En Wikiloc: pulsar aquí
Acometimos la última
etapa de nuestro recorrido por la Sierra de Aracena con calma.
Habíamos trasnochado la víspera y el recorrido de hoy no era largo, por lo que
nos dimos el lujo de permanecer en la cama más tiempo del habitual, desayunando
con calma en la Posada de San Marcos antes de salir.
La etapa tiene 13,5
kilómetros y se inicia dando un rodeo a la Sierra de Camposanto. Alájar
está ubicada en un valle entre dos sierras: la Sierra de la Virgen,
donde está la Peña de Arias Montano que visitamos ayer, y la Sierra
de Camposanto que es la que tenemos que rodear.
Poco antes de
finalizar esta segunda sierra pasaremos por un pequeño núcleo de población, Los
Madroñeros, a unos 4 kilómetros de Alájar. El segundo pueblo, bastante
más grande, es Linares de la Sierra, a 7,5 kilómetros de Alájar y a 6 de Aracena,
nuestro destino final.
Antes de iniciar el
relato de la etapa de hoy no puedo dejar de aludir a algo que omití ayer:
referirme a LOS LLANOS. Se llama “Los Llanos” o “empedrao” a una curiosa
forma de adornar el suelo de la calle que hay justo delante de las entradas a
las casas. Lo vimos ayer en Alájar, pero su máxima expresión
artística la vamos a poder observar hoy en Linares de la Sierra.
Parece ser que esta
tradición viene por influencias de los pueblos portugueses cercanos, habiéndose
extendido desde allí a algunos pueblos de la Sierra de Aracena siendo,
como he dicho, en Linares de la Sierra donde alcanza la máxima expresión.
Los empedrados son
siempre bicolores y su temática suele ser geométrica, aunque a veces también
tienen motivos florales y algunos de ellos son muy elaborados.
El origen de esta
tradición se ha fechado en el siglo XIX aunque parece que es mucho más antigua
y se sigue practicando en la actualidad y genera una importante demanda de
especialistas.
Aquí algunos ejemplos
de empedrados o Llanos de Alájar.
Salimos de la Posada
y, por nuestra izquierda, vamos a la calle San Antonio que nos va a
llevar directamente a la Ribera de Alájar que tendremos que
recorrer durante un kilómetro aproximadamente.
En este trayecto
vamos a ver a nuestra derecha la ladera de la Peña de Arias Montano,
con varios pinos asomados al mismo borde del precipicio y encinas cuyas raíces
han perdido la tierra de la que se alimentaban y que ahora quedan completamente
a la vista.
Pasamos un puentecito
que salva el cauce del Rivera de Alájar y poco más allá,
delante de una casas y dejándolo nosotros a nuestra izquierda, vemos como un
pequeño templete blanco, con azulejos en su exterior y en el interior, coronado
por una cruz y que parece guardar una imagen en su interior, donde hay
depositadas flores.
Vemos algunos
castaños y bastantes encinas suyos troncos están totalmente cubiertos de musgo,
claro indicio de que es zona de umbría.
Cuando llevamos
caminados 1,8 kms. estamos en el Puerto de las Erillas y abandonamos
la carretera por un camino que sale a la izquierda.
Pocos metros más está
el nacimiento del Barranco de Aguafría cuyo cauce, que apenas si lleva agua
todavía, hemos de cruzar.
Unos 800 metros más
adelante cruzamos otro arroyo, esta vez el Barranco de la Antezuela.
Y en apenas tres o
cuatro minutos entramos en la aldea Los Madroñeros a cuya entrada vemos
una de las dos fuentes que hay en la aldea y que apenas si está cuidada.
Los Madroñeros se conserva tal como
estaba en el siglo XIX, pues aún carece de alcantarillado, electricidad,
urbanizado de calles ni ningún adelanto moderno. Aquí vivían unos cuantos
vecinos que, a causa del paro, marcharon a vivir a Alájar. La aldea llegó a
quedarse completamente sola, aunque algunos vecinos venían a diario para cuidar
el ganado y sus tierras.
Carece de población
estable, pero hay vecinos de Alájar que tienen aquí arreglada
alguna de las casas para pasar los fines de semana.
Cuenta con una
pequeña a iglesia del siglo XIV cuyo interior pudimos fotografías a través de
una ventana entreabierta.
Salimos del pueblo
con la sensación de que merecía la pena que estuviera habitado. Es realmente
bonito.
El sendero va a ir
ahora bastante encajonado. Discurre entre las laderas de la Sierra
de la Chau, a nuestra izquierda, y la Sierra de la Solana, a la
derecha.
A poco de tener a la
vista Linares de la Sierra cruzamos un precioso puente sobre el Arroyo
Plamencia, de una factura mucho más bella que el segundo, que está un
poco más allá.
Pasado este segundo
puente seguimos todo derecho hasta llegar a la iglesia de San Juan Bautista
y ya tuvimos la oportunidad de ver numerosos “Llanos” o “Empedrados”
de los que hablaba al principio. Aquí solo una pequeña muestra.
La zona más antigua
del pueblo está en la parte más alta. Allí se ubica la iglesia, un edificio de
una sola nave con cinco tramos y capillas laterales. La cabecera es de planta
rectangular y el presbiterio está cubierto por una cúpula. Es un edificio
típicamente barroco sevillano de la segunda mitad del siglo XVIII.
En un lateral de la
iglesia está la singular Plaza de Toros de esta localidad.
Es, posiblemente, el espacio abierto más grande de todo el pueblo. Es del siglo
XVIII y tiene la peculiaridad de que está abierta de forma permanente
cerrándose solo cuando hay alguna corrida. Se usa para funciones de teatro y
todo tipo de eventos. En un lateral tiene graderíos encalados y, por encima de
ellos, un alcornoque más que centenario.
Desde allí bajamos a
la Plaza
de la Fuente. Nos caía de camino para salir del pueblo y, realmente,
merecía la pena pasar por ella.
Estamos a unos 5
kilómetros de Aracena y la primera
mitad del camino será todo cuesta arriba. Nos resulta un paseo agradable entre
campos adehesados de encinas y alcornoques, con varias explotaciones de cerdo
ibérico.
Un kilómetro justo
después de dejar Linares cruzamos de nuevo sobre el Arroyo Plamencia mediante
la ayuda de un puente.
Estamos en un pequeño
valle ubicado entre cuatro sierras: la de Linares, ya a nuestra espalda,
las Sierras
del Pero y la de Picachanes, a izquierda y derecha
respectivamente, y la Sierra de la Cruz, frente a
nosotros, y que dejaremos a nuestra izquierda poco antes de entrar en Aracena.
Quinientos metros más
allá del puente vemos, sobre un pedestal hecho con piedras, una capillita de
ladrillo y, en su interior, una imagen de mármol o alabastro de la Virgen
del Rocío. No hay indicación alguna, por lo que no sabemos a qué se
debe esta imagen aquí, si a algún hecho singular o simplemente puesta por la
devoción de alguien.
Los dos kilómetros y
medio que nos faltan hasta llegar a Aracena son una amplia dehesa dominada
por encinas y alcornoques y con presencia de varias explotaciones agrícolas.
Los recorremos conscientes de que esta experiencia serrana de tres días está a
punto de concluir por esta vez.
Vemos de frente, pero
a la derecha, el Castillo de Aracena, del siglo XIII.
Entramos en Aracena
por la Avda. Reina de los Ángeles, donde está el hotel del mismo
nombre y en el que nos hospedamos la noche previa a la marcha y en el que
dejamos el coche, con lo que damos por concluido este interesante periplo por
estas tierras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario