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Descansamos bien de
la jornada anterior y pudimos desayunar con tranquilidad en el Hostal
Carballo, donde nos hospedamos la noche anterior. Teníamos 27
kilómetros por delante y confirmado nuestro hospedaje en Alajar, por lo que no
sentimos especial necesidad de levantarnos muy temprano. A las 10 estábamos ya
en la calle dispuestos a comenzar y decidimos bajar hasta la Plaza
Coso para comenzar a grabar la ruta desde tan emblemático punto.
La jornada, aunque
larga, no presentaba un perfil duro: solo a partir del kilómetro 15 había una
subida prolongada, con un desnivel de unos 300 metros a superar en 8 kilómetros
de recorrido lo que, en el camino, supone una etapa prácticamente llana.
Pasaríamos por tres
pueblos: Valdelarco (km. 8), Galaroza (km 12,5) y Castaño
del Robledo (km. 20), con la posibilidad (aunque no teníamos intención),
de entrar en Jabugo pues pasaríamos a tiro de piedra del mismo en el km.
15,5.
Arrancamos a caminar
subiendo por la misma calle la Fuente, donde estaba el Hostal
Carballo, una cuesta arriba que se empinaría más un poco más allá.
Dejamos a nuestra izquierda la Iglesia parroquial del Espíritu Santo,
del siglo XVIII y que sustituyó a la que quedó destruida a consecuencia del
terremoto de Lisboa de 1755. Su preciosa torre del campanario es del siglo
XX.
Las empinadas calles
nos van a llevar al Mirador de la Era de la Carrera. Antiguamente en dicho lugar
estaba la era donde se realizaban las labores de trilla pero con la caída en
desuso para dicho fin se hizo un mirador.
Salimos por la calle
San Rafael buscando el Camino de Navahermosa. Justamente al
llegar al camino (de cemento y con algunas piedras incrustadas) un cartel nos
sirve de despedida de Fuenteheridos.
El entorno vuelve a
ser similar al de ayer: castaños en abundancia y otros arboles, todo bañado por
el color marrón de la hoja caída.
Por un camino
empedrado llegamos al río Múrtigas, con un estrecho puente
de cemento que nos ayuda a superarlo.
Justo al otro lado
del puente está la carretera N-433, que hemos de cruzar, con sumo cuidado, y
caminar por ella unos pocos metros para desviaros enseguida a la derecha por la
carretera
HU-8119 con dirección a Navahermosa, mucho más estrecha y
con menos tráfico y que habremos de seguir durante 800 metros.
Los primeros metros
de carretera nos van a ofrecer entretenimiento: a nuestra izquierda, en el
lateral de dos postes blancos (que debieron conocer mejor época) la indicación
de la entrad a la Quinta Reina de los Ángeles y unos metros más allá, a la
derecha, las naves de la industria Petrisur y, prácticamente enfrente una
cantera que, por su aspecto, nos da la impresión de que puede llevar algún
tiempo fuera de producción.
Algo más allá
abandonamos la carretera para coger el camino que, por la izquierda, sale en
dirección a Valdelarco.
Tenemos kilómetro y
medio de recorrido entre castaños, encinas y otra arboleda por un camino de
tierra, a veces delimitado por paredes cubiertas de musgo, verdaderamente
bello.
En cuanto cruzamos la
carretera
HV-3113 que lleva a Navahermosa, a poca distancia, nos
encontramos el área recreativa el Talenque, bien dotado da bancos,
mesas y barbacoas, que deberemos cruzar girando a la derecha para atravesar por
una cancela a una zona más despejada de árboles en la que hay algunos chalets.
Hay que cruzar dicho terreno despejado para girar, pasadas unas casas, a la
izquierda como se nos indica un poste.
Hasta llegar a Valdelarco
tenemos un sendero de algo más de 3 kilómetros que transcurre, en su mayor
parte, a través de un bosque de ribera bien conservado y un ambiente rural poco
transformado. Caminos empedrados, huertas tradicionales con gran sabor serrano,
castañares y dehesas para la cría del cerdo ibérico y vistas preciosas.
Bosque de ribera rico
y diverso, poblado mayoritariamente por chopos, olmos y sauces, con tramos de
vegetación muy espera de brezos helechos y muchas enredaderas como madreselvas,
zarzas, parras silvestres y escaramujos.
A los pocos metros
encontramos la Fuente del Arroyo construida, en su mayor parte de ladrillo, en
1897. Tienes una bancada para descansar o colocar los recipientes y funciona
accionando un grifo. Se ve que se cuida su entorno regularmente.
Justo en este punto
comienza el Barranco de Navahermosa, de dos kilómetros de longitud y
recorrido todo él por el río que lleva el mismo nombre (Barranco de Navahermosa).
De modo que nos despedimos de la Fuente atravesando el río ayudados por unas
piedras pasaderas y una pasarela muy a propósito colocada allí.
Durante todo el
recorrido vamos a llevar el río (más bien arroyo) al lado y pisaremos con
frecuencia por un sendero enlosado con grandes piedras planas.
A todo este recorrido
por el barrando se le llama también Ribera de Valdelarco. “Las riberas constituyen enclaves de gran interés debido a que sus
características microclimáticas, con una elevada humedad, permiten albergar una
amplia variedad de especies vegetales y faunísticas. Así resultan propios de
estos medios chopos y sauces, abundando plantas de matorral con pequeños frutos
como escaramujos, hiedras, zarzas, parras silvestres y madreselvas que atraen
numerosas aves frugívoras como mirlos y currucas.
Resultan
especialmente significativos los anfibios (hasta once especies entre ranas,
sapos, tritones y salamandras) que dependen de estas zonas húmedas para su
reproducción. La presencia de mamíferos es también frecuente encontrándonos
interesantes especies como la musaraña, la rata de gua y el turrón.” (Texto sacado de un
panel en el sendero).
Durante estos dos
kilómetros de recorrido cruzaremos el arroyo hasta en tres ocasiones.
Cuando salimos del
barranco y dejamos la compañía del río nos queda un kilómetro exacto para
llegar a Valdelarco que hacemos entre choperas, castaños y pinos y por
una zona que resulta muy grata a la vista. En alguna parte del sendero unos
bancos de madera puestos en el margen nos indican la proximidad del pueblo.
Valdelarco es un pueblo
pequeñito. Cuenta con unos 250 habitantes y una extensión de 15 km2. Su
historia se remonta al siglo XIII, en tiempos de la Reconquista,
consolidándose como núcleo de población a finales de la Edad Media.
Al estar edificado
sobre el fondo de un valle hace que sus calles sean estrechas, con muchas
cuestas orientadas generalmente hacia el sur al objeto de aprovechar el sol, lo
que hace que sean frecuentes las llamadas “solanas” o terrazas techadas.
Nos llama la atención
la Iglesia
parroquial del Divino Salvador del Mundo, son su alta torre tan
parecida a la que hemos visto en otras poblaciones de esta zona, rematada por
una cúpula adornada con azulejos.
Y un acusado gusto
por la utilización del azulejo como sustento para anunciar todo tipo de cosas.
Salimos del pueblo
por la carretera HU-8116. Tenemos por delante 4,5 kilómetros hasta Galaroza,
nuestro siguiente destino. Algo más de un kilómetro lo tenemos que hacer por
carretera, por no existir otra alternativa, hasta llegar al cruce con la carretera
HU-8117. En este punto tenemos que caminar unos metros por ésta última,
siguiendo la dirección de un cartel que indica “Valdelarco Zona Alta”,
para salir enseguida de la carretera por la izquierda y tomar el sendero.
Adjunto en este punto foto tomada de Google con indicación del giro que
hay que hacer.
Muy pocos metros más
allá del inicio del sendero llegamos a un mirador desde podemos contemplar, a
nuestra derecha y bastante lejos aún, Galaroza.
Por fin pisamos
sendero, de tierra, estrecho y encajado entre la vegetación del entorno.
Teníamos ganas.
Encontramos una
fuente de agua limpia que no tenemos necesidad de usar, pues traemos líquido
suficiente.
Encontramos encinas,
pinos, madroños y algunas setas que jalonan el sendero que se sigue con
facilidad porque está marcado nítidamente, a veces cubierto de hojas que
contribuyen a hacerlo más hermoso. Ello hasta que llegamos a una parte en que
todo el sendero aparece empedrado. Un trabajo realizado hace muchos años y que
debió suponer un esfuerzo importante.
Pocos metros más
adelante vadeamos sin problema el río Barranco del Ingenio, también
llamado río del Valle del Águila. Unas piedras colocadas ayudan a
atravesar el escaso caudal que lleva, al menos cuando nosotros pasamos.
Hay que andar atentos
porque en una intersección de caminos el trazado de los mismos nos haría seguir
adelante, pero hemos de tomar una desviación a la derecha.
Y poco más adelante
un poste nos hace ver que estamos cerca de Galaroza, que alcanzamos a ver
enseguida cuando llegamos a un estupendo mirador que nos deja todo el pueblo a
nuestros pies.
Vista desde el aire Galaroza
es como dos brazos que se extienden para contener en su interior una zona verde,
en cuyo centro se encuentra la Ermita de Santa Brígida, delimitada
por la carretera nacional 433. Nosotros entramos por el lugar donde se
unen ambos brazos, donde está lo que llaman La Era Grande y bajamos
por lo que sería el brazo derecho, posiblemente la parte más antigua del
pueblo.
Lo que más nos llama
la atención es todo el entorno de la Plaza de los Álamos, lugar al que
conducen cualquiera de las dos calles que bajan de La Era Grande. Allí se
ubica la ermita de Nuestra Señora del Carmen, la Fuente de los Doce Caños
y el monumento
a Los Jarritos, rodeado de otra fuente.
La ermita es del
siglo XVII, con una mezcla de estilos. Durante el siglo XVII se transformó
profundamente una antigua ermita existente en el lugar. En el siglo siguiente
se reformaron los pies de la ermita y la portada y a finales del XIX se le
anexionaron varias dependencias. El altar mayor es de estilo neoclásico,
presidido por la Virgen del Carmen, patrona de Galorza, de estilo barroco y que
presenta la particularidad de tratarse de una Virgen del Carmen encinta.
Y Justo al lado está la
Fuente
de los Doce Caños (1898) cuyo nombre nos recuerda a la que pudimos ver
en Fuenteheridos.
Recoge el agua que viene del cerro de Santa Brígida y ha sido
punto tradicional de encuentro para muchas generaciones de “cachoneros”
(gentilicio de las gentes de Galaroza).
En la acera de
enfrente de donde está la fuente se encuentran los antiguos lavaderos o
Lavadero de la Fuente que en el siglo XIX se usaba para lavar ropas, aunque
también fue usado para lavar las tripas de los cerdos una vez desollados en las
matanzas caseras.
Y también en la
plaza, el monumento conmemorativo a una fiesta tradicional y entrañable: la de Los
Jarritos, que se remonta a finales del siglo XIX o principios del XX y
que consiste en arrojarse agua. Antiguamente se hacía con botijos o piporros,
soplando por su parte más ancha y haciendo que el agua saliera por el pitorro,
apuntando a cualquier persona que estuviera en la plaza. Según he podido leer,
actualmente el agua se lanza también con cubos o cualquier otro tipo de
recipiente.
Abandonamos Galaroza
recorriendo en toda su longitud esta “brazo” derecho del pueblo, pasando por
delante del Ayuntamiento y la fuentecita que hay en su plazoleta. Al final
giramos a la izquierda siguiendo la calle Abajo, a mitad de la cual
encontramos la Cruz de la Pizarrilla y un poco más abajo, en una plazoleta
llamada Paseo Venecia, otra fuente.
Una vez en la carretera
giramos a la izquierda para, enseguida, tomar el sendero de la Ribera
del Jabugo que sale a la derecha. Recorriendo esta ribera veremos
árboles propios de los cursos de agua: álamos, alisos, sauces, fresnos y
saúcos, además de especies frutales como avellanos, castaños y nogales. A los
márgenes del camino hay huertas con frutales como manzanos, perales, cerezos,
higueras, melocotoneros, etc…
Próximo a la ribera
predomina el alcornocal y matorrales como madroños, retamas, zarzaparrillas,
rosales silvestres, endrinos, etc…
El sendero que vamos
a seguir lleva por nombre Camino de la Mimbrera.
Tengo que confesar
que el recorrido de los dos kilómetros siguientes nos sorprendió a Pepe y a mi
por su extrema belleza: puro sendero, cómodo al caminar, alfombrado por hojas
caídas y con frecuencia cerrado por arriba por las ramas de los árboles. Una
zona para caminar en silencio disfrutando a tope.
Es en este trayecto
cuando tendremos a Jabugo a nuestra derecha y como a unos 400 metros de distancia
pero, como dije al principio, optamos por seguir adelante sin pasar por dicha
localidad.
Pasados esos dos
kilómetros en una intersección empezamos a seguir el Camino a Castaño Bajo.
Realmente seguimos el curso natural del camino. Unos cuatrocientos metros mas
adelante salvamos el río Múrtiga por un pequeño puente de
cemento que encauza las aguas del río a través de dos tubos también de cemento.
Aquí llamo la
atención, porque muy pocos metros después sale un camino a la izquierda por el
que NO hay que pasar, sino continuar de frente. En el track se verá que
nosotros nos confundimos y caminamos unos 100 metros por donde no era, teniendo
que volver sobre nuestros pasos. Hay que seguir, pues, de frente, sin
desviarse.
Seguimos en todo
momento el curso del río Múrtiga durante un kilómetro más
y en algunos tramos lo veremos metido en un cauce fabricado por la mano del
hombre.
Dejamos
definitivamente el Múrtiga a nuestras espaldas, pues el camino hace un giro a
la izquierda de casi 90 grados. El río cruza el camino y lo vadeamos mediante
unas piedras pasaderas.
Unos pocos metros
después abandonamos el sendero PR que traemos para hacer ya el último kilómetro
antes de entras en Castaño de Robledo, a cuya entrada encontramos la Fuente del
Calvario.
Para acceder al
pueblo tenemos que cruzar la carretera HU-8114. Justo antes de cruzarla, a
nuestra izquierda, vemos otra fuente con un cartel que advierte que el agua no
es apta para consumo humano.
Enseguida, a nuestra
izquierda, está la que llaman Iglesia Inacabada, que data de finales del siglo XVIII. Es de
estilo neoclásico, singular no solo por estar inconclusa, sino porque en
sus paredes interiores se conservan los dibujos
originales del proceso de construcción de la misma.
Conocida también como Iglesia del Cementerio, por albergar tumbas
y nichos, y como El Monumento, por su
espectacularidad. Se empezó a construir porque la otra iglesia existente en el pueblo, la de Santiago el Mayor
(siglo XVI)
se había quedado pequeña por el aumento de la población que experimentó el
municipio a principios de los años 80 del siglo XVIII.
Su construcción
comenzó durante el verano de 1788. Cinco años después empiezan a escasear los
materiales y los recursos económicos hasta que en mayo de 1794 se paró
definitivamente la obra. A mediados del siglo XIX comenzó a utilizarse como
cementerio, con la creación de nichos en las capillas laterales y
enterramientos en el suelo. Así siguió hasta que sobre 1940 se construyó el
nuevo cementerio de la localidad y se desalojó la iglesia.
En los años 90 del
siglo XX se llevaron a cabo obras para realizar el cierre de las bóvedas y una
limpieza general del edificio.
En la actualidad, la
iglesia inacabada tiene abierto expediente para su catalogación como Bien
de Interés Cultural desde 1979 y se utiliza como espacio para la
realización de actividades culturales.
Como en el resto de
los pueblos de la Sierra de Aracena también aquí el uso del azulejo para dar
nomenclatura a las calles, a negocios o recuerdos conmemorativos es algo
absolutamente usual.
La otra iglesia del
pueblo es la de Santiago el Mayor. Tiene planta en cruz latina con una sola
nave. Las obras de construcción e iniciaron en el siglo XVI; a finales del XVII
se realizaron la torre, la capilla bautismal y la tribuna destinada a coro
alto. Posterior es la construcción de la capilla mayor y el crucero. En el
siglo XVIII se hizo una ampliación en la primitiva tribuna al objeto de colocar
el órgano adquirido por la parroquia y a principios del XIX se construyó la
sacristía con una zona destinada a almacén y escaleras de acceso a la planta
alta. A finales del XIX se hizo la capilla sacramental.
Más de la mitad de los 7 kilómetros que nos
quedan hasta llegar a Alájar los vamos a hacer por las
laderas de la Sierra del Castaño o el Cerro Castaño (960 mts), que de
ambos modos se le llama y es la mayor altitud de la provincia de Huelva, y que
va a quedar siempre a nuestra izquierda hasta que lleguemos al Puerto
de Galaroza, a 4 kilómetros de nuestro destino. El árbol predominante
en todo el recorrido será el castaño, con presencia de algunos pinos,
encontrando algunos ejemplares verdaderamente espectaculares en el mismo borde
del sendero.
Cuando pasamos por la
Casa
de los Calabacinos ha empezado a formarse niebla que se va espesando
según avanzamos.
Próximos a Alájar
cruzamos una zona con abundante presencia de pinos y matorral bajo, muy
distinta de lo recorrido hasta el momento. La niebla se ha hecho espesa y la
temperatura ha caído considerablemente.
Cuando llegamos a La
Peña de Arias Montano, el famoso mirador, una espesa niebla cubre todo
a nuestro alrededor, por lo que nos perdemos las vistas espectaculares que hay
desde este lugar. Se trata de un promontorio
de roca caliza con vistas sobre el pueblo de Alájar.
A este lugar se
retiró a meditar Benito Arias Montano (bibliotecario
del monasterio de El Escorial
en tiempos de Felipe II) en el siglo XVI. Arias
Montano fue también editor de la Biblia políglota,
alquimista y astrólogo, motivo por el que se ha construido toda una leyenda
(cierta casi toda ella) en torno a su figura y al conjunto de las numerosas
cuevas existentes en la zona.
Lo primero que llama
nuestra atención es la espadaña (campanario) de estilo neoclásico
(reconstruida tras la destrucción por un rayo) y las dos garitas apilastradas,
de planta circular y bóveda de media naranja, de estilo renacentista que hay a su lado. Están
situadas al borde de la meseta donde se asienta la ermita y asomándose al
enorme balcón que mira a Alájar.
El segundo elemento
significativo del lugar es el llamado Arco de los Novios. Se trata de una portada
almohadillada que consta de dos semicolumnas y un arco, además de las mochetas
en derrame y unos arranques de muros a modo de contrafuertes. Lo más probable
es que se tratara de la puerta de acceso al antiguo jardín que creó en este
lugar Arias Montano. La leyenda popular dice que la pareja que pase
debajo del arco cogida de la mano se casarán con seguridad.
Al lado de lo anterior hay
un monolito conmemorativo de la visita del rey Felipe II a su consejero Arias
Montano en este lugar. Agradecido, éste mandó levantar dos monolitos
con forma de pirámides, de los que solo queda uno.
La Ermita de la Reina de los Ángeles,
del siglo XVI es un heterogéneo edificio formado por agregaciones a un pequeño
templo. Consta de nave, presbítero y camarín, además de sacristía, vivienda y
anexos. La nave, con fuertes deformaciones en planta, tiene dos arcos transversales
apuntados, que arrancan de pilares adosados.
De todas las cuevas
existentes en la zona solo son visitables dos de ellas: el Palacio Oscuro, situado
debajo del campanario-espadaña, y La Sillita del Rey, situada en el extremo
norte (la más a la izquierda al bajar de los aparcamientos) una escalera
tallada en la roca.
Bajamos a ver el Palacio
Oscuro, notable por las formaciones de caliza existentes en ella.
Lástima que apenas si
pudiéramos vislumbrar Alajar desde el mirador. Otra vez
será.
Para bajar al pueblo
tuvimos que dar un rodeo. Se puede bajar por un sendero paralelo a la carretera
que luego corta y baja directamente. En todo caso, es imprescindible, para
salvar el desnivel, hacer el rodeo aludido, para lo que hay que cruzar la
carretera un par de veces.
Cuando entramos en Alájar
eran las 6 de la tarde pasadas y llevábamos ganas de una ducha y salir a
conocer el pueblo y a cenar. Habíamos reservado habitación en la Posada
de San Marcos (calle Colón 12, tfnos. 959125712 – 667906132), una
apuesta turística de Ángel Millán Simó y Lucy
Arkwright que consiguieron que nos sintiéramos como en casa. Unas
instalaciones perfectas y una atención exquisita. Absolutamente recomendable.
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