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Realizada el sábado 5
de mayo de 2018 con el grupo de senderismo de la empresa Catelsa (Hutchinson) de Cáceres.
16 senderistas. Día despejado y con temperatura agradable a primera hora y con
bastante calor durante la última hora y media de marcha.
24,5 kilómetros que
se recorren en su mayor parte sin problema, aunque hay que advertir que a
partir del merendero que nos encontraremos en el kilómetro 16, últimos
kilómetros son un verdadero rompe piernas ya que hay un continuo sube y baja
que a algunos nos hizo, una vez cruzado el
puente sobre el Tajo, abandonar el sendero para acabar el último kilómetro y
medio por la carretera.
Nos habíamos citado a
las 8,30 de la mañana en la churrería Ronco Tovar del Casar de Cáceres, en la Calleja
de la Charca, con la intención de comenzar a caminar a las 9. Y allí se
dio cuenta de los oportunos cafés más lo propio de una churrería. También
aprovechamos para que sellaran nuestras credenciales.
Nos concentramos en
la llamada Plaza de los Toros para iniciar el arranque, plaza que lleva
ese nombre a pesar de que no existe allí coso alguno.
Pasamos junto a la
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción para dirigirnos por la calle
Santiago abajo hasta llegar a la Ermita de Santiago, a la salida del
pueblo.
Pasamos el Arroyo
de la Aldea, que vemos a nuestra derecha y que está canalizado. El
camino se inicia con una suave pendiente de subida. Enseguida, a nuestra
derecha y algo alejado veremos el Pozo Canario con toda una hilada de
pilas abrevaderos para el ganado.
Y un poco más arriba
aún veremos, por la derecha, otro pozo a la misma orilla del camino y a lado
izquierdo una planta de energía fotovoltaica.
Y al finalizar la
pequeña cuesta, el chozo donde se ubica el Centro de Interpretación de Vías Pecuarias
y el panel informativo. Es en este punto donde, para mí, siempre ha comenzado
esta ruta, al haber dejado atrás lo urbano.
Más adelante, a
nuestra izquierda, el Arroyo Junquera alimenta la charca
del mismo nombre, que ayuda a sacar adelante la explotación agrícola en que se
asienta.
Y comenzamos a
recorrer un largo camino, ancho y sin lugar a pérdidas. Durante poco más de
cinco kilómetros no encontraremos nada digno de reseñar, aparte de algunas
explotaciones ganaderas. Recorrida dicha distancia encontraremos a nuestra
derecha dos miliarios romanos hincados en el suelo. En el segundo de ello se
notan perfectamente las inscripciones que señalaban la distancia recorrida.
Seguimos camino y
pasaremos dos cancelas. Apenas hemos caminado 500 metros de la segunda cancela cuando
nos quedamos asombrados: a nuestra izquierda, detrás de una alambrada, una
decena de miliarios romanos nos contemplan. Algunos están partidos pero otros
están completos; unos de pie, aunque inclinados, y otros tumbados en el suelo.
A varios puede vérseles la zona del pie más ancha, la que debería quedar
enterrada en el suelo. Son hermosísimos y da la sensación de que no estén allí
“tirados”, sino de que han sido colocados tal y como están, pues el conjunto
tiene una estética indudable.
Ya en este paraje
hemos empezado a observar trazas de la antigua calzada romana. Piedras en el
suelo, que formaban parte de la calzada pero, sobre todo, grandes piedras,
perfectamente alineadas, que marcaban los límites por donde discurría la misma.
En pocos metros más de donde están los
miliarios, llegamos a una cancela de madera que da entrada a una finca
denominada “Berrueto”, según se hace constar en la misma valla.
El paraje, sin embargo, se denomina “Cumbre Oscura” o, según
otros mapas de que dispongo, “Majada Oscura”.
Impactados por la visión de los
vestigios de la calzada, continuamos a buen paso. Continuamos durante 2,5
kilómetros en un terreno prácticamente llano, aunque con un leve descenso.
Cruzamos un paso canadiense y apenas 300 metros más adelante, en el paraje de Los
Baldíos, pasamos ante un caserón en cuya fachada lucen dos calaveras
donde paramos a reagruparnos.
Muy poco más adelante nos encontramos
con las obras del AVE Madrid-Lisboa, que afecta a todo el recorrido original de
la Vía
de la Plata. Justo delante del lugar por donde discurre el trazado
ferroviario nos vemos obligados a hacer una “Z” que supone un recorrido extra
de un kilómetro, ya que hemos de bajar caminando paralelo a lo que será el
trazado de la vía, pasar debajo de un puente y luego volver a subir para
retomar el camino que traíamos.
Queda aquí ante nuestra vista, en un
alto, un mirador y merendero donde nos detenemos para tomar un tentempié.
Continuamos la marcha que a mi se me
empieza a hacer pesada. No hay que olvidar que he estado, prácticamente, tres
años sin salir a caminar debido a mi lesión de rodilla y no estoy en mi mejor
forma.
A la altura del paraje denominado Cantalobos
las vistas son extraordinarias: queda ante nosotros el pantano de Alcántara
(o José
María de Oriol, que es su nombre oficial aunque bastante menos
conocido). En medio de la extensión de agua, un islote con una casa. Debió ser
en su día un lugar estupendo para contemplar todo lo que quedaba por debajo de
ella, hoy oculto bajo las aguas. A lo lejos, el paso y castillo de Portezuelo.
Cuando nos vamos acercando al puente
sobre el Almonte hemos de bajar a la carretera para poder cruzar por la
misma.
La original Vía de la Plata se
adentra aquí bajo las aguas del pantano y no la volveremos a encontrar hasta
pasados los dos puentes, este primero sobre el Almonte y luego el más
largo sobre el Tajo.
De momento, llegados al puente sobre el
río Almonte,
nos fotografiamos. Salen en la foto mis 15 compañeros de marcha. Yo estoy
detrás de la cámara.
Tenemos cerca de cuatro kilómetros de
recorrido por el sendero al margen de la carretera hasta llegar al otro puente.
La proximidad a las aguas del embalse nos ofrece vistas estupendas que
aprovechamos para fotografiar. Como la casa a que antes aludía que ha quedado
completamente aislada en medio de las aguas; o un ejemplo de ese rompe piernas
al que me refería al principio. O, simplemente, la oportunidad de hacerte una
foto con un amigo.
Cuando nos aproximamos al Tajo
se aprecia la parte superior de la estructura del nuevo puente para el AVE
que se está construyendo. Es realmente impresionante, tanto por su trazado como
por la ingeniería punta que se ha utilizado para ello.
Una vez que hemos cruzado el puente nos
queda tan solo un kilómetro para llegar al punto en que hemos de desviarnos
para bajar al albergue.
A estas alturas voy francamente cansado
de tanto “sube y baja” y decido hacer
este kilómetro por carretera.
El lugar donde hay que dejar la
carretera para ir al albergue está perfectamente indicado. Desde aquí quedan
todavía otros 500 metros, todos de bajada.
Tras recorrer los últimos 500 metros
llegamos al refugio y tengo que decir que me sorprendió muy agradablemente.
Eran casi las 3 de la tarde y había media docena de peregrinos sentados en la
terraza, bajo sombrillas, descansando del esfuerzo realizado. Una vez dentro el
hospitalero selló nuestras credenciales.
La instalación es moderna. Una
estructura de hormigón, sobria, sin concesión alguna al adorno, de líneas
rectas. El interior acogedor aunque sobrio. A mi entender la orientación no es
la más idónea para una tierra como la nuestra, pues todo está orientado hacia
poniente, con lo que el sol atiza por la tarde que da gusto, dificultando con
ello una climatización confortable.
Según nos informaron, el albergue está
abierto a partir de marzo y hasta octubre. Sirven comidas a los caminantes que
lo deseen. Cuentan con 5 habitaciones y un total de 25 camas, con zonas cómodas
y cercanas para tender la ropa.
En resumen, me pareció magnífico,
aunque con ese problema en cuanto a la orientación.
Tengo que acabar señalando que al
terminar la ruta volvimos al Casar de Cáceres (punto de partida).
Habíamos quedado con un par de personas que vendrían con sus coches hasta aquí
sobre las tres de la tarde y así lo hicieron. Antes de bajar al albergue,
algunos de los caminantes montaron en esos dos coches y fueron al Casar
a recoger sus vehículos, con los que vinieron hasta el albergue a recogernos al
resto. Y así pudimos dar fin a la ruta, impacientes por acometer el recorrido
de la siguiente etapa.
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