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Realizada el sábado
28 de septiembre de 2019 con el grupo de senderismo de la empresa Catelsa
(Hutchinson) de Cáceres. 14 senderistas. Día completamente
despejado y de intenso calor desde primera hora que terminó siendo durísimo al
final de la ruta. Varios senderistas se quedaron sin agua y los pocos que
conservamos algo hasta el final casi no se podía beber por la altísima
temperatura de la misma.
31,2 kilómetros
prácticamente llanos. Hay un casi inapreciable desnivel de 187 metros en el
conjunto, de los que casi la mitad se hacen entre los kilómetros 17,4 y 18,4
siendo todo el resto del camino inapreciable. Solo el intenso calor supuso un
obstáculo que superamos todos, aunque con un gran esfuerzo en los cuatro o
cinco últimos kilómetros.
Como quiera que estamos
haciendo la Vía de la Plata por etapas, en las ocasiones que tenemos la
oportunidad, esta vez se trataba de continuar la que hicimos el 30 de marzo
anterior. Por ello, el autobús nos dejó en el mismo lugar en que terminamos en
marzo, para empezar la etapa de hoy.
Subimos hasta la puerta que
se abre en la muralla de Galisteo donde los compañeros
decidieron que deberíamos inmortalizar el momento. Luego, tras pasar por la
puerta, atravesamos en pueblo yendo hacia la Plaza de España y girando
luego a la izquierda para, tras pasar por una fuente, pusimos dirección al río.
La bajada hacia el puente
se hace por una calle amplia, bien adornada con macetas por sus vecinos y de
cuesta abajo bastante pronunciada.
Al puente sobre el río
Jerte mucha gente le llama “el puente romano” aunque en realidad
es del siglo XVI y, por tanto, un puente medieval. Al parecer fue mandado
construir en 1546 por don García Fernández Manrique, señor
de Galisteo,
tal y como figura en el escudo que campea sobre el tajamar central del puente.
Siguiendo el camino se
llega a la EX-108, debiendo cruzar las dos rotondas que regulan el tráfico
que pasa por debajo de la autovía EX-A1. Por supuesto, hay que
extremar el cuidado aunque tengo que decir que nosotros pasamos temprano y
apenas si había tráfico.
El camino discurre entre
algunas fincas de las que no hay nada que resaltar. Se va a desarrollar
paralelo al río Jerte hasta un poco más allá de Carcaboso.
Nosotros alcanzamos Aldehuela
de Jerte, a poco más de 6 kilómetros del punto de salida, hora y cuarto
después de haber salido. Y como había un buen letrero con el nombre de la
localidad, decidimos inmortalizarnos.
Nos llama la atención que
en diversas fachadas de Aldehuela tienen colocadas figuras de diversos insectos
que las adornan. También, a la salida del pueblo, un carro de los que se usaban
para las faenas del campo magníficamente conservada.
Entre Aldehuela y Carcaboso
hay 6 kilómetros exactos y los une un camino absolutamente llano y, digámoslo
también, a lo largo del cual tampoco hay nada especial que resaltar. Baste
decir que hicimos los 6 kilómetros en 55 minutos, lo cual da una idea de que
llevamos buena marcha sin que hubieran singularidades en las que tuviéramos que
pararnos para fotografiar.
He de decir que si en Aldehuela
nos sorprendieron las reproducciones de insectos en algunas paredes, en Carcaboso
nos sorprendimos aún más con las pinturas que aparecen en varias de las paredes
de las casas del pueblo y de las que acompaño, en fotos, tan solo una
pequeñísima muestra.
Hay en Carcaboso un magnífico
albergue para peregrinos llamado Majalavara (teléfono 649 281 337,
preguntar por Alicia). Fuimos a buscarlo para que nos sellaran la credencial y
en la búsqueda del albergue pudimos ver las pinturas a que me refiero.
Conviene advertir aquí que
este va a ser el último lugar donde podremos conseguir agua, por lo que
conviene reponer la que nos falte (muy especialmente si hace calor) ya que
quedan aún casi 20 kilómetros para llegar a Cáparra y será muy
difícil conseguirla más tarde.
Al salir de Carcaboso
nuestro grupo (y no sé por qué razón), abandonó el trazado original y verdadero
de la Vía de la Plata, ya a 900 metros de la salida del pueblo y en
un punto en que hay un finca con buenas construcciones a la izquierda del
camino, nosotros giramos a la derecha, justo donde hay una construcción con una
curiosa chimenea.
Nuestro giro fue erróneo y
deberíamos haber seguido de frente, pasando al lado del Cerro Guarda y haber
llegado al Canal Principal de la Margen Derecha del Jerte. Sin embargo, y
como digo, en la aludida chimenea giramos a la derecha y en los cuatro kilómetros
siguientes tuvimos que pasar, sucesivamente, por tres cancelas distintas, la
primera de ellas después de haber pasado unos edificios-secaderos que quedan a
la derecha del camino.
La siguiente está justo
antes de llegar a un solitario árbol que nos sirvió de sombra para protegernos
del calor mientras tomábamos alguna fruta y nos dábamos tiempo para
reagruparnos.
Y la tercera cancela la
encontramos junto a uno de esos cubos de granito que la Junta de Extremadura ha
puesto en algunos lugares para indicar que estamos en la Vía de la Plata a su paso
por nuestra región. Que bien podrían haber empleado el dinero en otro tipo de
señalización y haberla puesto en mayor abundancia.
A los pocos metros de pasar
esa tercera cancela vamos a llegar, como dije antes, a la carretera que
discurre paralela al Canal Principal de la Margen Derecha del
Jerte que, cuando pasamos nosotros, no llevaba ni una gota de agua.
Para acceder habremos de cruzar una cancela más (y no será la última),
accediendo con ello a la carretera que indico.
Avanzamos poco más de 100
metros por la carreterita y enseguida tendremos que salir de ella, por la
derecha de la misma, a través de otra cancela. Con ello habremos entrado en el
paraje llamado de La Buhona.
A partir de aquí solo
veremos campos y habremos de pasar bastantes cancelas. También es aquí donde
comienza la subida al único desnivel relevante de todo el camino: 50 metros de
desnivel en un kilómetro. No es que sea relevante, pero sí es el más
sobresaliente de toda la ruta, y por eso hago mención a él.
A kilómetro y medio de la
anterior llegaremos a otra cancela de color verde situada junto a otro cubo de
hormigón señalizador de la Vía de la Plata. Ahora estamos en lo que se
denominan las Alturas de Arriba.
Cruzada la cancela
estaremos caminando paralelos al Arroyo de las Lanchuelas, cuyo cauce
(probablemente seco) discurre por la izquierda del camino.
Otro kilómetro y medio más
adelante una nueva cancela ubicada bajo dos encinas, una a cada lado del camino
y, además, una a cada lado de la cancela.
Seguimos adelante
atravesando sucesivamente las dehesas de Cuarto Real y de Valtravieso.
A los tres kilómetros de la última cancela encontramos otra más, de débil
estructura, en la que alguien ha tenido la gentileza de poner un cartel en el
que puede leerse “Buen camino”.
Apenas 500 metros más
adelante llegamos a otra cancela que da paso a una encrucijada: otro camino se
cruza, de derecha a izquierda, con el nuestro. Por la izquierda lleva a la Cañada
Real Soriana Occidental o “variante de Valdeobispo” (a unos 500
metros de distancia) de la Vía de la Plata. Por la derecha
lleva a la Garganta del Señoriente. Aproximadamente a un kilómetro.
Nosotros nos limitamos a,
una vez cruzada la cancela, girar a la derecha unos quince metros.
Inmediatamente, a poquísimos
metros, hemos de pasar otra cancela que nos encontramos a nuestra izquierda.
Una vez que la pasemos estaremos siguiendo en la misma dirección en la que
hemos venido caminando hasta ahora.
Un kilómetro más adelante
encontramos un paso canadiense seguido de una charca, con aguas verdosas, a la
derecha del camino.
Enseguida llegamos a otro
paso canadiense que da acceso a la carretera CC-122 que une Oliva
de Plasencia, aun lado del río Alagón, con Gujo de Granadilla, Ahigal
y Santibáñez
el Bajo en el otro lado.
A escasos cincuenta metros
a la izquierda del punto en que nosotros accedemos a la carretera está el punto
en que la Cañada Real Soriana Occidental llegan a la misma.
Cruzamos la carretera con
cuidado y seguimos por el camino que está en frente. Nada más cruzar dejamos a
la izquierda la Casa de Ventaquemada, habitada y donde es posible (nosotros no
lo hicimos) que si hubiera gente pudieran proporcionarnos algo de agua en caso
de necesidad.
Cuando pasamos por aquí
eran las 14,30 horas y el calor era fortísimo. La alegría que habíamos traído
durante todo el camino, el ir comentando cada cosa que veíamos y el bromear
frecuente se tornó en silencio, concentrado en el lugar donde íbamos pisando,
buscando (en las raras ocasiones que se podía) pasar por debajo de la sombra de
alguna encina. La mayoría había agotado sus reservas de agua y a los que nos
quedaba algo prácticamente no podíamos beberla por la alta temperatura de la
misma.
Atravesamos dos arroyos (el
de Lastorrucas
y el de Charcos Blancos) en los que no había ni el más mínimo rastro de
agua, pues sus cauces estaban absolutamente secos.
Durante cinco kilómetros no
vimos ni una sola casa hasta que llegamos a la entrada a la Finca
Monte Moheda, por cuya cancela de acceso pasamos también sin
detenernos, deseosos ya de llegar a destino donde nos estaría esperando el
autobús.
Muy poco más adelante y
cuando ya estamos a unos 700 metros del final, pasamos por el Caserío
de Casablanca, que queda a nuestra derecha y del que a mi me llama la
atención un caserón hecho de piedra y que parece abandonado que hay a la
izquierda del camino.
Sabemos que estamos a punto
de llegar y buscamos el Arco de Cáparra con la vista, con el
deseo de llegar y descansar, pero los árboles del camino y una curva que hay
delante de nosotros nos impide verlo.
Finalmente, en cuanto
llegamos a la citada curva vemos que a nuestra derecha, y detrás de una
alambrada, están parte de las excavaciones de Cáparra que dejan ver
parte de lo que debió ser la original calzada romana.
Y allí mismo está el Arco
de Cáparra y las bases de las casas o monumentos que, en su día,
debieron ser un pulular de personas haciendo su vida.
Dada la hora a la que
llegamos (15,50) las oficinas aquí existentes estaban cerradas, por lo que no
pudimos sellar las credenciales.
El autobús estaba
esperándonos, por lo que marchamos a la busca de un restaurante de carretera
donde poder comer y refrescarnos.
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