miércoles, 20 de febrero de 2013

Camino de Santiago. Etapa 5: Estella – Los Arcos

31 mayo 2004.-
En Wikiloc: pulsar aquí.


En el albergue dan desayunos por 3 euros. A las 5,30 el comedor está lleno de gente que alborota. Me recuerda las “copas de vino español” en las que la gente asalta como loca todo lo que se pone sobre las mesas.
Ayer por la tarde pude echar un rato de charla con el voluntario responsable del alberque que no es el mismo que tan mala impresión me causara por la mañana. Dice que está harto de tanto falso peregrino. Pablito está de acuerdo con él. Dicen que, si acaso, solo entre un 2 y un 5% son peregrinos. El resto no son más que turistas en busca de un lugar barato en el que alojarse, pero con exigencias de huéspedes de hoteles de 5 estrellas. Ambos culpan a los diversos gobiernos, que están perturbando el sentido de lo que es el Camino. Entre otras cosas, critican todos los negocios que están proliferando en torno al Camino y que perturban el verdadero sentido de éste. Así, citan esta gente que ofrecen llevarte la mochila, de albergue en albergue, partiendo de Roncesvalles y terminando en Santiago.
Bueno, tras ver la marabunta del comedor, salgo a la calle con mi mochila y comienzo a andar.


No encuentro ninguna dificultad para llegar a Irache, con la curiosidad de ver la famosa FUENTE DEL VINO que Bodegas Irache mantiene abierta, facilitando vino, de manera gratuita, nada más abrir el grifo.


Al llegar a la fuente, allí me encuentro a Freddi, un italiano que conocí a la bajada de Cirauqui, en la Calzada Romana. Esta echando un trago y, para sorpresa mía, observo que ha acampado y hecho noche a los pies de la Fuente del Vino un alemán que, a estas horas de la madrugada, tiene una trompa monumental. Nos enseña, con una enorme sonrisa, una botella de vino semivacía, mientras señala con la misma, cogida por el gollete, a la fuente, como diciendo “en cuanto se acabe, la vuelvo a llenar”.



Tras probar un culín de vino (¡son las 6,15 de la mañana!) y llevarme un recuerdo fotográfico del Monasterio de Irache, que fue Hospital de Peregrinos donde estuvo como Abad San Veremundo, continúo camino con Freddi, que me cuenta que conoció al alemán borracho en Jaca. Se lo volvió a encontrar en Monreal, borracho otra vez y ahora… Dice que es una buena persona, con problemas, pero agradable y sencillo.



Continuamos juntos los kilómetros que nos separan de Azqueta y Freddi me cuenta cómo hace 5 años, encontrándose de turismo en Roma, visitó el Vaticano. Casualmente era el día de la canonización del Padre Pío. Dice que justo en aquel momento comenzaba la misa y se quedó. Algo sucedió, pues cada vez que miraba el retrato del Padre Pío se le arrasaban los ojos de lágrimas. Aquel día fue el de su conversión y me hablaba realmente como un convertido convencido. Bendice el que Dios se haga patente en cada detalle de la naturaleza. Yo le digo que también en los hombres, aún en los más perversos.


Cuando entramos en Azqueta nos encontramos con Pablito, el de las varas, que nos saluda y nos invita a entrar en su casa, donde nos sella las credenciales, nos ofrece una vieira a cada uno y a mí una de sus famosas varas, que acepto.



Continúo camino con Freddi y, antes de entrar en Villamayor de Monjardín, nos encontramos la Fuente de los Moros. Se trata de un aljibe medieval, construido alrededor del año 1200 pensando en la necesidad de los peregrinos de beber y lavarse en el que, para llegar al agua, hay que bajar unas escalinatas. Al parecer fue cerrado en el siglo XIX por el peligro que dichas escaleras representaban para el ganado, siendo restaurada por la Institución Príncipe de Viana y abierta de nuevo en 1991.




En Villamayor Freddi decide quedarse un rato a descansar y yo continúo la marcha, enfrentándole a los 12 kilómetros de soledad que me separan de Los Arcos.
Para mí son 12 kilómetros de soledad estupendos. Me resultan familiares en cuanto que el camino por el que voy me recuerda al tramo que tantas veces he hecho, como entrenamiento, de Cáceres al Casar.



En los Arcos me hospedo en el primer albergue que encuentro, que es privado y resulta ser el que nos recomendaron en Estella.
En cuanto a comida, hoy he hecho algo sensato: he comprado un bote de lentejas y otro de albóndigas. Las lentejas han caído en la comida del mediodía.
La tarde, como todas desde que empecé el camino, ha volado sin darme cuenta. He descansado un poco y dado una vuelta por Los Arcos. Me he encontrado con John, hospedado en el albergue municipal. Hemos quedado en vernos un rato más tarde, pero no nos hemos encontrado.
Los Arcos tiene varias puertas en su muralla. Quizá la más hermosa sea la que se llama “Portal de Castilla”, que es del siglo XVII, aunque restaurada en el XVIII, en 1730, según figura en una inscripción que alude a Felipe V. (Al preparar estas notas, en 2013, para subirlas a internet, he podido constatar que el Portal de Castilla ha sido restaurado otra vez después de mi paso por Los Arcos pero, para mi gusto, ha quedado como como si se tratase de algo de nueva construcción).


La iglesia de Santa María es el punto central del pueblo, de una enorme riqueza. Tiene su origen en la iglesia románica que se construyó allí mismo en el siglo XII, de la que quedan pocos restos. Como la vemos actualmente se debe a la reconstrucción de los siglos XVI y XVII, predominando el estilo barroco. La torre es muy alta pero lo que más me llamó la atención del exterior, que es lo que pude ver, fue la estupenda puerta situada en el lado norte. Es una portada plateresca exquisitamente labrada. En la parte superior una imagen de la Virgen y a los lados, en sendas hornacinas, las de San Pedro y San Pablo.



También me llamó la atención el puente de sillería sobre el río Odrón, muy cerca del Portal de  Castilla.


La cena me la he montado a medias con un chico de Oviedo. Trabaja en un banco y, por cierto, es el famoso “roncador” que en el albergue de Larrasoaña tuvo bronca con la italiana (con quien también he trabado amistad). Cenamos, pues, ensalada, albóndigas y un poco del queso que me sobró de ayer. El que no nos comemos, lo dejo en la nevera. He descubierto que, aparte una pieza de fruta, no hay que llevar comida encima.
Animo al ovetense a que se venga a misa conmigo. Al llegar a la Plaza de la Iglesia nos enteramos que hoy, precisamente, no hay, pues es la romería del pueblo. Volvemos al albergue y charlamos un rato con un granaíno que tiene una rodilla destrozada. Lleva una mochila que debe pesar 12 o 14 kilos, si no más. Va a mandar un montón de cosas a casa. Al ovetense le ha dado por regalar o tirar todo lo que ha descubierto que no es “imprescindible”. Le convenzo de que determinadas cosas no hay que tirarlas, sino enviarlas a casa por correo. Por mi parte, ya he preparado una bolsa de cosas “imprescindibles” de las que me he dado cuenta que puedo prescindir sin ningún problema. Mañana las enviaré a casa desde Logroño.
A las 21, en la cama.
Hoy han sido 21,12 kilómetros en 4 horas y 50 minutos. 32.000 pasos.

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