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Realizada el sábado
23 de noviembre de 2019. Día nublado y algo frío.
Organizada por la Mancomunidad
y dirigida por Vicente Pozas, caminamos un total de 9 senderistas.
Una ruta
prácticamente llana, con poco más de 80 metros de desnivel. No representa
ningún esfuerzo, ni por lo mencionado ni por la distancia ya que apenas llega a
los 11 kilómetros y que se hacen muy amenos en todo su recorrido.
Nos habíamos citado
en la Plaza de España de Hernán Pérez, al lado de la iglesia
de Santa María Magdalena.
Salimos de la Plaza
por el lado contrario a la iglesia, por calle Brocense para continuar
luego por Gabriel y Galán. Algunas de las casas son francamente bonitas.
Y llegamos a Arroyo
del Pueblo, que cruzamos sobre un pequeño puente, para salir a la
carretera.
Continuamos luego
todo de frente hasta llegar a las naves de la Cooperativa San Sebastián,
momento en que dejaremos el camino encementado por el que veníamos para seguir
de frente por uno ya de tierra durante algo más de kilómetro y medio.
Atravesamos el lugar
conocido como Navancha. El campo ha empezado a perder el color pardo que ha
tenido hasta hace pocos días, pero a pesar de las últimas lluvias aún no se ha
vestido del verde brillante que hace que todo luzca mejor.
Hemos de estar
atentos pues, como he dicho antes, pasados 1,6 kilómetros del cruce de la
Cooperativa hemos de dejar el camino que traemos para salir de él por la
izquierda.
Unos doscientos
metros después atravesamos el cauce (seco) del Arroyo del Pueblo y en
una pequeña subida (la cota más alta de toda la ruta) dejaremos a nuestra
izquierda una pequeña explotación con una casa de campo y ya tendremos a
nuestra derecha, por toda la línea del horizonte, la Sierra del Moro que
cuando pasamos nosotros está recibiendo, en su parte más alta, los primeros
rayos del sol.
Por nuestra izquierda
todo el llano donde se ubica Hernán Pérez y con la elevación de Sierra
Martín en que se asienta Santibáñez el Alto.
A partir de aquí
comenzamos a ver, en abundancia, setas de diversas clases y colores. Algunos de
los senderistas que nos acompañan dicen conocerlas identificando unas como
comestibles y otras venenosas. Yo, ignorante total en la materia, me conforme
con fotografiarlas y dejarlas donde están.
Tras un kilómetro de
suave bajada nos encontraremos con un camino que se nos cruza. En ese punto
hemos de girar a la derecha, por el camino indicado.
Es una cuesta abajo
que cruza el inicio del Valle de Juanico y que habremos de
seguir durante unos 200 metros para girar, en ángulo de 90º, a la izquierda,
adentrándonos en una zona más boscosa que la que hemos venido recorriendo y que
nos volverá a llevar a la parte central del Valle de Juanico, más
abierta que la anterior.
El camino va describiendo
una amplia curva y está ahora desprovisto de árboles por nuestra derecha, donde
podemos contemplar el Valle, mientras que por la izquierda hay un talud con
pinos. Detrás de ellos está el embalse que veremos a continuación.
Hay que estar
atentos, pues del camino sale una intersección a la derecha, en pequeña
elevación, que es el que tenemos que coger.
Tras subir un pequeño
repecho llegaremos enseguida al Embalse de La Cañamera, también
llamado de La Lanchera, de no demasiada extensión pero en precioso
enclave.
En este lugar el
viento arreciaba y hubo que abrigarse a la vez que parábamos en unas mesas allí
ubicadas para tomar un poco de fruta.
Nos marchamos de allí
por el lado izquierdo del gran paredón que ayuda a contener las aguas del
embalse. Nuestro siguiente objetivo es la visita al dolmen de El Matón.
El camino nos lleva a
una carretera que ya cruzamos antes, al pasar junto a las naves de la Cooperativa
San Sebastián. Al llegar a ella hemos de girar a la derecha y seguir
caminando por la misma durante 500 metros.
Cruzamos el Arroyo
de las Herrerías, muy escaso de caudal dada la escasez de lluvias y
poco más adelante, al llegar a una zona más arbolada, una señal nos indicará
dónde debemos desviarnos a la izquierda para ir a ver el dolmen de El Matón.
Cuando llegamos al dolmen vemos que no es de
grandes dimensiones. Según el panel informativo que encontramos allí, los
restos parecen ser del Bronce 1, con corredor
cámara ovalada con nicho frontal, protegida y recubierta con un túmulo
de piedras y tierra.
El corredor es de un
solo tramo y las paredes, construidas en lajas de pizarra, son de 2,75 m. de
largo por 1,20 de ancho y sólo 0,80 de altura en la parte que unía el corredor
a la sepultura. La cámara funeraria, de forma ligeramente ovalada.
Allí mismo, nuestros
acompañantes, no s informan que recientemente se encontró otro dolmen en las
inmediaciones, con enterramientos por sus alrededores. Como se encuentra a poca
distancia nos animamos a visitarlo también. Para visitarlo hemos de volver
hasta la carretera, cruzarla y continuar entre los árboles desviándonos siempre
hacia la izquierda.
A 200 metros de la
carretera, una vez que hemos salido de entre los árboles, veremos casi debajo
de un gran árbol, la reconstrucción de lo que se encontró en este lugar. Según
nos informan ha sido la Universidad de Salamanca la que ha llevado a cabo las
excavaciones, llevándose a la misma todos los vestigios encontrados de modo que
lo que vemos aquí son reproducciones de los originales.
Los cuadrados de
pizarra donde se encontraron huesos se llaman “cistas”, que son enterramiento
que consiste en cuatro losas laterales y una quinta que hace de cubierta. Este
tipo de enterramiento fue lo común durante el periodo del Bronce Final. En el
Neolítico, el Bronce Antiguo y Medio lo habitual fue el enterramiento mediante
inhumación.
En el yacimiento hay
tres vasijas, alguna de ellas conteniendo huesos, mas dos cistas, una de ellas
con huesos (reproducción). Junto a una de ellas, una estela labrada con lo que
parece una figura antropomorfa que pudiera representar al sol o a alguien con
corona. En la parte izquierda e inferior se ve lo que podría ser un brazo y una
mano.
Un poco más allá de
los enterramientos se encuentra el gran dolmen de Pradocastaño datado en los
años 3000-2500 a.C. Se trata de un dolmen de corredor largo, tipo almendrado,
rodeado por una coraza o túmulo de piedras, con ortostatos de pizarra y
granito. Se conserva la mayoría de su estructura y varios de los ortostatos que
lo componían están desplazados de su lugar. El dolmen ocuparía la parte central
de un túmulo de los de tipo “tholos” o de falsa cúpula. Parte de las piedras
que componían la cubierta de túmulo están diseminadas por los alrededores.
Los ortostatos que
conforman la estructura del túmulo están compuestos de granito y pizarra.
El dolmen está
compuesto de dos partes claramente diferenciadas; el corredor y la cámara y
durante la excavación se han encontrado útiles como puntas de sílex y lascas de
diversos materiales. Además se encontraron también restos de tejas romanas
(“tégulas”) lo que hace pensar que pudo ser reutilizado en época tardorromana o
altomedieval.
La abundante
aparición de este tipo de este tipo de restos en este lugar y los alrededores
indica que en estos parajes debió existir una sociedad que podría datarse entre
el final del Neolítico hasta la Edad del Bronce.
Comentando lo que
hemos visto tomamos el camino de regreso, volviendo a la carretera y girando a
la izquierda para volver ya a Hernán Pérez. En nuestro camino
encontraremos dos caminos a nuestra izquierda que habremos de desestimar: el
primero es por el que un rato antes hemos llegado a la carretera. El siguiente
tampoco es el adecuado, pues volvería a llevarnos al Valle de Juanico. Es el
tercero, un camino de tierra que sale en diagonal por nuestra izquierda el
adecuado. Nos evitará pisar carretera aunque, finalmente, nos devolverá a ella
ya cerca del pueblo.
Tras kilómetro y
medio de recorrido volvemos a salir a la carretera y podemos contemplar, a lo
lejos, Villanueva de la Sierra al pie de la Sierra de Dios Padre y
muy cerca, a un kilómetro, Hernán Pérez.
Recorridos 400 metros
por la carretera giramos a la izquierda para dirigirnos ya directamente al
pueblo.
Cuando llegamos a la
carretera que atraviesa el pueblo, apenas 50 metros a nuestra derecha está el
restaurante Cuatro Vientos, donde damos fin a la ruta.
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