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Dentro de las denominadas “Rutas de la Lana”, la de
la Virgen
del Río, en Talaván, hace la número 14.
La llevé a cabo en la mañana del 23 de febrero de 2014. Día
soleado, hasta el punto de que, a pesar de las fechas, me vi en la necesidad de
caminar en camiseta de manga corta. Bien es verdad que antes de esta había
hecho en la localidad vecina de Hinojal la de los Rodetes.
La ruta no ofrece ninguna dificultad ni requiere otro
esfuerzo que el propio de la bajada y posterior subida hasta la Ermita, en la
misma orilla del Río Tajo.
Aparqué en la Plaza de los Herradores, junto al
edificio del ayuntamiento, lugar amplio y espacioso.
Se inicia la ruta a través de la calle Amapolas,
junto al Ayuntamiento, y bajando un poquito a la izquierda llegamos a la Plaza
de Gabriel y Galán.
Desde allí, por una calle en que casi todo son cocheras
medio abandonadas, o perreras, vamos hasta el final de la misma, justo donde
hay tres torres eléctricas en medio de la calle; allí están los restos de un
cartel de madera que ilustraba la ruta, pero que ha sido pasto del inexorable
paso del tiempo y de la información que hubo un día, hoy no queda nada.
Aquí tomamos a la derecha. Este camino estaba
anteriormente empedrado, pero ahora ha sido hormigonado durante un trecho.
Posiblemente sea más limpio y no hayan charcos, pero con seguridad que es menos
bonito que el que hubiera antes.
Discurre entre dos paredes de piedra que nos da una idea
de cómo pudo ser hasta hace unos años.
El camino hormigonado termina a 700 metros del inicio de
la ruta, por lo que ya podemos empezar a pisar tierra, un firma más cómodo para
el senderista.
Poco después cruzamos el Arroyo del Charcón, seco
en verano o en épocas de menos lluvia, pero que a mi paso llevaba un caudal
continuo y alegre de agua limpia.
Un poco más adelante sale a nuestra izquierda el Camino
de la Aceña, que no debemos tomar.
En una pequeña bajada encuentro el Arroyo de la Huesa, con
un buen paso para salvarlo. Como el anterior lleva algo más que un hilo de agua
aunque me temo que en cuanto cesen las lluvias estará completamente seco.
Coronando la subida queda a mi vista el cortijo
de Guijo y Carrascosa. Según me he informado la casa, junto a las
dependencias ganaderas, está habitada por la familia del señor Julián, nieto e
hijo de guardas de monte de Talaván. Tiene el acogedor encanto
del huerto, las flores y la parra que dan sombraje al tórrido paraje en verano
y que atiende su mujer; si sus tareas se lo permiten es agradable charlar un
rato con ellos, pues él es un experto conocedor de esta tierra donde ha vivido
desde siempre.
Pasado el cortijo, a mi derecha, queda la Charca
de la Casa, con bastante agua todavía.
El antiguo Camino de las Barcas, ahora más
conocido como Camino de la Virgen del Río, es muy entrañable para los talavaniegos.
Solo haya que fijarse en que una barca aparece representada en su escudo
municipal. Y es que, hasta no hace mucho tiempo, por la década de los 60 del
pasado siglo, esta vía era muy transitada por comunicar los Cuatro Lugares (denominación que se daba al conjunto de Hinojal,
Talaván, Santiago del Campo y Monroy) con el norte de la región extremeña.
En su época el camino terminaba, como hoy, en el Tajo,
entonces mucho más estrecho que actualmente. Para cruzar al otro lado había
tendida una cuerda de orilla a orilla y una barca atada a ella. Para “cruzar
la barca”, se tiraba con todas las fuerzas de la cuerda que hacía mover
la barcaza de una a otra orilla.
En la margen opuesta del Tajo se encontraba la ermita de
su patrona, la Virgen del Río, pero tras el embalse de las aguas por el Embalse
José María de Oriol (popularmente conocido como Pantano de Alcántara), quedó
cubierta y entonces construyeron otra en esta margen izquierda del río.
El Camino de las Barcas, o de la Virgen
del Río, sigue por un firme de tierra en buen estado sin dificultad
alguna, lo que permite disfrutar del paisaje. Como ahora estoy en la parte más
elevada del trayecto puedo contemplar al fondo la Sierra de Cañaveral,
distinguiéndose sin ninguna dificultad al propio Cañaveral, Arco
y, a mi derecha, Casas de Millán.
En los laterales del camino, cubriendo el suelo grandes
masas de jara, típicas de este paisaje propio de los riberos del Tajo.
Me llama la atención la presencia de bancos de hierro en
los laterales del camino, señal inequívoca de que estoy llegando a la zona del
mirador que antecede a la bajada hacia la ermita. Me doy cuenta que los bancos
no son bien tratados por algunos salvajes que circulan por este camino. Algunos
de ellos están, sencillamente, destrozados y a otros se las ha quitado el
respaldo o alguna otra pieza.
Al llegar al merendero los riberos quedan a la
vista en todo su esplendor y resulta sencillo imaginarse cómo debía ser esto
antes de la obra del Pantano de Alcántara en 1969: el Tajo
encajonado entre pizarras, abundante vegetación en sus riberas, un espléndido hábitat
de aves, la antigua ermita de la Virgen del Río en la otra orilla y
la casa del ermitaño, además de la barca, único sitio por donde los lugareños
podían vadear el caudaloso río. Pero ahora todo está perdido bajo las aguas y
en su lugar aparecen escarpadas orillas ausentes de vegetación, dejando ver las
marcas de la fluctuación constante del nivel del embalse. En periodos de sequía
aún puede verse la espadaña de la ermita que asoma por encima del agua.
Me queda emprender el descenso por una pronunciada
pendiente que baja en zigzag hasta la ermita. Toda la bajada es de hormigón y,
cuando doy los primeros pasos pienso en que tendré que subirla de nuevo dentro
de unos minutos.
La ermita fue construida en 1971, tal y como figura en la
fachada de la misma y sufragada por los habitantes de Talaván al quedar
sumergida la antigua ermita que estaba en la otra orilla, en término municipal
de Casas
de Millán, aunque la ermita pertenecía al municipio de Talaván.
El edificio es una construcción típica de los años 70,
muy similar a construcciones similares de poblaciones de colonización: líneas
rectas en la parte superior, mientras que en el exterior, los lados norte y
este cuentan con un pórtico con tres arcadas para el acceso principal, y cuatro
en la zona norte, conformando una balconada que se asoma al Tajo
La imagen de la Virgen es una talla policromada del siglo
XVI. En el brazo izquierdo sostiene al Niño, desnudo, mientras que en la mano
derecha sostiene la manzana de Eva.
Los talavaniegos celebran su romería el primer fin de
semana de mayo, manteniendo la esencia de las romerías tradicionales basadas en
las comidas entre familiares y amigos. En la explanada existente delante del
santuario, con varias gradas de asientos corridos, se celebran los actos
religiosos, la subasta de ofrendas y brazos, así como un baile en honor a la
Virgen.
Terminada la visita solo queda regresar a Talaván
tomándose con calma sobre todo los primeros metros, pues hay que subir toda la
cuesta hasta llegar al merendero.
Un recorrido muy bien descrito y puntualizadoen todos los datos. Me imagino que habrás estado asesorado por alguna amiga cercana. Yo soy de Talavan, pero no vivo allí desde hace mas de cuarenta años. Cuantos recuerdos me trae este reportaje. Muchas gracias Teofilo, no sabes lo que te lo agradezco,
ResponderEliminarPodría el Ayuntamiento acondicionar el merendero y los bancos del camino, pues es una pena la imagen que se ofrece (así como los carteles con la ruta al inicio). También hay que decir, que no sólo el paso del tiempo y las inclemencias metereológicas, hacen extragos...lamentablemente la mano del hombre, tiene mucha parte de culpa. Precioso reportaje fotográfico.
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