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Realizada el sábado
13 de abril de 2019 con unas 50 personas del grupo de senderismo La
Vereína. Día soleado y con temperatura agradable durante toda la
jornada. Unos 1.000 metros de desnivel de subida continua en 10 kilómetros.
Aunque no es un desnivel excesivo, al no haber tregua en la subida se hacen
cansados. A ello hay que sumarle que no se empezó a caminar hasta las 10,30
horas, por lo que el calor agobió desde el principio.
En la bajada el
desnivel total es de 780 metros a lo largo de los 7 kilómetros que no se hacen
difíciles excepto en el tramo que indicaré.
Fuimos en autobús
desde Cáceres e iniciamos la ruta pasado Cabezuela, al otro lado
del río
Jerte.
Cruzamos la carretera
e inmediatamente comenzó la subida, con un primer repecho importante que nos
hizo entrar en calor. Cuando llegamos a la altura de las Casas de San Salvador, a
poco más de 1,5 kms. del inicio, ya se aprecia lo que hemos subido.
A los 4 kilómetros de
recorrido y 320 metros de ascensión el grupo se ha estirado demasiado, por lo
que decidimos hacer un breve alto para reagruparnos. Nos queda el esfuerzo más
importante.
Reiniciado el camino,
a pocos metros encontramos la Fuente de las Majadillas, donde dos
agricultores están llenando sus depósitos de agua.
Topamos con el
arroyo, salvado por un puente, que baja por la Garganta de Andrés y que
desemboca, un poco más debajo de donde estamos, en la Garganta de la Luz.
El entorno que
recorremos es francamente bonito. Los árboles aún están desprovistos de hojas
lo que, sin duda, le resta belleza al paisaje.
El Arroyo
de la Garganta de la Luz, aunque no lleva demasiado caudal sí nos ofrece
algunas estampas preciosas, como unas pequeñas cascadas que se general a su
salto por las rocas.
Un poco más adelante
teneos que cruzar el arroyo. Como el caudal no es excesivo podemos hacerlo sin
problema utilizando las piedras que afloran sobre el agua.
A partir de aquí
tenemos, probablemente, el esfuerzo más importante de la jornada. La pendiente
se agudiza y hay que subir haciendo un continuo zig-zag para salvar el
desnivel. El cansancio aflora y algunos se van quedando un poco atrás.
Cuando superamos este
tramo las vistas son espectaculares y decidimos hacer un alto para descansar,
reagruparnos y tomar algunas fotos.
Hemos venido subiendo
por una vereda claramente marcada, pero vereda. Ahora nos vamos a encontrar con
un camino que, casi enseguida, ha sido encementado.
A nuestra izquierda,
la Casa
del Espino a la que le faltan las paredes y la techumbre, cuyos rectos
vemos caídos en el suelo.
Algunos de los
compañeros que ya han hecho esta ruta anteriormente nos indican que en breve
tenemos que poder ver el refugio. Por ahora, por más que miramos, aún no queda
a la vista.
Seguimos ascendiendo,
aunque el desnivel se ha hecho ahora un poco más llevadero y el caminar más
fácil. Hay menos arbolado.
El camino, en su
ascenso, hace un amplio rodeo para evitar la parte más alta de la Garganta
de la Luz que lleva directa a nuestro refugio pero que, de algún modo
resulta difícilmente practicable. Y, por fin, vemos asomar la parte superior
del refugio por encima del Puerto de Honduras.
Animados ya por la
proximidad, aprestamos el paso. Vemos a nuestra derecha el vestigio de otra
fuente aunque, en esta ocasión, sin que parezca que tenga agua.
Tras un pequeño
esfuerzo más llegamos, por fin, al Puerto de Honduras y a su refugio, a
cuyas puertas hemos de quedarnos, sentados al sol, recuperándonos del esfuerzo
realizado. Son casi las 2 de la tarde y buen momento para comer.
Justo enfrente del
refugio, y a medio camino a Canchal Aguililla está el Monumento
a los Montañeros, con su famosa campana que es tradición tocar por
quien haya subido hasta allí. Evidentemente no pude faltar a la tradición por
lo que, una vez repuestas las fuerzas, cargué la mochila y me acerqué al
monumento. Un pequeño esfuerzo supletorio que, realmente, mereció la pena. Y,
como está mandado, toqué la campana y no una, sino varias veces.
Las vistas desde este
punto son espectaculares. Por detrás toda la Garganta de Honduras, que
tendremos que bajar, con Gargantilla al fondo y, detrás, Aldeanueva
del Camino y a la izquierda Abadía.
Deleitados con el
panorama iniciamos la bajada. Para ello los que estaban en el refugio tuvieron
que venir al inicio de la subida al Monumento a los Montañeros porque es
desde aquí, donde está el poste indicador de madera, desde donde hay que
iniciar la bajada por una vereda estrecha, pero clara.
La vereda es, casi
desde su inicio, muy pedregosa, por lo que conviene ir especialmente atento al
sitio donde ponemos los pies. Los resbalones o los tropezones pueden darnos un
disgusto. Toda esta zona pedregosa se extiende a lo largo de poco más de dos
kilómetros.
Antes de que termine pasamos
por el Arroyo de la Fuente del Moro donde algunos senderistas
aprovechan para refrescarse y lavarse las manos después de la comida.
Y aún continúa siendo
el sendero un pedregal por el que debemos caminar con cuidado. Las piedras
tienen suficiente tamaño como para poder provocar una torcedura o un golpe con
consecuencias.
A algo más de un
kilómetro del arroyo que hemos pasado anteriormente, encontramos el Manantial
de Sillarejo, con bastante agua y que no ofrece problema alguno para
cruzarse.
A partir de este momento
nos quedan 3,5 kilómetros de bajada por este lado de la Garganta de la Buitrera hasta
llegar a nuestro destino. Todo el recorrido tendrá la misma vegetación de jara
y monte bajo, con poca masa arbórea, muy diseminada.
Cuando entramos en Gargantilla
lo hacemos por la Calle Puente Abajo, que nos va a llevar directamente a una
plazoleta donde se encuentra el Hogar del Jubilado, punto donde nos
estaba esperando el autobús para el retorno a Cáceres, cosa que pudimos
hacer después de habernos refrescado sobre todo “por dentro”.
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