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Organizada por el Instituto “Gregorio
Marañón” de Caminomorisco (Cáceres) y dentro del Circuito Extremeño de Rutas Senderistas 2013, de la
FEXME, se llevó a cabo durante la mañana del domingo 17 de febrero de 2013.
Agradable temperatura, en torno a los 8-10 grados en todo el recorrido, excepto
en la cima y alrededores del Bolla, donde el viento hacía que la sensación
térmica fuera sensiblemente inferior.
Aunque las previsiones meteorológicas
anunciaban lluvia a partir de las 10, nos concentramos en la alquería de
Castillo (Pinofranqueado) más de 300 personas, algunas venidas en autobús desde
la provincia de Badajoz.
Habían invitado a un tamborilero
hurdano que animó con el típico son de la flauta y el tamboril los minutos
previos al inicio de la marcha.
La ruta, de 24,5 kms., tenía una
alternativa de tan sólo 9 kms. para los que así lo prefiriesen. Calculo que,
aproximadamente, la mitad de los participantes optaron por ella.
Comenzamos a caminar poco antes de las
9,30. Inmediatamente se hicieron presentes los pinos, encinas y alcornoques que
nos acompañarían durante todo el recorrido.
Igualmente presentes, a la vista y el
oído, las aguas Río Esperabán primero y de los Arroyos de la Zambrana, de
Roldán y del Paselito un poco más adelante y sucesivamente, que con sus
puentes, pasos sobre piedras, fuentes y cascadas (grandes y pequeñas) hicieron
que toda la primera parte del recorrido fuera una verdadera delicia.
Abundantes “terrazas” construidas por
los lugareños hace siglos y mantenidas a los largos de los años, convierten en
pequeños huertos tierras que, de otro modo, no serían más que un conjunto de
pedregales y retamas.
A mi me impacta fuertemente las
centenarios muros de separación entre propiedades construidos con pequeñas
lanchas de pizarra perfectamente alineadas, que se extienden a lo largo de
centenares y miles de metros y que, en las zonas recorridas por la ruta, a
veces habría que decir que se extienden “a lo alto” y no “a lo largo”, dado que
se han construidos en laderas con desniveles
brutales. Verdaderas obras de arte de la paciencia y el buen saber hacer
de los hurdanos.
Atravesamos el Arroyo de la Zambrana
(que nos volveremos a encontrar al final de la ruta) sobre un paso de piedras.
Atención por la posibilidad de un resbalón porque si caemos por la izquierda
solamente nos mojaremos pero por el lado derecho del paso hay una caída de
metro y medio.
Escasos metros después del paso del
Arroyo, encontramos un pequeño recinto, abierto y perfectamente señalizado, en
cuyo interior podemos observar el primer conjunto de grabados sobre rocas o
petroglifos que vamos a encontrar en esta ruta. A este respecto, a quien pueda
estar interesado en este tipo de arte prehistórico de esta zona de las Hurdes,
le recomiendo se descargue este documento:
Advierto que en el documento
referenciado no me ha parecido identificar ninguno de los dos conjuntos de
grabados que visitamos en esta ruta.
La presencia del agua es, en este
trayecto antes de llegar a Erías, continua. Un puente de madera sostenido sobre
obra de piedra pizarrosa , que dejamos a nuestra derecha y no atravesamos, nos
sugiere que se trata de una obra de ingeniería puramente civil, realizada de la
mano de los vecinos del lugar hace ya muchos años.
Pasada la alquería de Erías, una parte
del camino discurre durante algunos kilómetros por una calzada de entre un
metros y metro y medio de ancho, construida con piedras de pizarra
perfectamente colocadas. Creo que ésta es la antigua ruta del comercio que unía
la comarca de Las Hurdes con Castilla y León, hacia cuya división política nos
dirigimos.
Uno de los dos únicos rebaños de cabras
que quedan en la zona (según nos indica el pastor, ya entrado en años), nos
sale al encuentro poco antes de llegar al segundo conjunto de grabados rupestres.
En esta ocasión, se observa que un salvaje del siglo XX (o del XXI) ha
garabateado su nombre o el de su pueblo en la piedra vecina a la de los
petroglifos.
Apartados ya del río Esperabán, un
nuevo puente de construcción sencilla, sustentado en sus extremos sobre piedras
de pizarra, nos ayuda a cruzar el Arroyo de Roldán.
Aquí comienza la ascensión al Puerto
Nuevo de Castilla, caracoleando por un camino centenario sustentado en uno de
sus laterales por una sólida obra (donde es necesaria) a base de pizarra.
Ganamos altura y algunas de las vistas de que disfrutamos son, sencillamente,
espectaculares.
A mitad de la subida al Puerto, el
Arroyo del Paselito ofrece espectaculares imágenes. El rápido curso del río y
el pronunciado desnivel hace que percibamos con claridad y fuerza el sonido del
agua y que podamos contemplar numerosas cascadas, junto a una de las cuales
tendremos que atravesar el arroyo para dirigirnos a lo más alto del Puerto,
donde está el límite con la Comunidad de Castilla-León.
A 9,3 kms. del inicio, y a 1.220 mts.
de altitud cruzamos el límite entre las dos comunidades autónomas, que
seguiremos hasta alcanzar la cima de la Bolla Chica. Nada más el límite
indicado, encontramos también un cortafuegos que vamos a seguir durante casi
cuatro kilómetros.
Merece la pena detenerse en la parte
más alta del Puerto para hacer algunas fotos. Las panorámicas son
espectaculares y podemos ver desde la lejana Ciudad Rodrigo en el norte a las
Tierras de Granadilla en el sur, y desde el Valle del Ambroz en el este hasta
Portugal en el oeste.
Desde lo más alto del Puerto se
desciende durante casi un kilómetro un desnivel de 75 metros para comenzar
abajo, de modo abrupto, la subida a la cima de la Bolla Chica. Tengo que
confesar que al mirar a lo alto y ver lo que me esperaba me dije: “Paciencia,
resignación y… a tu bola”. En los 800
metros de recorrido que hay desde abajo hasta la cima se salva un desnivel de
178 metros, lo que representa un 22,25% de desnivel si mis cálculos no están
equivocados. Me detuve algunos instante entre ocho y diez veces para tomar
aliento y continuar la subida. Y lo mismo que yo, otros senderistas. Desde
luego, los hubo que subieron de un tirón.
Cuando llegamos a la cima una espesa
niebla me impidió tomar algunas fotos de las magníficas vistas que, sin duda,
deben haber desde allí en un día más transparente. Pero la niebla no consiguió
que, al menos yo, a mis 63 años, experimentara la satisfacción de haber
conseguido subir, razonablemente bien, esa endiablada cuesta.
A partir de ahí, ya todo es descenso
que durante un kilómetro va a discurrir por el mismo cortafuegos por el que
había venido y luego, y durante algo más de tres kilómetros, por una preciosa y
bien marcada vereda entre pinares en la que podremos encontrar dos fuentes con
que aplacar la sed. La primera es una pequeña cascada a la que se accede sin
mayor problema, a costa de mojarse algo las botas, y la segunda un pequeño
manantial entre rocas del se puede coger el agua con toda facilidad.
Continuamos la preciosa vereda, llena
de agujas de pino, de piñas caídas en el suelo y de trozos de pizarra hasta que
se nos presenta ante la vista una estupenda vista de Erías delante de nosotros
y de la Aldehuela un poco más lejana y a la izquierda.
A partir de ese momento, vamos a
descender por un ancho camino, con aspecto de cortafuegos. La bajada es dura
para las rodillas, pues en poco más de kilómetro y medio se salva un desnivel
de más de 310 metros (casi un 18,5%). Conviene hacerlo con prudencia para
evitar incómodas lesiones.
A estas alturas del recorrido, la
lluvia (aunque no intensa), hizo acto de presencia y no nos abandonó en lo que
quedaba de ruta.
Concluido el descenso y después de
caminar durante un kilómetro, tendremos que hacer un giro de 90º a la derecha
para ir hasta el fondo del valle del Arroyo de la Zambrana (que cruzamos al
inicio de la ruta). Justo en el fondo, dos modestos puentes de moderna
construcción nos ayudan a salvar primero un arroyuelo y luego el propio Arroyo.
En medio de los dos un estupendo ejemplo de una construcción típicamente
hurdana a base de lanchas de pizarra.
La ida hasta el fondo del Valle y el
regreso por el otro lado supone un recorrido de tres kilómetros para salvar una
distancia que, en línea recta, no llegaría a 400 metros. La verdad es que a
estas alturas de la ruta, esos tres kilómetros se me hacen interminables.
Los últimos 800 metros de recorrido,
hasta llegar otra vez a Castillo, discurren por un terreno ya pisado al inicio,
dando por concluida la ruta.
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