sábado, 18 de enero de 2020

Ruta de la Lana 5: La Vía de la Plata


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Realizada en solitario el jueves 17 de abril de 2014. ¡En jueves! Las ventajas de estar disfrutando ya de una jubilación a tiempo parcial que me permite jornadas completamente libres. Día soleado y típicamente primaveral

Me levanté temprano. La ruta es eminentemente llana, sin apenas desniveles, pero también es larga (casi 28,5 kilómetros) lo que suponía que podría tardar alrededor de 6 horas. Camino bien, rápido, pero hago muchísimas fotografías (en esta jornada hice más de 700), lo que ralentiza la marcha, pero también ayuda a disfrutar de la naturaleza que es, en definitiva, para lo que salgo a caminar.

La ruta empieza y termina en Casar de Cáceres, junto a la cabecera de la Charca del Casar, en el Paseo de los Pescadores. Llegué a las 8,45 y pude comenzar a caminar enseguida.
La Charca estaba bastante baja de agua. He tenido oportunidad de verla casi hasta el tope y daba pena verla tan baja.


Si doy la espalda a la Charca, salgo por mi izquierda, en dirección a la CC-75, carretera que lleva hasta la Nacional V. Cuando llego al cruce me queda en frente el despacho de una conocida dulcería artesana. En ese punto giro a la izquierda tomando la carretera.

Al poco veré, a mi derecha, la primera de varias puertas de paso con las que me voy a encontrar. Reconozco mi atracción por las mismas, de las que tengo muchas fotos de muy diversas puertas. Hasta donde yo conozco se trata de los antiguos portones que daban acceso a finas. Originariamente solían tener una cancela o una puerta de madera que facilitaba el paso. Las hay de muy diverso tipo, pero casi todas suelen tener entre un metro y metro y medio de profundidad y su cubierta puede ser plana o curva. Unas veces de ladrillo, otras de piedra y, a veces, muy bien construidas con granito trabajado.

Un poco más adelante, junto a un desvío que sale a la derecha vemos a un lado de la carretera la ruina de lo que fue una pequeña casa y justo al otro lado el Pozo de las Cadenas, de curiosa forma, pues su brocal no es redondo sino semicilíndrico. Fue construido en 1969 o 1970 para asegurar suministro de agua a la población casareña.


Unos cien metros más allá, justo antes de una curva que hace la carretera a la derecha vemos a nuestra derecha otra puerta de paso y a la izquierda la Casa Rural La Encarnación. Hay una carreterita en el lado izquierdo que es por donde me metí yo con la intención de visitar la Ermita de la Encarnación, que está un poco más arriba y que me pilla de camino.


El acceso a la Ermita está guardada por una pequeña cancela que se puede abrir descorriendo el cerrojo, que no está trabado. Una placa metálica indica que la cancela se puso en 1974 y, probablemente la ermita a la que da paso a través de un pequeño paseo también fuera remozada en dicho año.


La ermita al parecer es de factura reciente pues según los documentos existentes data del siglo XIX, y está realizada en mampostería. Según mis noticias su última restauración se hizo en 2012.
El acceso a la ermita lo tiene por una puerta con arco de medio punto precedida por un pórtico cerrado con verjas que se colocadas en el año 1996 tal y como se indica en la propia verja. En la parte superior de ella, por encima de la puerta de acceso, una paloma que simboliza al Espíritu Santo.
Es llamativa la presencia, quizá excesiva, de azulejería en sus paredes. Hay cinco cuadros hechos con azulejos con frases e imágenes relativas a los misterios del Rosario.



En el interior del pórtico hay dos arcos de medio punto que, como si fueran sendas hornacinas, contienen más cuadros hechos con azulejos que representan en su conjunto los cinco misterios gozosos del Rosario.

Vuelvo a la carretera para continuar ruta. 500 metros más adelante sale un camino a la derecha que está bien señalizado con dos banderolas metálicas, una de las cuales señala a la Casa de los Pinotes, que vamos a encontrar más adelante, en cuanto lleguemos al Pantano del Cordel o Embalse del Casar, a poco más de un kilómetro. Embalse que, por cierto, desde el aire recuerda la figura de un caballito de mar.



Antes de llegar a la Casa Pinotes un letrero nos advierte la prohibición de llegar hasta aquí con vehículos a menos que seas pescador o propietario de alguna finca. La verdad es que el entorno es precioso y yo creo que tampoco los pescadores deberían tener autorizada la entrada con vehículos a partir de este punto.


Casa Pinotes es un Centro de Interpretación de la Cañada Real Soriana Occidental y la cultura pastoril y se encuentra junto al Pantano del Cordel (pantano nuevo).
El edificio conserva su estructura original y fue una casa de labor junto al camino pecuario donde se cuenta y hace honor, a la trashumancia y la cultura pastoril con exposiciones temporales y audiovisuales. Además dispone de un observatorio ornitológico perfectamente equipada para disfrutar y conocer las aves del entorno.
Permanece cerrado los lunes y abre, en horario de mañana y tarde todos los demás días de la semana. Si se quiere visitar conviene concertarlo previamente llamando al teléfono 927190963.
El precio de la entrada es de 2 euros (3 si se quiere hacer degustación de Torta del Casar), aunque tienen entrada libre los residentes en el Casar, menores de 10 años y quienes tengan carnet de estudiante.

El sendero bordea, literalmente, el pantano de punta a punta. Las vistas a las aves que nidifican y viven aquí, vuelan sobre ella o nadan en el agua son preciosas y tengo la oportunidad de hacer montones de fotografías.






Cuando llego a la otra punta del Pantano veo que toda la pared de la presa está recorrida de una punta a otra por un puentecillo, aunque también hay un camino que pasa por delante de la presa y que permite llegar al otro lado. Como pretendo hacer alguna foto en la que salga toda la longitud del pantano que sea posible, opto por cruzar todo el puentecillo que tiene unos 300 metros de largo.




Continúo mi camino dándole gusto al dedo: hago fotos a todo lo que se me pone por delante: formaciones rocosas, pajarillos, flores… La verdad es que tanto la luz, como la temperatura, como el entorno (absolutamente solitario y en silencio) me anima a disfrutar a tope de lo que piso y lo que veo.
Kilómetro y medio más allá de la presa llego al Arroyo del Zarzoso, que lleva agua, estando el camino inundado, lo que no me supone ningún problema pues puedo vadearlo perfectamente saltando por unas rocas existentes allí mismo.



En todo este recorrido hay a mi izquierda una pared de piedras que me llama la atención. Está muy bien hecha. Las piedras no están cogidas con argamasa, sino simplemente apiladas, pero muy bien colocadas. La pared debe llevar muchísimos años. Me llama la atención que no solo está hecha de piedras pequeñas, sino también de algunas muy grandes, unas rectangulares, otras completamente triangulares que, seguramente, debieron tener otro uso en otra época. Se ha utilizado, incluso, una piedra de molino que forma parte de la pared.




También en este tramo, pero en el lado derecho del camino, se ve lo que fue una cantera en tiempos y que ahora tiene toda la pinta de estar abandonada.


Continúo adelante. El camino va convergiendo hacia la carretera, que ya alcanzo a ver un poco más allá, a la altura de La Perala.
El camino que piso ahora es la Cañada Real de Cáceres según los planos que manejo.

Cuando he terminado de bajar la prolongada, aunque poco relevante, cuesta que lleva desde la cantera hasta las proximidades de La Perala, paso junto a la Fuente de la Hurona. Es una pequeña construcción con un hueco a modo de puerta. Y un poco más allá está el Arroyo de la Hurona que se salva con un puentecillo de hormigón. Siguiendo el cauce del arroyo y más allá, pero apartado de nuestro camino, hay un puente de mayor porte por el que nosotros no pasamos.




Pocos metros más allá están la pocas casas que conforman el digamos “poblado” de La Perala entre las que se encuentra lo que sirvió de iglesia y, según creo, también de escuela así como algunas de las casas que se ubicaron a este lado.



La Perala surgió en torno a 1925 como lugar donde los aldeanos que viajaban por la carretera (en aquel entonces de tierra) viajaban con sus caballerías o sus carros. Allí se detenían a descansar. Un matrimonio (Faustina y Castor) montaron una casa de comidas a la que llamaron El Parador que adquirió merecida fama por su cocina. Tenían, además, corrales donde los pastores podían dejar el ganado mientras estaban allí.
Al buen trabajo de sus dueños se le sumó la suerte ya que allí mismo se estableció una parada del tren que pasa al otro lado de la carretera, donde se bajaban los pastores que venían haciendo la trashumancia desde Castilla con cientos de cabeza de ganado para continuar luego hacia el sur. Pero antes comían allí y hasta podían hacer noche. Según las crónicas en la época fuerte podían parar más de treinta trenes cargados de ganado.
A los creadores de El Parador le sucedió su hija Hortensia que junto a su marido Teodoro “Chiriviqui” acometieron una profunda reforma y le cambiaron el nombre por La Perala. Lo estuvieron explotando hasta 1975 aproximadamente. A partir de esa fecha alquilaron las instalaciones a otros empresarios y el lugar siguió en explotación hasta que en 2007 cerró definitivamente sus puertas.


El ocaso se produjo primero porque los trenes dejaron de parar allí y después, lo que fue su auténtico remate, al abrirse al tráfico la autovía A-66, con lo que desapareció prácticamente el tráfico de vehículos y, sobre todo, camiones
Podemos cruzar la carretera (yo no lo hice) para comprobar que a los lados de la vía, en el lugar donde estuvo la estación, aún quedan vestigios de los corrales que se usaban para meter el ganado.
Hoy lo que podemos ver son las ruinas de lo que fue, tanto de la estación como del restaurante y de las casas que florecieron a su alrededor. También del apeadero que tiene Renfe allí pero en el que, según creo, no se apena nadie.



A este lado de la carretera, frente a lo que fue el restaurante, hay una zona sin construcciones que volvemos a encontrar un poco más allá. Al otro lado de la carretera, las ruinas de lo que fue una gasolinera, ahora completamente abandonada. Y al lado de acá una parcela con mucho arbolado, algunas casas de reciente construcción y una residencia geriátrica.





Donde terminan las casas, hay un antiguo pozo, con brocal de granito, cuadrado. Es el punto en que hemos de hacer un giro de 90 grados a la derecha para continuar por el camino, dando la espalda a la carretera.


Enseguida pasaremos entre algunos chalets que quedan a ambos lados del camino y pasaremos sobre un pequeño puente de hormigón que salva el Arroyo de la Perala. Con ello llegaremos a una cancela que nos permitirá adentrarnos en el paraje de la Atalaya, lugar donde convergen los términos municipales de Casar de Cáceres, Cáceres y Garrovillas de Alconétar.




El camino continúa por un paraje donde no se ven árboles, aunque sí muchas rocas. De vez en cuando charcas para que abreve el ganado, unas cuadradas, otras redondas… Todo ello en un camino absolutamente solitario en el que yo no llegué a encontrarme a nadie.



Así llegamos a la Casa de la Atalaya, que veremos a la izquierda del camino. Más cerca de nosotros un cercado de piedra y algunas estructuras con tejados de chapa. Un poco más alejado y a la izquierda de la anterior, una construcción más moderna.
Y más allá de ambas, en el camino, una doble cancela, debiendo pasar por la de la IZQUIERDA.

Toda esta zona es árida, desprovista de árboles como he dicho y con mucho berrocal
A unos 700 metros de la Casa de la Atalaya llegamos al Arroyo de Villaluengo, que se cruza a través de un puentecillo de hormigón. El arroyo traía bastante agua cuando yo hice la ruta.



Algo más allá llegamos a otra cancela. Precisamente la que nos va a dar paso para entrar en la finca Berrueto, por la que pasa la antigua calzada romana de la Vía de la Plata y que nosotros vamos a recorrer en dirección a Casar de Cáceres cuando lleguemos a ella. Cuando pasemos por ella debemos dejarla debidamente cerrada para evitar que el ganado pueda salir.


Hay aproximadamente un kilómetro desde la cancela que acabamos de pasar hasta la siguiente, una cancela de madera ubicada en el mismísimo borde del camino que es la Vía de la Plata. De hecho, si nos fijamos, parte de la alambrada discurre justo por encima del borde de la Vía mientras que el otro borde, unos cuatro metros más allá, también es perfectamente visible por las losas de piedra que lo forman.



El nombre original y completo de la Vía de la Plata que pisamos aquí era el de Iter ab Emerita Asturicam. La construcción de una calzada romana era verdaderamente trabajosa y la hacían a conciencia. Probablemente por eso se han conservado y aún podemos verlas razonablemente bien conservadas en algunos lugares.
Una calzada normal podía tener más de un metro de profundidad, y se componía de cuatro capas que, desde abajo hacia arriba eran las siguientes: pavimentum, grandes piedras que forman el cimiento; nudens, piedras de menor tamaño, como la grava; rudus, amalgama de piedra, tierra y cal; statumen, capa superficial de piedras o losas planas, que se procuraban encajar al máximo para lograr un firme estable y liso.

Imagen tomada de https://proyectoeducere.wordpress.com/tag/calzada-romana/

La finca Berrueto se ubica en el lugar que llaman Majada Oscura, o Cumbre Oscura. Hay, en la parte de abajo del lugar donde estamos, una gran nave para ganado a la que no nos acercamos.
En el rato en que estoy aquí, pasan algunos peregrinos. Primero uno, solo, andando. Y poco rato más tarde otros dos que van en bici.



Tomamos el camino girando a la derecha. Encontraremos otra cancela de madera que tendremos que cruzar para salir de la finca.

En este tramo de camino vamos a poder distinguir muy bien el trazado original de la Vía de la Plata, pues las losas laterales que marcaban el camino siguen perfectamente ubicadas en su lugar, pudiendo identificarse sin ningún problema.



Como a 400 metros de la última cancela de madera que pasamos podremos ver a nuestra derecha un depósito de miliarios. Son nueve miliarios, algunos caídos en el suelo y otro medio en pie. Y si damos un paseo por los alrededores podremos ver en los berrocales próximos las marcas de los lugares de donde se extrajo la piedra.
Los miliarios son monolitos cilíndricos de granito, con forma de columnas y base cuadrada de unos dos metros de altura. Se clavaban en el lateral de la calzada e indicaban las millas romanas (una milla equivale a 1.393 m.) que faltaban hasta Astorga y las que habían transcurrido desde Mérida.
En algunos de los miliarios que podemos ver aquí pueden distinguirse perfectamente las inscripciones que marcaban las millas romanas correspondientes.



He pasado por este lugar en, al menos y que yo recuerde, cinco ocasiones. Y he de decir que cada vez que lo hago la vista de los miliarios me impresiona porque soy consciente de que aquí, en este mismo lugar hace 18 o 20 siglos estuvieron tallando estas piedras unos hombres con inquietudes similares a las nuestras. De ellos nos queda, a la vista y al alcance de nuestras manos, su trabajo.
Seguimos adelante y pasamos dos cancelas más.


Y a unos pocos metros más volvemos a encontrarnos, pero esta vez a la izquierda del camino, dos miliarios hincados en el suelo, estando uno de ellos roto y la otra parte a su lado.
Uno de los miliarios conserva perfectamente legible la inscripción.



Un kilómetro más adelante, justo después de pasar un cruce con otro camino, podemos ver, formando parte de la pared de la derecha del camino, los restos de otro miliario.

Durante los siguientes seis kilómetros no hay nada que reseñar. Se trata de un camino de tierra que es prácticamente una línea recta y que discurre entre fincas en las que casi no podremos ver un árbol.
Finalmente, donde el camino gira a la izquierda, encontramos un bujío y, unos metros más allá, un monolito de granito con información sobre la Vía de la Plata.


Un poco más abajo, a la izquierda del camino, el primero de los dos pozos que vamos a ver en un corto trayecto, el Pozo Canario, circular y con una parte del brocal, por la que se sacaba el agua, mucho más baja que la otra. Muestra de que ya no se le da uso es el estado en que se encuentra el agua que contiene.


Pocos metros más adelante y a la derecha del camino vemos otra puerta de paso con su característica estructura.


Otro pozo más aparecerá a nuestra izquierda, el Pozo Mochuelo, con más de una docena de pilas de granito para abrevar ganado.


A la entrada del pueblo encontramos la ermita de Santiago, que otras veces ha sido el punto de partida de las rutas que desde aquí hemos hecho.
Al lado de la ermita, un panel informativo de esta “Ruta de la Lana”, la de la Vía de la Plata, que ahora mismo estoy rematando.



Para volver al punto de partido podemos seguir por la Calle Larga arriba hasta llegar al cruce con la Avda. de la Constitución y luego seguir por esta hasta la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Yo opté por meterme enseguida a la derecha para subir luego la calle Santiago, también para dirigirme a la iglesia.
La iglesia es de estilo renacentista con algunos elementos góticos. Su origen es de fines del siglo XIII y comienzos del XIV, habiendo sido ampliada en el año 1.505.



Desde aquí, a través de las calles Llanada primero y de la Charca después, llego al lugar desde el que inicié la ruta.


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