martes, 10 de diciembre de 2019

Sierra de Aracena 3 – Alájar a Aracena


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Acometimos la última etapa de nuestro recorrido por la Sierra de Aracena con calma. Habíamos trasnochado la víspera y el recorrido de hoy no era largo, por lo que nos dimos el lujo de permanecer en la cama más tiempo del habitual, desayunando con calma en la Posada de San Marcos antes de salir.

La etapa tiene 13,5 kilómetros y se inicia dando un rodeo a la Sierra de Camposanto. Alájar está ubicada en un valle entre dos sierras: la Sierra de la Virgen, donde está la Peña de Arias Montano que visitamos ayer, y la Sierra de Camposanto que es la que tenemos que rodear.
Poco antes de finalizar esta segunda sierra pasaremos por un pequeño núcleo de población, Los Madroñeros, a unos 4 kilómetros de Alájar. El segundo pueblo, bastante más grande, es Linares de la Sierra, a 7,5 kilómetros de Alájar y a 6 de Aracena, nuestro destino final.

 
Antes de iniciar el relato de la etapa de hoy no puedo dejar de aludir a algo que omití ayer: referirme a LOS LLANOS. Se llama “Los Llanos” o “empedrao” a una curiosa forma de adornar el suelo de la calle que hay justo delante de las entradas a las casas. Lo vimos ayer en Alájar, pero su máxima expresión artística la vamos a poder observar hoy en Linares de la Sierra.
Parece ser que esta tradición viene por influencias de los pueblos portugueses cercanos, habiéndose extendido desde allí a algunos pueblos de la Sierra de Aracena siendo, como he dicho, en Linares de la Sierra donde alcanza la máxima expresión.
Los empedrados son siempre bicolores y su temática suele ser geométrica, aunque a veces también tienen motivos florales y algunos de ellos son muy elaborados.
El origen de esta tradición se ha fechado en el siglo XIX aunque parece que es mucho más antigua y se sigue practicando en la actualidad y genera una importante demanda de especialistas.
Aquí algunos ejemplos de empedrados o Llanos de Alájar.

 
Salimos de la Posada y, por nuestra izquierda, vamos a la calle San Antonio que nos va a llevar directamente a la Ribera de Alájar que tendremos que recorrer durante un kilómetro aproximadamente.
En este trayecto vamos a ver a nuestra derecha la ladera de la Peña de Arias Montano, con varios pinos asomados al mismo borde del precipicio y encinas cuyas raíces han perdido la tierra de la que se alimentaban y que ahora quedan completamente a la vista.

 
Pasamos un puentecito que salva el cauce del Rivera de Alájar y poco más allá, delante de una casas y dejándolo nosotros a nuestra izquierda, vemos como un pequeño templete blanco, con azulejos en su exterior y en el interior, coronado por una cruz y que parece guardar una imagen en su interior, donde hay depositadas flores.

Vemos algunos castaños y bastantes encinas suyos troncos están totalmente cubiertos de musgo, claro indicio de que es zona de umbría.

Cuando llevamos caminados 1,8 kms. estamos en el Puerto de las Erillas y abandonamos la carretera por un camino que sale a la izquierda.

Pocos metros más está el nacimiento del Barranco de Aguafría cuyo cauce, que apenas si lleva agua todavía, hemos de cruzar.

Unos 800 metros más adelante cruzamos otro arroyo, esta vez el Barranco de la Antezuela.

Y en apenas tres o cuatro minutos entramos en la aldea Los Madroñeros a cuya entrada vemos una de las dos fuentes que hay en la aldea y que apenas si está cuidada.

Los Madroñeros se conserva tal como estaba en el siglo XIX, pues aún carece de alcantarillado, electricidad, urbanizado de calles ni ningún adelanto moderno. Aquí vivían unos cuantos vecinos que, a causa del paro, marcharon a vivir a Alájar. La aldea llegó a quedarse completamente sola, aunque algunos vecinos venían a diario para cuidar el ganado y sus tierras.
Carece de población estable, pero hay vecinos de Alájar que tienen aquí arreglada alguna de las casas para pasar los fines de semana.

 
Cuenta con una pequeña a iglesia del siglo XIV cuyo interior pudimos fotografías a través de una ventana entreabierta.

Salimos del pueblo con la sensación de que merecía la pena que estuviera habitado. Es realmente bonito.
El sendero va a ir ahora bastante encajonado. Discurre entre las laderas de la Sierra de la Chau, a nuestra izquierda, y la Sierra de la Solana, a la derecha.

A poco de tener a la vista Linares de la Sierra cruzamos un precioso puente sobre el Arroyo Plamencia, de una factura mucho más bella que el segundo, que está un poco más allá.

Pasado este segundo puente seguimos todo derecho hasta llegar a la iglesia de San Juan Bautista y ya tuvimos la oportunidad de ver numerosos “Llanos” o “Empedrados” de los que hablaba al principio. Aquí solo una pequeña muestra.

La zona más antigua del pueblo está en la parte más alta. Allí se ubica la iglesia, un edificio de una sola nave con cinco tramos y capillas laterales. La cabecera es de planta rectangular y el presbiterio está cubierto por una cúpula. Es un edificio típicamente barroco sevillano de la segunda mitad del siglo XVIII.

En un lateral de la iglesia está la singular Plaza de Toros de esta localidad. Es, posiblemente, el espacio abierto más grande de todo el pueblo. Es del siglo XVIII y tiene la peculiaridad de que está abierta de forma permanente cerrándose solo cuando hay alguna corrida. Se usa para funciones de teatro y todo tipo de eventos. En un lateral tiene graderíos encalados y, por encima de ellos, un alcornoque más que centenario.

Desde allí bajamos a la Plaza de la Fuente. Nos caía de camino para salir del pueblo y, realmente, merecía la pena pasar por ella.

Estamos a unos 5 kilómetros de Aracena y la  primera mitad del camino será todo cuesta arriba. Nos resulta un paseo agradable entre campos adehesados de encinas y alcornoques, con varias explotaciones de cerdo ibérico.
Un kilómetro justo después de dejar Linares cruzamos de nuevo sobre el Arroyo Plamencia mediante la ayuda de un puente.

Estamos en un pequeño valle ubicado entre cuatro sierras: la de Linares, ya a nuestra espalda, las Sierras del Pero y la de Picachanes, a izquierda y derecha respectivamente, y la Sierra de la Cruz, frente a nosotros, y que dejaremos a nuestra izquierda poco antes de entrar en Aracena.
Quinientos metros más allá del puente vemos, sobre un pedestal hecho con piedras, una capillita de ladrillo y, en su interior, una imagen de mármol o alabastro de la Virgen del Rocío. No hay indicación alguna, por lo que no sabemos a qué se debe esta imagen aquí, si a algún hecho singular o simplemente puesta por la devoción de alguien.

Los dos kilómetros y medio que nos faltan hasta llegar a Aracena son una amplia dehesa dominada por encinas y alcornoques y con presencia de varias explotaciones agrícolas. Los recorremos conscientes de que esta experiencia serrana de tres días está a punto de concluir por esta vez.

Vemos de frente, pero a la derecha, el Castillo de Aracena, del siglo XIII.

Entramos en Aracena por la Avda. Reina de los Ángeles, donde está el hotel del mismo nombre y en el que nos hospedamos la noche previa a la marcha y en el que dejamos el coche, con lo que damos por concluido este interesante periplo por estas tierras.


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