lunes, 18 de febrero de 2013

Ruta del Valle del Esperabán


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Organizada por el Instituto “Gregorio Marañón” de Caminomorisco (Cáceres) y dentro del Circuito Extremeño de Rutas Senderistas 2013, de la FEXME, se llevó a cabo durante la mañana del domingo 17 de febrero de 2013. Agradable temperatura, en torno a los 8-10 grados en todo el recorrido, excepto en la cima y alrededores del Bolla, donde el viento hacía que la sensación térmica fuera sensiblemente inferior.
Aunque las previsiones meteorológicas anunciaban lluvia a partir de las 10, nos concentramos en la alquería de Castillo (Pinofranqueado) más de 300 personas, algunas venidas en autobús desde la provincia de  Badajoz.



Habían invitado a un tamborilero hurdano que animó con el típico son de la flauta y el tamboril los minutos previos al inicio de la marcha.


La ruta, de 24,5 kms., tenía una alternativa de tan sólo 9 kms. para los que así lo prefiriesen. Calculo que, aproximadamente, la mitad de los participantes optaron por ella.
Comenzamos a caminar poco antes de las 9,30. Inmediatamente se hicieron presentes los pinos, encinas y alcornoques que nos acompañarían durante todo el recorrido.


Igualmente presentes, a la vista y el oído, las aguas Río Esperabán primero y de los Arroyos de la Zambrana, de Roldán y del Paselito un poco más adelante y sucesivamente, que con sus puentes, pasos sobre piedras, fuentes y cascadas (grandes y pequeñas) hicieron que toda la primera parte del recorrido fuera una verdadera delicia.
Abundantes “terrazas” construidas por los lugareños hace siglos y mantenidas a los largos de los años, convierten en pequeños huertos tierras que, de otro modo, no serían más que un conjunto de pedregales y retamas.


A mi me impacta fuertemente las centenarios muros de separación entre propiedades construidos con pequeñas lanchas de pizarra perfectamente alineadas, que se extienden a lo largo de centenares y miles de metros y que, en las zonas recorridas por la ruta, a veces habría que decir que se extienden “a lo alto” y no “a lo largo”, dado que se han construidos en laderas con desniveles  brutales. Verdaderas obras de arte de la paciencia y el buen saber hacer de los hurdanos.


Atravesamos el Arroyo de la Zambrana (que nos volveremos a encontrar al final de la ruta) sobre un paso de piedras. Atención por la posibilidad de un resbalón porque si caemos por la izquierda solamente nos mojaremos pero por el lado derecho del paso hay una caída de metro y medio.



Escasos metros después del paso del Arroyo, encontramos un pequeño recinto, abierto y perfectamente señalizado, en cuyo interior podemos observar el primer conjunto de grabados sobre rocas o petroglifos que vamos a encontrar en esta ruta. A este respecto, a quien pueda estar interesado en este tipo de arte prehistórico de esta zona de las Hurdes, le recomiendo se descargue este documento:
Advierto que en el documento referenciado no me ha parecido identificar ninguno de los dos conjuntos de grabados que visitamos en esta ruta.



La presencia del agua es, en este trayecto antes de llegar a Erías, continua. Un puente de madera sostenido sobre obra de piedra pizarrosa , que dejamos a nuestra derecha y no atravesamos, nos sugiere que se trata de una obra de ingeniería puramente civil, realizada de la mano de los vecinos del lugar hace ya muchos años.


Pasada la alquería de Erías, una parte del camino discurre durante algunos kilómetros por una calzada de entre un metros y metro y medio de ancho, construida con piedras de pizarra perfectamente colocadas. Creo que ésta es la antigua ruta del comercio que unía la comarca de Las Hurdes con Castilla y León, hacia cuya división política nos dirigimos.


Uno de los dos únicos rebaños de cabras que quedan en la zona (según nos indica el pastor, ya entrado en años), nos sale al encuentro poco antes de llegar al segundo conjunto de grabados rupestres. En esta ocasión, se observa que un salvaje del siglo XX (o del XXI) ha garabateado su nombre o el de su pueblo en la piedra vecina a la de los petroglifos.




Apartados ya del río Esperabán, un nuevo puente de construcción sencilla, sustentado en sus extremos sobre piedras de pizarra, nos ayuda a cruzar el Arroyo de Roldán.



Aquí comienza la ascensión al Puerto Nuevo de Castilla, caracoleando por un camino centenario sustentado en uno de sus laterales por una sólida obra (donde es necesaria) a base de pizarra. Ganamos altura y algunas de las vistas de que disfrutamos son, sencillamente, espectaculares.
A mitad de la subida al Puerto, el Arroyo del Paselito ofrece espectaculares imágenes. El rápido curso del río y el pronunciado desnivel hace que percibamos con claridad y fuerza el sonido del agua y que podamos contemplar numerosas cascadas, junto a una de las cuales tendremos que atravesar el arroyo para dirigirnos a lo más alto del Puerto, donde está el límite con la Comunidad de Castilla-León.




A 9,3 kms. del inicio, y a 1.220 mts. de altitud cruzamos el límite entre las dos comunidades autónomas, que seguiremos hasta alcanzar la cima de la Bolla Chica. Nada más el límite indicado, encontramos también un cortafuegos que vamos a seguir durante casi cuatro kilómetros.
Merece la pena detenerse en la parte más alta del Puerto para hacer algunas fotos. Las panorámicas son espectaculares y podemos ver desde la lejana Ciudad Rodrigo en el norte a las Tierras de Granadilla en el sur, y desde el Valle del Ambroz en el este hasta Portugal en el oeste.



Desde lo más alto del Puerto se desciende durante casi un kilómetro un desnivel de 75 metros para comenzar abajo, de modo abrupto, la subida a la cima de la Bolla Chica. Tengo que confesar que al mirar a lo alto y ver lo que me esperaba me dije: “Paciencia, resignación y… a tu bola”.  En los 800 metros de recorrido que hay desde abajo hasta la cima se salva un desnivel de 178 metros, lo que representa un 22,25% de desnivel si mis cálculos no están equivocados. Me detuve algunos instante entre ocho y diez veces para tomar aliento y continuar la subida. Y lo mismo que yo, otros senderistas. Desde luego, los hubo que subieron de un tirón.


Cuando llegamos a la cima una espesa niebla me impidió tomar algunas fotos de las magníficas vistas que, sin duda, deben haber desde allí en un día más transparente. Pero la niebla no consiguió que, al menos yo, a mis 63 años, experimentara la satisfacción de haber conseguido subir, razonablemente bien, esa endiablada cuesta.
A partir de ahí, ya todo es descenso que durante un kilómetro va a discurrir por el mismo cortafuegos por el que había venido y luego, y durante algo más de tres kilómetros, por una preciosa y bien marcada vereda entre pinares en la que podremos encontrar dos fuentes con que aplacar la sed. La primera es una pequeña cascada a la que se accede sin mayor problema, a costa de mojarse algo las botas, y la segunda un pequeño manantial entre rocas del se puede coger el agua con toda facilidad.



Continuamos la preciosa vereda, llena de agujas de pino, de piñas caídas en el suelo y de trozos de pizarra hasta que se nos presenta ante la vista una estupenda vista de Erías delante de nosotros y de la Aldehuela un poco más lejana y a la izquierda.



A partir de ese momento, vamos a descender por un ancho camino, con aspecto de cortafuegos. La bajada es dura para las rodillas, pues en poco más de kilómetro y medio se salva un desnivel de más de 310 metros (casi un 18,5%). Conviene hacerlo con prudencia para evitar incómodas lesiones.
A estas alturas del recorrido, la lluvia (aunque no intensa), hizo acto de presencia y no nos abandonó en lo que quedaba de ruta.
Concluido el descenso y después de caminar durante un kilómetro, tendremos que hacer un giro de 90º a la derecha para ir hasta el fondo del valle del Arroyo de la Zambrana (que cruzamos al inicio de la ruta). Justo en el fondo, dos modestos puentes de moderna construcción nos ayudan a salvar primero un arroyuelo y luego el propio Arroyo. En medio de los dos un estupendo ejemplo de una construcción típicamente hurdana a base de lanchas de pizarra.




La ida hasta el fondo del Valle y el regreso por el otro lado supone un recorrido de tres kilómetros para salvar una distancia que, en línea recta, no llegaría a 400 metros. La verdad es que a estas alturas de la ruta, esos tres kilómetros se me hacen interminables.
Los últimos 800 metros de recorrido, hasta llegar otra vez a Castillo, discurren por un terreno ya pisado al inicio, dando por concluida la ruta.

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