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Realizada en solitario el
jueves 17 de abril de 2014. ¡En jueves! Las ventajas de estar disfrutando ya de
una jubilación a tiempo parcial que me permite jornadas completamente libres.
Día soleado y típicamente primaveral
Me levanté temprano. La
ruta es eminentemente llana, sin apenas desniveles, pero también es larga (casi
28,5 kilómetros) lo que suponía que podría tardar alrededor de 6 horas. Camino
bien, rápido, pero hago muchísimas fotografías (en esta jornada hice más de
700), lo que ralentiza la marcha, pero también ayuda a disfrutar de la
naturaleza que es, en definitiva, para lo que salgo a caminar.
La ruta empieza y termina
en Casar
de Cáceres, junto a la cabecera de la Charca del Casar, en el Paseo
de los Pescadores. Llegué a las 8,45 y pude comenzar a caminar
enseguida.
La Charca estaba bastante
baja de agua. He tenido oportunidad de verla casi hasta el tope y daba pena
verla tan baja.
Si doy la espalda a la Charca,
salgo por mi izquierda, en dirección a la CC-75, carretera que lleva hasta la Nacional
V. Cuando llego al cruce me queda en frente el despacho de una conocida
dulcería
artesana. En ese punto giro a la izquierda tomando la carretera.
Al poco veré, a mi derecha,
la primera de varias puertas de paso con las que me voy a
encontrar. Reconozco mi atracción por las mismas, de las que tengo muchas fotos
de muy diversas puertas. Hasta donde yo conozco se trata de los antiguos
portones que daban acceso a finas. Originariamente solían tener una cancela o
una puerta de madera que facilitaba el paso. Las hay de muy diverso tipo, pero
casi todas suelen tener entre un metro y metro y medio de profundidad y su
cubierta puede ser plana o curva. Unas veces de ladrillo, otras de piedra y, a
veces, muy bien construidas con granito trabajado.
Un poco más adelante, junto
a un desvío que sale a la derecha vemos a un lado de la carretera la ruina de
lo que fue una pequeña casa y justo al otro lado el Pozo de las Cadenas, de
curiosa forma, pues su brocal no es redondo sino semicilíndrico. Fue construido
en 1969 o 1970 para asegurar suministro de agua a la población casareña.
Unos cien metros más allá,
justo antes de una curva que hace la carretera a la derecha vemos a nuestra
derecha otra puerta de paso y a la izquierda la Casa Rural La Encarnación.
Hay una carreterita en el lado izquierdo que es por donde me metí yo con la
intención de visitar la Ermita de la Encarnación, que está
un poco más arriba y que me pilla de camino.
El acceso a la Ermita está
guardada por una pequeña cancela que se puede abrir descorriendo el cerrojo,
que no está trabado. Una placa metálica indica que la cancela se puso en 1974
y, probablemente la ermita a la que da paso a través de un pequeño paseo
también fuera remozada en dicho año.
La ermita al parecer es de
factura reciente pues según los documentos existentes data del siglo XIX, y
está realizada en mampostería. Según mis noticias su última restauración se
hizo en 2012.
El acceso a la ermita lo
tiene por una puerta con arco de medio punto precedida por un pórtico cerrado
con verjas que se colocadas en el año 1996 tal y como se indica en la propia
verja. En la parte superior de ella, por encima de la puerta de acceso, una
paloma que simboliza al Espíritu Santo.
Es llamativa la presencia,
quizá excesiva, de azulejería en sus paredes. Hay cinco cuadros hechos con
azulejos con frases e imágenes relativas a los misterios del Rosario.
En el interior del pórtico
hay dos arcos de medio punto que, como si fueran sendas hornacinas, contienen
más cuadros hechos con azulejos que representan en su conjunto los cinco
misterios gozosos del Rosario.
Vuelvo a la carretera para
continuar ruta. 500 metros más adelante sale un camino a la derecha que está
bien señalizado con dos banderolas metálicas, una de las cuales señala a la Casa
de los Pinotes, que vamos a encontrar más adelante, en cuanto lleguemos
al Pantano
del Cordel o Embalse del Casar, a poco más de un
kilómetro. Embalse que, por cierto, desde el aire recuerda la figura de un
caballito de mar.
Antes de llegar a la Casa Pinotes
un letrero nos advierte la prohibición de llegar hasta aquí con vehículos a
menos que seas pescador o propietario de alguna finca. La verdad es que el
entorno es precioso y yo creo que tampoco los pescadores deberían tener
autorizada la entrada con vehículos a partir de este punto.
Casa Pinotes es un Centro
de Interpretación de la Cañada Real Soriana Occidental y la cultura
pastoril y se encuentra junto al Pantano del Cordel (pantano nuevo).
El edificio conserva su
estructura original y fue una casa de labor junto al camino pecuario donde se
cuenta y hace honor, a la trashumancia y la cultura pastoril con exposiciones
temporales y audiovisuales. Además dispone de un observatorio ornitológico
perfectamente equipada para disfrutar y conocer las aves del entorno.
Permanece cerrado los lunes
y abre, en horario de mañana y tarde todos los demás días de la semana. Si se
quiere visitar conviene concertarlo previamente llamando al teléfono 927190963.
El precio de la entrada es
de 2 euros (3 si se quiere hacer degustación de Torta del Casar), aunque
tienen entrada libre los residentes en el Casar, menores de 10 años y quienes
tengan carnet de estudiante.
El sendero bordea,
literalmente, el pantano de punta a punta. Las vistas a las aves que nidifican
y viven aquí, vuelan sobre ella o nadan en el agua son preciosas y tengo la
oportunidad de hacer montones de fotografías.
Cuando llego a la otra
punta del Pantano veo que toda la pared de la presa está recorrida de una punta
a otra por un puentecillo, aunque también hay un camino que pasa por delante de
la presa y que permite llegar al otro lado. Como pretendo hacer alguna foto en
la que salga toda la longitud del pantano que sea posible, opto por cruzar todo
el puentecillo que tiene unos 300 metros de largo.
Continúo mi camino dándole
gusto al dedo: hago fotos a todo lo que se me pone por delante: formaciones
rocosas, pajarillos, flores… La verdad es que tanto la luz, como la
temperatura, como el entorno (absolutamente solitario y en silencio) me anima a
disfrutar a tope de lo que piso y lo que veo.
Kilómetro y medio más allá
de la presa llego al Arroyo del Zarzoso, que lleva agua,
estando el camino inundado, lo que no me supone ningún problema pues puedo
vadearlo perfectamente saltando por unas rocas existentes allí mismo.
En todo este recorrido hay
a mi izquierda una pared de piedras que me llama la atención. Está muy bien
hecha. Las piedras no están cogidas con argamasa, sino simplemente apiladas,
pero muy bien colocadas. La pared debe llevar muchísimos años. Me llama la
atención que no solo está hecha de piedras pequeñas, sino también de algunas
muy grandes, unas rectangulares, otras completamente triangulares que,
seguramente, debieron tener otro uso en otra época. Se ha utilizado, incluso,
una piedra de molino que forma parte de la pared.
También en este tramo, pero
en el lado derecho del camino, se ve lo que fue una cantera en tiempos y que
ahora tiene toda la pinta de estar abandonada.
Continúo adelante. El
camino va convergiendo hacia la carretera, que ya alcanzo a ver un poco más
allá, a la altura de La Perala.
El camino que piso ahora es
la Cañada
Real de Cáceres según los planos que manejo.
Cuando he terminado de
bajar la prolongada, aunque poco relevante, cuesta que lleva desde la cantera
hasta las proximidades de La Perala, paso junto a la Fuente
de la Hurona. Es una pequeña construcción con un hueco a modo de
puerta. Y un poco más allá está el Arroyo de la Hurona que se salva con
un puentecillo de hormigón. Siguiendo el cauce del arroyo y más allá, pero
apartado de nuestro camino, hay un puente de mayor porte por el que nosotros no
pasamos.
Pocos metros más allá están
la pocas casas que conforman el digamos “poblado” de La Perala entre las que
se encuentra lo que sirvió de iglesia y, según creo, también de escuela así
como algunas de las casas que se ubicaron a este lado.
La Perala surgió en
torno a 1925 como lugar donde los aldeanos que viajaban por la
carretera (en aquel entonces de tierra) viajaban con sus caballerías o sus
carros. Allí se detenían a descansar. Un matrimonio (Faustina y Castor)
montaron una casa de comidas a la que llamaron El Parador que adquirió
merecida fama por su cocina. Tenían, además, corrales donde los pastores podían
dejar el ganado mientras estaban allí.
Al buen trabajo de sus
dueños se le sumó la suerte ya que allí mismo se estableció una parada del tren
que pasa al otro lado de la carretera, donde se bajaban los pastores que venían
haciendo la trashumancia desde Castilla con cientos de cabeza de
ganado para continuar luego hacia el sur. Pero antes comían allí y hasta podían
hacer noche. Según las crónicas en la época fuerte podían parar más de treinta
trenes cargados de ganado.
A los creadores de El
Parador le sucedió su hija Hortensia que junto a su marido Teodoro
“Chiriviqui” acometieron una profunda reforma y le cambiaron el nombre
por La
Perala. Lo estuvieron explotando hasta 1975 aproximadamente. A
partir de esa fecha alquilaron las instalaciones a otros empresarios y el lugar
siguió en explotación hasta que en 2007 cerró definitivamente sus
puertas.
El ocaso se produjo primero
porque los trenes dejaron de parar allí y después, lo que fue su auténtico
remate, al abrirse al tráfico la autovía A-66, con lo que desapareció
prácticamente el tráfico de vehículos y, sobre todo, camiones
Podemos cruzar la carretera
(yo no lo hice) para comprobar que a los lados de la vía, en el lugar donde
estuvo la estación, aún quedan vestigios de los corrales que se usaban para
meter el ganado.
Hoy lo que podemos ver son
las ruinas de lo que fue, tanto de la estación como del restaurante y de las
casas que florecieron a su alrededor. También del apeadero que tiene Renfe allí
pero en el que, según creo, no se apena nadie.
A este lado de la
carretera, frente a lo que fue el restaurante, hay una zona sin construcciones
que volvemos a encontrar un poco más allá. Al otro lado de la carretera, las
ruinas de lo que fue una gasolinera, ahora completamente abandonada. Y al lado
de acá una parcela con mucho arbolado, algunas casas de reciente construcción y
una residencia geriátrica.
Donde terminan las casas, hay
un antiguo pozo, con brocal de granito, cuadrado. Es el punto en que hemos de
hacer un giro de 90 grados a la derecha para continuar por el camino, dando la
espalda a la carretera.
Enseguida pasaremos entre
algunos chalets que quedan a ambos lados del camino y pasaremos sobre un
pequeño puente de hormigón que salva el Arroyo de la Perala. Con ello llegaremos
a una cancela que nos permitirá adentrarnos en el paraje de la Atalaya,
lugar donde convergen los términos municipales de Casar de Cáceres, Cáceres
y Garrovillas
de Alconétar.
El camino continúa por un
paraje donde no se ven árboles, aunque sí muchas rocas. De vez en cuando
charcas para que abreve el ganado, unas cuadradas, otras redondas… Todo ello en
un camino absolutamente solitario en el que yo no llegué a encontrarme a nadie.
Así llegamos a la Casa
de la Atalaya, que veremos a la izquierda del camino. Más cerca de
nosotros un cercado de piedra y algunas estructuras con tejados de chapa. Un
poco más alejado y a la izquierda de la anterior, una construcción más moderna.
Y más allá de ambas, en el
camino, una doble cancela, debiendo pasar por la de la IZQUIERDA.
Toda esta zona es árida,
desprovista de árboles como he dicho y con mucho berrocal
A unos 700 metros de la
Casa de la Atalaya llegamos al Arroyo de Villaluengo, que se cruza
a través de un puentecillo de hormigón. El arroyo traía bastante agua cuando yo
hice la ruta.
Algo más allá llegamos a
otra cancela. Precisamente la que nos va a dar paso para entrar en la finca
Berrueto, por la que pasa la antigua calzada romana de la Vía de la
Plata y que nosotros vamos a recorrer en dirección a Casar
de Cáceres cuando lleguemos a ella. Cuando pasemos por ella debemos
dejarla debidamente cerrada para evitar que el ganado pueda salir.
Hay aproximadamente un
kilómetro desde la cancela que acabamos de pasar hasta la siguiente, una
cancela de madera ubicada en el mismísimo borde del camino que es la Vía
de la Plata. De hecho, si nos fijamos, parte de la alambrada discurre
justo por encima del borde de la Vía mientras que el otro borde, unos cuatro
metros más allá, también es perfectamente visible por las losas de piedra que
lo forman.
El nombre original y
completo de la Vía de la Plata que pisamos aquí era el de Iter ab Emerita Asturicam.
La construcción de una calzada romana era verdaderamente trabajosa y la hacían
a conciencia. Probablemente por eso se han conservado y aún podemos verlas
razonablemente bien conservadas en algunos lugares.
Una calzada normal podía
tener más de un metro de profundidad, y se componía de cuatro capas que, desde
abajo hacia arriba eran las siguientes: pavimentum, grandes piedras que
forman el cimiento; nudens, piedras de menor tamaño, como la grava; rudus,
amalgama de piedra, tierra y cal; statumen, capa superficial de
piedras o losas planas, que se procuraban encajar al máximo para lograr un
firme estable y liso.
Imagen tomada de https://proyectoeducere.wordpress.com/tag/calzada-romana/ |
La finca Berrueto
se ubica en el lugar que llaman Majada Oscura, o Cumbre
Oscura. Hay, en la parte de abajo del lugar donde estamos, una gran
nave para ganado a la que no nos acercamos.
En el rato en que estoy
aquí, pasan algunos peregrinos. Primero uno, solo, andando. Y poco rato más
tarde otros dos que van en bici.
Tomamos el camino girando a
la derecha. Encontraremos otra cancela de madera que tendremos que cruzar para
salir de la finca.
En este tramo de camino
vamos a poder distinguir muy bien el trazado original de la Vía
de la Plata, pues las losas laterales que marcaban el camino siguen
perfectamente ubicadas en su lugar, pudiendo identificarse sin ningún problema.
Como a 400 metros de la
última cancela de madera que pasamos podremos ver a nuestra derecha un depósito
de miliarios. Son nueve miliarios, algunos caídos en el suelo y otro medio en
pie. Y si damos un paseo por los alrededores podremos ver en los berrocales
próximos las marcas de los lugares de donde se extrajo la piedra.
Los miliarios son monolitos
cilíndricos de granito, con forma de columnas y base cuadrada de unos dos
metros de altura. Se clavaban en el lateral de la calzada e indicaban las
millas romanas (una milla equivale a 1.393 m.) que faltaban hasta Astorga
y las que habían transcurrido desde Mérida.
En algunos de los miliarios
que podemos ver aquí pueden distinguirse perfectamente las inscripciones que
marcaban las millas romanas correspondientes.
He pasado por este lugar
en, al menos y que yo recuerde, cinco ocasiones. Y he de decir que cada vez que
lo hago la vista de los miliarios me impresiona porque soy consciente de que
aquí, en este mismo lugar hace 18 o 20 siglos estuvieron tallando estas piedras
unos hombres con inquietudes similares a las nuestras. De ellos nos queda, a la
vista y al alcance de nuestras manos, su trabajo.
Seguimos adelante y pasamos
dos cancelas más.
Y a unos pocos metros más
volvemos a encontrarnos, pero esta vez a la izquierda del camino, dos miliarios
hincados en el suelo, estando uno de ellos roto y la otra parte a su lado.
Uno de los miliarios
conserva perfectamente legible la inscripción.
Un kilómetro más adelante,
justo después de pasar un cruce con otro camino, podemos ver, formando parte de
la pared de la derecha del camino, los restos de otro miliario.
Durante los siguientes seis
kilómetros no hay nada que reseñar. Se trata de un camino de tierra que es
prácticamente una línea recta y que discurre entre fincas en las que casi no
podremos ver un árbol.
Finalmente, donde el camino
gira a la izquierda, encontramos un bujío y, unos metros más allá, un
monolito de granito con información sobre la Vía de la Plata.
Un poco más abajo, a la
izquierda del camino, el primero de los dos pozos que vamos a ver en un corto
trayecto, el Pozo Canario, circular y con una parte del brocal, por la que
se sacaba el agua, mucho más baja que la otra. Muestra de que ya no se le da
uso es el estado en que se encuentra el agua que contiene.
Pocos metros más adelante y
a la derecha del camino vemos otra puerta de paso con su característica
estructura.
Otro pozo más aparecerá a
nuestra izquierda, el Pozo Mochuelo, con más de una docena
de pilas de granito para abrevar ganado.
A la entrada del pueblo
encontramos la ermita de Santiago, que otras veces ha sido el punto de partida
de las rutas que desde aquí hemos hecho.
Al lado de la ermita, un
panel informativo de esta “Ruta de la Lana”, la de la Vía
de la Plata, que ahora mismo estoy rematando.
Para volver al punto de
partido podemos seguir por la Calle Larga arriba hasta llegar al
cruce con la Avda. de la Constitución y luego seguir por esta hasta la
iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Yo opté por meterme enseguida a
la derecha para subir luego la calle Santiago, también para
dirigirme a la iglesia.
La iglesia es de estilo
renacentista con algunos elementos góticos. Su origen es de fines del siglo
XIII y comienzos del XIV, habiendo sido ampliada en el año 1.505.
Desde aquí, a través de las
calles Llanada primero y de la Charca después, llego al lugar
desde el que inicié la ruta.
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