martes, 28 de enero de 2020

Galisteo a Cáparra (Camino de Santiago por la Vía de la Plata)


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Realizada el sábado 28 de septiembre de 2019 con el grupo de senderismo de la empresa Catelsa (Hutchinson) de Cáceres. 14 senderistas. Día completamente despejado y de intenso calor desde primera hora que terminó siendo durísimo al final de la ruta. Varios senderistas se quedaron sin agua y los pocos que conservamos algo hasta el final casi no se podía beber por la altísima temperatura de la misma.

31,2 kilómetros prácticamente llanos. Hay un casi inapreciable desnivel de 187 metros en el conjunto, de los que casi la mitad se hacen entre los kilómetros 17,4 y 18,4 siendo todo el resto del camino inapreciable. Solo el intenso calor supuso un obstáculo que superamos todos, aunque con un gran esfuerzo en los cuatro o cinco últimos kilómetros.

Como quiera que estamos haciendo la Vía de la Plata por etapas, en las ocasiones que tenemos la oportunidad, esta vez se trataba de continuar la que hicimos el 30 de marzo anterior. Por ello, el autobús nos dejó en el mismo lugar en que terminamos en marzo, para empezar la etapa de hoy.

Subimos hasta la puerta que se abre en la muralla de Galisteo donde los compañeros decidieron que deberíamos inmortalizar el momento. Luego, tras pasar por la puerta, atravesamos en pueblo yendo hacia la Plaza de España y girando luego a la izquierda para, tras pasar por una fuente, pusimos dirección al río.


La bajada hacia el puente se hace por una calle amplia, bien adornada con macetas por sus vecinos y de cuesta abajo bastante pronunciada.
Al puente sobre el río Jerte mucha gente le llama “el puente romano” aunque en realidad es del siglo XVI y, por tanto, un puente medieval. Al parecer fue mandado construir en 1546 por don García Fernández Manrique, señor de Galisteo, tal y como figura en el escudo que campea sobre el tajamar central del puente.



Siguiendo el camino se llega a la EX-108, debiendo cruzar las dos rotondas que regulan el tráfico que pasa por debajo de la autovía EX-A1. Por supuesto, hay que extremar el cuidado aunque tengo que decir que nosotros pasamos temprano y apenas si había tráfico.
El camino discurre entre algunas fincas de las que no hay nada que resaltar. Se va a desarrollar paralelo al río Jerte hasta un poco más allá de Carcaboso.
Nosotros alcanzamos Aldehuela de Jerte, a poco más de 6 kilómetros del punto de salida, hora y cuarto después de haber salido. Y como había un buen letrero con el nombre de la localidad, decidimos inmortalizarnos.


Nos llama la atención que en diversas fachadas de Aldehuela tienen colocadas figuras de diversos insectos que las adornan. También, a la salida del pueblo, un carro de los que se usaban para las faenas del campo magníficamente conservada.



Entre Aldehuela y Carcaboso hay 6 kilómetros exactos y los une un camino absolutamente llano y, digámoslo también, a lo largo del cual tampoco hay nada especial que resaltar. Baste decir que hicimos los 6 kilómetros en 55 minutos, lo cual da una idea de que llevamos buena marcha sin que hubieran singularidades en las que tuviéramos que pararnos para fotografiar.


He de decir que si en Aldehuela nos sorprendieron las reproducciones de insectos en algunas paredes, en Carcaboso nos sorprendimos aún más con las pinturas que aparecen en varias de las paredes de las casas del pueblo y de las que acompaño, en fotos, tan solo una pequeñísima muestra.



Hay en Carcaboso un magnífico albergue para peregrinos llamado Majalavara (teléfono 649 281 337, preguntar por Alicia). Fuimos a buscarlo para que nos sellaran la credencial y en la búsqueda del albergue pudimos ver las pinturas a que me refiero.
Conviene advertir aquí que este va a ser el último lugar donde podremos conseguir agua, por lo que conviene reponer la que nos falte (muy especialmente si hace calor) ya que quedan aún casi 20 kilómetros para llegar a Cáparra y será muy difícil conseguirla más tarde.



Al salir de Carcaboso nuestro grupo (y no sé por qué razón), abandonó el trazado original y verdadero de la Vía de la Plata, ya a 900 metros de la salida del pueblo y en un punto en que hay un finca con buenas construcciones a la izquierda del camino, nosotros giramos a la derecha, justo donde hay una construcción con una curiosa chimenea.



Nuestro giro fue erróneo y deberíamos haber seguido de frente, pasando al lado del Cerro Guarda y haber llegado al Canal Principal de la Margen Derecha del Jerte. Sin embargo, y como digo, en la aludida chimenea giramos a la derecha y en los cuatro kilómetros siguientes tuvimos que pasar, sucesivamente, por tres cancelas distintas, la primera de ellas después de haber pasado unos edificios-secaderos que quedan a la derecha del camino.


La siguiente está justo antes de llegar a un solitario árbol que nos sirvió de sombra para protegernos del calor mientras tomábamos alguna fruta y nos dábamos tiempo para reagruparnos.


Y la tercera cancela la encontramos junto a uno de esos cubos de granito que la Junta de Extremadura ha puesto en algunos lugares para indicar que estamos en la Vía de la Plata a su paso por nuestra región. Que bien podrían haber empleado el dinero en otro tipo de señalización y haberla puesto en mayor abundancia.


A los pocos metros de pasar esa tercera cancela vamos a llegar, como dije antes, a la carretera que discurre paralela al Canal Principal de la Margen Derecha del Jerte que, cuando pasamos nosotros, no llevaba ni una gota de agua. Para acceder habremos de cruzar una cancela más (y no será la última), accediendo con ello a la carretera que indico.



Avanzamos poco más de 100 metros por la carreterita y enseguida tendremos que salir de ella, por la derecha de la misma, a través de otra cancela. Con ello habremos entrado en el paraje llamado de La Buhona.

A partir de aquí solo veremos campos y habremos de pasar bastantes cancelas. También es aquí donde comienza la subida al único desnivel relevante de todo el camino: 50 metros de desnivel en un kilómetro. No es que sea relevante, pero sí es el más sobresaliente de toda la ruta, y por eso hago mención a él.
A kilómetro y medio de la anterior llegaremos a otra cancela de color verde situada junto a otro cubo de hormigón señalizador de la Vía de la Plata. Ahora estamos en lo que se denominan las Alturas de Arriba.


Cruzada la cancela estaremos caminando paralelos al Arroyo de las Lanchuelas, cuyo cauce (probablemente seco) discurre por la izquierda del camino.
Otro kilómetro y medio más adelante una nueva cancela ubicada bajo dos encinas, una a cada lado del camino y, además, una a cada lado de la cancela.

Seguimos adelante atravesando sucesivamente las dehesas de Cuarto Real y de Valtravieso. A los tres kilómetros de la última cancela encontramos otra más, de débil estructura, en la que alguien ha tenido la gentileza de poner un cartel en el que puede leerse “Buen camino”.

Apenas 500 metros más adelante llegamos a otra cancela que da paso a una encrucijada: otro camino se cruza, de derecha a izquierda, con el nuestro. Por la izquierda lleva a la Cañada Real Soriana Occidental o “variante de Valdeobispo” (a unos 500 metros de distancia) de la Vía de la Plata. Por la derecha lleva a la Garganta del Señoriente. Aproximadamente a un kilómetro.
Nosotros nos limitamos a, una vez cruzada la cancela, girar a la derecha unos quince metros.

Inmediatamente, a poquísimos metros, hemos de pasar otra cancela que nos encontramos a nuestra izquierda. Una vez que la pasemos estaremos siguiendo en la misma dirección en la que hemos venido caminando hasta ahora.

Un kilómetro más adelante encontramos un paso canadiense seguido de una charca, con aguas verdosas, a la derecha del camino.


Enseguida llegamos a otro paso canadiense que da acceso a la carretera CC-122 que une Oliva de Plasencia, aun lado del río Alagón, con Gujo de Granadilla, Ahigal y Santibáñez el Bajo en el otro lado.
A escasos cincuenta metros a la izquierda del punto en que nosotros accedemos a la carretera está el punto en que la Cañada Real Soriana Occidental llegan a la misma.


Cruzamos la carretera con cuidado y seguimos por el camino que está en frente. Nada más cruzar dejamos a la izquierda la Casa de Ventaquemada, habitada y donde es posible (nosotros no lo hicimos) que si hubiera gente pudieran proporcionarnos algo de agua en caso de necesidad.


Cuando pasamos por aquí eran las 14,30 horas y el calor era fortísimo. La alegría que habíamos traído durante todo el camino, el ir comentando cada cosa que veíamos y el bromear frecuente se tornó en silencio, concentrado en el lugar donde íbamos pisando, buscando (en las raras ocasiones que se podía) pasar por debajo de la sombra de alguna encina. La mayoría había agotado sus reservas de agua y a los que nos quedaba algo prácticamente no podíamos beberla por la alta temperatura de la misma.
Atravesamos dos arroyos (el de Lastorrucas y el de Charcos Blancos) en los que no había ni el más mínimo rastro de agua, pues sus cauces estaban absolutamente secos.
Durante cinco kilómetros no vimos ni una sola casa hasta que llegamos a la entrada a la Finca Monte Moheda, por cuya cancela de acceso pasamos también sin detenernos, deseosos ya de llegar a destino donde nos estaría esperando el autobús.

Muy poco más adelante y cuando ya estamos a unos 700 metros del final, pasamos por el Caserío de Casablanca, que queda a nuestra derecha y del que a mi me llama la atención un caserón hecho de piedra y que parece abandonado que hay a la izquierda del camino.

Sabemos que estamos a punto de llegar y buscamos el Arco de Cáparra con la vista, con el deseo de llegar y descansar, pero los árboles del camino y una curva que hay delante de nosotros nos impide verlo.
Finalmente, en cuanto llegamos a la citada curva vemos que a nuestra derecha, y detrás de una alambrada, están parte de las excavaciones de Cáparra que dejan ver parte de lo que debió ser la original calzada romana.

Y allí mismo está el Arco de Cáparra y las bases de las casas o monumentos que, en su día, debieron ser un pulular de personas haciendo su vida.




Dada la hora a la que llegamos (15,50) las oficinas aquí existentes estaban cerradas, por lo que no pudimos sellar las credenciales.
El autobús estaba esperándonos, por lo que marchamos a la busca de un restaurante de carretera donde poder comer y refrescarnos.

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