miércoles, 11 de marzo de 2015

GR 11. Etapa 19: Pineta – Parzán



En Wikiloc:    pulsar aquí

Fuimos pronto a la cama, pues queríamos echarnos al camino a buena hora. El refugio es francamente bueno y hemos podido descansar a gusto.
Se nos presenta una jornada relativamente larga, de poco más de 21 kms., con un desnivel de más de 1.000 metros, de los que más de 700 se concentran en 3,4 kilómetros de recorrido, es decir, más de un 20% de desnivel.
Lo positivo de la jornada es que toda la mitad final del recorrido es cuesta abajo.

El refugio está ubicado entre el Barranquet de las Inglatas y las Planas de Costadué. Entre uno y otro está el Campo de las Inglatas, atravesado por el río Cinca que, nacido en el Ibón de Marboré o Lago de Pineta, recorre íntegramente el Valle hasta llegar a Bielsa, desde donde continúa su curso por el Valle de Bielsa, cuya anchura, en todo su recorrido, no suele sobrepasar los 500 metros y está rodeado por alturas que sobrepasan ampliamente los 2.000 m. así que se produce una sensación de angostura que sobrecoge e impresiona.
El valle es un buen ejemplo de artesa glaciar, con el típico perfil en U. Esta forma es así por el gran arrastre de materiales que se produce cada año con los deshielos y los canchales que se ven en las paredes rocosas y se generan por la contracción que sufren con el hielo-deshielo entre el día y la noche rompiendo las rocas.
Al salir del refugio quisimos seguir las indicaciones para buscar el sendero, tarea nada fácil dado que el río, en su recorrido por este punto, no deja vestigio alguno de por donde pudiera ir el sendero. En todo caso, sabíamos que debíamos caminar en dirección al fondo del valle, donde el Pico de Pineta y Punta Forcarral ofrecían sus cuerpos a los primeros rayos del sol de la mañana.


Tras un rato de despiste, caminando en la dirección correcta, pero haciéndolo por entre una gran cantidad de cantos rodados —de buenas dimensiones— que conforman el cauce del Cinca, decidimos subir a la carretera, paralela al cauce, y continuar por allí. Lo hicimos justo en el lugar en que el Barranco de los Sacos desemboca en el Cinca, donde existe un pequeño puente que salva el cauce del agua que baja por el barranco y que nos facilitó pasar al otro lado.

Seiscientos metros más adelante nos encontramos con la Ermita de Nuestra Señora de Pineta. Es una construcción de planta rectangular y ábside recto, orientada hacia el este y rematada con una espadaña de doble cuerpo.
Cuenta la tradición que la Virgen se apareció a un pastorcillo en la cima de un pino, en un lugar conocido como La Balle Berde, lugar en el que se edificó la ermita. Cada año, cuando se celebra una romería en el mes de septiembre, los lugareños que asisten, y al son de una gaita aragonesa, realizan un baile característico del Valle de Bielsa: el Chinchecle.


Unos pocos metros más allá (aunque nos conformamos con verlo desde aquí), está el Parador Nacional de Turismo de Bielsa, justo a las espaldas de la Ermita.



Delante de la Ermita hay una fuente y, entre una y otra, arranca el camino de subida que ha de llevarnos hacia los Altos de la Larri y que discurre en medio de un profundo hayedo. El sendero está bien marcado y no tiene pérdida, aunque es de firme irregular con bastantes piedras sueltas.



Cuando estamos llegando a los Altos de la Larri nos encontramos con la pista que sube desde fondo del Valle, que cruzaremos.
En este punto sufrimos un pequeño despiste pues en vez de pasar por junto al Refugio de la Larri y continuar el ascenso desde ahí, lo hicimos por detrás y nos costó unos minutos retomar el sendero, que tiene la señalización un poco deficiente, lo que contribuye al despiste.
A partir de aquí nos enfrentamos al máximo esfuerzo de la jornada, pues tenemos delante de nosotros kilómetro y medio con, nada menos, que un 30% de desnivel, ya que tendremos que salvar 450 metros en 1.500 de recorrido hasta alcanzar el Collado de la Ribereta (1.995 metros).
Una vez en el Collado nos admiramos al ver que se goza de unas vistas sencillamente espectaculares. La belleza del lugar y de todo a cuanto alcanza la vista nos hace sentirnos eufóricos. Y nos hacemos la inevitable foto: con el Pico de Pineta a nuestra izquierda (derecha de la foto) y el Macizo de las Tres Sorores (o Treserols) a nuestra derecha (izquierda de la foto).


Pepe nos saca a Jose y a mi con el Monte Perdido, el Cilindro de Marboré y el Pico de Pineta a nuestras espaldas.


Llaman la atención, detrás nosotros y a nuestra derecha (izquierda de la foto) las cascadas de Pineta, en las que bajan las aguas del agonizante glaciar del Monte Perdido.


Ciertamente nos impresiona ver, desde aquí, la tremenda bajada que hicimos ayer desde el Collado de Añisclo hasta el Campo de las Inglatas. Pepe me saca una foto señalando el punto desde el que comenzamos el descenso.


El panorama que se ve es fenomenal. Toda la otra vertiente del Valle y el fondo del mismo, con las cumbres más emblemáticas, de izquierda a derecha y bajo ellas y entre ellas, el Balcón de Pineta.





Del panel informativo existente en el lugar, tomo el siguiente texto:
El paisaje glaciar de la cara norte del macizo del Monte Perdido es uno de los más bellos y alpinos de toda la cordillera de los Pirineos. Sin embargo, no deja de ser ya un humilde testigo de los hielos que cubrieron las laderas y valles en el periodo Cuaternario. Situado entre las cotas de 2.700 y 3.170 metros, esta masa glaciar cuenta con 45 metros de espesor y una superficie cercana a las 45 hectáreas.
Las fotografías los primeros pirineístas que recorrieron las alturas de la cordillera son, hoy en día, un fiel testigo de cómo el hielo de esta blanca y resplandeciente masa móvil ha sufrido una espectacular regresión a lo largo de los últimos cien años. Según los relatos del conde Henry Russell en su libro “Recuerdos de un montañero”, el texto más célebre del pirineísmo, este conjunto de montañas sufrieron a principios del siglo XX intensas precipitaciones y fuertes nevadas que propiciaron un crecimiento importante de la masa helada. Los dibujos de Schrader nos muestran cómo la masa gélida de la cara norte del Monte Perdido descendía hasta el mismo Balcón de Pineta. Y se calcula que, en 1953, el glaciar descendía hasta la cola de los 2.550 metros de altitud, es decir, 150 metros por debajo de su límite inferior actual.
Pero a causa del retroceso del glaciar experimentado en toda Europa, las bellas cascadas y seracs que unían los distintos pisos han desaparecido en la actualidad, quedando hoy el glaciar segmentado en dos unidades diferentes: la masa de hielo de la  terraza superior y la de la inferior.
Absolutamente satisfechos con la maravilla que nos han llenado los ojos y el corazón, comentamos lo fantástico que sería poder quedarnos por aquí, instalados con tiendas para pasar unos días.
Volviendo a la realidad, continuamos el camino, encontrándonos vacas y caballos pastando. También pudimos observar, en la distancia, algunas marmotas que tenían sus refugios aquí, en las alturas. He de confesar que, la distancia desde las que les sacamos las fotos hicieron que éstas dejaran bastante que desear, pero las incorporo como testimonio de que las marmotas están ahí.
Estos animales abundan por esta zona y pudimos observar que tienen el campo horadado, desapareciendo por unos agujeros y apareciendo por otros. Nos dio la impresión de que se avisan unas a otras, con un sonido característico, del paso de senderistas pues asoman, curiosas, para vernos pero al menor gesto por nuestra parte de acercarnos, desaparecen para volver a aparecer un poco más allá.




Estamos recorriendo la Plana de la Estiva (hemos encontrado otra denominación: Plana dels Corders, o de los Corderos). Son unos prados preciosos desde los que volvemos a tener unas vistas privilegiadas: al otro lado del Valle de Pineta vemos, ahora mucho más cerca, gracias a la altura, las Tres Marías con la Suca a su derecha y el Collado de Añisclo que atravesamos ayer para descender al valle, casi fuera de la foto


Y, por nuestra izquierda, la Estiva y la Sobrestiva y, detrás de ellas (aunque queda oculto) el Pico del Chinipro)


Seguimos por la pradera hasta llegar a las inmediaciones del Pico de la Estiva. En este punto el sendero del GR-11 se cruza con la pista que sube desde el Valle de Pineta y que, trazando unas curvas, se acerca al Refugio de la Estiva, un poco más arriba y semi oculto por una colina. Decidimos apartarnos levemente del trazado del GR-11 solo por dar un vistazo al refugio, que alcanzamos a ver sin necesidad de coronar la pequeña colina.



Aquí tuvimos la anécdota simpática del día. Cuando bajábamos, desde las inmediaciones del Refugio y por la pista, para tomar de nuevo el sendero del GR-11 y adentrarnos en Plana Fonda, Jose iba delante mientras Pepe y yo nos entreteníamos con las fotos y charlando fraternalmente. En un momento determinado, una señora, en torno a la cincuentena, y que venía en un 4x4 detuvo el coche a la altura de Jose y se puso a charlar con él. Le veíamos en charla animada y, al llegar a su altura, se despidió con presteza y continuó caminando con nosotros. Luego nos contó que la señora se había ofrecido a bajarle en coche hasta Bielsa, enseñarle la población y hasta a cenar, si le apetecía. Pepe y yo empezamos a bromear a cuenta de la anécdota sobre el irresistible atractivo de Jose y la oportunidad perdida de un ligue pirenaico al declinar tan amable ofrecimiento.
Continuamos en la parte que a mí, personalmente, más me gustó de todo el recorrido de hoy y, si me apuras, de todas las jornadas pirenaicas de esta ocasión: el recorrido de Plana Fonda, o Plana Honda. Es el kilómetro y medio que va desde el lateral del Pico de la Estiva (donde se deja la pista a la que aludía antes) hasta llegar al Collado de las Coronetas y cuenta con una anchura de entre 50 y 100 metros. La razón de mi arrobamiento al recorrer esta zona estuvo en la paz sublime que se respira en todo su recorrido, el absoluto recogimiento de la Plana, pues por la derecha tiene toda la cuerda de la Sierra de Espierba, paralela en todo su recorrido y de entre tres a cinco o seis metros más alta que el fondo de la Plana, por la izquierda la formación rocosa en que se asienta el Pico de Petramula y al fondo el Comodoto y la Punta de la Estiveta.
El resultado es un vallecito, absolutamente verde cuando lo recorrimos y de un silencio maravilloso. Quedé prendado del mismo.
En estas fotos se observa el punto en que empieza Plana Fonda: estamos justo sobre le última parte de pista. A la derecha de la foto, la cuerda de la Sierra de Espierba y a la izquierda sobresalen, sucesivamente, Petramula, Comodoto y, en el centro, la Punta de la Estiveta.




Cuando llegamos al fondo del vallecito y hemos de abandonarlo, no puedo dejar de mirarlo, con profundo cariño, con la tristeza de pensar que, muy probablemente, no pueda volver a tenerlo nunca delante de mis ojos.


Hemos llegado a la Collada de las Coronetas. Inicialmente creíamos que la Collada, es decir, el paso, iba a estar entre el Comodoto y la Punta de la Estiveta, pero nos equivocamos. Hay que pegarse a la izquierda, a la pared del Pico Petramula que, quedando a la izquierda y sobre nuestras cabezas iremos rodeando en suave ascenso para superar 100 metros de desnivel en 700 de recorrido. Tanto el Comodoto como la Punta de la Estiveta irán quedando a nuestra derecha


Pasada la Collada llegamos a la Plana de Petramula, que se extiende a los pies de la cara norte del Comodoto. El sendero se manifiesta en la hierba pisada, que seguimos con facilidad.


El sendero nos conduce hasta el Barranco de Petramula que aquí ya, según creo, toma el nombre de Río Real, que llega hasta Parzán donde desemboca en el Río Barrosa.
Llámese todavía Barranco de Petramula o Río Real, a Jose le dio lo mismo, porque decidió darse un baño y, sin pereza alguna, se da una buena zambullida. Yo, menos atrevido, no me atrevo a llegar más allá de mojarme los pies y con eso y todo siento el gua como si fuera una cuchilla. Pepe, por su parte, pretexta que alguien tiene que quedarse seco para hacer las fotos y dice que él se “sacrifica” por nosotros.




Poco más allá del lugar del baño, un puentecillo ayuda a cruzar el pequeño cauce para pasar al camino que lleva a las antiguas Minas de Parzán, de donde se extraía plomo y plata, que conocieron su máximo esplendor en el siglo XVI y, según leo, las rejas de El Escorial se forjaron con hierro de estas minas que fueron cerradas definitivamente en 1970.
Junto al puentecillo hay también un panel informativo.





A partir de este punto nos quedaba lo fácil, pues todo era bajada; primero por pista de tierra y casi al final algo de carretera. Eso sí: 10 kilómetros.
Las vistas del Barranco de Petramula (o del Río Real) son realmente magníficas.



La cara norte del Comodoto, que hasta ahora había permanecido oculta para nosotros, es impresionante.



Enseguida empezamos a ver algunas “bordas” de pastores. La primera muy por debajo del sitio por donde va la pista.


La siguiente junto al camino, lo que nos permite acercarnos a ella y, como está abierta, ver su interior




Enfrente de nosotros, al fondo, detrás de Parzán, Punta Fulsa (o Fuesa), absolutamente impresionante con sus 2.866 metros. Detrás de ella se encuentra el Ibón de Urdiceto.


Como el camino es todo pista, vamos rápido. Se hace pesada tanta pista. Yo estoy acostumbrado a este tipo de terreno y lo hago mejor, pero a Pepe y Jose les aburre soberanamente. Ellos están más acostumbrados a otro tipo de terreno, bastante más escabroso que una simple pista. ¡¡Al menos aquí puedo ir delante de ellos!!
Sin darnos cuenta llegamos a Chisagüés, un pueblo que apenas cuenta con 20 vecinos, algunos de ellos únicamente de fines de semana.



De Chisagüés a Parzán hay apenas 3 kilómetros, y todo carretera. Los últimos son un contínuo zig-zag del que podemos evitar el último tramo bajando por un camino, no apto para vehículos, que va, recto, con lo que llegamos a destino cansados y con deseos de reposar para la jornada que nos espera mañana.




2 comentarios: