En Wikiloc:
pulsar aquí
Realizada el 2 de enero de
2020 por cuatro miembros del Club de Senderismo La Vereína,
digamos de la “sección de jubilados”.
Un día muy frío. Cuando
salimos de Cáceres el termómetro marcaba 0 grados y había una niebla
espesa que nos rodeó hasta mucho después de terminada la ruta y cuando ya
estábamos de regreso a Cáceres.
La ruta arranca en Mata
de Alcántara, es circular y tiene una longitud de poco más de 18
kilómetros sin desniveles relevantes, estando las cotas más bajas en los dos
puntos en que se cruza el Arroyo de la Rivera, el primero a la
altura del Molino de Pantrigo, junto al Embalse de Cueto y el
segundo a 5 kilómetros del destino. Probablemente los dos puntos más significativos
de toda la ruta. Toda ella discurre en el este de Mata.
Aparcamos el coche en el
mismo punto donde se inicia la ruta: en la confluencia de las calles Campo
Frío y Avda. del Emigrante, justo donde se encuentra la Casa
de Cultura. Es una plaza triangular, espaciosa y donde no tuvimos
ningún problema para aparcar.
Salimos por la calle que
hay a la izquierda de la Casa de Cultura. Es el Camino de las Cancheras de Pera
(que abandonaremos enseguida).
Nada más salir el camino se
bifurca. En medio hay una cancela grande, de color verde. Nosotros hemos de
seguir por el camino de la derecha, de cemento, que nos hará pasar junto a la
llamada Charca Vieja popularmente conocida como La Alberquita, que está
al lado derecho del camino en la que hace tiempo se criaban tencas. Y justo a
continuación hay un embarcadero para ganado.
A continuación encontramos
un paso canadiense y una cancela y también a la derecha, hay un embalse
bastante mayor, construida en los años 40, que recibe el nombre de Charca
Nueva. También en ella hay tencas y sirve, además, de abrevadero para
el ganado.
El muro del embalse nos
sirve también de camino de paso. Cuando llegamos al otro lado, giramos a la
derecha para seguir el camino.
A partir de ahora el camino
ya es de tierra y empezamos a ver abundantes encinas y berrocales que nos
acompañarán durante toda la ruta.
Nos encontraremos dos
intersecciones, la segunda cuatrocientos metros más allá de la primera, y en
ambas hemos de seguir por la derecha. Si ha habido lluvias abundantes es
posible que antes de llegar a la segunda desviación podamos ver correr, por la
izquierda del camino, el Arroyo de Arropalma, que nos
acompañará durante quinientos metros. Cuando pasamos nosotros iba sin agua.
En la segunda bifurcación,
el camino de la izquierda era el Camino a Garrovillas, mientras que
el de la derecha, que es el que hemos tomado, lleva el nombre de Camino
de los Broceños porque antiguamente era el que unía Mata
de Alcántara con Brozas y que encontramos muy bien
conservado.
Pasados 1.200 metros desde
la intersección anterior, llegamos a la carretera CCV-113 o carretera
de Garrovillas. Hay dos pasos canadienses: uno para acceder a la
carretera y otro para pasar al otro lado.
Al poco de pasar al otro
lado, dejamos a la derecha unos corrales. Más adelante volvemos a encontrar
otro cruce de caminos siendo, el que se nos cruza, más ancho que el nuestro.
Nosotros debemos seguir de frente.
Unos 200 metros más
adelante volvemos a encontrar otro camino que se nos cruza. Lo reconoceremos
con facilidad porque justo en el lado izquierdo del cruce hay unas afloraciones
de piedra. Es el Camino de San Lorenzo, que lleva (por la izquierda) a la Ermita
de San Lorenzo, aproximadamente a un kilómetro de distancia, pero a la
que decidimos no ir.
Por nuestra parte, cruzamos
dicho camino y que hace una curva a la derecha para continuar luego de frente
en relación a la dirección que traíamos.
Aproximadamente un
kilómetro más adelante vamos a llegar a uno de los vértices del triángulo
(imaginario) que constituye el trazado de la ruta de hoy. Es un sitio que se
caracteriza porque vamos a encontrar dos cancelas seguidas siendo en medio de
ellas donde debemos hacer un giro de 90 grados a la izquierda. En este punto es
donde está la linde entre las dehesas boyales de Mata y Villa del Rey,
saliendo por una cancela metálica a la Colada de la Charca Comunal a la Dehesa
Boyal, en el paraje conocido como Lentiscales.
Unos trescientos metros más
adelante llegamos a otra bifurcación del camino, debiendo tomar el de la
derecha. Enseguida encontraremos una cancela que traspasamos dejándola luego
convenientemente cerrada. Estamos en la Colada de la Montosa que discurre,
prácticamente a caballo entre los términos de Mata de Alcántara y Villar
del Rey hasta llegar al sitio que llaman de Alpedriñas.
A partir de aquí debemos
prestar mucha atención. En los siguientes 700 metros nosotros tomamos un trozo
de sendero que no era. Lo correcto sería lo siguiente: a unos 500 metros de la
bifurcación anterior vuelve a haber otra. Nosotros optamos por el ramal de la
derecha (en el track es el waypoint que llamo “Izquierda 2”). En ese punto lo
recomendable es seguir de frente, es decir, por el camino de la izquierda que
en 200 metros más nos llevará hasta el waypoint marcado como “Izquierda 3”.
Nosotros cometimos el error
de tomar el camino de la derecha, que nos llevó a una pared de piedra y una
alambrada que tuvimos que ir siguiendo por fuera.
Cuando llegamos al punto
“Izquierda 3” hay que seguir de frente y NO SEGUIR el camino, que lleva a una
casa particular. Para seguir de frente no tendremos sendero, pues apenas si
está marcado en el terreno. Tenemos que ir dejando una alambrada a nuestra
derecha y una pared de piedra a nuestra izquierda. Podremos ver algunas rocas
grandes con formas llamativas.
Cuando finaliza la alambrada,
hay que girar a la derecha y enlazar, campo a través, con un sendero no muy
visible que llega a un camino que cogeremos en dirección izquierda.
Entonces, seguiremos el
camino hacia abajo hasta llegar a una cancela que sale a la carretera
de Garrovillas que cruzaremos por segunda vez, debiendo pasar otra
segunda cancela al lado de allá de la carretera, ésta con paso canadiense
además.
El camino de tierra sigue
en un descenso continuo durante unos 200 metros hasta llegar al Arroyo
de la Rivera y el Molino de Pantrigo.
A la derecha, están las
ruinas del Molino de Pantrigo, construído unos 400 metros más debajo de
donde está el Embalse de Cueto, al que podemos llegar aguas arriba desde aquí.
El sistema de embalses es
curioso: arriba está el Embalse o, como también se le llama, la Charca
Grande. Cuando se abrían las compuertas, el agua bajaba llenando la Charca
Pequeña. Esta segunda charca se comunica con la alberca a través de una compuerta que, cuando se abre, hace que
entre el agua con fuerza y salga por el otro extremo, cayendo sobre las palas
del molino, saliendo luego el agua hacia el arroyo por una compuerta.
El cauce del arroyo se
puede cruzar por unas pasaderas de piedra o por una lancha desgastada en el
supuesto de que baje con poca agua.
A poco más de un kilómetro
pasamos por un paso canadiense y una confluencia de caminos. Nosotros hemos de
seguir de frente.
Ahora tendremos algo más de
un kilómetro en el que no vimos nada especial que reseñar, por desgracia, ya
que la niebla nos impedía ver otra cosa que las inmediaciones del camino. Estamos
en la Colada de la Montosa. A mitad de este trayecto encontramos un
camino por la derecha, que no se ha de tener en cuenta, siguiendo de frente por
un camino que va en ascenso desde que dejamos atrás el Molino de Pantrigo.
Como digo, a un kilómetro
del paso canadiense anterior llegaremos a la intersección con el Camino
Natural del Tajo, punto señalado por un poste vertical. Y apenas 200
metros más allá, el camino se bifurca de nuevo, debiendo tomar nosotros el que
hace un giro a la izquierda, también señalado con un poste vertical y dos
banderolas, debiendo seguir la que señala en dirección a Mata de Alcántara.
Estamos en el lugar que
llaman de Alpedriñas. Hemos de seguir durante poco más de un kilómetro,
obviando un camino que nos sale al encuentro por la izquierda. Transcurrido ese
kilometro llegaremos a una clara encrucijada, con una especie de “rotonda”
triangular en el medio, en la que hay otro poste indicador que nos dice que
estamos a 5,9 kms de Mata de Alcántara. Es esa dirección,
a la izquierda, la que hemos de tomar y nos encontraremos enseguida, casi a
tiro de piedra, con otro paso canadiense, con cancela a la derecha y enrejado a
la izquierda. Estamos en lo que se llama el Camino del Vinagre.
El Camino del Vinagre va en
claro, aunque no relevante, descenso que nos llevará al, en mi opinión, segundo
punto especialmente bonito de la ruta: el Pontón de Naharro, por donde podríamos
vadear el Arroyo de la Rivera por segunda vez.
El entorno del Pontón
de Naharro es una verdadera preciosidad. El camino salva el Arroyo
de la Rivera mediante un puente de cemento construido sobre tubos de
hormigón por los que discurre el agua. Deduzco que este no puede ser el famoso Pontón,
por su vulgaridad constructiva.
Hay, sin embargo, a la
izquierda, antes de llegar a dicho puente de hormigón y al propio Arroyo,
una zona preciosa a la izquierda del camino a donde nos apartamos encontrando
allí hasta tres grandes lanchas de granito, antiguas, que sirven para salvar el
paso del Arroyo y deduzco que es a esto a lo que se le llama el Pontón
de Naharro. He buscado por internet qué cosa, en concreto, recibe tal
denominación.
También allí se encuentran
varios huecos, profundos, que el paso del agua ha excavado en la roca y que
embellecen el lugar.
El siguiente kilómetro y
medio será todo él de subida aunque nada exagerada. La subida se suaviza un
poco a partir de una canadiense por la que pasamos.
Algunas cosas nos llaman la
atención y así una gran roca que parece que acaba de fracturarse por la mitad
y, sin embargo, debe llevar así muchísimos años.
Poco más allá veremos a
nuestra derecha un camino que viene en diagonal a desembocar en el nuestro.
Seguimos adelante atentos porque a nuestra derecha vamos a tener las Cancheras
de Pera, unas buenas formaciones rocosas que no pude fotografiar.
Trescientos metros más
adelante el camino hace una curva a la derecha en el mismo sitio donde hay una
encrucijada. En ella encontramos otro paso canadiense con cancela a su derecha
y, nada más pasarlo, un poste con dos indicadores, uno de los cuales nos dice
que estamos ya a tan solo 2,3 kms. de Mata de Alcántara. Debemos tomar el
camino de la derecha, precisamente el que indica el poste: es la Dehesa
de Mata de Alcántara.
A partir de este punto ya
se puede divisar el pueblo aunque el día que lo hicimos nosotros no fue posible
por la niebla. Sin embargo pudimos escuchar perfectamente los villancicos que
llegaban desde los altavoces ubicados en lo alto del campanario de la Iglesia
del pueblo.
Llama mi atención, en una
pared de piedra que hay a la derecha, algunos grandes piedras que forman parte
de la pared. Se ve que fueron en su día cortadas a manos. Algunas son
perfectamente triangulares y comento con los compañeros que es posible que
hubieran tenido, en su momento, alguna utilidad concreta y no precisamente la
de formar parte de una pared.
Unos pocos metros más y una
nueva cancela que hemos de pasar, dejándola luego convenientemente cerrada.
En pocos metros
desembocamos en un ancho camino que cruza por delante de nosotros. Debemos
girar a la derecha e iremos a desembocar en un punto singular, en el que el camino
hace un giro a la izquierda en un ángulo muy forzado mientras a que a nuestra
derecha queda un espacio amplio, con un monumento, una fuente y un pozo grande
un poco más apartado.
Es lo que, según creo, se
llama la Fuente de Jaraíz. Lo primero que llama la atención es un
monumento, con dos placas. Una grande en la que se lee “Día de la Lechuga. Domingo de
Pascua”. La otra más pequeña, encabezada con un “Domingo de Lechugas” y un
texto debajo que no alcanzo a distinguir, con lo que me quedo con las ganas de
saber en qué consiste la fiesta. He buscado por internet para poder explicarlo
aquí, pero tampoco he logrado encontrar nada más que alguna referencia a alguna
ruta senderista que se hace el domingo de pascua y que, con toda probabilidad,
pasa o termina en este lugar.
En el mismo hay una fuente
hecha como una caseta de piedra, con un pasillo delante y corredor alrededor de
ella, todo ello de pizarra. Al fondo del mismo lugar, a la izquierda, un pozo
amplio cuyo brocal está hecho de ladrillo visto. También un banco donde
sentarse a descansar.
Dejamos la fuente atrás e
inmediatamente giramos a la derecha para volver a girar, a los pocos metros, a
la izquierda justo en el sitio en que hay una casa abandonada y con el tejado
muy deteriorado, con una palmera detrás. Esto es lo que llaman la Huerta
de Jaraíz.
El camino describe una
curva a la derecha, encontrándonos con un camino que llega a nosotros por la
derecha y que se dirige al pueblo. Es el Camino del Molino que seguiremos en
la misma dirección. Por esta zona no hay, prácticamente, ningún árbol en las
fincas de alrededor.
Cuando ya estamos próximos
al pueblo (y los villancicos, desde la torre de la iglesia, nos llegan con una
potencia atronadora), volvemos a cruzar al Arroyo de Arropalma por un
puentecillo. Le preguntamos a un matiego que pasaba por allí el nombre del
arroyo y nos contestó en el pueblo simplemente lo llaman “El Arroyo”, de lo que
dejo constancia a los efectos pertinentes.
Al entrar en el pueblo me
llaman la atención varias chimeneas que están coronadas por cántaros o botijos,
por lo que les saco las correspondientes fotos para incorporarlas a mi
colección de chimeneas.
Entramos derechos por la
calle que vamos, pues queremos visitar la iglesia y la plaza del Ayuntamiento.
Cuando llegamos junto a la Iglesia
de Nuestra Señora de Gracia el ruido es atronador. Los villancicos
suenan a un volumen increíblemente alto y comentamos el infierno que tiene que
ser para las personas que viven en esta zona escucha toda la mañana, una y otra
vez, los mismos.
La iglesia ocupa el centro
de la Plaza de España y está frente al edificio del ayuntamiento. Es
del siglo
XVI y estilo renacentista. Fue levantado por Pedro de Ibarra, arquitecto
que trabajó con frecuencia para la Orden de Alcántara. Está realizada
con sillares de granito en el ábside y parte de los laterales, para terminarse
con mampostería de granito en los últimos tramos de la nave central y en la
propia fachada. Vemos que algunas partes están inacabadas
En el lateral derecho de la
fachada se edifica la torre de planta cuadrada.
En la misma plaza se
encuentra el ayuntamiento, un edificio que parece restaurado recientemente y en
cuya fachada luce una placa grande en la que se indica que la plaza fue
terminada de remodelar en agosto de 2005 y que las obras fueron realizadas,
íntegramente, por hombres y mujeres de Mata de Alcántara. Y, cómo no, aparecen
autoperpetuados en la misma los nombres de los que formaban la corporación
municipal. Y es que la soberbia de los políticos puede con el sentido común y
con lo que es el interés del pueblo. Mejor podían haber puesto los nombres de
los que trabajaron en la remodelación.
En la misma plaza y entre
los edificios del ayuntamiento y la iglesia, una fuente de granito en cuyo
interior se encuentran las piedras de moler de algún molino. Nos pareció
preciosa.
Y acompañados por el persistente
sonido de los villancicos a todo volumen, regresamos al lugar donde habíamos
aparcado el coche e iniciado la ruta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario