31 mayo 2004.-
En Wikiloc: pulsar aquí.
En el albergue dan desayunos por 3 euros. A las 5,30 el comedor
está lleno de gente que alborota. Me recuerda las “copas de vino español” en
las que la gente asalta como loca todo lo que se pone sobre las mesas.
Ayer por la tarde pude echar un rato de charla con el
voluntario responsable del alberque que no es el mismo que tan mala impresión
me causara por la mañana. Dice que está harto de tanto falso peregrino. Pablito
está de acuerdo con él. Dicen que, si acaso, solo entre un 2 y un 5% son
peregrinos. El resto no son más que turistas en busca de un lugar barato en el
que alojarse, pero con exigencias de huéspedes de hoteles de 5 estrellas. Ambos
culpan a los diversos gobiernos, que están perturbando el sentido de lo que es
el Camino. Entre otras cosas, critican todos los negocios que están proliferando
en torno al Camino y que perturban el verdadero sentido de éste. Así, citan
esta gente que ofrecen llevarte la mochila, de albergue en albergue, partiendo
de Roncesvalles y terminando en Santiago.
Bueno, tras ver la marabunta del comedor, salgo a la calle con
mi mochila y comienzo a andar.
No encuentro ninguna dificultad para llegar a Irache, con la
curiosidad de ver la famosa FUENTE DEL VINO que Bodegas Irache
mantiene abierta, facilitando vino, de manera gratuita, nada más abrir el
grifo.
Al llegar a la fuente, allí me encuentro a Freddi, un italiano
que conocí a la bajada de Cirauqui, en la Calzada Romana. Esta echando un trago
y, para sorpresa mía, observo que ha acampado y hecho noche a los pies de la
Fuente del Vino un alemán que, a estas horas de la madrugada, tiene una trompa
monumental. Nos enseña, con una enorme sonrisa, una botella de vino semivacía,
mientras señala con la misma, cogida por el gollete, a la fuente, como diciendo
“en cuanto se acabe, la vuelvo a llenar”.
Tras probar un culín de vino (¡son las 6,15 de la mañana!) y
llevarme un recuerdo fotográfico del Monasterio de Irache, que fue Hospital de
Peregrinos donde estuvo como Abad San Veremundo, continúo camino con Freddi,
que me cuenta que conoció al alemán borracho en Jaca. Se lo volvió a encontrar
en Monreal, borracho otra vez y ahora… Dice que es una buena persona, con
problemas, pero agradable y sencillo.
Continuamos juntos los kilómetros que nos separan de Azqueta y
Freddi me cuenta cómo hace 5 años, encontrándose de turismo en Roma, visitó el
Vaticano. Casualmente era el día de la canonización del Padre Pío. Dice que
justo en aquel momento comenzaba la misa y se quedó. Algo sucedió, pues cada
vez que miraba el retrato del Padre Pío se le arrasaban los ojos de lágrimas.
Aquel día fue el de su conversión y me hablaba realmente como un convertido
convencido. Bendice el que Dios se haga patente en cada detalle de la
naturaleza. Yo le digo que también en los hombres, aún en los más perversos.
Cuando entramos en Azqueta nos encontramos con Pablito, el de
las varas, que nos saluda y nos invita a entrar en su casa, donde nos sella las
credenciales, nos ofrece una vieira a cada uno y a mí una de sus famosas varas,
que acepto.
Continúo camino con Freddi y, antes de entrar en Villamayor de
Monjardín, nos encontramos la Fuente de los Moros. Se trata de un aljibe
medieval, construido alrededor del año 1200 pensando en la necesidad de los
peregrinos de beber y lavarse en el que, para llegar al agua, hay que bajar
unas escalinatas. Al parecer fue cerrado en el siglo XIX por el peligro que
dichas escaleras representaban para el ganado, siendo restaurada por la
Institución Príncipe de Viana y abierta de nuevo en 1991.
En Villamayor Freddi decide quedarse un rato a descansar y yo
continúo la marcha, enfrentándole a los 12 kilómetros de soledad que me separan
de Los Arcos.
Para mí son 12 kilómetros de soledad estupendos. Me resultan
familiares en cuanto que el camino por el que voy me recuerda al tramo que
tantas veces he hecho, como entrenamiento, de Cáceres al Casar.
En los Arcos me hospedo en el primer albergue que encuentro,
que es privado y resulta ser el que nos recomendaron en Estella.
En cuanto a comida, hoy he hecho algo sensato: he comprado un
bote de lentejas y otro de albóndigas. Las lentejas han caído en la comida del
mediodía.
La tarde, como todas desde que empecé el camino, ha volado sin
darme cuenta. He descansado un poco y dado una vuelta por Los Arcos. Me he
encontrado con John, hospedado en el albergue municipal. Hemos quedado en
vernos un rato más tarde, pero no nos hemos encontrado.
Los Arcos tiene varias puertas en su muralla. Quizá la más
hermosa sea la que se llama “Portal de Castilla”, que es del siglo XVII, aunque
restaurada en el XVIII, en 1730, según figura en una inscripción que alude a
Felipe V. (Al preparar estas notas, en
2013, para subirlas a internet, he podido constatar que el Portal de Castilla
ha sido restaurado otra vez después de mi paso por Los Arcos pero, para mi
gusto, ha quedado como como si se tratase de algo de nueva construcción).
La iglesia de Santa María es el punto central del pueblo, de
una enorme riqueza. Tiene su origen en la iglesia románica que se construyó
allí mismo en el siglo XII, de la que quedan pocos restos. Como la vemos
actualmente se debe a la reconstrucción de los siglos XVI y XVII, predominando
el estilo barroco. La torre es muy alta pero lo que más me llamó la atención
del exterior, que es lo que pude ver, fue la estupenda puerta situada en el
lado norte. Es una portada plateresca exquisitamente labrada. En la parte
superior una imagen de la Virgen y a los lados, en sendas hornacinas, las de
San Pedro y San Pablo.
También me llamó la atención el puente de sillería sobre el río
Odrón, muy cerca del Portal de Castilla.
La cena me la he montado a medias con un chico de Oviedo.
Trabaja en un banco y, por cierto, es el famoso “roncador” que en el albergue
de Larrasoaña tuvo bronca con la italiana (con quien también he trabado amistad).
Cenamos, pues, ensalada, albóndigas y un poco del queso que me sobró de ayer.
El que no nos comemos, lo dejo en la nevera. He descubierto que, aparte una
pieza de fruta, no hay que llevar comida encima.
Animo al ovetense a que se venga a misa conmigo. Al llegar a la
Plaza de la Iglesia nos enteramos que hoy, precisamente, no hay, pues es la
romería del pueblo. Volvemos al albergue y charlamos un rato con un granaíno
que tiene una rodilla destrozada. Lleva una mochila que debe pesar 12 o 14
kilos, si no más. Va a mandar un montón de cosas a casa. Al ovetense le ha dado
por regalar o tirar todo lo que ha descubierto que no es “imprescindible”. Le
convenzo de que determinadas cosas no hay que tirarlas, sino enviarlas a casa
por correo. Por mi parte, ya he preparado una bolsa de cosas “imprescindibles”
de las que me he dado cuenta que puedo prescindir sin ningún problema. Mañana
las enviaré a casa desde Logroño.
A las 21, en la cama.
Hoy han sido 21,12 kilómetros en 4 horas y 50 minutos. 32.000
pasos.
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