sábado, 23 de febrero de 2013

Camino de Santiago. Etapa 10: Belorado – San Juan de Ortega


5 junio 2004.-
En Wikiloc: pulsar aquí.



Ha sido una etapa marcada por la monotonía del discurrir por pistas cortafuegos.
Hace ya días que venimos notando la falta de señalización, característica desde que salimos de la ciudad de Logroño. Así, al salir de Belorado hemos dudado sobre la dirección a seguir y algunos peregrinos se han perdido.
Hemos caminado mucho andadero y, como siempre, hemos salido aún antes de clarear. Ya le tenemos cogido el tranquillo, de modo que en cuanto llevamos unos minutos en ruta las primerísimas luces nos permiten distinguir el camino a seguir sin ningún problema.
Hoy los primeros rayos de sol me han interpelado con fuerza, mostrándome la absoluta evidencia de lo relativo que es todo en esta vida y la facilidad con que las simples apariencias pueden engañarnos. A los pocos minutos de que el sol acabara de salir —debían ser poco más de las 6,30— me he dado cuenta que incidía a mis espaldas desde una posición tan baja en el horizonte que todas las sombras que los diversos cuerpos proyectaban eran enormemente alargadas. Mi 1,62 de estatura (siendo generoso) proyectaba delante de mi una sombra de seis o siete metros. Las piedrecitas del camino, de uno o dos centímetros de alto proyectaban una sombra de una cuarta. Y he pensado: “¡Cuántas veces en la vida juzgamos o decidimos en función de lo que nos parece que son las cosas, y no de lo que realmente son!”. No he querido que se me olvidara este pensamiento, y he fotografiado esa larga sombra.



El paso por Tosantos no ha tenido más historia que ver a lo lejos la Ermita de la Virgen de la Peña, excavada en la roca, pero demasiado lejos del caminante como para poder apreciar cualquier tipo de detalle.
Atravesar Villambistia ha estado marcado por la iglesia de San Esteban, del siglo XVII. Su torre me ha encantado, pero presenta un lamentable estado de conservación, rayano en la ruina y la iglesia, sin embargo, está en uso.




Cincuenta metros más allá, a la salida del pueblo una hermosísima fuente ha llamado también mi atención como señal evidente  de que estos pueblos debieron ser en otra época algo muy distinto a lo de hoy, bullendo de vida y con dinero suficiente que permitiera construir este tipo de fuentes, tan útiles como decorativas. Al verla no puedo evitar pensar cuántos miles de peregrinos se habrán refrescado en sus aguas.


Hoy la población brilla por su ausencia y el deterioro y abandono lleva el corazón a un no sé qué de tristeza.
En el pueblo siguiente, Espinosa del Camino, la ruina es mucho mayor.


Algo más allá, en una fuerte bajada, están las ruinas del Monasterio de San Felices, del que no queda más que lo que parece ser el ábside de una Iglesia. Se dice que en tal Monasterio estuvo enterrado, y que en sus ruinas aún siguen los restos, de un tal “Conde Diego Porcelos”, que fuera fundador de Burgos. Esa es la realidad de todo lo humano: el paso de toda gloria y el olvido absoluto, tanto de la memoria como de las obras de las personas.


En Villafranca Montes de Oca me ha llamado la atención la torre de la iglesia, acampanada y singular, así como que tenga un albergue completamente remodelado y que, sin embargo, está cerrado.



Después de Villafranca ha venido lo mejor de la etapa: la subida del Puerto de la Pedraja que, en algunos momentos, ha sido dura. Tengo que decir, sin embargo, que en los metros que discurren en lo alto del Puerto he tenido algunos de los momentos más intensos desde que empecé el Camino: el silencio era total, únicamente roto por el trinar de los pájaros y por el persistente canto de un cuco. Ni el viento se movía para no romper el embrujo del momento. He metido el bastón bajo el brazo para que su golpear contra el suelo no rompiera la magia del momento. Ha sido verdaderamente fantástico, unos momentos de esos que quedan grabados de modo indeleble en el recuerdo.





En la parte más elevada del Alto de la Pedraja existe un monolito construido al advenimiento de la democracia por los familiares de los que fueron fusilados y enterrados allí en la Guerra Civil. En su frente una placa con un incripción: “No fue inútil su muerte, fue inútil su sufrimiento.” Yo, sinceramente, creo que fueron inútiles e innecesarias ambas cosas. Me alejo del lugar pensando en la estúpida crueldad de los hombres.



Luego ha comenzado un suave descenso de unos 6 kilómetros hasta San Juan de Ortega por pistas del antiguo Icona (Instituto de Conservación de la Naturaleza). En ese tramo me he encontrado con dos hombres de Briviesca que iban a la romería de San Juan de Ortega que se celebra el primer sábado de junio. Se han referido al paso tremendamente vivo que lleva yo. Hemos caminado 5 kilómetros juntos.

Al llegar a San Juan de Ortega he presenciado una romería curiosa, que atrae cada año a gente y cofradías de unos 30 pueblos de los alrededores.
La romería ha roto el recogimiento que suele acompañarlos a los peregrinos en la segunda parte de cada jornada.





El único sitio del pueblo que proporciona alimentos, un bar, totalmente volcado en la romería, no nos ha atendido para la comida.
Hemos tenido la oportunidad de visitar tato la Iglesia como el Monasterio, lugar de acogida de peregrinos desde el siglo XII, que convierte este lugar en algo realmente emblemático en el Camino.
En el centro de la iglesia hay un impresionante mausoleo gótico al parecer elaborado entre los siglos XIV y XV.


El sepulcro de San Juan de Ortega, otra obra impresionante, pero esta del Románico. Está maravillosamente labrado por todas sus caras, al igual que su tapa.




Y algo que resulta, por lo visto, enormemente llamativo es el “Capitel de la Anunciación”. Es también de estilo románico y contiene escenas de la Natividad. Al parecer, en los equinoccios de primavera y otoño (21 de marzo y 22 de septiembre), si no hay nubes, el sol entra por una ventana a las 5 de la tarde, hora solar, y se produce lo que llaman “el Milagro de la Luz”, consistente en ese rayo de luz recorriendo la escena evangélica. Según nos dijeron, miles de personas acuden cada año en las fechas citadas para contemplar el fenómeno.
Nosotros, como hemos estado en junio, no hemos tenido que conformar con ver y fotografiar el capitel.


Por la noche, misa a las 7, a las que acudimos unos veinte peregrinos, y unas palabras preciosas del sacerdote que nos indica que los que hacemos el Camino por motivos espirituales, lo hacemos porque ha sido voluntad expresa de Dios y que los frutos del Camino podremos verlos a lo largo de nuestras vidas, y no necesariamente con carácter inmediato.
Después de misa, bocadillo comprado en el bar (el único) del lugar. Me ha invitado Francesco.



Lo de hoy, 23,85 kilómetros en 4 horas y 40 minutos. 40.000 pasos.

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