jueves, 23 de enero de 2020

Sierra de la Tramuntana: 3 Valldemossa a Muleta


En Wikiloc:   pulsar  aquí

Como habíamos previsto, pasamos la noche en el refugio de Can Boi, en Deiá.

Nos levantamos relativamente temprano pues habíamos quedado con el taxista que debía llevarnos a Valdemossa, para iniciar la etapa donde terminamos el día anterior, a las 9 de la mañana.
La de este día era una etapa razonable, de 22 kilómetros con un desnivel de un 8% de subida en los primeros seis kilómetros y de casi un 13% de bajada en los seis siguientes.

Detrás del refugio de Can Boi está la mole del Puig del Teix (o Montaña del Tejo) con una altitud de 1064 metros sobre el nivel del mar y que vamos a tener que recorrer en la mañana de hoy y bajar desde ella para volver a pasar por la misma puerta de este refugio en nuestro recorrido hasta el refugio de Muleta, junto al puerto de Soller, donde finaliza la etapa.



Salimos de la Plaza de Campdevanol, donde terminamos el día anterior. Hay que cruzar la localidad hasta el otro lado, por lo que subimos por la avenida de Palma y giramos por un parque infantil que está en la calle de “Na Más”, que nos hizo gracia por el nombre, por donde llegamos a la calle de los Olivos. En ella giramos a la derecha para comenzar el camino. Nos llamó la atención un largo muro exquisitamente construido con la técnica de la “piedra en seco”.



Tras una curva a la derecha muy pronunciada que hace la carreterita por la que vamos, hay que salir a la izquierda por un camino que va pegado a una alambrada.


Desde el primer momento el camino es pedregoso y relativamente estrecho. Todo es una cuesta arriba, pues vamos metidos en la garganta que forman Na Torta, a nuestra izquierda y Son Gual, a la derecha.
Cuando terminamos esta primera subida estamos en Pla de Pouet, una zona llana antes de continuar con la subida al Pouet.

Continuamos la subida hasta que a 3,7 kms. del inicio llegamos al Mirador de Can Costa, desde el que tenemos una vista espectacular desde la punta de Es Cavall, lo más alejado de nosotros, pasando por la privilegiada urbanización de George Sand, encaramada en lo alto del Puig de Sa Moneda, hasta la llanura por la que discurre la carretera MA-10 que lleva a Valldemossa.


Satisfechos con las vistas volvemos al camino. Tenemos, prácticamente seguidas, las subidas al Pouet y a Talaia Vella.
Encontramos un tronco caído sobre el camino con toda la pinta de llevar años en ese mismo sitio ya que tiene una marca como de cabalgadura en el lugar donde hay que apoyarse para sobrepasarlo. No deja de tener gracia.


En unos 15 minutos hemos llegado al vértice geodésico del Pouet, donde nos hacemos las fotos de rigor.


Un poco más allá, a unos diez minutos, está Talaia Vella, hacia donde nos dirigimos. Por el camino vamos viendo toda la costa mediterránea así como todo el acantilado, con el sendero bordeándolo, y una vertical que se precipita hacia Son Gallard de manera terrible, no apta para los que tengan fuerte vértigo.


Sin especial esfuerzo llegamos a Talaia Vella, donde encontramos un refugio de piedra cerrado a cal y canto.


Hay a continuación una pequeña bajada a la vaguada de Son Gallard, justo al sitio donde se origina el Torrente de Marina, bajada que otra vez se convierte en subida en dirección al punto más alto de toda la ruta: el Cingels de Son Rullan.


Hay que hacer varias “z” para ganar altura. En un momento determinado (a 6 kms. del punto de salida) estamos en el borde del acantilado y tenemos ante nuestros ojos la costa mediterránea en la que destaca, a la altura de Deiá (que no vemos aún), ese brazo de tierra en cuyo extremo está, atravesada, Punta Foradada.

Y el porqué del nombre que se le da a dicho accidente geográfico se responde solo contemplando las fotos del mismo: la roca tiene un agujero que la traspasa de parte a parte.


El sendero hasta los Cingels de Son Rullán es corto, estrecho e intenso, pues se hace al borde mismo del acantilado. No quiero decir con esto que sea peligroso con un mínimo de atención que se preste y evitando un tropezón que podría provocar un percance mucho más que serio.
A mi hermano Pepe le gusta aproximarse al borde de los sitios buscando esa foto con un poco más “de caída”. Yo, lo reconozco, padezco eso que llaman “vértigo ajeno” y cuando le veo hacerlo me pongo un tanto nervioso. Pero cada uno es como es. Me limito a hacer las fotos desde los lugares que me parecen prudentes y para fotos al borde del abismo que las hagan otros y, a ser posible, utilizando drones, que es más seguro.


Pepe y yo nos hemos entretenido haciendo algunas fotos y cuando nos damos cuenta José y Curro ya han llegado a lo alto del Cingels de Son Rullán, desde donde nos saludan.
A nuestras espaldas, el acantilado y el sendero que lo bordea.


A los pocos metros de iniciar el descenso llegamos a la intersección de camino con el que baja a Deiá. En ese lugar nosotros giramos a la izquierda para continuar nuestro recorrido.

A partir de aquí, prácticamente todo es bajada. Al principio con bastante pendiente aunque eso es lo menos relevante, pues lo es más la cantidad de piedra que hay en el camino y con la que conviene tener bastante precaución.
En algunas zonas de la bajada hay paredes de roca con formas preciosas que fotografiamos.




Se trata de una zona boscosa en la que encontramos una pequeña construcción que nos parece que pueda tratarse de un horno


Cuando hemos perdido bastante altura encontramos varios ejemplares de olivos con unos trocos increíbles por sus formas. Nos parecen bellísimos.




También en el discurrir de la bajada, a la derecha del sendero, vemos una puerta que conduce a una fuente o un pozo ubicado al fondo, no pudiendo distinguir bien de qué se trata por la falta de luz.

Y un poco más abajo, cuando ya estamos a las puertas de Deiá, pasamos ante las ruinas del Castell del Moro, del que solo lo que parece una torre se yergue en pie.


Y ya en Deiá, paramos en el Refugio de Can Boi para comer, lo que hacemos sentados en las mesas que el propio refugio tiene al borde del camino y desde donde podemos ver el acantilado por cuyo borde hemos estado caminando esta mañana.



Cuando terminamos de comer continuamos el camino. Baste con que, saliendo de la terraza del refugio giremos a la izquierda y continuemos adelante. A los 400 metros encontraremos una fuente al borde del camino.
Estamos en el Camí de Ribassos, que lleva a la Cala de Deiá, aunque nosotros lo dejaremos antes de llegar a la misma.


Los siguientes 800 metros, que son el recorrido por el paraje de Son Bauzá, resultan especialmente atractivos. En ellos vamos a encontrar hasta cuatro “botador” distintos (esas escaleras para superar alambradas o muros) y varios ejemplares de olivo de formas espectaculares.






Llegamos al lugar por donde pasa el Torrent Major, que baja paralelo a la carretera que lleva a la Cala de Deiá. La llegada a este lugar se hace a través de unos metros de calzada bien empedrada que conduce hasta un puente de madera que salva el torrente. Tenemos que cruzar la carretera para continuar por el otro lado salvando una alambrada mediante la utilización de otro “botador”. Y estamos en el punto más bajo de toda la ruta.



A partir de aquí y durante unos tres kilómetros todo es subida, aunque suave (hay un desnivel de 250 metros en dicho trayecto) hasta llegar a Can Miquelet, donde volveremos a descender hasta llegar a Muleta.
El sendero va haciendo una curva para salvar la elevación que queda a nuestra derecha.


Alcanzamos la carretera MA-10 a la altura de S’Empeltada.


Debemos continuar por ella, en la misma dirección que traíamos, durante unos 500 metros al cabo de los cuales veremos a la derecha, entre dos casas, un callejón que sube. Tiene un cartel indicador al principio. Pero debemos andar atentos para localizarla.



El sendero va a discurrir ahora y durante tres kilómetros y medio entre varios chalets y por una zona con abundantes árboles entre los cuales alcanzamos a ver el Mediterráneo.
Como a kilómetro y medio del desvío anterior pasamos ante una buena casa de campo llamada Son Coll con corrales y anexos.




Es en estos pocos kilómetros, absolutamente identificados con la naturaleza que nos rodea cuando alcanza toda su intensidad la identificación de lo que vemos con nuestro espíritu senderista. La verdad es que todo el entorno es de una belleza que me llena.




El sendero nos conduce hasta un lugar con una superficie circular delimitada por piedras. Al lado también se aprecia un hueco rectangular, vaciado por dentro, también hecho con piedras. Elucubramos sobre qué podría ser esto y qué utilidad pudiera tener y apuntamos al parecido que tiene con sitios similares que en otros lugares se utilizaban para las eras.

Nada más pasar este lugar nos encontramos con la finca Can Prohom en la que tan solo tres meses después de pasar nosotros por allí (12 de marzo de 2014) se produjo un crimen en el que el encargado de dicha finca, que acababa de salir de un psiquiátrico por un intento de suicidio, estranguló a su mujer, de la que estaba en proceso de separación, y luego se suicidó disparándose con una escopeta de caza. Nada de esto se podía presagiar entonces. De hecho nos pareció un lugar de paz y sosiego.




Y justo a continuación, en el lugar donde el sendero hace un giro de 160 grados a la izquierda, se encuentra el Oratorio de Castelló, del siglo XVII, que cuando pasamos nosotros se encontraba en absoluto estado de ruina.
Pocos meses después de nuestro paso (en octubre del mismo año) la prensa local se hacía eco del mal estado del mismo a pesar de que el Consell de Mallorca se estaba planteando su recuperación.
Según he podido saber un año después, en diciembre de 2015, las obras de restauración estaban a punto de finalizar, habiéndose recuperado en su integridad.



Al dejar atrás el Oratorio, contemplamos en la lejanía la Serra de Son Torrella, de la que destacan sobremanera, a la izquierda el Penyal de Migdia (1.401 mts) y, en la otra punta, con forma más piramidal, el Puig de l’Ofre (1.093 mts).

Continuamos camino accediendo de nuevo a la carretera MA-10, por la que caminaremos unos 200 metros y de la que salimos, por la derecha, junto al llegar a una curva muy cerrada.

Desde este punto vamos a ir viendo la costa de modo continuo. Cuando lo hicimos nosotros el día había empezado a declinar y el cielo se había cubierto de nubes que nos proporcionaron un bonito espectáculo durante los cuarenta minutos que nos faltaban para llegar al refugio de Muleta.



Aún en este ya corto trayecto tenemos la oportunidad de ver cómo, cuando se quiere dar buena solución arquitectónica a un problema, es posible.

Y por fin llegamos al refugio de Muleta, instalado en lo que antiguamente fue una base militar. Bien señalizado y con unas instalaciones y una atención a los senderistas estupendas.





No hay comentarios:

Publicar un comentario