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Wikiloc: pulsaraquí.
Realizada el 23 de febrero de 2013. Día frío
(entre 7 y 9 grados), soledado y con abundancia de barro, dadas las recientes
lluvias caídas en los días previos.
Organizada por la sección de senderismo de
la empresa Catelsa, participamos alrededor de 50 personas, de los que una
quincena eran niños que no superaban los diez años y diez más chavales entre esa edad y los 15 o 16.
Quiero decir con esto que es una ruta
perfectamente realizable por personas de cualquier edad: el terreno es llano y
poco accidentado, la distancia prudente (poco más de diez kilómetros entre ida
y vuelta), el recorrido presenta numerosos atractivos (torres, ermitas,
dólmenes, ríos, charcas, animales…), se encuentra a tan solo 12 kilómetros de
Cáceres y puede dejarse el coche al inicio de la ruta sin mayores problemas.
Esta misma ruta la hice a primeros de enero
de este año, pero no logré encontrar el Dolmen de la Hijadilla, por lo que e
propuse hacerla de nuevo para visitarlo, cosa que he logrado en esta ocasión.
Referencia a la primera visita en http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=3807816
.
La ruta comienza en el kilómetro 12,350 de
la carretera de Cáceres a Badajoz (N-523 o EX100), pasado aproximadamente un
kilómetro del Castillo de Las Seguras. Justo en ese punto arranca una carretera
a la derecha, en dirección a Malpartida de Cáceres por la que podemos entrar. Como
a unos cien metros del cruce existe en el lado derecho de la carretera una
cancela que, tras abrirla, permite el paso del coche para dejarlo dentro de la
Dehesa. Absolutamente necesario dejar la cancela bien cerrada, dada la
existencia de ganado vacuno por allí.
Siguiendo el camino, claramente marcado, a
poco más de 1 kilómetro nos queda a la vista el Torreón de los Mogollones
(también llamado “Las Seguras de Abajo”), de alrededor del siglo XV. Se puede
llegar hasta sus mismas puertas, pero el acceso al interior está cerrado. El
Torreón está semiabandonado en cuanto al uso y, desde luego, absolutamente
abandonado en cuanto al cuidado de su conservación, lo que no quita el que sea
un placer detenerse a contemplar lo que hoy es
para echar a volar la imaginación y pensar lo que debió ser algún día y
la cantidad de vida que, seguramente, tuvo lugar a su alrededor.
Desde los pies del Torreón seguimos adelante
para visitar la Ermita de San Jorge, el siglo XV, que nos queda a unos 200
metros. En los días previos a la realización de esta ruta se habían producido
en Cáceres precipitaciones muy abundantes, lo que hizo que la Ermita, que está
semienterrada, estuviera cubierta de agua en dos terceras partes de su altura,
sino algo más. Por este motivo los senderistas no pudieron acceder al coro de
la Ermita, desde el cual pueden contemplarse con facilidad sus pinturas murales
que, aunque no de gran calidad técnica, son abundantes, decorando el coro, la
capilla y la sacristía. Según una inscripción mural se deben a un tal Juan de
Rivera y datan de 1565.
Y aunque solo sea por reiterarlo una vez
más, desde aquí reclamo de las autoridades competentes la adopción de los
acuerdos necesarios para que esta Ermita sea recuperada, instalándose el
sistema de bombeo que sea preciso para evitar su inundación y adoptándose
alguna medida de protección que evite el progresivo deterioro al que está
abocada si no se hace nada.
Desde la Ermita nos fuimos en línea recta a
recuperar el camino, lo que hicimos sin otra dificultad que la de evitar la
abundancia de agua en el terreno.
A poco de llegar al camino nos queda a la
vista, y a nuestra derecha, el caserío de Mudaelpelo.
Pocos metros más adelante a la izquierda,
una estupenda charca con abundante agua y, en las inmediaciones, una numerosa
bandada de grullas que todavía no se habían marchado aunque, por la época,
deben estar a punto de hacerlo.
Justamente un kilómetro después de la charca
el camino nos obliga o a girar a la derecha para bajar al Río Salor, o a cruzar
una cancela a nuestra izquierda. Es esto último lo que debemos hacer (cuidando,
como siempre, de volver a cerrarla para evitar que escape el ganado). A
trescientos metros de la cancela encontraremos a nuestra derecha, pero al lado
del camino, el túmulo en el que se encuentra enclavado el Dolmen de la
Hijadilla.
Debo decir que la vista del Dólmen me ha
impresionado. No solo por sus dimensiones, considerables, sino por la belleza
del mismo y porque no puedo dejar de pensar en la vida que en sus alrededores
debió existir hace cuatro mil años, cuando se construyó.
Se trata de una construcción circular de
unos tres metros de diámetro y un pasillo de acceso de unos seis o siete metros
de largo. Su finalidad era de carácter funerario y se encuentra en un estado de
conservación muy aceptable. En la parte circular era donde tenía lugar el
enterramiento, de carácter colectivo. Está realizado con nueve o diez grandes
losas de piedra, clavadas verticalmente en el suelo.
Dos de esas piedras están fuera de su lugar,
caídas en el terreno, a unos cinco metros del Dolmen.
El pasillo de acceso tiene, aproximadamente,
metro y medio de ancho y termina al llegar a la construcción circular. En ese
punto una gran piedra alargada y con ligera forma arqueada da acceso a la
cámara funeraria.
En su momento toda el Dólmen se encontraba
cubierto de tierra. Hoy se aprecia con toda claridad el cúmulo de tierra, con
forma circular, en torno al monumento.
Tras regresar a la cancela desde la que
hemos accedido al Dolmen y después de recorrer otros 700 metros, llegamos al
Río Salor, que podemos cruzar gracias a un puente respecto al que un cartel nos
advierte de su peligrosidad, a la vez que prohíbe el paso por el mismo. Se entiende
perfectamente la advertencia en cuanto a la peligrosidad, pero en absoluto en
lo que respecta a la prohibición.
Al otro lado del río, sobre un pequeño
altozano, encontramos el abandonado Caserío de la Hijadilla y, junto al río, un
viejo molino edificado en 1862 según consta en una inscripción en el mismo.
El río Salor viene hoy con un gran caudal
pues, al parecer, el pantano del mismo nombre ha tenido que abrir sus
compuertas para aliviar parte de la gran cantidad de agua acumulada por las
últimas lluvias. Eso hace que el pequeño salto de agua que se encuentra en este
lugar nos ofrezca un espectáculo inusual y muy bello.
Al llegar aquí, el grupo senderista descansó
un rato, volviendo luego por el mismo camino al lugar donde habíamos aparcado
los coches.
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