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Organizada por el Ayuntamiento de Malpartida de Plasencia y
realizada durante la mañana del domingo 2 de junio de 2013.
Unos 40 participantes. Mañana agradable y soleada, sin un
calor excesivo.
El Ayuntamiento de Malpartida trataba de poner en valor los
yacimientos arqueológicos de la zona y era la primera vez que se organizaba
esta ruta. Con esta finalidad había encargado a dos historiadores la
preparación y señalización de la ruta e, incluso, había preparado una cierta
publicidad institucional.
He de decir que la señalización realizada nos pareció
magnífica y que las explicaciones de los profesionales que nos acompañaron
durante el recorrido estuvieron llenas de contenido e interés, demostrando su
alto grado de conocimiento y profesionalidad. Su amabilidad con los
participantes fue, en todo momento, digna de elogio.
Otra cosa, y lo apunto desde el principio, es que el interés
de la ruta se centra casi exclusivamente en su primera parte, donde se ubican
los yacimientos arqueológicos careciendo todo el resto del recorrido de otro
interés que el meramente paisajístico.
Estábamos citados a las 8,15 de la mañana en el Hotel Asur
Cañada Real y se daba la posibilidad de hacer dos rutas: una corta de 9 kms. o
la completa, de 14.
Un autobús nos desplazó a todo el grupo desde el punto de
encuentro (el hotel citado) hasta el inicio de la ruta, en el punto kilométrico
5,5 (aproximadamente) de la carretera EX–203 (Plasencia a Tejeda de Tiétar),
muy evidente pues es justo por donde pasa el Cordel del Valle.
Una estupenda y recién estrenada señalización indicaba el
lugar de ubicación del yacimiento del Cerro de Castillejos, indicando que
hay que tomar la primera desviación a la derecha.
Un panel informativo en las inmediaciones del Cerro,
ilustra de modo general sobre lo que se va a ver, incluida flora y fauna del
entorno.
Los arqueólogos que nos acompañan nos llaman la atención
sobre lo que pudieran ser restos de alguna pared con funciones defensivas.
A la izquierda del sendero se encuentra la “tumba
inacabada”. Es una mole de piedra en la que se observa, con claridad,
el inicio del trabajo realizado sobre la misma. Por la forma de la piedra y por
el vaciado practicado sobre la misma se deduce con claridad que se iba a hacer
en ella una tumba. El trabajo de vaciado debió provocar que la piedra se
rompiera, por lo que debió abandonarse el trabajo sobre la misma a partir del
momento de la rotura.
Seguimos el sendero para acceder al Cerro de Castillejos por
el lado izquierdo del mismo.
Al poco de acercarnos, nuestros guías nos llaman la atención
sobre unas piedras trabajadas y clavadas en el suelo. Dicen que se trata de un
menhir, aunque a mi me parece de muy pequeño tamaño para atribuirle la
condición de menhir.
Al respecto de los menhires, en la información que se
facilita se indica que estas piedras hincadas en el suelo eran práctica común
entre los poblados Vetones, y respondía a objetivos militares, como eran la
desorganización de tropas o la detención de cargas de caballería mediante la
ubicación de estas barreras de piedra.
A través de unos pasos de madera se accede a la parte alta
del Cerro. Justo antes de llegar a lo más alto, a nuestra derecha, un poste
indicador nos anuncia la “Tumba de la Princesa”. Respecto a
ella se nos indica que son muchas
las teorías sobre la función que cumplía este enclave, pudiendo ser un altar para sacrificios
humanos (práctica desarrollada por el pueblo Vetón, constatado
en el yacimiento en la localidad avileña de Ulaca), o bien, un enterramiento de una persona de alto estatus
social.
La “tumba” se encuentra en lo más alto una gran roca, aislada,
no pudiéndose acceder a la misma, si bien queda por debajo del nivel al que yo
me encuentro.
No da la impresión de ser una tumba excavada (aunque no digo
que no lo sea), sino que parece que se hubiera construido a base de adosar
otras piedras a la piedra base. De otro modo hubiera tenido que labrarse toda
la gran mole de piedra granítica para que la “tumba” quedara tan sobresaliente
como está.
En el panel informativo que está un poco más arriba se indica: “Esta sepultura labrada en la roca, está
ubicada en lo alto de un canchal, siendo excavada tanto por su interior como
por su exterior. Este elemento debería ser estudiado más a fondo por su
peculiaridad, a fin de determinar el uso que el pueblo Vetón realizaba de este
elemento granítico”.
Desde luego, sí es algo singular.
Otro panel informativo ubicado en lo alto del Cerro se nos
facilita la siguiente información:
“En el año 61 a. C., Julio César fue nombrado
gobernador de la Hispania Ulterior, y con el pretexto de erradicar las rapiñas
de vetones y lusitanos, emprendió actuaciones militares entre el Duero y el
Tajo para conseguir que abandonasen los poblados fortificados, ubicados en
zonas altas de la sierra, y “bajasen al llano” y además prohibió la
construcción de fortalezas.
Este mandato romano obligó a los
pueblos a abandonar las posiciones fortificadas y descender a zonas controladas
por las legiones de romanas. El yacimiento del “Cerro de Castillejos” responde
a estas características, siendo un pequeño asentamiento (inferior a una
hectárea), con recintos amurallados de pequeñas proporciones en lugares
escarpados, con defensas naturales que custodian una serie de casas de planta
rectangular sin ningún orden arquitectónico.
La ubicación de estas construcciones en
una zona con grandes afloramientos rocosos (que facilitan la defensa en caso de
ataques) y la presencia de un torreón en la parte superior del cerro, desde el
que poder observar grandes áreas de terreno, así como mantener una comunicación
con otros castros o asentamientos, apoyan la teoría de pobladores Vetones
descendidos al llano.
La organización social era muy
desigual, siendo la cúspide social una aristocracia militar, dominante y rica y
donde el pueblo llano ocuparía un 85% de la población, a menudo en calidad de
esclavo, dedicándose a la ganadería y a la agricultura principalmente. El
ganado aportaría carne, leche, piel, cuero, huesos y astas (para instrumentos y
herramientas, además de adornos), Se cree incluso que una parte de los recintos
asociados al “Cerro de Castillejos” pudieron servir como corrales de ganado,
para poder proteger su recurso más preciado.
La importancia que tenía la ganadería
para el pueblo Vetón, les llevaba a realizar figuras en piedra, a las que
denominaban “verracos”. Una de estas figuras aparece citada por Álvarez Sanchís
en su libro “Los Vetones”, dentro de paraje de Castillejos, en Malpartida de
Plasencia. Siendo este la representación en granito de un cerdo, del cual se
desconoce su paradero actual”.
En lo alto del Cerro, aparecen los restos de un torreón y unas
construcciones de planta rectangular, que podrían responder a la estructura de
una pequeña acrópolis en el interior del asentamiento, posiblemente amurallada
y diferenciada de las zonas bajas, donde se asentarían las élites dominantes de
este asentamiento.
Se afirma que ese “Fortín” son restos arqueológicos de
época prerromana y que, situados en la parte superior de la loma, facilitaba el
amurallado y defensa del cerro, de gran valor estratégico, que permitía una
visualización de una amplia franja de terreno alrededor, lo que facilitaba la
localización de incursiones por parte de otros pueblos.
Desperdigados por el campo existen piedras que, en opinión de
los expertos que nos acompañan, parecen estar labradas en parte para darles un uso
que ahora no podemos precisar.
Nos apartamos del Cerro para dirigirnos al Prado de los Toros, donde
existen otros restos interesantes. En el camino, un chozo de piedra,
recientemente construido pero utilizando piedras antiguas, recrea cómo pudieron
ser las viviendas o refugios de los habitantes de esta zona en una época
indeterminada.
Cuando llegamos a un camino, un poste nos indica la ubicación
de la Tumba del Prado de los Toros, para llegar a la cual hemos de atravesar
una cancela de libre acceso.
La Tumba del Prado de los Toros nos llama mucho la atención por la
exquisita perfección con que está terminada.
Se encuentra excavada en un canchal, por dentro y por fuera, de
modo que los cuatro lados de la tumba han quedado perfectamente delimitados.
Es, desde luego, una obra perfectamente realizada y acabada, estando su
interior exquisitamente pulido.
He de indicar que a partir de este momento la ruta pierde casi
todo su interés. Con el ánimo de alargar la misma, los guías nos sacaron al Camino
Viejo de Gargüera. Para ello, al salir por la cancela de la finca donde
está la Tumba del Prado de los Toros, seguimos de frente 500 metros
hasta alcanzar dicho Camino que tomamos hacia la derecha.
Un par de pequeñas construcciones cuya misión parece ser
proteger pozos de agua (quizá para evitar caídas) llaman nuestra atención.
En la encrucijada donde se juntan el camino que traíamos con el
Camino
Viejo de Plasencia, la organización nos lleva por éste último que sale
a la derecha para cruzar, poco después, por una cancela.
A partir de aquí el camino discurre por la llanura que se
extiende a los pies de la Sierra del Camocho, que va quedando
a nuestra izquierda.
En algunos momentos la mayor abundancia de árboles proporciona
una sombra que agradecemos, pues dado lo avanzado de la mañana el calor ya va
apretando de modo serio.
Cuando llegamos a otro panel informativo, los que vamos en
cabeza hacemos un alto para esperar que lleguen los más retrasados. Finalmente,
con los organizadores de la ruta, decidimos iniciar el camino de regreso por el
mismo sitio por donde hemos venido hasta alcanzar el Cordel del Valle, que
tomaremos.
Acuciados por el calor aceleramos el paso para volver a la
carretera donde nos espera el autobús para llevarnos de nuevo al hotel donde
habíamos dejado los coches.
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