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Realizada el domingo
17 de noviembre de 2019. Día soleado, pero ventoso.
Toda la ruta se hace,
obligatoriamente, en autobús (en “guagua”) cuyo uso está comprendido en el
precio de la entrada de acceso al parque (10 euros).
La ruta dura unos 35
minutos y está explicada, durante el trayecto, en español, inglés y alemán.
Al Parque se llega a
través de la carretera LZ-67 que une Yaiza con Mancha
Blanca. Aproximadamente a mitad de camino entre una población y otra
encontraremos la entrada al Parque: a nuestra izquierda si vamos desde Yaiza
o a nuestra derecha si lo hemos hecho desde Mancha Blanca.
Es recomendable, en
días de diario, ir temprano por la mañana o por la tarde a menos que se quiera
hacer cola (a veces interminable) para poder acceder al Parque.
En la misma entrada y
sin bajarnos del coche deberemos abonar el importe de la visita: 10 euros por
persona o tan solo 2 si eres residente lanzaroteño.
Nada más pasar el
acceso vamos a ver a lo lejos a nuestra derecha La Montaña del Maso,
también llamada Caldera Roja. Y mucho más cerca, poco más allá de la carretera
por la que discurrimos, pequeñas bocas eruptivas que apenas si alcanzan, en el
mejor de los casos, los dos metros de altura.
Justo frente a
nosotros, donde la carretera hace una curva a la derecha, la Caldera
de la Boca del Infierno, con un intenso color rojizo que nos hace ya
intuir lo que vamos a ver más adelante.
Más adelante, y
también a nuestra derecha, la Montaña del Chinero, detrás de la
que se esconden a la vista del visitante diversos servicios del Parque, como
cocheras y establos.
A continuación, y a
nuestra izquierda, podemos ver más cerca la Montaña del Pajarito y
más allá, con un cráter que denota la violencia de su erupción, la Montaña
del Balcón. De las dos fotos que aporto, la primera es la vista desde
la carretera de acceso al Islote de Hilario y la segunda es
justo desde el otro lado.
Un poco más adelante
veremos que la carretera se bifurca. Hemos de seguir por la derecha, pues es
por la izquierda por donde salen los vehículos que ya regresan a la salida del
Parque.
En medio de ambas
carreteras queda la Montaña del Balcón que ahora vamos a poder contemplar más de
cerca y cuyas vistas también podremos disfrutar después desde más arriba.
Este último tramo de
subida, justo cuando estamos a punto de llegar al Islote de Hilario, se
denomina La Garganta del Cuervo. La carretera pasa entre la Montaña
del Balcón, a nuestra izquierda, y Las Clacas, que quedan a nuestra
derecha, que podremos fotografiar con más detenimiento desde arriba.
Y llegamos al punto
donde está el aparcamiento, los géiseres, la tienda, servicios y el restaurante
El Diablo, al que me referiré al final.
Desde esta ubicación
se tiene una vista realmente espectacular de Montaña Rajada (al fondo
a la derecha) y las cuatro Calderas Quemadas (la de Abajo,
la del
Mirador, la del Nido de Aguirre y la de Arriba).
Las Montañas
del Fuego forman parte de un conjunto de 25 volcanes que se ubican en
el Parque
Nacional de Timanfaya. Este paisaje volcánico se produjo por las
erupciones que acontecieron en Lanzarote entre 1730 y 1736, y posteriormente en
1824, ocupando un perímetro total de 174 km2 de los cuales 51,02 km conforman
el área protegida. Esta erupción ha sido considerada la más importante de la
historia del vulcanismo mundial, no sólo por su duración sino por la gran
cantidad de lavas emitidas.
En la actualidad
sigue la actividad volcánica con zonas de calor en la superficie de entre 120 y
600 grados centígrados.
El Parque
Nacional de Timanfaya fue declarado como tal el 9 de agosto de 1974 y
desde 1994 es también Zona de Especial
Protección Para las Aves (ZEPA). Además, comparte con el resto de la isla
la calificación de Reserva de la Biosfera otorgada en 1993 y el título de Geoparque
Mundial Unesco de Lanzarote y Archipiélago Chinijo.
Con el autobús vamos
a recorrer la llamada “Ruta de los Volcanes” realizada por Jesús
Soto bajo la dirección de César Manrique en 1968, un tramo de
unos 14 kilómetros que fue acondicionado para la visita. El trazado de la
carretera, perfectamente mimetizada con el entorno, se desarrolla a lo largo
del núcleo principal de las erupciones, donde se localiza una concentración de
elementos de interés geológico y geomorfológico como hornitos, cuevas y
malpaíses.
Los asientos del
autobús para hacer la ruta se ocupan por orden de llegada y a elección del que
va subiendo que puede escoger cualquiera de los sitios libres.
La ruta comienza y
acaba en el mismo sitio y se inicia dejando a la derecha la Montaña
del Balcón y pasando por la Garganta del Cuervo.
En cuanto dejamos
atrás la primera curva lo primero que llama nuestra atención es la impresionante
imagen de Montaña Rajada, uno de los edificios volcánicos de mayor
envergadura de todo Timanfaya. Cuenta en su interior con varios cráteres, el
principal de los cuales tiene, a su vez, dentro de él un gran mar de lava sobre
el que se apoya otro cono volcánico. Es precioso, magnífico e impresionante.
En nuestro alrededor
más inmediato vemos el mar de lavas y no podemos dejar de imaginar toda esta
extensión líquida, incandescente, desplazándose lentamente a enorme
temperatura.
Enseguida tras una
curva, aparecen ante nosotros Las Clacas, Bocas eruptivas de
pequeña altura que también nos dan una idea de lo que debió ser esto en
aquellos momentos.
Tras una fuerte curva
a la izquierda, queda ante la vista la masa magmática solidificada con una
forma curiosa que ha hecho que se le conozca como El Manto de la Virgen.
Durante 1,7 kms.
vamos a desplazarnos por en medio de un mar de lavas que parece no tener más
límite, por nuestra derecha, que el que en su día puso el mar ya que las mismas
terminan donde las aguas rompen contra la costa mientras que por nuestra
izquierda las vistas se extienden por el mar de lavas que descendió desde las
cuatro Calderas, que es donde termina la vista. De frente, durante
todo este tramo del trayecto, Montaña Rajada.
Cuando casi hemos
llegado al pie de Montaña Rajada podemos ver, a nuestra derecha y en la
distancia, Montaña Encantada (izquierda) y la Montaña de Pedro Perico
(derecha), ambas dentro de los límites del Parque y que no pueden ser
visitadas.
Todo alrededor de Montaña
Rajada está cubierto de un fino lapilli de color rojizo que desde el
autobús parece arena pero cuyos granos son bastante más gruesos.
Y cuando la
sobrepasamos, queda a nuestra vista una pequeña elevación, la Montañeta
de Montaña Rajada que, a pesar de su nombre que haría suponer que se
trata de una pequeña elevación, tiene 293 metros de altura, más que las dos Calderas
Quemadas que hay a continuación. Cuenta, además, con cuatro bocas
eruptivas en su cima.
Al llegar al pie de
la Caldera
Quemada de Abajo nada podemos ver de su interior, aunque nos llama la
atención una formación rocosa producida por la acumulación de lavas sólidas.
Mientras bordeamos
esta Caldera, podemos ver a nuestra izquierda escorrentías de lava solidificada
mientras que a nuestra derecha, en primer término Montaña Termesana, que
tuve la oportunidad de visitar acompañado por un guía del Parque previa
solicitud y, mucho más allá, la Montaña de Dos Picos y entre medio
de ambas, Pico Redondo. También he tenido la oportunidad de conocer estos
dos en otra de mis rutas lanzaroteñas.
Conforme avanza el
autobús va quedando delante de nosotros el cráter de la Caldera Quemada del Nido de
Aguirre, cuyo interior no podremos ver.
El recorrido del
autobús sube hasta meterse entre la Caldera citada y la Caldera del Mirador cuyo
cráter está totalmente abierto a la carretera, donde el autobús se detiene un
par de minutos para que los visitantes puedan asombrarse de su interior e
imaginar lo que debió ser aquello cuando estaba activo.
La carretera hace una
curva de casi 180 grados para poder regresar. Al girar nos deja con una vista
muy nítida y un poco más cerca del cono volcánico de la Caldera Quemada del Nido de
Aguirre, cuya superficie un fuerte color amarillento y buena parte del
borde de su cráter parecen troncos de madera quemados, algunos de ellos
incandescentes.
La salida de entre
los dos volcanes es una cuesta abajo entre dos paredes de lava negra. Nada más
pasarla queda una preciosa vista ante nuestros ojos, un verdadero espectáculo.
Podremos ver, de izquierda a derecha, Montaña Rajada, Montaña Termesana, La
Montaña de la Vieja Gabriela, Pico Redondo, La Montaña de Dos Picos, La
Montaña de la Mancha y mucho más lejos, muy a la izquierda de la
fotografía, La Montaña de Enmedio y La Montaña de la Cinta.
La Caldera
Quemada del Nido de Aguirre muestra, desde esta perspectiva toda su
corona reventada por las explosiones de la erupción, lo que nos permite
imaginar la violencia de las mismas.
Y enseguida llegamos
a uno de los parajes más bonitos de toda esta ruta: El Valle de la Tranquilidad.
No lo se con exactitud, pero supongo que el nombre se le puso en alusión del Mar
de la Tranquilidad que hay en la Luna, que fue el sitio donde alunizó
el Apolo
11 el día que el hombre puso el pie en la Luna por primera vez.
El nombre le va como
anillo al dedo ya que se trata de una amplia extensión de terreno desprovisto
de lavas eruptivas y, por tanto, de la imagen de violencia. Todo el terreno
está cubierto de cenizas volcánicas que dan la sensación de ser arenas. La
vista es preciosa.
Tras salir del Valle,
la carretea serpentea sobre el Lomo del Azufre dejándonos ver por
la derecha la carretera que viene de Yaiza, el echadero de camellos y
toda la línea de volcanes antiguos que van alineados desde Femés hasta San
Bartolomé.
Y justo al otro lado
de la carretera, muy cerca de la entrada del Parque, uno de los volcanes que me
hubiera encantado poder visitar por dentro pero que es imposible, por estar
terminantemente prohibido, ya que está dentro del Parque: la Caldera del Corazoncillo.
Sin embargo, buena parte de su interior sí he podido contemplarlo desde uno de
los extremos de la Montaña de los Miraderos, que está detrás y fuera del Parque.
Ahora van a quedar a
nuestra izquierda Las Montañas del Fuego, uno de cuyos cráteres, probablemente el
más espectacular, quedará completamente a nuestra vista.
Tras pasar una curva
a la izquierda muy cerrada quedará delante de nosotros la caldera de La
Montaña del Pajarito y a la izquierda de la misma podremos ver el Islote
de Hilario, pudiendo apreciar la estructura del conjunto.
Y un poco más
adelante, a poco ya de terminar la ruta, quedarán ante nuestra vista Montaña
Rajada y las cuatro Calderas que recorrimos al principio e, igualmente,
podremos ver el restaurante El Diablo a nuestra derecha justo antes de dar por
finalizado el recorrido.
El lugar donde se
asienta el restaurante se le denomina “El Islote de Hilario”. Es así porque
el restaurante
El Diablo fue creado sobre el Islote Hilario, nombrado así en honor
a un personaje de leyenda lanzaroteño que después de la guerra de Filipinas
(1896-1898) vivió aquí como un eremita. Se dice que habitaba con la sola
compañía de su camella. Hilario plantó una higuera que, aunque echó raíces
jamás dio fruto alguno, pues como cuenta la leyenda, "la flor no podía alimentarse de
la llama".
Aunque la elevación
donde se ubica la parte más alta del Islote parezca natural, en realidad no lo
es. Cuando se construyó todo el conjunto la temperatura del terreno en
superficie eran tan elevada que resultaba imposible poder construir unas
instalaciones permanentes que ofrecieran un mínimo de confort. Por ello hubo
que acumular tierra y elevar el suelo unos cinco metros sobre la cota original.
En los alrededores
del restaurante, empleados del Parque ofrecen a los visitantes dos espectáculos
relacionados con las altas temperaturas bajo la superficie. Por un lado la
quema de la aulaga, pequeño arbusto espinoso de la isla. Así podremos
observar como introducen ramas del arbusto en un gran agujero que hay en el
suelo y, a los pocos segundos los arbustos arden espontáneamente por la altas
temperaturas que sube de las profundidades.
El otro espectáculo
que podemos observar allí mismo son los géiseres. En realidad no son tales,
pues se trata de tubos de hierro que se encuentran enterrados verticalmente a
una profundidad considerada. La condición transmisora del metal contribuye a
que estos se calienten tanto que, al introducir agua en ellos, el contraste de
temperaturas hace que rápidamente sea escupida de nuevo en columnas de vapor y
¡a gran velocidad!
Entre cada vertido de
agua que hace en un tubo y el siguiente deben esperar un tiempo que tienen muy
estudiado ya que un continuado y excesivo uso puede hacer que se enfríen, pero
en pocos minutos recobran de nuevo altas temperaturas.
Para que nos hagamos
una idea de la temperatura que hay en el subsuelo, baste decir que a tan sólo 3
metros de profundidad ya no podríamos tocar las cenizas volcánicas (picón) con
las manos, pues la temperatura puede alcanzar los 435ºC. Y es que el volcán no
está tan dormido como parece.
El sondeo más grande
realizado en el Islote de Hilario se encuentra al inicio de la Ruta
de Los Volcanes y no es utilizado/a para generación de géiseres. Se
trata de un tubo sumergido a 13 metros. Allí se han instalado dos termómetros
fijos que registran las temperaturas a tiempo real, llegando a los 610ºC. Los
datos son revisados periódicamente por el personal del O.A.P.N. (Organismo
Autónomo de Parques Nacionales) y el M.N.C.N. (Museo Nacional de Ciencias
Naturales), centro dependiente, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC).
Cabe preguntarse qué
sucedería si se agujerease Timanfaya en cualquier lado. ¿Se obtendrían los
mismos resultados?
Los expertos hablan
de “anomalías geotérmicas” y aunque aún no se entiende bien su importancia,
debemos saber que son la explicación a las irregulares temperaturas existentes
en Timanfaya, hecho que aclararía que no se obtengan similares resultados por todo
el parque. Nos referimos a algunas zonas superficiales donde se registran
temperaturas por encima de los 100ºC, es decir, por encima de lo normal.
Generalmente se concentran en los bordes de los cráteres volcánicos pero,
existen 3 áreas muy concretas donde estos fenómenos se manifiestan: el Islote
de Hilario, la Casa de los Camelleros y el fondo
del cráter
de Timanfaya.
Si asciende un poco
más, hallará un pequeño horno natural el cual ha sido utilizado
tradicionalmente como barbacoa, aunque, el verdadero protagonista es el gran
horno situado junto al restaurante.
Si accedemos a las
instalaciones del restaurante El Diablo (construido en 1970), lo
primero que veremos será el horno natural, una peculiaridad que
no tiene ningún otro establecimiento de la isla: la cocina al calor del volcán,
donde se cocinan muchos de los platos que se sirven en las mesas.
El horno es, en
realidad, un “pozo” de unos 5 m de profundidad y 0.9 m de diámetro sobre el que
hay una parrilla en la que el cocinero coloca y controla minuciosamente la
preparación de los alimentos.
A pesar de parecer
haber sido excavado en el suelo, este “hoyo” es el resultado de los trabajos
que en torno al mismo se sucedieron. El fondo de este “horno” se encuentra
prácticamente en la superficie del terreno original, pues en realidad son sus
laterales los que ganaron altura con las obras, como consecuencia de las capas
que se fueron añadiendo sobre el islote con el fin de aislar el edificio del
intenso calor.
Las temperaturas que
se registran aquí son muy variables. Así tenemos que mientras en algunos puntos
del fondo se registran temperaturas de 80ºC, en la boca alcanzan los 200ºC. Las
temperaturas más altas provienen de algunas aperturas laterales que superan los
250ºC.
Y estas emanaciones,
¿son tóxicas para los alimentos? La roca de origen magmático se calienta debido
al calor residual del subsuelo, que mantiene dicha temperatura por un débil
flujo térmico hacia la superficie. Tales manifestaciones no van acompañadas de gases
fumarólicos, caso totalmente singular de la roca caliente seca motivo por el
que no hay ni el más mínimo rastro de toxicidad.
¿Cómo se limpia este
“horno”? El uso continuado de este horno hace que se acumulen restos de comida
o grasa en el interior del mismo. Al prenderse fuego, estos restos se calcinan
y dejan el espacio nuevamente limpio.
El restaurante fue
diseñado por el artista lanzaroteño César Manrique. Realizado en 1970, antes de
la declaración proteccionista del parque. Tiene planta circular y los muros
cortina que rodean la sala cumplen la función de mirador.
La base circular del edificio
ha dado lugar a muchas interpretaciones, aunque nos recuerda a la ingeniería
agrícola de la isla, los muros o “socos” de piedra que caracterizan el paisaje de
La Geria y que protegen del viento a las parras que contiene.
En el “expositor”
acristalado que hay en el centro del restaurante aparecen unos huesos de
camello junto al tronco seco de una higuera. Se trata de un homenaje simbólico
a la leyenda de Hilario. César Manrique nos quiso deleitar y hacer reflexionar
sobre este aparente “jardín sin vida” sobre las cenizas del volcán. El crítico
de arte Lázaro Santana, en su libro Timanfaya, hace una comparativa con
los famosos “jardines muertos” japoneses, los cuales eran destinados para el
retiro y la meditación. Este mismo autor interpreta el cristal que rodea la
obra como la fina línea que separa la vida de la muerte, donde el paisaje que
se aprecia tras los cristales forma parte de las intenciones del artista.
Ya solo nos queda
haber hecho muchas fotografías para que nos sirvan de recuerdo de una de las
rutas más bonitas e increíbles que podamos haber hecho nunca.
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