En
Wikiloc: pulsar aquí
Realizada durante la mañana del 18 de febrero de 2014.
Mañana muy soleada, aunque fresca.
Realizo esta cortísima ruta aprovechando que he venido a Monroy
para hacer la ruta de la Villa Romana. Una amiga me ha hablado del salto de El
Cabril y de una necrópolis existente frente a la Ermita
de Santa Ana.
Como me he recreado durante la visita a la Villa
Romana e ir hasta la Ermita y volver son unos 3,5 kms., decidimos
desplazarnos hasta allí en coche. No soy amigo de las rutas en coche, pero no
quería dejar visitar el Cabril, aunque supusiera “no
caminar”.
El trayecto no tiene ninguna complicación, pues
prácticamente va en línea recta desde el pueblo hasta la Ermita por el llamado,
precisamente, “Camino de la Ermita de Santa Ana”.
A 400 metros de las últimas casas encontraremos un paso
canadiense y poco más de un kilómetro después veremos la Ermita a nuestra
izquierda.
Santa
Ana es la Patrona de
Monroy, cuya fiesta se celebra el 26 de julio. Nueve días antes se lleva la
imagen de la Santa al pueblo, para la celebración de la novena. El 26 de julio,
por la mañana hay misa mayor en la iglesia del pueblo y por la tarde se lleva
otra vez la imagen de la Santa a la Ermita.
Otra fiesta monroyega muy importante que se celebra en los
alrededores de la Ermita es el “Lunes de Albillo”, que tiene lugar el
lunes después del Lunes de Gracia (Lunes de Pascua) y se trata de una
romería tradicional en la Ermita de Santa Ana. A primera hora
de la mañana se engalanan las caballerizas, se reúnen los jinetes en la plaza y
parten hacia la ermita, donde tiene lugar la misa, los cánticos, las ofrendas y
la comida campestre en excelente camaradería. Esta celebración, junto con “las
Purificás” (que se celebra el día de las Candelas, 2 de
febrero) es lo más expresivo de las fiestas populares de la localidad.
Los alrededores de la Ermita están decorados con grandes
piedras de molino, probablemente traída del cercano molino que está junto al
río, en el sitio del salto del Cabril.
Detrás de la Ermita se encuentra el Embalse de Santa Ana, o
la Charca
de Santa Ana, que es el que suministra agua al pueblo, con un
embarcadero.
Frente a la Ermita y al otro lado de la carretera, la
pequeña plaza de toros que acoge los festejos taurinos y equinos del pueblo. A
su lado una construcción alargada, con varias dependencias, que el Ayuntamiento
alquila a las diversas peñas, para su uso, con motivo de las fiestas que se
celebran en este lugar.
Enseguida cruzamos a ese lado para tratar de localizar las
tumbas antropomorfas que, sin lugar a dudas, existen en este sitio. Nos
habíamos podido hacer con un concienzudo trabajo de cuatro investigadores (Molano
Brías, Juana y otros tres) publicado en la revista Norba 11-12.
correspondiente a los años 1991-1992 (páginas 141-170), titulado “Excavación de urgencia en la necrópolis de
la Ermita de Santa Ana (Monroy)”. En
el trabajo recogen un plano de la colocación de las tumbas, pero no un plano
que las sitúe en el entorno.
Al parecer se trata de enterramientos correspondientes a los
siglos IV a VII y distribuidos en dos zonas. Siete de ellos frente a la Ermita,
al otro lado de la carretera y tres en los alrededores y detrás de la ermita,
indicándose en el trabajo que otros pueden haber quedado sumergidos por las
aguas del Embalse.
Los enterramientos están realizados, en su mayor parte, con
lajas de pizarra y utilización, en algunas, de ladrillo. Durante la excavación
se encontraron restos óseos y algo del ajuar que suele acompañar a
enterramientos (vasijas, anillos, pulseras…).
Por más vueltas que dimos no logramos encontrar ninguna, ni
nada que se le pareciera. Un conocido nos había dicho que quizá estuviesen llenas
de tierra, pero queríamos pensar que podrías adivinarse por que resultara
medianamente evidente el contorno, aunque en el interior hubiera tierra. Pero
nuestra búsqueda resultó infructuosa.
Quizá como resultado de mis deseos de encontrar los enterramientos,
quise ver huecos aparentemente antropomorfos donde no había más que oquedades naturales. A mi, en aquél momento,
me sugirieron las tumbas de un adulto y un niño. Ahora… ahora no sé. Ahí dejo
las fotos.
Además de las tumbas, el lugar ofrece el atractivo de
visitar una parte del recorrido del Arroyo del Cabril, con un magnífico
salto de agua, los restos del Molino allí existentes y, si hubiéramos tenido
más tiempo, todo el recorrido que hace el arroyo mencionado, que ha ahondado el
terreno, dándole una forma serpenteante. A ese recorrido del Arroyo se le llama
“Tranco
del Diablo” y es lugar de anidamientos de cigüeñas negras, según me
informan.
El acceso está protegido con una valla de madera, fácilmente
franqueable, que se puso hace tres años a raíz de un accidente en el que murió
una persona al precipitarse los 30 metros de caída que tiene el terreno.
Cuentan también las crónicas del lugar que hace unos 60 años
una pareja de novios se suicidó en este lugar al prohibírseles contraer matrimonio.
Pasamos la valla de madera por el lateral izquierdo. En ese
lugar hay un pasaje que lleva directamente al Molino.
Como el ruido que produce la cascada nos atrae con fuerza,
nos dirigimos primero a ver lo que pensamos que puede ser un espectáculo. Y,
efectivamente, lo es. La cascada queda unos cuatro o cinco metros por debajo
del nivel a que nos encontramos y el agua puede desplomarse desde diez metros o
más.
Después de las noticias de los accidentes, no me atrevo a
acercarme al borde, por más que me apetece por aquello de las fotos… pero opto
por la prudencia y me conformo con sacar lo que puedo de las aguas que hay
abajo.
Desde debajo de nosotros el agua corre rauda en busca del
Almonte, donde desemboca este Arroyo del Cabril, tras discurrir a
lo largo de este Tranco del Diablo.
Me llaman poderosamente la atención esas lajas de pizarra
que parecen clavadas en el suelo; diríase que son dedos tendidos hacia el
cielo.
De lo que fue el molino, quedan algunos restos. Como es
lógico, no me atrevo a bajar a la parte de abajo, donde debieron estar los
engranajes que, movidos por el agua, hacía que girasen las ruedas.
En la planta de arriba, a la altura de donde estamos, se ve
en el suelo la piedra con el agujero en el medio donde debía ir el eje que la
hacía girar. Supongo que sobre ésta rueda iban las piedras de moler, quizá las
que están al lado de la Ermita, que trituraban el grano.
Comento con la amiga que me ha acercado a ver todo esto que,
verdaderamente, ha merecido la pena. Pese a no haber localizado las tumbas.
Me dice que ella pertenece a la Asociación Histórico Cultura “El
Bezudo” de Monroy, y que sabe que algunos de los socios saben ubicar
las tumbas, por lo que hablará con ellos para concertar una próxima visita y
poder cumplir el primer propósito que me trajo hasta aquí.
Antes de regresar a Monroy y de allí a Cáceres, no pude dejar
de fotografiar esta encina, que me sugirió a un bailarín con los brazos por lo
alto, contorsionándose en un baile imposible.
Magnífico!
ResponderEliminarMe gusta tu blog. Puedes ver el mío en mi perfil de google. Soy más de bici o canoa que a pie, pero para gustos... Un abrazo! Javi
ResponderEliminar