sábado, 2 de noviembre de 2019

Casar de Cáceres a Albergue del Tajo (Camino de Santiago por la Vía de la Plata)


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Realizada el sábado 5 de mayo de 2018 con el grupo de senderismo de la empresa Catelsa (Hutchinson) de Cáceres. 16 senderistas. Día despejado y con temperatura agradable a primera hora y con bastante calor durante la última hora y media de marcha.

24,5 kilómetros que se recorren en su mayor parte sin problema, aunque hay que advertir que a partir del merendero que nos encontraremos en el kilómetro 16, últimos kilómetros son un verdadero rompe piernas ya que hay un continuo sube y baja que  a algunos nos hizo, una vez cruzado el puente sobre el Tajo, abandonar el sendero para acabar el último kilómetro y medio por la carretera.

Nos habíamos citado a las 8,30 de la mañana en la churrería Ronco Tovar del Casar de Cáceres, en la Calleja de la Charca, con la intención de comenzar a caminar a las 9. Y allí se dio cuenta de los oportunos cafés más lo propio de una churrería. También aprovechamos para que sellaran nuestras credenciales.

Nos concentramos en la llamada Plaza de los Toros para iniciar el arranque, plaza que lleva ese nombre a pesar de que no existe allí coso alguno.

Pasamos junto a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción para dirigirnos por la calle Santiago abajo hasta llegar a la Ermita de Santiago, a la salida del pueblo.

Pasamos el Arroyo de la Aldea, que vemos a nuestra derecha y que está canalizado. El camino se inicia con una suave pendiente de subida. Enseguida, a nuestra derecha y algo alejado veremos el Pozo Canario con toda una hilada de pilas abrevaderos para el ganado.


Y un poco más arriba aún veremos, por la derecha, otro pozo a la misma orilla del camino y a lado izquierdo una planta de energía fotovoltaica.


Y al finalizar la pequeña cuesta, el chozo donde se ubica el Centro de Interpretación de Vías Pecuarias y el panel informativo. Es en este punto donde, para mí, siempre ha comenzado esta ruta, al haber dejado atrás lo urbano.

Más adelante, a nuestra izquierda, el Arroyo Junquera alimenta la charca del mismo nombre, que ayuda a sacar adelante la explotación agrícola en que se asienta.

Y comenzamos a recorrer un largo camino, ancho y sin lugar a pérdidas. Durante poco más de cinco kilómetros no encontraremos nada digno de reseñar, aparte de algunas explotaciones ganaderas. Recorrida dicha distancia encontraremos a nuestra derecha dos miliarios romanos hincados en el suelo. En el segundo de ello se notan perfectamente las inscripciones que señalaban la distancia recorrida.


Seguimos camino y pasaremos dos cancelas. Apenas hemos caminado 500 metros de la segunda cancela cuando nos quedamos asombrados: a nuestra izquierda, detrás de una alambrada, una decena de miliarios romanos nos contemplan. Algunos están partidos pero otros están completos; unos de pie, aunque inclinados, y otros tumbados en el suelo. A varios puede vérseles la zona del pie más ancha, la que debería quedar enterrada en el suelo. Son hermosísimos y da la sensación de que no estén allí “tirados”, sino de que han sido colocados tal y como están, pues el conjunto tiene una estética indudable.


Ya en este paraje hemos empezado a observar trazas de la antigua calzada romana. Piedras en el suelo, que formaban parte de la calzada pero, sobre todo, grandes piedras, perfectamente alineadas, que marcaban los límites por donde discurría la misma.

En pocos metros más de donde están los miliarios, llegamos a una cancela de madera que da entrada a una finca denominada “Berrueto”, según se hace constar en la misma valla. El paraje, sin embargo, se denomina “Cumbre Oscura” o, según otros mapas de que dispongo, “Majada Oscura”.

Impactados por la visión de los vestigios de la calzada, continuamos a buen paso. Continuamos durante 2,5 kilómetros en un terreno prácticamente llano, aunque con un leve descenso. Cruzamos un paso canadiense y apenas 300 metros más adelante, en el paraje de Los Baldíos, pasamos ante un caserón en cuya fachada lucen dos calaveras donde paramos a reagruparnos.


Muy poco más adelante nos encontramos con las obras del AVE Madrid-Lisboa, que afecta a todo el recorrido original de la Vía de la Plata. Justo delante del lugar por donde discurre el trazado ferroviario nos vemos obligados a hacer una “Z” que supone un recorrido extra de un kilómetro, ya que hemos de bajar caminando paralelo a lo que será el trazado de la vía, pasar debajo de un puente y luego volver a subir para retomar el camino que traíamos.

Queda aquí ante nuestra vista, en un alto, un mirador y merendero donde nos detenemos para tomar un tentempié.


Continuamos la marcha que a mi se me empieza a hacer pesada. No hay que olvidar que he estado, prácticamente, tres años sin salir a caminar debido a mi lesión de rodilla y no estoy en mi mejor forma.

A la altura del paraje denominado Cantalobos las vistas son extraordinarias: queda ante nosotros el pantano de Alcántara (o José María de Oriol, que es su nombre oficial aunque bastante menos conocido). En medio de la extensión de agua, un islote con una casa. Debió ser en su día un lugar estupendo para contemplar todo lo que quedaba por debajo de ella, hoy oculto bajo las aguas. A lo lejos, el paso y castillo de Portezuelo.


Cuando nos vamos acercando al puente sobre el Almonte hemos de bajar a la carretera para poder cruzar por la misma.


La original Vía de la Plata se adentra aquí bajo las aguas del pantano y no la volveremos a encontrar hasta pasados los dos puentes, este primero sobre el Almonte y luego el más largo sobre el Tajo.

De momento, llegados al puente sobre el río Almonte, nos fotografiamos. Salen en la foto mis 15 compañeros de marcha. Yo estoy detrás de la cámara.


Tenemos cerca de cuatro kilómetros de recorrido por el sendero al margen de la carretera hasta llegar al otro puente. La proximidad a las aguas del embalse nos ofrece vistas estupendas que aprovechamos para fotografiar. Como la casa a que antes aludía que ha quedado completamente aislada en medio de las aguas; o un ejemplo de ese rompe piernas al que me refería al principio. O, simplemente, la oportunidad de hacerte una foto con un amigo.



Cuando nos aproximamos al Tajo se aprecia la parte superior de la estructura del nuevo puente para el AVE que se está construyendo. Es realmente impresionante, tanto por su trazado como por la ingeniería punta que se ha utilizado para ello.



Una vez que hemos cruzado el puente nos queda tan solo un kilómetro para llegar al punto en que hemos de desviarnos para bajar al albergue.

A estas alturas voy francamente cansado de tanto “sube y baja” y decido hacer este kilómetro por carretera.

El lugar donde hay que dejar la carretera para ir al albergue está perfectamente indicado. Desde aquí quedan todavía otros 500 metros, todos de bajada.



Tras recorrer los últimos 500 metros llegamos al refugio y tengo que decir que me sorprendió muy agradablemente. Eran casi las 3 de la tarde y había media docena de peregrinos sentados en la terraza, bajo sombrillas, descansando del esfuerzo realizado. Una vez dentro el hospitalero selló nuestras credenciales.

La instalación es moderna. Una estructura de hormigón, sobria, sin concesión alguna al adorno, de líneas rectas. El interior acogedor aunque sobrio. A mi entender la orientación no es la más idónea para una tierra como la nuestra, pues todo está orientado hacia poniente, con lo que el sol atiza por la tarde que da gusto, dificultando con ello una climatización confortable.

Según nos informaron, el albergue está abierto a partir de marzo y hasta octubre. Sirven comidas a los caminantes que lo deseen. Cuentan con 5 habitaciones y un total de 25 camas, con zonas cómodas y cercanas para tender la ropa.

En resumen, me pareció magnífico, aunque con ese problema en cuanto a la orientación.






Tengo que acabar señalando que al terminar la ruta volvimos al Casar de Cáceres (punto de partida). Habíamos quedado con un par de personas que vendrían con sus coches hasta aquí sobre las tres de la tarde y así lo hicieron. Antes de bajar al albergue, algunos de los caminantes montaron en esos dos coches y fueron al Casar a recoger sus vehículos, con los que vinieron hasta el albergue a recogernos al resto. Y así pudimos dar fin a la ruta, impacientes por acometer el recorrido de la siguiente etapa.

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