miércoles, 2 de abril de 2014

Ruta de los dólmenes – 4 Tapada del Anta


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Aprovechando nuestro viaje a Valencia de Alcántara para conocer las rutas de los dólmenes 2 y 5 (Los cuatro Zafra y los cinco de La Aceña de la Borrega), que pudimos realizar por la mañana, nos propusimos aprovechar la tarde, a pesar de que al ser enero el sol se ponía pronto, para hacer la ruta 4, de La Tapada del Anta.
Dada la gran distancia existente entre los cuatro dólmenes decidimos hacer el recorrido en coche en la medida en que fuera posible.


Atravesamos toda Valencia de Alcántara en dirección a Portugal. Justo donde termina la ciudad sale a la derecha una carretera más estrecha. En ese punto, haciendo esquina, existe un taller mecánico y varias indicaciones que nos facilitan saber dónde hemos de girar. Así, un buen panel, vertical, nos señala que la dirección de la “Ruta 4 Tapada del Anta”. A su izquierda, un panel de carreteras señala “San Pedro 6” y, finalmente, otro poste a su derecha nos dirige en la misma dirección para ir al “Acueducto”. Es la CCV-107, que hemos de seguir durante unos 3 kilómetros.
Hemos de prestar atención porque a poco más de un kilómetro de las indicaciones a que antes me refería, la carretera se bifurca. Debemos seguir por la izquierda, siempre la CCV-107.
A unos 3 kilómetros de los letreros antes indicados, veremos que un camino sin asfaltar sale por nuestra derecha. Allí mismo, junto al camino, una cancela da acceso a una finca. Ese es el punto en que podemos dejar aparcado el coche, pues hemos de continuar andando.
Junto a la cancela, un cartel con un mapa informativo sobre la ruta que vamos a hacer.
Al otro lado de la carretera, enfrente de la cancela (a la izquierda, según veníamos), un poste vertical nos indica un pequeño sendero ligeramente ascendente y pedregoso, que hemos de seguir.
Pongo esta foto, tomada de Google, por si sirve de ayuda.


Hemos de recorrer el camino durante unos 600 metros. A mitad del recorrido, a la izquierda, veremos una casa ruinosa y un poste con la indicación del dolmen caída en el suelo. Realmente merecería la pena un poquitín de esfuerzo por mantener la señalización.



Resulta evidente que el camino está muy poco transitado. Quizá de ahí el encanto del mismo.


Recorridos, aproximadamente, los 600 metros indicados veremos, a nuestra derecha, en medio de un campo, el dolmen de La Barca.


Para acceder al mismo hemos de saltar una pared. Hay un punto concreto en que el acceso resulta fácil.
Está formado por seis ortostatos de buen tamaño, cinco de ellos de poco más de 2 metros de altura.
Justo delante del acceso a la cámara se encuentra una losa de granito que, sin duda, forma parte del conjunto pero sobre la que no he visto referencia alguna. Quizá sea la parte superior, partida, del primer ortostato de la derecha, el más bajo de todos (1,70 de altura, aproximadamente).
No existe traza alguna del corredor ni hay vestigios de la cubierta con la que debió contar en su día. Tampoco queda señal alguna del túmulo, desaparecido seguramente por las labores del campo en la finca.





Regresamos a la carretera CCV-107 y continuamos por la misma durante 1,8 kilómetros hasta encontrar un desvío a la derecha que indica “La Fontañera”. Es una carreterita de tercer orden, pero con firme suficientemente bueno, que nos llevará en 1,5 km. a encontrarnos con la CCV-98.
Al llegar al cruce, debemos dejar el coche aparcado al otro lado de la carretera, en un ensanchamiento de la CCV-98 que hay en el mismo cruce, delante de unas casas: las Casas de la Miera.
Hay solo 600 metros desde el cruce hasta nuestro siguiente objetivo, el dolmen La Miera. El camino que hemos de seguir es el que está justo enfrente de la carrera de tercer orden por la que veníamos. Aunque podría resultar innecesario, un poste indicador nos ayuda a orientarnos, lo que siempre se agradece.


A poco más de 400 metros de donde dejamos el coche el camino hace un giro de 90º a la derecha. Nosotros hemos de seguir de frente y otra señal así nos lo indica.


Entramos en una vereda que discurre paralela a una pared. Hemos de caminar junto a ella. Como a 150 metros vamos a ver un poste de madera, con el esquema de un dolmen dibujado, que nos invita a saltar la pared para pasar a una finca.



Desde el mismo momento en que traspasamos el muro nos damos cuenta que allí hay mucha desidia. Se han cortado jaras y ramas en el campo, pero ni se han retirado ni se han acumulado en un solo sitio. El entorno aparece sucio y descuidado y el dolmen, que queda a la vista, aparece rodeado por maleza.
Según nos acercamos subiendo al altillo donde se encuentra, percibimos que a este monumento, a diferencia de todos los demás que hemos visitado, no se le presta ninguna atención. Y cuando estamos junto a él tenemos la sensación que, más que indiferencia es como si se le tuviera antipatía. Se ha dejado que todo su interior haya sido tomado por las zarzas, lo que imposibilita acercarse a la cámara y, mucho menos, entrar en ella. Una verdadera lástima que nos lleva a suspirar por la aplicación de la Ley de Expropiación en casos como éste.
Desde aquí hago una llamada a las autoridades correspondientes para se limpie un poco el entorno del dolmen La Miera, pues bien merece la pena.
Cuento seis ortostatos, dos de ellos de casi 3 metros de altura, notablemente más altos que los demás y colocados de manera totalmente independiente, sin contacto con el resto; otros dos deben tener como 2,50 metros y se apoya uno sobre el otro; los otros dos sobresalen del suelo 1,40 metros aproximadamente, están rotos y la maleza me impide ver si la parte que les falta está por allí.





Nos marchamos del lugar con la pena de que la desidia y la ignorancia hagan que un monumento semejante se encuentre en tal estado de abandono.
Volvemos con rapidez al coche. Son las 17,30 horas de un mes enero y aunque el día está despejado, el atardecer se nos echa encima y aún queremos encontrar y ver dos dólmenes más.
Con el coche ponemos dirección a Valencia de Alcántara por la CCV-98, que seguimos durante casi 3 kilómetros, hasta pasada la Casa de San Benito. Allí tomamos la carretera que sale a la izquierda, en dirección al Molino de la Negra y Huerta Luna. Hemos de recorrer este camino durante otros casi 3 kilómetros hasta encontrar un desvío izquierda y derecha.
Tomamos primero a la derecha, para ir a visitar el Huerta de la Monja.
La señalización de este dolmen es paupérrima y nos volvemos locos dando vueltas. Tenemos una ubicación aproximada, pero no vemos vestigio alguno del monumento ni tampoco ninguna señalización que nos sugiera su ubicación.
Finalmente y como a unos 600 metros de la intersección aludida, optamos por tomar un camino que sale a la izquierda y que pasa junto a una casa abandonada. Tras una ligera y corta subida vemos que el camino está encementado y que es una cuesta descendente muy fuerte. Bajamos con pocas esperanzas de encontrar el dolmen. Sin embargo, cuando hemos bajado toda la cuesta vemos, a la izquierda, un claro a la izquierda del camino, con un panel informativo detrás de una pared, aunque visible, que habla del Huerta de la Monja. Así pues, el dolmen tendría que estar allí. ¡¡Y sin embargo no está ni hay manera de verlo!!.
Cuando estamos a punto de desesperar de encontrarlo me decido a subir a un cerro por un medio camino, totalmente deslavazado. Recorro unos 200 metros y llego hasta arriba del todo y sigo sin ver nada y cuando estoy a punto de tirar la toalla, camino diez o doce metros más y, tras una curva a la derecha, oculto detrás de unos árboles ¡¡lo veo, y es impresionante, magnífico!!
A voces llamo a Gonzalo para que suba. Cuando llega arriba, se queda sin palabras. Es precioso.


Conserva la cámara con su cubierta y un corredor muy largo de dos tramos, el atrio y restos de un túmulo de más de 20 metros de diámetro que tenía adosada una estructura.
En la trasera de la cámara uno de sus ortostatos tiene un grabado antropomorfo que, cuando existía el túmulo, debía quedar tapado y que pudiera representar a una figura antropomorfa con una túnica.



Durante las excavaciones aparecieron numerosos restos de vasijas, puntas de flecha, piezas pulidas, cuentas de collar y placas de pizarra decoradas como parte de los ajuares. En el atrio, como ofrenda a los enterrados, ocupaban un lugar importante los restos cerámicos.
La cámara tiene un diámetro de 3,90 metros y una altura de 2,10 y está compuesta por seis ortostatos de granito, de buenas dimensiones, con losa de cubierta en bastante buenas condiciones.
Me disculpo por la calidad de las fotos, pero la tarde había caído y las condiciones de luz no eran, ni mucho menos, las mejores para obtener unas fotos pasables.







Y aquí, el plano de planta según la profesora Primitiva Bueno.


Un tanto agobiados por la hora decidimos regresar al coche. Hacerlo por donde habíamos venido suponía bajar otra vez al camino para tener que subir luego una cuesta muy pronunciada hasta llegar al coche. Como quiera que sabíamos que podríamos ir en línea recta, si bien campo a través, nos dirigimos derechos en dirección al camino, que veíamos desde la ubicación del dolmen.
Saltamos una pequeña pared y continuamos bajando, entre jaras, hasta encontrar una alambrada. Al llegar a la misma, la seguimos hacia la izquierda hasta encontrar una cancela sin candado por la que accedimos libremente al camino.


Recomiendo, a quien pueda hacer la ruta, que entre por la cancela y ascienda al cerro que se ve detrás de ella pero, en vez de subir de frente, que lo haga dirigiéndose ligeramente hacia la izquierda. Con ello evitaría las cuestas de bajada y subida que recogen el track.
No obstante, el waypoint que adjunto al track da la posición exacta del dolmen.
A pesar de lo avanzado de la hora decidimos visitar el último de nuestros objetivos, el dolmen que le da nombre a esta ruta: el Tapada del Anta.
Regresamos con el coche por el camino que vinimos desde el anterior cruce. Como dije antes, son unos 600 metros. Al llegar al cruce (al que antes llegamos por lo que ahora es nuestra izquierda), continuamos de frente durante otros 200 metros. Un panel informativo y un poste con la correspondiente información nos dicen que es el sitio adecuado para dejar el coche otra vez.



A través de un sendero, claramente delimitado, ascendemos a lo alto del cerro donde se encuentra nuestro último objetivo.


El Tapada del Anta es un gran sepulcro que conserva la cubierta de la cámara, un corredor largo y restos de lo que fue el túmulo.
Está formado por siete ortostatos de grandes dimensiones, más la losa de la cubierta.
El diámetro de la cámara es de 4,50 metros. Enorme comparado con el resto de los que hemos visto.
Este es otro de los monumentos emblemáticos de entre los dólmenes de Valencia de Alcántara, tanto por su buena conservación como por su accesibilidad.
Los trabajos de excavación llevados a cabo por Enríquez y Castro en los años 90 proporcionaron fragmentos de vasijas, puntas de flecha, placas decoradas y fragmentos de molederas encontrado, todo ello, en la zona del atrio donde es de suponer que se realizaban los rituales de ofrenda a los enterrados.
Como el resto de los dólmenes, está orientado al este.
Puede observarse, en las fotografías que adjunto, la gran altura que tienen los ortostatos, especialmente si se considera dicha altura desde el interior de la cámara.







Y aquí los planos de alzado y de planta, según Enríquez y Castro:


Estando la tarde ya oscurecida nos dimos por satisfechos con todo el recorrido realizado en la jornada.



2 comentarios:

  1. Una maravilla de entrada y muy interesante tu blog. También me gusta el megalitismo y ha sido una agradable sorpresa encontrar este blog. Enhorabuena por tu labor, pasaré por aquí de vez en cuando a seguir tus andanzas. Un cordial saludo.

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    1. Muchas gracias, Blas: me alegro que te guste. Otro cordial saludo para ti.

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