sábado, 1 de febrero de 2020

Sierra de la Tramuntana: 4 de Soller a Son Amer

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El Consell de Mallorca, en las sugerencias que tiene publicadas para aquellos que quieren hacer la Travessa sugiere que se vaya en taxi desde el refugio de Muleta hasta Beniaraix, tardándose 25 minutos para hacer los 8,5 kilómetros. Luego continuar a pie hasta Son Amer.
En las recomendaciones se aconseja contactar previamente (la víspera o antes) con el servicio de taxi de Sóller para concertar el servicio y la hora de recogida. El teléfono es el 971 638 484. Nosotros lo hicimos así y todo fue a la perfección.

Se trata de una etapa dura: 30 kilómetros de longitud y más de 1300 metros de desnivel acumulado.

Habíamos citado al taxi a las 8 de la mañana, por lo que nos levantamos temprano. El Faro de Sa Creu de Sóller nos quedaba al alcance de la mano. No se olvide que el refugio fue antiguamente una base militar.




Durante todo el trayecto en taxi pudimos disfrutar de las vistas sobre las montañas que nos tocaba caminar en este día así como de las vistas al puerto de Sóller.



El taxi nos dejó en Beniaraix, en la Plaza de la Concepción, al inicio de la calle Sant Josep, donde queríamos empezar la ruta.


Subimos por la calle Sant Josep y al final giramos a la derecha, para tomar el Camino del Barranco.

Frente a nosotros queda la mole del Cornador, que dejaremos enseguida a nuestra derecha. Y a nuestra derecha, pero cada vez más detrás de nosotros, vamos dejando Sóller y la Serra des Boixos que recorrimos ayer.


Un poco más adelante encontramos el primero de varios puentes que se harán presentes en los dos primeros kilómetros de ruta. Todos ellos para ayudar a salvar el Torrent de Biniaraix cada vez que nos cruzamos con él. Y después del puente, una prolongada cuesta arriba toda ella  muy bien pavimentada con  piedras que van conformando escalones.



Mediada la cuesta, una fuente con grifo de pulsador se ofrece por si hubiera que calmar la sed o reponer líquido a nuestras cantimploras.

La subida escalonada se prolonga. Cada vez vamos cogiendo mayor altura y a la vera del camino vemos cómo se ha aterrazado el terreno para poder cultivarlo con eficacia.

Y llegamos al segundo puentecillo, tan sencillo que el primero pero mejor acabado, pues este tiene la superficie de madera mientras que la del primero era de cemento.


Es a partir de este punto cuando la subida se vuelve más exigente. Para ayudar a superarlo el camino cuenta con una serie de vueltas muy bien realizadas en piedra que se denominan ses Voltetes.
Tenemos también la oportunidad de ver, en un lateral del camino, la canaleta de la Font des Verger.


En muy corto espacio vamos a encontrar tres puentes seguidos. Los dos últimos dotados también, al lado, con piedras pasaderas.



Un poco más adelante unos postes indicadores nos señalan dos direcciones que ya conocemos sin que aporten información de distancia o de tiempo.
Al lado mismo, la Font des Verger, una fuente con grifo de cuarto de vuelta nos facilita calmar la sed o rellenar botellas.


Desde este punto y mirando para atrás podemos ver al fondo Sóller a través de S’Estret, por donde pasa el GR-221 que venimos siguiendo.

La subida sigue, con continuas vueltas, pasando junto al Salt des Cans o Salto de los Perros, donde la tradición afirma que se tiraban al precipicio los perros que estaban enfermos o que eran muy viejos.

Quinientos metros más adelante habremos llegado a las casas de l’Ofre. Aquí veremos unas casas y unas cercas de piedra bien cultivadas. Detrás de ellas el Puig de Na María. En este punto el camino hace un brusco giro a la izquierda para continuar la subida, de la que aún nos queda kilómetro y medio. Un poste con triple indicación nos apunta hacia Cúber, que es donde vamos.




La subida es exigente, entre piedras y continuos zigzag que facilitan el ascenso.
Cuando estamos ya casi arriba divisamos a nuestra izquierda el Coll de l’Ofre y a nuestra derecha la impresionante silueta cónica del Puig de l’Ofre.

Cuando, por fin, coronamos la subida, nos relajamos. Hace bastante frío, acrecentado por el aire que corre. Tenemos ante nosotros un paisaje precioso. Al fondo, el embalse de Cúber y más atrás aún, a la izquierda, la impresionante mole del Puig Major, la mayor altura de toda la isla (1.436 metros) parcialmente tapada por la nubes y a su derecha el Puig de Ses Vinyes (1.108 metros) y delante de él y muy cerca del embalse, la Torrella del Puig Major (971 metros).


Allí mismo hay una “Cruz de la Paz” puesta en marzo de 2003 de la que dejamos constancia gráfica.



Desde este punto al refugio que hay al borde del embalse hay poco más de 2,5 kilómetros que hacemos en media hora. El camino es de tierra, cómodo de caminar y muy llano.
Pepe y yo nos entretenemos en tirar fotos al Puig Major tratando de sacarlo en un momento en que se vea la gran esfera que hay en su cima. Pero nuestros intentos resultan baldíos pues las nubes están muy pegadas al pico hasta que por fin, en un momento, logramos ver la esfera y queda inmortalizada.

El refugio está cerrado a cal y canto. Hay una mesa delante donde poder sentarse a tomar algo o a descansar. En el mismo NO se puede pernoctar, pues no cuenta con camas, si bien hay una mesa, chimenea y espacio para seis personas. En la parte de atrás hay leñera y un wáter químico. Para hacer reservas del mismo hay que llamar al teléfono 971 177 652, de lunes a viernes y en horario de 10 a 14 horas.



Aún cuando el embalse puede bordearse por ambas orillas, nosotros decidimos hacerlo por la izquierda, por la parte más baja de la ladera de la Serra de Cúber. Ello nos permitió contemplar a gusto al otro lado del embalse, el Morro de Cúber.


Cuando estuvimos en el otro extremo del embalse pudimos ver la estación de aprovechamiento de las aguas que está por donde nosotros bajamos hasta el embalse, pero al lado derecho, es decir, en la misma línea que el refugio, pero en el otro extremo.

También pudimos contemplar ya, a gusto, el Puig Major una vez que las nubes se habían retirado de su cima. Comentamos que era una pena que estuviera prohibido el acceso, pues las vistas desde allí tienen que ser espectaculares.


También desde aquí nos queda ya a la vista el pantano de Gorg Blau, a los pies del también impresionante Puig de Ses Vinyes (1.108 metros), con su característica cima.
El pantano de Gorg Blau fue construido el año 1972, junto con el de Cúber. Funciona como reservorio de agua de lluvia para el abastecimiento de la ciudad de Palma.
Hasta 1971 se llamaba Gorg Blau al lugar más estrecho del torrente (justo al otro lado de por donde accedeos nosotros) que recibía el nombre, en el lugar por el que atravesaba el camino de Sóller, con un puente.
Antes de la construcción del embalse el lugar se hizo famoso por la conjunción de la elevación de las paredes del torrente, el color del agua y el puente, que inspiró poemas, fue pintado, fotografiado, se convirtió en objeto de visitas turísticas y de reproducción en tarjetas postales.




Incorporo una foto señalando el sitio exacto donde actualmente está la presa y antiguamente el paso de personas y vehículos.

A poco de continuar tenemos que pasar una cancela que da acceso a la carretera MA-10 en su kilómetro 34, encontrando además algunos paneles informativos.



Tomamos un camino paralelo a la carretera y yendo hacia la derecha, tras pasar por un aparcamiento y un “botador” vamos a dar a la Font de Noguer, donde nos encontramos con un amigo cargando montones de botellones de 5 litros de agua. Nos habla de las bondades de la misma y que por eso hace tan gran carga.
En el mismo lugar hay un parque público donde se puede hacer pic-nic.




Y aprovechamos para fotografiar la Penya des Migdia (1.356 metros) el tercer pico por altitud de toda la Isla, que queda al otro lado de los embalses y a la izquierda del Puig Major. Solo son más altos el propio Puig Major (1.436) y el Puig de Massanella (1.364), que es el segundo y tenemos intenciones de subirlo en el día de hoy.
 
Seguimos nuestro camino y encontramos un canal de conducción de agua que atravesamos con la ayuda de unas pasarelas que hay sobre el mismo. Vamos a caminar paralelos al mismo durante algo más de dos kilómetros.


Vuelve a quedar a la vista el pantano de Gorg Blau. Ahora, a menor distancia, es posible utilizar el teleobjetivo para sacar una foto de la presa propiamente dicha, hecha en el lugar donde más se estrecha el paso. No lo sé, pero es posible que se haya respetado el primitivo puente que quedaba en aquella angostura.

Seguimos caminando, pudiendo comprobar que el canal de conducción de agua junto al que hemos venido se ha ido haciendo cada vez un poco más grande. En un punto concreto, un puentecillo salva el canal, que dejamos atrás ya de modo definitivo cuando estamos haciendo los últimos metros en llano.

El entorno vuelve a ser más boscoso y encontramos de nuevo que parte del sendero está hecho con piedra que, de cuando en cuando, tiene esas líneas en diagonal (también de piedra) para que el agua de lluvia salga del camino y no lo socave. Un trabajo que debió hacerse hace mucho tiempo y que me temo que hace años que debería haberse empezado a conservar.

El camino hace una curva para salvar el extremo de la Serra de sa Mola, lo que nos lleva al Prat de Cúber donde encontramos la Font des Prat en cuyo pequeño arco de acceso se la denomina Font de Massanella. Está ubicada en un trozo de terreno que se nota ha servido con frecuencia para paradas de senderistas. Hay pequeñas paredes de piedra donde es posible sentarse, lo que hicimos nosotros.
La fuente está en el interior de una pequeña construcción cuya puerta está protegida por una reja que es posible abrir. En el interior muy poco agua.



A partir de este punto comienza el Comellar des Prats o, lo que es lo mismo, el ascenso que acabará llevándonos a la cima del Puig de Massanella. Es una zona inicialmente umbría, boscosa, pedregosa en los laterales, pero razonablemente despejada en lo que es el sendero. Un poco más tardes el Comellar aparecerá desprovisto de árboles.
En 1,4 kms. superamos casi 200 metros de desnivel, lo que representa un 13%. Todo lo que nos queda hasta la cima tiene un 14% de desnivel. Serán cuatro kilómetros así.
De momento, en ese 1,4 kms. de la Font des Prat encontramos otra fuente esta sin nombre. Es de factura más humilde que la anterior.

Pasada esta fuente desaparecen los árboles y todo aparece despejado, de modo que queda ante nosotros, a nuestra derecha, la mole granítica del Puig de Massanella (1.365 metros). Confieso que yo lo vi “demasiado” para mi, pero Pepe y José no dejaban de decir que “está chupao”, con lo que me dieron ánimos. Y Curro, que también lo veía un tanto elevado, se animó igualmente.

Como se puede ver por el track, para subir hay que desviarse en un punto concreto para volver al lado derecho de la mole y atacar la subida propiamente dicha desde ahí.
 
La subida es trabajosa. Vamos con cuidado, evitando un resbalón que no aportaría nada bueno. En un punto determinado decidimos dejarlas mochilas y continuar sin ellas. Total, no creemos que vaya a venir nadie a llevárselas.
Las vistas ya, desde la altura, son sensacionales, pudiendo verse sin problemas el embalse de Cúber.




Cuando alcanzamos la cumbre hay una niebla que va a más, con lo que nos vemos privados de unas vistas nítidas que llegaran lejos y que hubieran podido ser fantásticas. De todos modos, lo que queda ante nuestra vista lo es y disfrutamos a tope de ello.



El Puig de Massanella tiene, digamos, tres cimas. La más elevada quedaba un poco más allá de donde llegamos nosotros y Pepe decidió darse una rápida escapada para tocar techo. Me limité a seguirle con el teleobjetivo de mi cámara.


La subida al Massanella y el rato que estuvimos en la cima nos llevó demasiado tiempo. Si queríamos poder cenar en el refugio de Muleta teníamos que estar allí a las 8 de la tarde y eran ya las 6,30 y nos quedaban aún 10 kilómetros para llegar, incluida la bajada del Puig y todo el camino hasta el refugio. Sabíamos que se nos haría de noche, así que nos aprestamos para bajar rápidamente, pero con prudencia.
En el Coll des Prat un poste nos indica diversas direcciones. Nosotros hemos de seguir derechos, siguiendo el mismo sentido de la marcha que traíamos antes de subir al Massanella.

La bajada es pronunciada y la luz empezaba a escasear, por lo que decidimos sacar frontales y poner a mano linternas. Evitamos hacer muchas fotos, que nos demoraba el paso.
Todo es bajada hasta el Torrente de Coma Freda, a partir del cual hay que subir el extremo del Puig d’en Galileu que es el espolón norte del para comenzar otra vez una bajada bastante pronunciada que nos hace llegar a Ses Voltes d'en Galileu que son una serie de giros que ayudan a superar unos 250 metros de desnivel.


Más adelante y teniendo ya serias dificultades para ver atravesamos el Bosque de Son Massip.


Aceleramos aún más el paso. A mitad del bosque eran la las 19,30 y nos faltaban aún casi 5 kilómetros para llegar al refugio de Son Amer, con lo que nos veíamos francamente apurados.
Curro iba bastante cansado. Al llegar a la carretera MA-10, que había que volver a cruzar, acordamos con él que los demás íbamos a acelerar el paso al límite para conseguir entrar en el refugio, si no a la hora exacta, al menos con escasos minutos de retraso. Así lo aceptó Curro, por lo que Pepe, Jose y yo adoptamos paso casi de marcha atlética.
Al llegar al Monasterio de Lluc, que veríamos al día siguiente, nos equivocamos y en lugar de seguir de frente para girar luego a la derecha e ir al refugio, nos metimos dentro de lo que es la urbanización del mismo, con lo que perdimos unos minutos dando un rodeo inútil. Cuando volvimos a salir seguimos con la marcha.
Hay una carreterita de unos 500 metros hasta llegar al refugio que, para nuestra sorpresa e incredulidad, está situado en un alto, con lo que tienes que redoblar el esfuerzo para salvar el desnivel de esos últimos metros.
Entramos en el refugio fuera de hora, pero la persona que lo atendía nos recibió amablemente. Le habíamos avisado que llegaríamos un poco tarde. Nos había reservado cena.
Pudimos dejar las cosas en la habitación y esperamos a que llegara Curro, lo que hizo unos diez o quince minutos después que nosotros.
Cenamos a la mesa con tres matrimonios alemanes, obreros que acababan de jubilarse y estaban haciendo senderismo. No hablaban más que alemán, pero con gestos y buena voluntad pudimos entendernos e, incluso, rematar la cena con sendos aguardientes.


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