martes, 22 de abril de 2014

Ruta de los Molinos


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Realizada el martes 15 de abril de 2014, día magnífico, soleado, en el que Vicente Pozas y yo tuvimos el acierto de levantarnos temprano, de modo que a las 7,30 estábamos en Arroyomolinos y antes de las 8 caminando.
La ruta es circular y a pesar de que muchos track tienen como inicio y final Montánchez, la realidad es que la ruta debe tener su inicio y final en Arroyomolinos, opción por la que nosotros nos decantamos. Entre muchas otras, por dos razones fundamentales: la primera es que iniciamos temprano realizando la subida de la Garganta, lo que supone que el mayor esfuerzo físico lo hacemos “con la fresca”. La segunda razón, no menos importante, es que vamos a ir llegando a cada uno de los 18 molinos que vamos a visitar desde abajo, con una luz estupenda para las fotografías.

Dejamos el coche aparcado en la parte de arriba del pueblo, donde empieza la calle Altozano, muy cerca de La Posada, de la fuente y del anfiteatro al aire libre con que cuenta la localidad y salimos en dirección a la Garganta de los Molinos encontrándonos, enseguida, con la fuente, en la que una placa recuerda a los que vivieron lo que denominan “el mayor acontecimiento de esta Villa”, la Batalla de Arroyomolinos o “Sorpresa de Arroyomolinos”.



Al parecer Arroyomolinos, fue fundada aproximadamente por el año 1228, por orden del Rey Alfonso IX de León. La tarea de la fundación fue requerida a don Rodrigo Íñiguez, Comendador de Montánchez.
El 28 de Octubre de 1811, se produjo el acontecimiento histórico más importante de Arroyomolinos. Por aquel entonces el pueblo español luchaba contra las tropas de Napoleón en la Guerra de la Independencia. Hablando solo de Extremadura, las dos victorias más importantes sobre El Francés fueron las batallas de la Albuera y ésta que aquí se conmemora, en la que un ejército aliado anglo-hispano-portugués, bajo las órdenes del General Hill, derrotó a las tropas francesas del General Girard.
En la batalla participaron activamente vecinos del pueblo ayudando a los soldados.
El poeta Cristóbal de Beña (1777-1833) publicó en 1813 su “Lira de la libertad. Poesías patrióticas”. Uno de los poemas, un himno, recogido en esta publicación lleva por título “Aniversario de la jornada de Arroyo-Molinos” y sus versos 45 a 52 recuerdan esta batalla:
Con sangre traidora los campos regaron,
que fértiles ahora por ella se ven;
y el nombre ilustraron de Arroyo-Molinos
por hechos tan dignos igual a Bailén.
Esos mismos versos están escritos en la pared del anfiteatro a que antes me refería.

Los años me han enseñado que es bueno que los pueblos conozcan y celebren su historia y honren a sus hombres y mujeres; la historia y personas de un pasado remoto sin duda, pero también es bueno que lo hagan con la historia reciente y las personas que han puesto su granito de arena para hacer mejor al pueblo en el que vivieron. Y en esto, desgraciadamente, los hombres somos bastante rácanos y nos resistimos a honrar la memoria de quien, sin duda, lo merece.
Animados, salimos al camino para encontrarnos enseguida con un cartel informativo de la ruta que vamos a hacer, pero en tal estado de deterioro que es imposible leer nada en el mismo. El sol, la lluvia… han hecho de las suyas. Una lástima. Bien merecería que se restaurase.

A cuatrocientos metros del cartel termina el camino encementado y lo hace donde se nos cruza el Arroyo de los Molinos o Arroyo de la Garganta de los Molinos, que de las dos formas lo he encontrado mencionado.
Antes de llegar al arroyo un cartel de madera nos indica el inicio de la ruta que vamos a hacer y, junto al camino, un merendero ofrece sus bancos y mesas a quien quiera sentarse un rato.


Y pocos metros más allá, a la derecha, nos llama la atención una piedra en el suelo. Le han escrito “Piedra Hincada”. Está dentro de una finca particular, por lo que no podemos acercarnos a verla. A mi me da la impresión, así de lejos, que la piedra no ha sido labrada, al menos recientemente, ni colocada allí hace poco.

Cuando pasamos nosotros el arroyo lleva agua. Unas enormes piedras pasaderas ayudan a cruzar el caudal aún en épocas en que pueda tener mucha más agua.


Justo a continuación del vado y a la izquierda del camino, el primer molino. Podemos subirnos al paredón que hay junto a la acequia y encaramarnos a la misma. Es de una obra vieja, sin duda alguna, pero magnífica.



El interior de la acequia tiene bastante hierba, pero se conserva muy bien.
Buena parte de los molinos ubicados en esta garganta son de origen romano, aunque los más recientes lo son del siglo XIX. La mayor parte están construidos en mampostería aunque hay algunos en los que se pueden observar unos sillares muy bien labrados y colocados.
En nuestra ruta contamos 18 molinos estando todos ellos, según nos pareció, en desuso, excepto el último, el que se encuentra más arriba, que ha sido habilitado como vivienda o casa de campo.
Algunos de ellos habían sido rehabilitados con la idea de que pudieran ser utilizado como refugio de senderistas pero durante la realización de la ruta pudimos comprobar que los salvajes de siempre habían arrancado puertas y ventanas, realizado fogatas en su interior y despreciado, destruyéndola, lo que era propiedad de todos.
Todos los molinos se encuentran a diferente altura, como es lógico, pues están construidos respetando la morfología del terreno. Arriba del todo de la garganta se encuentra una charca denominada la Charca de la Suelta, en el curso del arroyo. Parece ser que el proceso de molienda era muy interesante, pues los molineros se ponían de acuerdo para moler todos al mismo tiempo. Cuando los molineros lo acordaban, soltaban agua de la Charca que pasaba por el molino ubicado más arriba y de éste al siguiente y así sucesivamente de modo que el mismo agua podía ser aprovechada para los procesos de molienda en la mayor parte de los molinos.
Todos los molinos tenían una pequeña charca propia (en algún caso muy visible) de donde pasaba el agua a la acequia; de ahí el agua caía en un cubo construido, de tres o más metros de altura. Este cubo tenía una compuerta (llamada “saetín”) en su base que permanecía cerrada hasta que estaba lleno de agua. Entonces el molinero abría la compuerta y al salir el agua con mucha presión, movía las palas del rodezno, que mediante un tronco unido a la piedra superior o “volandera” hacía que esta girase sobre la piedra inferior o “solera”, donde se depositaba el grano que, así, resultaba molido.
A pocos metros se encuentra el molino 2. Está dentro de un pequeño olivar, al fondo del mismo. Como la puerta era accesible pasamos respetando el entorno con el único fin de fotografiarlo.


De éste no pudimos fotografiar la acequia porque discurría, según nos pareció, por otra finca más alejada y por existir ramas de árboles que nos impedían un paso fácil.
Salimos del pequeño olivar dejando la puerta tan cerrada como la encontramos.
En vez de volver ligeramente atrás para coger el Camino de la Garganta, bordeamos el olivar por un pequeño sendero estrecho y pedregoso para ir a ver otro molino que queda fuera del camino principal.

Pocos metros más adelante, a la izquierda, el molino nro. 3. El cuarto de máquinas de la molienda ha sido rehabilitado, pero la puerta ha desaparecido y el interior está sucio y con desperdicios.


Abandonamos el senderillo para volver al Camino de la Garganta que está a pocos metros por encima del molino recién visitado. Enseguida vemos que se trata de un camino de superior categoría, dado el solado del mismo, muy bien trazado y hecho, con un magnífico empedrado por el que transitaron personas y caballerías en sus desplazamientos a los distintos molinos.



Desde arriba podemos ver la acequia de conducción del agua del molino anterior (el 3º).

El siguiente molino queda a la izquierda y por debajo del camino. El acceso es complicado, dada la abundancia de zarzas en torno al mismo así como a la acequia, que se conserva en buen estado aunque rodeada de espinos.



Según va levantando el sol, sus rayos llegan hasta Arroyomolinos, aunque la mitad de sus tejados siguen todavía sumidos en la sombra.

Pocos metros más allá del molino 4, una fuente manantial a ras del suelo en el margen derecho del camino. El agua limpia, aunque ningún letrero indica si puede es potable o no.

Tras un pequeño recodo del camino y justo antes de llegar al siguiente molino (el 5º), observo que, a lo largo de la Garganta pueden observarse otros seis molinos más desde el mismo sitio.

El molino 5º queda a la izquierda y fuera del camino. No es fácil acceder al mismo y nos da la impresión que quedan pocos restos del cuarto de molienda, si queda alguno.
No podemos acceder a la parte más baja del mismo debido a la abundante vegetación, pero desde el camino si podemos hasta entrar en la acequia de conducción del agua.



Del nro. 6 ha desaparecido todo resto de lo que fue el cuarto de molienda. Se observan restos de la argamasa con la que su tejado debió estar unido al pozo de caída del agua.

El número 7 está a la derecha del camino, en buen estado de conservación. El cuarto de molienda es de los que fueron sido rehabilitados para que pudieran servir de refugio, pero han arrancado la puerta de acceso al mismo y su interior se encuentra sucio, con rastro de haberse realizado alguna hoguera en su interior. Una verdadera lástima.

Junto a la puerta de entrada tres grandes piedras de molino colocadas en el suelo.


Enfrente del molino, y al otro lado (el izquierdo) del camino, una gran piedra tiene un hueco grande en su parte superior realizado, sin duda, por la mano del hombre. No tengo ni idea respecto a cuál pudiera ser el uso que se le diera.


El siguiente molino, a la izquierda, es el número 8. Su cuarto de molienda está rehabilitado y la puerta de acceso al mismo, como en los demás, arrancada de su sitio.
El pozo de agua, de embocadura redonda, como los demás, se encastra en una torre de base cuadrada, construida a base de estupendos sillares de piedra bien trabajada.


Cuando subimos al camino que va más arriba (paralelo al que traíamos) vemos que podemos acceder a la acequia, que nos resulta singular y espectacular por su estructura, ya que entre las paredes por la que discurría el agua existen otras piedras, como si fueran contrafuertes o como si hubieran servido de base para poner una cubierta a la acequia.





El molino 9, según nuestra cuenta, cuenta con la singularidad de tener muy cerca de su puerta de entrada lo que a mi me pareció una tumba antropomorfa. No creo que fuera un abrevadero porque el hueco de su parte superior está muy alto. De todos modos, algún experto podrá pronunciarse.
Su acequia es de recorrido corto y el pozo fácilmente accesible.




El siguiente molino lo calificamos como tal porque la construcción que vemos nos sugiere el pozo de agua, pero no me atrevería a garantizar que fuera un molino. Quedaba alejado del camino y no podíamos llegar a él para haber indagado más de cerca. Otros entendidos en la materia, a la vista de las fotos, quizás podrán aseverarlo o negarlo.


El cuarto de molienda del número 11 nos queda bastante inaccesible, por lo que hemos de conformarnos con sacarle la foto de lejos, aunque a la parte de la acequia accedemos muy bien.
El redondo brocal del pozo de agua se recubre por una construcción de planta cuadrada, como otras que hemos visto anteriormente, realizada con bloques de granito bien alineados.


La acequia de conducción está muy bien conservado y, además, es el único molino en el que pudimos observar con claridad una especie de piscina o depósito, con forma de “V” previo para el agua, donde se almacenaba. Desde allí se le daba paso por la acequia hasta el pozo.



El molino 12 queda al otro lado del cauce de la Garganta de los Molinos. Del mismo solo se conserva la torre del pozo y un trozo de acequia, al menos así nos pareció a nosotros desde la distancia. El teleobjetivo de la cámara me confirmó lo que se veía a simple vista.



Los números 13 y 14 (según nuestro particular recuento) se encuentran uno junto al otro separados, únicamente, por el sendero por el que vamos. Es uno de los claros ejemplos de lo que decía al principio de que el agua utilizada en un molino pasaba al siguiente para ser usada por él.
El que llamo número 13, a la izquierda del camino, solo conserva las paredes del cuarto de molienda y en su interior han crecido arbustos y maleza.
Dada que el acceso a su acequia queda al nivel del sendero es muy fácil acceder a ella, pudiendo observar que se encuentra bastante limpia de hierbas y tierra en su interior.




El número 14, a la derecha del sendero, mantiene las paredes del cuarto de molienda, con su puerta de acceso , pero sin techo y lleno de maleza en el interior.


Junto a este molino, una caída de agua, a la que no me atrevo a llamar fuente, pues imagino que en cuanto pasen unos días sin lluvia su caudal quedará en nada.

Un poco más adelante, y al otro lado del cauce del Garganta de los Molinos, el molino 15, magnífico ejemplar tanto por su altura como el estado en que se conserva tanto la torre en que se encastra el pozo, como el pozo mismo. Seguramente se deba a que, al estar al otro lado del cauce, resulta más difícil acceder al mismo y, por tanto, también más difícil deteriorarlo.


Estamos alcanzando casi la parte más alta de la garganta. Peña Aguilera (712 metros de altitud) queda a nuestra izquierda y Barrera Berenjena (784 metros) a nuestra derecha.
El sol lanza sus primeros rayos al interior de la Garganta, aunque todavía no llegan a la misma. Me viene a la cabeza, no puedo evitarlo, la canción “Nuevo día”, de mis queridos Lole y Manuel, que tantas y tantas veces me paré a escuchar para tomarme un respiro entre los atracones de Código Penal en mis años de estudiante de Derecho:
El sol, joven y fuerte, ha vencido a la luna,
que se aleja impotente del campo de batalla.
La luz vence tinieblas por campiñas lejanas;
el aire huele a pan nuevo; el pueblo se despereza…
¡¡Ha llegado la mañana!!
Me encanta el espectáculo.


En este punto del sendero nos sale al paso el Arroyo de los Molinos, que baja desde lo alto de la garganta, y otro arroyuelo que creo que se llama El Pozón, que nos viene por la derecha. Se encuentran justo en la vereda por la que vamos y salvamos el obstáculo sin problema, pues el caudal no es mucho. Además unas piedras pasaderas, sin pretensiones de espectacularidad, nos facilitan el tránsito.


Solo cuando estamos más arriba nos damos cuenta que, en este punto, hay un molino a nuestra derecha. Pero queda tan oculto por la vegetación que nace al amparo del agua, que no lo hemos visto.


A pesar del fuerte contraluz que produce el sol que descuella justo por lo alto, vemos otro molino bastante más arriba.

Parece que está más lejos, pero es una ilusión, pues llegamos a él enseguida.
Al acercarnos, observamos que tiene dos torres, dos pozos. Son dos molinos no ya contiguos, sino adosados uno al otro, para un mejor aprovechamiento del agua. Y, además, en un estado de conservación fantástico. El cuarto de molienda del que está más alto ha sido rehabilitado como vivienda.



Cuando subimos los últimos metros para alejarnos ya de la garganta que tanto regalo ha hecho a nuestros ojos vemos, desde arriba, la acequia del último de los molinos, el que está más alto de los dos últimos.

El camino hace una curva por las Vaquerizas para ir a la zona de el Bailadero y Robledogordo. Comentamos sobre el primor con que han sido aterrazadas las faldas de estos cerros para el cultivo del olivo.

La, a mi entender, magnífica calzada por la que hemos venido subiendo se magnifica todavía más aquí en las alturas. El firme se conserva en todo su esplendor y a mi me parece que esa buena conservación habla de la calidad del trabajo que hicieron los hombres que la construyeron.



Otro de los elementos que me llaman, con fuerza, la atención en mis salidas al campo son esas puertas que, desde los caminos, daban paso a las fincas y se construían en forma de arco, a veces con inscripciones o escudos en sus paredes interiores. Las he visto preciosas, espectaculares, y siempre me hablan sobre las gentes que las construyeron, de las que pasaron bajo ellas y sobre la ilusión con que se cultivaron las tierras a las que daban acceso.
Por todo lo anterior me duele cuando veo estas puertas cegadas o tapiadas o, sencillamente, semiderruidas. Creo que merecería la pena conservarlas.
En este ruta de hoy pudimos ver varias.

El camino hace una amplia curva a la derecha y nos va a llevar a través de un precioso olmedo al que volveremos más adelante. El paisaje ha cambiado completamente. No se oye más que el trinar de los pájaros y nuestras pisadas. Un regalo para los sentidos.



Por estos parajes discurren otras dos rutas. Una, la Ruta del Castañar (marcada con colores rojos) y otra la Ruta de Dónde Nace, marcada en azul. El camino que vamos a recorrer hasta llegar a Montánchez coincidirá, en buena medida, con esta última-


Como ya he dicho, veremos varias puertas de paso en distinto estado de conservación. Algunas con el paso cegado, lo que me disgusta en cuanto ese tapiado supone negarles la esencia misma para lo que un día fueron construidas.


Cuando llegamos al paraje de El Bailadero volvemos a encontrarnos con el Arroyo de los Molinos, ahora muy cerca del lugar donde nace.

Las vistas son espectaculares. Todavía podemos ver Arroyomolinos más cerca, pero también, a lo lejos, lo que creo que es Almoharín.


El arroyo de El Pozón nos ofrece, en una curva del camino, el espectáculo de una pequeña cascada sobre un pilón. El agua es clara, y está fría.

Y todavía más adelante, vuelve a cruzar el camino en un par de ocasiones.


El camino hace ya una curva hacia la izquierda para dirigirse, decididamente, hacia Montánchez, pasando por la falda del Pico Montánchez, de 994 metros, en cuya cima se ubican las antenas de televisión y radio que dan cobertura a las poblaciones de la penillanura cacereña.

Pasamos por la cancela que da acceso a Roble Gordo. En esta finca están las antenas a las que antes me refería, así como “El Cancho que se Menea”, que tendremos que venir a visitar en otra ocasión.

Atravesamos ahora un castañar. Se trata de la misma masa arbórea que atravesamos hace ya un buen rato, pero entonces eran álamos. El entorno boscoso vuelve a ser precioso.


Por fin, antes de comenzar la bajada, Montánchez aparece ante nuestros ojos en medio de los árboles. La vista de la localidad, con su Castillo, se nos antoja preciosa.


Justo antes de salir del robledal, a la derecha hay un acceso abierto a un lugar donde hay un chozo, creo que reconstruido, que da una idea de cómo eran cuando se utilizaban por los pastores. Solo hay que apartarse poco más de cincuenta metros para verlo. Y pocos metros más allá, una estupenda puerta de paso, toda ella de piedra, con una impresionante losa también de piedra por dintel.



Entramos en Montánchez entre la piscina municipal y la residencia León Leal, por la zona de la Plaza de Toros y, callejeando, nos dirigimos a la Plaza del Altozano, donde nos tamos un café y, sin detenernos demasiado, bajamos por la calle Virgen de los Remedios para salir del pueblo.
A mitad de la calle, donde está el Registro de la Propiedad, una fuente con un pilón rectangular y un antiguo crucero llaman nuestra atención.


Un poco más abajo está la Ermita de los Remedios, de pequeñas dimensiones, erigida en el siglo XVI como un humilladero. Su capilla cuenta con un retablo barroco del siglo XVIII. En el exterior, sobre la puerta de entrada se encuentra una sencilla espadaña de sillería y a la derecha de la Ermita, junto a la puerta de entrada de una casa, una antigua y extraordinaria pila de lavar, toda ella de granito; y por debajo de la Ermita un precioso rincón de acceso a una vivienda particular.




Al final de la calle y justo antes de salir al Camino Real de Mérida, pasamos junto a una fuente con un gran pilón de granito, rectangular.


Al inicio del camino, sobre nuestras cabezas, los restos del Castillo de Montánchez, una de cuyas paredes nos llama la atención.


Y allí mismo, para nuestra sorpresa, los restos de lo que nos parece otro molino.

El inicio del Camino Real cuenta con un firme empedrado sencillamente espectacular.

A dos kilómetros y medio de la salida de Montánchez encontramos, a la derecha, la Fuente Revuelo con un gran pilón de piedra. La fuente fue construida o, quizá, restaurada, en 1879 según una inscripción que figura en la piedra, encima del caño. Este camino por el que discurre nuestro caminar, el Camino Real de Mérida, recibe también nombre de Camino del Revuelo, debido al nombre de la fuente.
El agua del pilón está cubierta de algas, pero la que cae del caño está perfectamente clara.



Todo el camino de regreso hasta Arroyomolinos no tiene pérdida, lo que no quiere decir que no esté exento de dificultad. De hecho he de decir que no está, a mi juicio, suficientemente cuidado por las autoridades, pues así como el camino de subida por la Garganta de los Molinos la encontramos limpia, notándose que se habían cortado y retirado numerosas zarzas, en este de regreso, especialmente a partir de la Fuente Revuelo, el sendero está en algunos puntos totalmente encharcado. Nosotros pudimos pasar sin mayor dificultad, pues hacía días que no llovía, pero no estaría de más que en algunos tramos se colocaran piedras que ayudaran en el paso en los puntos más incómodos.

También sería conveniente que se cortaran las zarzas.
Es un camino realmente hermoso, que discurre alejado de cualquier tránsito de vehículos. Va entre fincas, por las traseras de algunas casas de labor y de chalets y bien merece ser recorrido.
La ruta, como “Ruta de los Molinos” no está señalizada, lo cual no quiere decir que sea difícil recorrerla, sobre todo si se cuenta con la ayuda de gps. Pero hay que decir que, para ponerla en valor (y realmente lo merece), sería conveniente poner algún poste indicador de dirección en algunos puntos donde la duda puede surgirle al caminante.
Y en Extremadura contamos con magníficos Técnicos de Senderos que podrían ayudar a los ayuntamientos de Arroyomolinos y de Montánchez a revalorizar este recorrido verdaderamente interesante.

4 comentarios:

  1. Maravillosa ruta y maravillosos comentarios y fotos… casi no hace falta ir, lo mostráis y contáis todo tan bien! Un saludo desde Sevilla

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  2. Habia oido hablar de ella, pero como esta descripción ninguna. La apunto para cuando baje el sol.
    Un saludo

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  3. Muchas gracias, Jesús, por tu comentario. Un saludo.

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