sábado, 28 de marzo de 2015

GR 11. Etapa 21: Viadós – Estós



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El entorno del Refugio de Viadós es, sencillamente, delicioso: rodeados de una hierba de un verde intenso y teniendo enfrente el Macizo del Posets disfrutamos las horas de la puesta de sol del día de ayer con enorme intensidad. El colorido del Macizo bajo los rayos del sol poniente, es espectacular. Tuvimos que refugiarnos pronto, pues la temperatura cayó con rapidez.
La noche ha sido de cencerrada, pues unas vacas que estaban en un prado cercano se han salido del mismo y han venido a comer junto al Refugio. Como buena parte de ella iba provista de cencerro, pues…
Por otro lado, los baños están como a cincuenta metros del Refugio por lo que, si llama la naturaleza durante la noche, hay que proveerse de manta.
Nos hemos levantado temprano, justo para ser de los primeros en desayunar. La jornada tiene un desnivel de subida de 878 metros de los que 723 se concentran en un recorrido de tres kilómetros (algo más del 24% de desnivel)


A eso de las ocho estábamos prestos para comenzar a caminar. El sol ya apuntaba por detrás del Posets.



Los checos, que llegaron ayer 45 minutos después que nosotros, han pasado la noche en un dormitorio distinto del nuestro, se han levantado temprano y han desayunado los primeros. Cuando arrancamos a caminar ya se han perdido de vista y solo los veremos, bastante más adelante, y muy a lo lejos.
Al salir del Refugio hay que girar a la izquierda para, tras pasar entre las Bordas de Viadós, ir bordeando el Barranco de Añes Cruces, que quedará siempre a nuestra derecha.



Durante esta parte del recorrido y al otro lado del Barranco de Añes Cruces, grandes picos observarán nuestro caminar. Primero el Urdaneta, o Pico Espadas. Un poco más adelante Los Gemelos y, después, el Pico de la Montañeta o de los Veteranos.
Bien, pues entre esos tres picos a los que me refiero bajan dos barrancos. Primero el Barranco de las Mardaneras (entre el Pico Espada y Los Gemelos) y después el Barranco del Millá, entre Los Gemelos , Los Veteranos y el Pala del Millá. Esto nos permitió presenciar dos salidas de sol, pues pudimos ver sus rayos recortados cuando se colaban por medio del primero de los barrancos. Luego desaparecieron los rayos tras la mole de Los Gemelos para, por segunda vez, volver a hacer acto de presencia en el segundo de los barrancos (del Millá).




Un poco más adelante, a la altura de El Estrecho, los primeros rayos de sol ya pegan en el suelo, justo en la zona por donde caminamos nosotros, lo que me da la oportunidad de hacerle a Pepe una foto con las piernas en sombra y el tronco iluminado.



El sendero es estrecho y el terreno de tierra pizarrosa bastante suelta que lo hace resbaladizo. A nuestra derecha, abajo, el profundo Barranco de Añes Cruces con su curso de agua en rápida bajada por las pequeñas cascadas que genera el terreno en pendiente.
Es una preciosidad.




A nuestra derecha, pero por arriba, vamos dejando la Pala del Millá y Los Veteranos mientras nos dirigimos, no sin cierta dificultad, hacia la Cabaña de Añes Cruces.


Por fin llegamos al punto en el que el sendero realiza un brusco de 90º a la derecha para dirigirnos, casi en línea recta, al Refugio de Estós, donde queremos pernoctar.
En ese lugar una señal indica las distintas opciones a tomar. Un poco más arriba está la Cabaña de Añes Cruces y allí mismo se cruzan los Barrancos de Viadós, de Chistau y de Añes Cruces.
Pepe me hace la correspondiente foto, con la Punta del Sable, del Bachimala, de fondo


Desde donde estamos alcanzamos a ver, en una pradera ubicada en medio del Barranco de Viadós, y montada a caballo del final de la arista que baja de la Punta Ixabre, la Cabaña de Añes Cruces. La señalo con una flecha, pues se pierde de vista.


A partir de este momento, en que hemos cambiado de dirección, nos estamos dirigiendo ya al Collado de Chistau (o Puerto de Chistau, como también se le llama).
Hasta aquí nos ha acompañado, por nuestra derecha, el Barranco de Añes Cruces, pero a partir de ahora y hasta llegar al Collado, lo hará por el lado contrario, por nuestra izquierda, el Barranco de Chistau.
El sendero sigue siendo pedregoso, pizarroso más bien, con peligro de resbalones.



La subidita se las trae. En dos kilómetros superamos un desnivel de casi 500 metros, y eso que no hemos llegado arriba todavía.
Detrás de nosotros, imponente, Punta Ixabre y, a su lado (derecha de la foto), el Bachimala y la Punta del Sable. Abajo (centro de la foto), el Barranco Señal de Viadós, del que venimos ascendiendo.


Como nada nos agobia y entendemos que el disfrute está no solo en caminar, sino en pararse y disfrutar del entorno, cuando hemos subido todavía un poco más decidimos descalzarnos las mochilas y sentarnos un rato para deleitarnos con el entorno.


Y, por fin, nos aprestamos al último asalto, atravesando la Sima de Raymond d’Espuis (en la foto a nuestra izquierda) en la que, a pesar de estar a finales de verano, todavía quedaban neveros en los que Jose quiso “pisar nieve”.



Jose, que aparte de ser una persona amable y encantadora es un hombre enormemente divertido, tiene su “grito de guerra” que lanza cuando se han superado obstáculos en el caminar. La verdad es que a mi me lo contagió desde el primer día y me encantó compartirlo con él: levantando los dos bastones a lo alto, grita “Tirititi, tratratra” por tres veces.
Pues bien, cuando llegamos a lo alto del Puerto Pepe y Jose me dejaron que tomara la delantera y que caminara como unos cincuenta metros delante de ellos para que fuera yo el primero en llegar a la cima. Mientras hacía los últimos metros (con enorme alegría por mi parte), Jose lanzaba la primera parte de su grito de guerra (“Tirititi”) y ambos, Jose y Pepe, cantaban a voz en grito el segundo: “Tratratra”. Y con ese jalearme corrí, más que caminé, hasta que tuve ante mis ojos la estupenda vista que se contempla desde lo alto.



Y, desde luego, hubo que dejar constancia de que habíamos alcanzado el Collado.




Echamos una última vista atrás pues sabemos que, en cuanto comencemos el descenso, perderemos de vista todo este panorama.


Y, sin nostalgia, miramos hacia delante, al Valle de Estos. La Tuca de Paúl (2.698) y la Tuca de Posets (2.691) a nuestra derecha. Por la izquierda el Fitas de la Coma (2.719) y Fitas de O (2.877) y al fondo del todo, el Macizo del Maladeta o Montes Malditos. Sencillamente impresionantes.


Comenzamos la bajada, para lo que tenemos que seguir el sendero, que describe una curva a la derecha para subirse a la falda del Pico Royo, con terreno algo herboso al principio pero una absoluta pedrera a los doscientos metros de empezar a bajar. Andamos con cuidado porque buena parte de la pizarra se ha convertido en gravilla que facilita el resbalón.




Cuando superamos el terreno más complicado Pepe me propone hacer una foto señalando, exactamente, el punto del Collado de Chistau desde el que hemos comenzado el descenso. Ahí está.


Cuando vamos llegando abajo, por donde nos topamos por primera vez con el Río Estós, en una pequeña pradera nos encontramos ganado pastando plácidamente.



Por nuestra izquierda aparece el Barranco de Claravide, llamando nuestra atención la Cascada del mismo nombre que, no llevando en esta época mucho agua más que cascada lo que vemos es la piedra de un color como de óxido.



Tampoco el Río Estós trae mucho agua, pero sí la suficiente para que dejemos constancia gráfica de su existencia.


Tras un trecho en llano iniciamos el último descenso fuerte, que nos va a llevar a una zona con pino joven por el que da gusto caminar sabiendo ya que estamos llegando a destino. Y todo el rato con el Macizo del Maladeta enfrente de nosotros.
Y el Río Estós, ahora a nuestra derecha y bastante más bajo del sitio por donde caminamos.




Llegamos al Refugio de Estós, donde vamos a hacer noche, sobre las dos y cuarto de la tarde. Encontramos allí a los checos, tomándose un refresco. Cuando nos ven llegar comentan entre ellos “Spanish, spanish” o, al menos, eso les entendemos. Se les ve felices porque, en esta ocasión, no les hemos alcanzado y sobrepasado. Ellos no pernoctaron aquí.


Tras comer y darnos una buena dicha nos sentamos, con la tranquilidad que da saber que tienes toda la tarde para ti, en la terraza que el Refugio tiene en la parte delantera y desde la que se puede contemplar, en toda su belleza, los preciosos Montes Malditos.




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