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Realizada el sábado 9
de noviembre de 2019 con el grupo de senderismo La Vereína. Unos 50
senderistas. Día bastante frío, aunque no demasiado. Nubes abundantes durante
la jornada pero la lluvia nos respetó. Ligera llovizna durante diez minutos
cuando íbamos por el kilómetro 7 (segunda subida). Solo empezó a llover con
fuerza cuando ya todos estábamos a resguardo en Castañar de Ibor.
El perfil de la ruta es el típico de chepa de camello,
con dos subidas casi de la misma altura (algo más de 900 metros) y similar
desnivel (12,5% la primera y 10,03% la segunda).
Empezamos a caminar
bastante tarde, pasadas las 11,30, hora a la que llegamos a Castañar
de Ibor desde Cáceres. El autobús nos dejó pasado
el pueblo, junto al Hostal-Restaurante Solaire ya que la ruta parte de allí mismo.
Salimos por el Camino
de las Hontanillas, un camino de tierra entre árboles que, en algunos
momentos, forman una cúpula sobre nosotros, aunque no demasiado frondosa. La
masa arbórea es más tupida por nuestra derecha. Enseguida vemos algunos
castaños de buenas dimensiones pero, lamentablemente, secos. Uno de los que
viene en la ruta atribuye a uno de los ejemplares que encontramos una edad de
900 años.
Yo esperaba que la
arboleda pudiera ser más tupida. Todo mantiene un color eminentemente verde y
es que aún es demasiado pronto para que la hoja quiebre y comience a adquirir
ese precioso color marrón rojizo que hace estos parajes tan bellos a finales de
año. Todavía no hace suficiente frío.
También nos cruzamos
con bastantes personas de la llamada “tercera edad” (como yo, vamos) que
caminan hacia el pueblo, de regreso ya de su paseo matinal.
Cuando pasamos por el
Collado
de Postuero (y no “postureo”), punto más alto de la primera “chepa” de
camello de las que hemos de pasar, encontramos un panel indicador que nos
informa que el sendero “Chorrera de Calabazas” tiene un recorrido de 5,43 kms.
Doscientos metros más
adelante estaremos caminando por la Garganta de Calabazas recorrida, en
épocas de lluvias, por el Arroyo de las Hontanillas que
nosotros, desgraciadamente, encontramos seco. Es en esta garganta donde se van
a encontrar los famosos 17 castaños que dan nombre a esta ruta.
Lo primero que
encontramos, en el lado izquierdo del camino, es un inmenso castaño seco del
que una de sus partes parece la cabeza de un ciervo. Llama tanto la atención
que muchos de los senderistas quisieron fotografiarse junto a él.
Enfrente, a la
derecha del camino, está el Castaño Postuero, de 700 años de
edad, 17 metros de altura, un tronco de 8 metros de perímetro y una copa de 22
metros de diámetro. Sus raíces se extienden mucho, pudiendo ver numerosas de
ellas en la superficie del suelo. Debemos tener exquisito cuidado en no
pisarlas para no dañar a este magnífico ejemplar.
A través de un panel
informativo que hay allí mismo sabemos que vamos a encontrarnos un gran
ejemplar de enebro, varios loros (Prunus
lisitanica) en el camino que conduce al Chorro de Calabazas.
Existe también allí
un rústico panel indicador en el que un día puso “Castaños de Calabaza” pero
que el paso del tiempo se ha encargado de casi hacer desaparecer la
inscripción.
Continuamos por la
Garganta, donde podremos ver varios ejemplares de castaños, como el Castaño
Tumbado o Hueco o un castaño seco y que aún se ve que fue un estupendo
ejemplar.
Y si vamos atentos
podremos ver, pintada sobre una piedra, un precioso ejemplar de mariposa.
A partir de aquí el
camino se estrecha, pasando por una zona con abundante vegetación de helechos y
frecuentes piedras en el suelo, por lo que debemos extremar la precaución.
Seguimos el curso del
Arroyo
de las Hontanillas cuyo cauce, a nuestro paso, está completamente seco
de modo que podemos cruzar sobre unas piedras pasaderas que ahora están
completamente secas.
Hasta que, por fin,
llegamos a la Chorrera de Calabazas. Nos encontraremos pasando por la parte
más estrecha de la Garganta, en medio de grandes formaciones rocosas a izquierda y
derecha. A nuestro paso, como he dicho, no corría ni una sola gota de agua por
lo que no pudimos disfrutar de la cascada que, en épocas más lluviosa, existe
aquí.
A partir de aquí se
incrementan la presencia de piedras en el suelo lo que, unido al desnivel, hace
en algunos momentos problemática la bajada. Atención a dónde se ponen los pies
para evitar torceduras o tropezones.
Vamos a tener ante
nosotros una bonita vista de todo el valle que se extiende más allá de la
Sierra del Castañar.
Cuando llegamos al
final de la bajada tenemos ante nosotros casi dos kilómetros de recorrido
tranquilo y cómodo por un camino rural de tierra, ancho, antes de la segunda
subida. El hilo de senderistas se alarga y cuando llegamos al punto donde hemos
de girar bruscamente a la izquierda para comenzar la subida, decidimos hacer un
alto, tomar un tentempié y reagruparnos mientras contemplamos el panorama.
La segunda “chepa” de
las dos a que aludía al principio, se extiende a lo largo de casi tres
kilómetros y requiere algo más de esfuerzo que la primera, sin que tampoco sea
algo exagerado.
Unos 500 metros
después de empezar a subir estaremos en el sitio que denominan Era
del Covezar. Nos encontraremos una intersección de caminos, debiendo
coger el de la izquierda, haciendo un ángulo de 90º respecto a la dirección que
traíamos. El otro es el Camino de los Quemados.
Según vamos
ascendiendo volvemos a tener unas bonitas vistas a nuestras espaldas.
Nos vamos a meter en
otra garganta, menos pronunciada que la de las Calabazas. En esta
ocasión la parte más pronunciada estará a nuestra derecha, en la fada de Risco
Marruecos, del que se desprende una gran pedrera que tendremos que
atravesar con cuidado.
Superada la pedrera,
el camino discurre por una vereda claramente marcada y sin ninguna dificultad
hasta que llegamos al Collado del Puerto, el punto más alto de todo el
recorrido. Superado éste y apenas 300 metros más adelante tendremos delante de
nuestros ojos de nuevo Castañar de Ibor que, desde este lugar, presenta la
forma de una coma.
Estamos a poco más de
dos kilómetros de Castañar. La bajada discurre en su mayor parte por una vereda
estrecha, relativamente cómoda aunque con piedras, por lo que no debemos perder
la atención en ningún momento.
El entorno nos va a
ofrecer todavía la oportunidad de hacer alguna bonita foto
La llegada a Castañar
se hace por un camino de cemento que nos introduce en el pueblo a través de
callejuelas llenas de encanto por la presencia de casas que respondan a lo que
fue, en su día, la arquitectura popular de esta zona.
Llegados a Castañar
nos dirigimos a la plaza donde está la iglesia y el Ayuntamiento, donde hay un
par de bares entre los que nos repartimos para comer con tranquilidad y reponer
fuerzas justo antes de que empezara a llover a mares.
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