad, con su Castillo,
se nos antoja preciosa.
Justo antes de salir del robledal, a la derecha hay un
acceso abierto a un lugar donde hay un chozo, creo que reconstruido, que da una
idea de cómo eran cuando se utilizaban por los pastores. Solo hay que apartarse
poco más de cincuenta metros para verlo. Y pocos metros más allá, una estupenda
puerta de paso, toda ella de piedra, con una impresionante losa también de
piedra por dintel.
Entramos en Montánchez entre la piscina
municipal y la residencia León Leal, por la zona de
la Plaza
de Toros y, callejeando, nos dirigimos a la Plaza del Altozano, donde
nos tamos un café y, sin detenernos demasiado, bajamos por la calle Virgen
de los Remedios para salir del pueblo.
A mitad de la calle, donde está el Registro de la Propiedad,
una fuente con un pilón rectangular y un antiguo crucero llaman nuestra
atención.
Un poco más abajo está la Ermita de los Remedios,
de pequeñas dimensiones, erigida en el siglo XVI como un humilladero. Su
capilla cuenta con un retablo barroco del siglo XVIII. En el exterior, sobre la
puerta de entrada se encuentra una sencilla espadaña de sillería y a la derecha
de la Ermita, junto a la puerta de entrada de una casa, una antigua y
extraordinaria pila de lavar, toda ella de granito; y por debajo de la Ermita
un precioso rincón de acceso a una vivienda particular.
Al final de la calle y justo antes de salir al Camino
Real de Mérida, pasamos junto a una fuente con un gran pilón de
granito, rectangular.
Al inicio del camino, sobre nuestras cabezas, los restos del
Castillo
de Montánchez, una de cuyas paredes nos llama la atención.
Y allí mismo, para nuestra sorpresa, los restos de lo que
nos parece otro molino.
El inicio del Camino Real cuenta con un firme
empedrado sencillamente espectacular.
A dos kilómetros y medio de la salida de Montánchez
encontramos, a la derecha, la Fuente Revuelo con un gran pilón de
piedra. La fuente fue construida o, quizá, restaurada, en 1879 según una
inscripción que figura en la piedra, encima del caño. Este camino por el que
discurre nuestro caminar, el Camino Real de Mérida, recibe
también nombre de Camino del Revuelo, debido al nombre de la fuente.
El agua del pilón está cubierta de algas, pero la que cae
del caño está perfectamente clara.
Todo el camino de regreso hasta Arroyomolinos no tiene
pérdida, lo que no quiere decir que no esté exento de dificultad. De hecho he
de decir que no está, a mi juicio, suficientemente cuidado por las autoridades,
pues así como el camino de subida por la Garganta de los Molinos la
encontramos limpia, notándose que se habían cortado y retirado numerosas
zarzas, en este de regreso, especialmente a partir de la Fuente Revuelo, el
sendero está en algunos puntos totalmente encharcado. Nosotros pudimos pasar
sin mayor dificultad, pues hacía días que no llovía, pero no estaría de más que
en algunos tramos se colocaran piedras que ayudaran en el paso en los puntos
más incómodos.
También sería conveniente que se cortaran las zarzas.
Es un camino realmente hermoso, que discurre alejado de
cualquier tránsito de vehículos. Va entre fincas, por las traseras de algunas
casas de labor y de chalets y bien merece ser recorrido.
La ruta, como “Ruta de los Molinos” no está
señalizada, lo cual no quiere decir que sea difícil recorrerla, sobre todo si
se cuenta con la ayuda de gps. Pero hay que decir que, para ponerla en valor (y
realmente lo merece), sería conveniente poner algún poste indicador de
dirección en algunos puntos donde la duda puede surgirle al caminante.
Y en Extremadura contamos con magníficos Técnicos
de Senderos que podrían ayudar a los ayuntamientos de Arroyomolinos
y de Montánchez
a revalorizar este recorrido verdaderamente interesante.
Maravillosa ruta y maravillosos comentarios y fotos… casi no hace falta ir, lo mostráis y contáis todo tan bien! Un saludo desde Sevilla
ResponderEliminarMuchas gracias, amigo Anónimo
EliminarHabia oido hablar de ella, pero como esta descripción ninguna. La apunto para cuando baje el sol.
ResponderEliminarUn saludo
Muchas gracias, Jesús, por tu comentario. Un saludo.
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