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25 de abril, último día de este Camino Visigodo si todo
sale como lo tenemos previsto.
Como todas las anteriores, una noche regular más bien tirando a
mala. Hemos dormido en el Hostal Los Rosales, a las afueras
del pueblo; justo donde comienza el Polígono Industrial de Logrosán. Razonable
en cuanto a dotaciones, si bien hemos notado la habitación un poco pequeña y el
cuarto de baño totalmente anticuado. Cenamos y desayunamos en el mismo hostal.
Bien ambas cosas.
Es una jornada larga, pues son algo más de 37 kms. y al
terminar hemos de coger el coche y volver a Cáceres. Por ello, a las 6,15 en
pie. Ducha y bajamos a desayunar. Llegamos justo a la 7, cuando abren la cafetería
y desayunamos a la vez que varios camioneros que se han hospedado aquí.
A las 7,30, cuando empieza a clarear el día, estamos
saliendo del Hostal. Seguimos la carretera EX–102, que viene de Guadalupe y va
a Cáceres bordeando Logrosán.
Según bajamos hacia la Estación de Ferrocarril (abandonada)
vemos a nuestra derecha la silueta del Pozo Calle, uno de los filones de la Mina Costanaza que
visitamos ayer.
El lugar para abandonar la carretera y bajar a la Estación
está perfectamente claro, resultando visible la propia Estación desde la
carretera.
Al inicio del camino de acceso, un cartel de los Caminos
Naturales informa sobre las estaciones que se van a encontrar en
Extremadura a lo largo del mismo. Otros postes informan sobre las diversas
rutas (senderistas y/o BTT) que cruzan por aquí: destinos, distancias, etc…
El camino de acceso a la Estación es, realidad, el camino
que cruza un pequeño parque con mesas y bancos. La desidia de la gente queda
patente al contemplar las papeleras: hay tanto desperdicios dentro de ellas
como a su alrededor.
La “Estación de Ferrocarril” de Logrosán
no fue nunca, en realidad, Estación de Ferrocarril. Su origen data de la primera
mitad del siglo XX. En 1926, durante la dictadura de Primo de Rivera, se aprobó
el proyecto de construcción de un Ferrocarril que fuera desde Talavera de la Reina
a Villanueva de la Serena: el “Tren de la Jara”. La de Logrosán era
una de las estaciones intermedias.
La realidad es que los fondos se agotaron y ni durante la
República ni en los años 50, en que el proyecto se reanudó, fueron capaces de
continuar con las obras que, tropezaron además con el encarecimiento debido a
la “Falla
de Puertollano”, que añadió a la económica la dificultad técnica de
tunelar bajo el Puerto de Puertollano (se preveía un túnel de 1.363 metros),
que finalmente acabó con el proyecto mediante Orden Ministerial de 22 de
septiembre de 1962.
El Ministerio de Obras Públicas había entregado el proyecto
y las obras a Renfe en 1956.
Aludiré a la “Falla de Puertollano”, responsable
en un alto porcentaje de que la línea no se hiciera, al llegar al Puerto
de Puertollano.
Lo que vemos hoy es lo que queda de lo que se construyó en
su momento. Su estado es de absoluto abandono.
Regresamos al inicio del parque que cruzamos antes de llegar
a la Estación para salir al camino que ha de llevarnos a Cañamero. Caminamos
hacia el este, por lo que el sol nos da de frente. No me gusta porque, aparte
de lo molesto que es, te impide contemplar con comodidad la naturaleza que te
rodea. Como contrapartida, alguna foto a contraluz.
El paso de la carretera CCV–224 no supone ningún obstáculo,
pues apenas si tiene circulación, al menos a la hora en que pasamos nosotros.
A dos kilómetros del cruce sufrimos un despiste y nos
desviamos por otro camino que salía por nuestra izquierda. El gps nos avisó,
por lo que enseguida volvimos al “buen camino”.
El Arroyo de Pascual Sancho se cruza en
nuestro camino. Unas piedras pasaderas, a la derecha del camino, nos ayudan a
salvar el obstáculo sin problemas.
Nos encontramos con un puente para el paso del ferrocarril.
Nada más cruzarlo por debajo hemos de girar a la izquierda.
El sol comienza a levantar, alegrándonos la vista el intenso
verdor del campo, las flores y toda la belleza que nos rodea. Estos primeros
pasos nos hacen prever que la jornada va a ser preciosa.
El trazado del ferrocarril ha descrito una amplia curva
desde que pasamos por debajo del puente y volvemos a encontrarlo de nuevo 2,5
kilómetros más adelante. En esta ocasión es el trazado el que pasa por debajo
del puente. El sitio que deberían ocupar las vías se encuentra completamente
anegado de agua.
Pocos metros más allá del puente, cruzamos sobre el Arroyo
de las Huertas del Pasadero, con agua abundante, lo que no nos extraña
con el magnífico invierno que hemos tenido.
No deja de llamarnos la atención el magnífico trabajo que
han llevado a cabo con la señalización del camino, pues nos estamos encontrando
indicaciones respecto a los desniveles del mismo, algo insólito en rutas
senderistas normales.
Desde hace rato quedan a la vista las dos siluetas más
predominantes del entorno de Cañamero: el Castillo y el Risco Gordo, en la Sierra
del Pimpollar. En nuestro caminar pasaremos, bordeándolo, junto al
primero.
Con una separación de pocos metros pasamos por dos
canadienses
Desde hace ya un buen rato la “Vía Verde” que va sobre
el antiguo trazado del ferrocarril discurre paralela al camino por el que
nosotros vamos. Éste tiene muchísimos badenes, por lo que estamos subiendo y
bajando pequeñas cuestas una y otra vez. Al pasar el segundo paso canadiense
decidimos cruzar un pequeño campo y recorrer los siguientes metros por la Vía
Verde, así como dejar constancia aquí, en esta crónica, que resulta más
lógico hacer el camino por la Vía Verde desde el puente sobre el
antiguo trazado de la vía por el que pasamos un kilómetro más atrás o, al
menos, desde el Arroyo de las Huertas del Pasadero, son muchos kilómetros los
que quedan por recorrer y pensamos que resulta innecesario este sube-y-baja continuo, siendo así que el
otro camino discurre paralelo y muy próximo.
Cuando la Vía Verde y el camino que traíamos
(el Visigodo)
vuelven a juntarse, caminamos durante un rato paralelos y muy próximos a la
carretera EX–102, hasta que volvemos a separarnos de ella para encontrar,
enseguida, una planta de energía solar.
Pasadas las instalaciones de la planta fotovoltaica y unos
chalet, hemos de cruzar la carretera para dirigirnos a Cañamero. Existe un paso
elevado, pero tenemos que hacer una “Z” a nuestro juicio demasiado grande para
utilizarlo y siendo el tráfico rodado muy escaso, nos aseguramos bien y
cruzamos la carretera directamente (lo que no recomendamos a otros, claro
está).
Nada más pasar el puente comenzamos la subida hacia Cañamero.
La subida es pronunciada y evidente, pero esta ruta está abundantemente
señalizada (lo cual nos parece estupendo) y un cartelito nos lo indica, por si
no nos habíamos dado cuenta.
El camino de entrada a Cañamero es precioso, entre olivos y
siempre con El Castillo y el Risco Gordo delante de nosotros.
Antes de entrar en el pueblo, todavía en el campo
encontramos la Ermita y la Fuente de Santa Ana, que nos
resultan encantadoras. El agua de la fuente es potable, está fresca y sale con
mucha fuerza. Aprovechamos para cambiar el agua que traemos en nuestros
depósitos.
Pepe y yo venimos comentando lo bueno que sería enterarnos
de dónde venden algún buen vino de pitarra para tomar nota del sitio y cuando
regresemos esta tarde, ya en coche, pasarnos por allí y hacer acopio para tomar
con los amigos. No tenemos dificultad alguna para que unas señoras que trabajan
reparando desperfectos en las calles, nos informen con detalle al respecto.
También nos dicen que se puede conseguir miel de excelente calidad y a un
precio razonable, indicándonos con exactitud el sitio, del que dejo constancia
con el waypoint correspondiente. Y doy fe que tanto una cosa como la otra son,
ciertamente, de excelente calidad. Al menos a mi me lo parecieron.
La arquitectura popular de Cañamero, como todas las de
nuestros pueblos, nos encantó, por lo que no pudimos evitar tomar fotos de lo
que salía a nuestro paso para compartirlo.
Hoy es día de mercadillo en Cañamero y nuestro camino pasa,
precisamente, por donde están los puestos ofreciendo sus productos. Algunos, de
remedios tradicionales para temas de salud, nos llaman la atención.
Un poco más arriba, en una pequeña plazoleta con una fuente,
unos jubilados charlan amigablemente.
No queremos detenernos demasiado. La jornada va a ser larga
y además de subir todo Cañamero hasta, casi, el acceso al Castillo, hemos de subir
luego el Puerto de Puertollano.
Lo que no podemos evitar es detenernos un momento en lo alto
del pueblo para tomar fotos de las estupendas vistas que hay desde allí. Se
aprecia sin ninguna dificultad la Sierra de San Cristóbal, en
Logrosán, de donde venimos, y a su izquierda el Embalse del Río Ruecas y
aún más a la izquierda y lejano, el que creo identificar como el Embalse
de Gargáligas.
Son algo más de las 11 de la mañana y tenemos por delante,
todavía, 22 kilómetros hasta llegar a Guadalupe. Desde donde estamos tenemos
que bajar hasta el cauce del Río Ruecas y vamos a tener
desniveles de hasta un 26% nada menos por lo que nos lanzamos a ello teniendo
ya a la vista, al otro lado del valle, la Sierra de Puertollano, a la que
habremos de ascender a continuación.
Cuando llegamos abajo, caminamos por el margen derecho del Río
Ruecas durante un buen rato, quedando entre el río y nosotros un
pequeño prado.
Cuando un poco más adelante volvemos a encontrar el río, un
pequeño puente nos ayuda a cruzarlo al otro lado.
Por aquello de que no todo es caminar, sino que hay que
darle un poco de diversión a la rutina que supone hacer kilómetros y
kilómetros, decidimos hacernos unas fotos señalando el Puerto de Puertollano, al
que vamos a subir. Son 200 metros de desnivel en 1,5 kilómetros, un promedio
del 15% pero con tramos del 20%.
La llegada a lo alto del puerto se realiza a través de un
túnel hecho con piezas de hormigón prefabricado que pasa por debajo de la
carretera. Resulta cómodo cruzas así la carretera y el túnel, a diferencia de
lo que suele ser habitual en este tipo de pasos, está perfectamente limpio y
conservado y hasta resulta bonito.
El Puerto de Puertollano está a 800
metros sobre el nivel del mar. Es a este al que se alude en la “Jota
de Guadalupe”:
Virgen de Guadalupe dame la mano
para subir la cuesta de Puertollano.
De Puertollano niña, de Puertollano,
Virgen de Guadalupe dame la mano.
También es aquí, en este Puerto situado entre Cañamero y
Guadalupe, donde se localiza la “Falla de Puertollano”. Se encuentra al
borde mismo de la carretera y ha venido a ser uno de los importantes “geositios”
del Geoparque
Villuercas-Ibores-Jara.
En la web http://www.geoparquevilluercas.es hay una entrada concreta en la que se
alude a esta falla. De allí tomo el siguiente texto y el gráfico que inserto:
“El Puerto Llano de Cañamero se
encuentra entre las localidades de Cañamero y Guadalupe. Se accede fácilmente
por la carretera comarcal EX-102 hasta el cruce con la comarcal EX- 116.
La falla se localiza debajo de un
potente manto de coluviones de la Sierra de Belén, donde se observan las
cuarcitas armoricanas, intensamente trituradas en una amplia y profunda banda
milonítica. Al encontrarse la zona visitable muy cerca de la carretera y en
plena curva, resulta muy peligroso permanecer en ella y sobre el arcén más
cercano. Se recomienda hacer la observación desde el arcén opuesto y fuera de
la carretera.
Interpretación
geológica
Esta gran falla tectónica de dirección
transversal al plegamiento, fue originada por la Orogenia Alpina a mediados del
Cenozoico (Era Terciaria) y determinó el hundimiento de la extensa depresión
situada al sur de Las Villuercas y que ocupaba las actuales Vegas Altas del
Guadiana. Sobre esta depresión se formó un enorme lago tectónico (“Lago
Sereniano”) que se rellenó de sedimentos arcillosos durante el Mioceno y
finalmente, en el Plioceno se colmató con los materiales aluviales de las
Rañas.
(Esquema tectónico elaborado por el Dr.
Gerardo de Vicente de la UCM)
Esta falla que recorre todo el flanco
sur de Las Villuercas está parcialmente oculta por los depósitos de las Rañas
pero tiene su expresión tectónica en las Sierras de Las Paredes y de Los
Poyales (Bloque elevado de Garciaz).”
Desde el “Balcón de Puertollano”, sito allí
mismo, al lado de la carretera y siguiendo nuestro camino, se ve el sitio hasta
donde llegó el ferrocarril, justo después de haber atravesado un pequeño túnel.
Es el llamado “Apeadero de Berzocana”. No tuvimos la oportunidad de bajar
hasta allí, pero sí se ven los andenes del apeadero y cuatro construcciones
que, supongo, estarán tan abandonadas (o más) que la de Logrosán.
A lo lejos grandes picos de las Villuercas que no podemos
identificar con precisión, si bien por la zona donde los vemos bien pudieran
ser, de los dos más altos, el de la derecha el Villuercas 1 o el Risco
de la Villuerca Chica y el de la izquierda, quizá, los picos de la Barrrera
de los Peñones. En todo caso, unas vistas espectaculares desde este Balcón.
Cuando salimos del Balcón son las 13,45. Nos parece
pronto para comer, pero llevamos recorridos 22 kilómetros y nos quedan aún
otros quince para llegar a Guadalupe. Pepe y yo nos ponemos de acuerdo en
no comer todavía, sino en continuar hasta que encontremos un sitio que reúna
tres características: que sea agradable, que haya sombra y, a ser posible, que
haya agua donde poder refrescarnos.
Los siguientes kilómetros pasamos por una zona que fue
duramente castigada por el fuego en 2005, en que ardieron 9.900 hectáreas,
desapareciendo castañares, pinares, olivares, frutales, dehesas y monte bajo.
Se ve que ha habido una repoblación, pero los pinos que se plantaron son
todavía muy jóvenes. Entre ellos observamos los troncos de los árboles que se
quemaron
Caminamos a buen paso, procurando no entretenernos
demasiado. La verdad es que, aparte de la vista del horizonte no hay en este
tramo nada especial en lo que detenerse. Es el Cordel del Camino de Logrosán.
Llevamos a nuestra izquierda, en el fondo del pequeño valle, el Río
Silvadillo y a nuestra derecha el Collado de la Amoladera primero y
más tarde Las Majadillas.
No logramos encontrar un sitio que reúna las condiciones que
nos habíamos puesto para comer por lo que decidimos reducir las condiciones a dos:
que haya sombra y que sea mínimamente agradable.
Tras caminar un buen trecho por un trozo de camino con
barandilla de madera a un lado, aparece a nuestra vista un lugar precioso: el Río
Silvadillo hace un giro y se cruza con nuestro camino. Un puente de
madera ayuda a cruzarlo y una agradable zona de césped invita al descanso. Así,
cuando ya habíamos desistido de ello, encontramos un lugar con todas las
características que pedíamos.
Son las 14,45. Hemos venido a un ritmo algo más fuerte del
que solemos traer, pues hemos recorrido estos cinco últimos kilómetros en una
hora exacta.
Decidimos detenernos y disfrutar de la comida, del sitio y
del agua del río. El sitio nos parece estupendo, aunque mucha sombra no hay y
el sol está en todo lo alto y apretando.
Como circulan muchos bulos sobre si es bueno o no lo es
meter los pies en agua fría cuando se está de caminata y se debe seguir
caminando nos dijimos que no hay nada mejor como tener la experiencia propia y
poder hablar por uno mismo. Procedimos a descalzarnos y, poniéndonos debajo del
puente, única sombra de que disponíamos, remojamos los pies un buen rato.
El resultado de la prueba es que el agua fría le sienta de
maravilla a los pies cansados y un poco hinchados. Pudimos volver a calzarnos
sin ningún tipo de problema y la marcha posterior se desarrolló con toda
normalidad.
Como no habíamos hecho fotos en la que saliéramos los dos,
pensamos que este era un buen sitio para colocar la cámara y utilizar el
disparador automático. Pues ahí estamos los dos hermanos.
Quizá por el relax que la hora y media de descanso nos había
proporcionado, bajamos un poco la guardia en cuanto la atención al camino que
deberíamos andar. El caso es que a 1,5 kms. del área de descanso teníamos que
haber cogido una desviación a la izquierda en un ángulo de 90º. El bienestar,
la charla fraterna y que nos encontramos que el camino seguía en una cuesta
abajo… nos lanzamos por ella. Al llegar abajo habían unos paneles informativos
y, al leer en ellos, Pepe se dio cuenta de nuestro error,
por lo que volvimos hacia atrás por un camino paralelo para tomar
El tiempo ha corrido. Son las cuatro de la tarde, bien pasadas.
El calor aprieta, los kilómetros pesan y aún nos quedan otros 8 kilómetros para
llegar a Guadalupe. Pepe y yo nos “conjuramos” para acelerar el paso,
hacer menos fotos, poner menos waypoints
y tratar de cubrir esos 8 kilómetros en menos de dos horas.
A mi me vence el vicio de sacarle foto a todo y, al pasar junto
a una antigua hacienda, de la que quedan algunas ruinas dispersas, no puedo
evitar sacarle unas fotos. Pepe, al verme, se deja llevar y
hace lo mismo.
Comentamos sobre la antigua casa solariega que debería ser de
gente de dinero y nos entretenemos en nuestro caminar “construyendo” lo que
pudo haber sido la familia, el matrimonio, los traslados, las alegrías y, sin
duda, los malos ratos.
Cuando sólo nos quedan 5 o 6 kilómetros nos preguntamos cómo es
posible que no divisemos todavía Guadalupe. Hemos comenzado a descender, por lo
que han desaparecido de nuestra vista algunos collados que podrían taparnos la
vista de nuestro destino.
De pronto, en un momento dado cuando el camino hace una pequeña
curva, Guadalupe queda a la vista. Con la alegría de divisar nuestro destino,
después de cuatro días de marcha, parece que el cansancio se nos viene de golpe
encima, especialmente a mi.
Aceleramos el paso, deseando llegar y constatando que vamos a
entrar en Guadalupe “por abajo”, con lo que nos quedará, para rematar estas
jornadas, la dura subida de un último repecho.
Apretamos el paso, entretenidos en nuestra conversación y tras
pasar por una rotonda en la que confluyen varios tramos de carretera, tomamos
el camino empedrado que, por pasando por debajo del viaducto, nos lleva al
pueblo.
El viaducto formaba parte de la línea de ferrocarril a la que
ya he aludido. Se construyó para salvar el paso sobre el río Guadalupejo fue concluido
en 1959; tiene 230 metros de longitud y más de 50 m de altura. En el proyecto
primitivo estaba previsto que tuviera 7 arcos de 22 metros de luz cada uno,
pero la disposición del valle y la altura de la rasante (casi 58 metros)
llevaron a adoptar otra solución: 4 arcos de “directriz Strassnner”, de
40 metros de luz cada uno.
Justo antes de iniciar la subida cruzamos el Guadalupejo
en un lugar precioso, donde un pequeño puente nos ayuda al paso.
De los últimos metros de subida, casi mejor no hablar.
Reconozco que no es nada del otro mundo… si te pilla descansado... Pero después
de 37 kilómetros y once horas de marcha… La verdad es que me costó superar un
desnivel de casi 200 metros en un kilómetro escaso de recorrido. ¡¡Pero lo
hice!!
Enseguida nos propusimos llegar a la basílica, saliéndonos al
paso la Fuente de los Tres Chorros que, junto con la de la Plaza
principal de Guadalupe es la fuente más importante y de mayor significación
urbana. En torno a ella y a la plazuela en que se ubica se articula la trama
arquitectónica de la “Puebla Baja”. Actualmente está
conectada a la red de suministro de agua del pueblo, pero antiguamente lo
estuvo a la red de fuentes del “Arca del Agua”, de la que era una de
sus terminales principales, apareciendo así en el esquema del códice medieval.
Unos pocos pasos más nos llevan a la plaza principal de
Guadalupe, ante la Basílica, fin de estos días de ruta fraterna.
Lo reitero eres en crack.
ResponderEliminarMil gracias por todo espero que me sevirá de gran ayuda.
Cuando lo realice ya te comentaré mi experiencia.
Gracias. Me encantará saber qué tal os fue.
EliminarSeguro que bien.
¡¡A disfrutar!! Y nos vemos en los caminos.
Ésa que llamáis hacienda o casa solariega a unos 6 Km de Guadalupe no es otra que los restos de la antigua explotación pecuaria de La Dehesilla o La Gañanía, una de las muchas granjas con las que contaban los jerónimos, hasta su exclaustración en la década de 1830, para el abastecimiento del monasterio y del continuo trasiego de peregrinos.
ResponderEliminarRecordemos que éstos podían gozar de hasta tres días de estancia y manutención tras su arribada a la santa casa, incluyendo una libra de carne diaria. A su partida, además, se les proveía para el camino de regreso de una cierta cantidad de pan, vino y tasajo, amén de un par de zapatos, fabricados en los talleres del propio monasterio, tal y como se regogía en las ordenanzas al efecto. Aprender debería algún franciscano de los que gobiernan actualmente el cenobio, que no pocas veces tratan al peregrino con incomodidad manifiesta (y hablo de mi propia experiencia como tal).
La copiosa afluencia de peregrinos de las que hablan las crónicas obligaba al monasterio a una ingente producción agropecuaria, para la cual llegaron a emplear a una plantilla de hasta setecientos trabajadores en las distintas granjas que poseía; trabajadores que, dicho sea de paso, gozaban de una especie de régimen de seguridad social pionero en la época. Otras granjas eran Malillo (Zorita), El Rincón (Navalvillar de Pela), San Isidro (Madrigalejo), La Vega (Campo Lugar) y, más conocida, Valdefuentes (que debisteis de ver en lontananza en esta misma ruta).
Las ruinas de lo que os pareció casa solariega -tan sólo los restos de un paño de fachada, a pique de desplomarse- era la residencia del monje encargado de la explotación, que servía a las veces de lugar de retiro para parte de la comunidad en lo riguroso del verano o del invierno. La próxima vez que andéis por allí, fijaos en los restos de decoración y adivinaréis en las molduras esquemas que se repiten en la fachada de la basílica de Guadalupe.
El Diccionario Geográfico de Madoz aún menciona a La Dehesilla como núcleo de población estable dependiente de Guadalupe, a mediados del s. XIX.
Un saludo muy cordial.
Muchas gracias, El Villano en su Rincón, por la amplia información que facilitas, sumamente interesante.
EliminarQueda incorporada para información de futuros lectores y la llevo también en nota a Wikiloc.
Un cordial saludo y te reitero las gracias.
Muy buenas,acabamos de terminar nuestro viaje y nos sirvió de mucha ayuda tu blog.
ResponderEliminarLo único es reseñar para la gente que lo haga en bici que vayan con calzado cómodo ya que en muchos tramos hay que bajarse de la bici y caminar.
El tramo de Guadalupe ya que nosotros veníamos del Puerto San Vicente es realmente duro a la par que bonito pero la gente que vaya en bici que se piense que tendrá que hacer muchos tramos andando debido a la pendiente y la grava suelta.
Sigo reiterando mi admiración por ti por como redactar tu blog y por tu hermano y por ti por las rutas muy largas y duras que sois capaz de hacer.
Nuestra mayor satisfacción es haber podido seros útiles con el track y la crónica. ¡Gracias!
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