viernes, 15 de noviembre de 2019

Castaños de Calabaza (Castañar de Ibor)


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Realizada el sábado 9 de noviembre de 2019 con el grupo de senderismo La Vereína. Unos 50 senderistas. Día bastante frío, aunque no demasiado. Nubes abundantes durante la jornada pero la lluvia nos respetó. Ligera llovizna durante diez minutos cuando íbamos por el kilómetro 7 (segunda subida). Solo empezó a llover con fuerza cuando ya todos estábamos a resguardo en Castañar de Ibor.

 
El perfil de la ruta es el típico de chepa de camello, con dos subidas casi de la misma altura (algo más de 900 metros) y similar desnivel (12,5% la primera y 10,03% la segunda).


Empezamos a caminar bastante tarde, pasadas las 11,30, hora a la que llegamos a Castañar de Ibor desde Cáceres. El autobús nos dejó pasado el pueblo, junto al Hostal-Restaurante Solaire ya que la ruta parte de allí mismo.



Salimos por el Camino de las Hontanillas, un camino de tierra entre árboles que, en algunos momentos, forman una cúpula sobre nosotros, aunque no demasiado frondosa. La masa arbórea es más tupida por nuestra derecha. Enseguida vemos algunos castaños de buenas dimensiones pero, lamentablemente, secos. Uno de los que viene en la ruta atribuye a uno de los ejemplares que encontramos una edad de 900 años.



Yo esperaba que la arboleda pudiera ser más tupida. Todo mantiene un color eminentemente verde y es que aún es demasiado pronto para que la hoja quiebre y comience a adquirir ese precioso color marrón rojizo que hace estos parajes tan bellos a finales de año. Todavía no hace suficiente frío.


También nos cruzamos con bastantes personas de la llamada “tercera edad” (como yo, vamos) que caminan hacia el pueblo, de regreso ya de su paseo matinal.


Cuando pasamos por el Collado de Postuero (y no “postureo”), punto más alto de la primera “chepa” de camello de las que hemos de pasar, encontramos un panel indicador que nos informa que el sendero “Chorrera de Calabazas” tiene un recorrido de 5,43 kms.


Doscientos metros más adelante estaremos caminando por la Garganta de Calabazas recorrida, en épocas de lluvias, por el Arroyo de las Hontanillas que nosotros, desgraciadamente, encontramos seco. Es en esta garganta donde se van a encontrar los famosos 17 castaños que dan nombre a esta ruta.
Lo primero que encontramos, en el lado izquierdo del camino, es un inmenso castaño seco del que una de sus partes parece la cabeza de un ciervo. Llama tanto la atención que muchos de los senderistas quisieron fotografiarse junto a él.



Enfrente, a la derecha del camino, está el Castaño Postuero, de 700 años de edad, 17 metros de altura, un tronco de 8 metros de perímetro y una copa de 22 metros de diámetro. Sus raíces se extienden mucho, pudiendo ver numerosas de ellas en la superficie del suelo. Debemos tener exquisito cuidado en no pisarlas para no dañar a este magnífico ejemplar.
A través de un panel informativo que hay allí mismo sabemos que vamos a encontrarnos un gran ejemplar de enebro, varios loros (Prunus lisitanica) en el camino que conduce al Chorro de Calabazas.
Existe también allí un rústico panel indicador en el que un día puso “Castaños de Calabaza” pero que el paso del tiempo se ha encargado de casi hacer desaparecer la inscripción.


Continuamos por la Garganta, donde podremos ver varios ejemplares de castaños, como el Castaño Tumbado o Hueco o un castaño seco y que aún se ve que fue un estupendo ejemplar.




Y si vamos atentos podremos ver, pintada sobre una piedra, un precioso ejemplar de mariposa.


A partir de aquí el camino se estrecha, pasando por una zona con abundante vegetación de helechos y frecuentes piedras en el suelo, por lo que debemos extremar la precaución.


Seguimos el curso del Arroyo de las Hontanillas cuyo cauce, a nuestro paso, está completamente seco de modo que podemos cruzar sobre unas piedras pasaderas que ahora están completamente secas.



Hasta que, por fin, llegamos a la Chorrera de Calabazas. Nos encontraremos pasando por la parte más estrecha de la Garganta, en medio de grandes formaciones rocosas a izquierda y derecha. A nuestro paso, como he dicho, no corría ni una sola gota de agua por lo que no pudimos disfrutar de la cascada que, en épocas más lluviosa, existe aquí.






A partir de aquí se incrementan la presencia de piedras en el suelo lo que, unido al desnivel, hace en algunos momentos problemática la bajada. Atención a dónde se ponen los pies para evitar torceduras o tropezones.
Vamos a tener ante nosotros una bonita vista de todo el valle que se extiende más allá de la Sierra del Castañar.


Cuando llegamos al final de la bajada tenemos ante nosotros casi dos kilómetros de recorrido tranquilo y cómodo por un camino rural de tierra, ancho, antes de la segunda subida. El hilo de senderistas se alarga y cuando llegamos al punto donde hemos de girar bruscamente a la izquierda para comenzar la subida, decidimos hacer un alto, tomar un tentempié y reagruparnos mientras contemplamos el panorama.


La segunda “chepa” de las dos a que aludía al principio, se extiende a lo largo de casi tres kilómetros y requiere algo más de esfuerzo que la primera, sin que tampoco sea algo exagerado.
Unos 500 metros después de empezar a subir estaremos en el sitio que denominan Era del Covezar. Nos encontraremos una intersección de caminos, debiendo coger el de la izquierda, haciendo un ángulo de 90º respecto a la dirección que traíamos. El otro es el Camino de los Quemados.
Según vamos ascendiendo volvemos a tener unas bonitas vistas a nuestras espaldas.


Nos vamos a meter en otra garganta, menos pronunciada que la de las Calabazas. En esta ocasión la parte más pronunciada estará a nuestra derecha, en la fada de Risco Marruecos, del que se desprende una gran pedrera que tendremos que atravesar con cuidado.


Superada la pedrera, el camino discurre por una vereda claramente marcada y sin ninguna dificultad hasta que llegamos al Collado del Puerto, el punto más alto de todo el recorrido. Superado éste y apenas 300 metros más adelante tendremos delante de nuestros ojos de nuevo Castañar de Ibor que, desde este lugar, presenta la forma de una coma.



Estamos a poco más de dos kilómetros de Castañar. La bajada discurre en su mayor parte por una vereda estrecha, relativamente cómoda aunque con piedras, por lo que no debemos perder la atención en ningún momento.


El entorno nos va a ofrecer todavía la oportunidad de hacer alguna bonita foto




La llegada a Castañar se hace por un camino de cemento que nos introduce en el pueblo a través de callejuelas llenas de encanto por la presencia de casas que respondan a lo que fue, en su día, la arquitectura popular de esta zona.




Llegados a Castañar nos dirigimos a la plaza donde está la iglesia y el Ayuntamiento, donde hay un par de bares entre los que nos repartimos para comer con tranquilidad y reponer fuerzas justo antes de que empezara a llover a mares.





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