3 junio 2004.-
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Parece que los madrugones empiezan a formar parte de la rutina
diaria. Hoy a las 4,30 ha habido gente que se ha echado a andar. A las 5 todo
el albergue estaba en movimiento. Yo, completamente despierto desde las 4,30,
me he levantado también. Como no tenía intención de echarme a andar hasta
clarear, me he montado todo despacio: lavarme, recoger las cosas y hasta
beberme la leche y comerme tres magdalenas ¡¡sentado!!, cosa que habitualmente
no hago ni a pie quieto.
He salido a caminar a las 5,50, aún de noche pero comenzando ya
la alborada. Antes de salir he tomado una foto de un mueblecillo donde nos
invitaron ayer a dejar las botas, ligeramente apartado de los dormitorios.
Lástima que ya se habían retirado muchas botas, pues hubiera sido interesante
haber hecho la foto con el mogollón de botas que había anoche.
La salida ha sido bonita, rodeando el Monasterio de Santa María
la Real y con una subida fuerte, pero no agotadora. Después, una etapa más bien
llana, con grandes extensiones de cultivo que, por mi ignorancia en materia
agrícola, no se decir si se trataba de trigo, cebada o qué.
Los primeros kilómetros, como todas las mañanas, acompañado por
la oración, que discurre casi sin darme cuenta, pero intensa en este contacto
tan fuerte con la naturaleza Vuelvo con frecuencia la vista sobre mi hombro
derecho tratando de seguir la aparición del sol que como siempre, me seduce en
su maravillosa grandiosidad.
Cuando paso por Azofra, varios peregrinos que han pernoctado
allá están expectantes ante la puerta del bar que comienza a abrir sus puertas.
Paso de largo y poco más allá me encuentro con el Royo, ahora
convertido en crucero, y que marca los límites de los municipios de Azofra y
Cirueña.
Un poco más adelante me encuentro en la disyuntiva de si seguir
el Camino, más corto, al borde de la carretera, o si tomar la alternativa de la
izquierda, un poco más largo, pero que me llevará alejado del ruido de los
coches por entre Ciriñuela y Cirueña, poblaciones ambas separadas por tres o
cuatrocientos metros. ¡Qué cosas! Finalmente me decido por la alternativa más
larga y peregrina: por la izquierda.
Hoy he aprovechado para hacer algunas fotos a peregrinos
caminando y a otros en bici. Creo que son de esas que identifican bien lo que
es el Camino. Son fotos muy bonitas. Al menos a mí así me lo parecen.
También he aprovechado la tranquilidad del camino para hacerme,
como todos los días, autorretratos que luego quiero montar en el ordenador para
que vean todas las fotos seguidas y, así, el crecimiento de la barba día a día.
Mi hija Patricia me insistió que lo hiciera y nada me cuesta darle este gusto.
Aprovecho también para hacerme algunas haciendo muecas (bizco, con enorme
sonrisa, tirando un beso…, vamos, en plan gamberro) que luego quedan muy
divertidas.
Por el camino paré un rato con Antonio Machado, el granaíno,
que sigue con su rodilla fastidiada. No acaba de deshacerse de todo lo inútil
que lleva a cuestas aunque hoy me aseguraba que en Santo Domingo lo deja todo
en el albergue.
Dando las 10 en punto llego a Santo Domingo de la Calzada.
Habíamos proyectado René, John, el electricista de Valencia que
he conocido estos días y yo en ir en taxi hasta San Millán de la Cogolla a
visitar el Monasterio pero, por un lado, René se ha rajado y al final no hemos
sido capaces de encontrar en todo el pueblo un solo taxi, por lo que nos hemos
visto obligados a desistir de la idea.
He dormido una siesta de dos horas en el estupendo y
magníficamente atendido albergue de Santo Domingo de la Calzada. He sabido que
este albergue está atendido, exclusivamente, por gente del pueblo, que tienen
formada como una Cofradía a tal efecto. Las familias que integran esta
Asociación se dividen en grupos y cada grupo se encarga de todo lo referente al
albergue durante una semana. Y lo toman como una devoción. La verdad es que se
nota tanto en el trato con los peregrinos como en el estado del albergue.
Insisto: una maravilla.
Por la tarde, visita a la Catedral y bajada a la Cripta del
Santo, donde hago una breve oración por la gente más cercana y, en especial,
por aquellos cuyos nombres escribí con rotulador indeleble en mi bastón antes
de comenzar el Camino.
Creo inevitable aludir al hecho de que dentro de la Catedral
existe un gallinero donde, durante todo el año, se mantienen un gallo y una
gallina, de color blanco y vivos, a los que se puede oír cacaretear durante las
ceremonias. Su presencia viene explicada por la siguiente tradición:
En el siglo XIV peregrinó a
Santiago un matrimonio alemán acompañado de su hijo, que se llamaba Hugonell. Se
hospedaron en un mesón del lugar y la muchacha que lo atendía se prendó del
chico y lo requirió de amores. Ante la negativa de éste ella decidió vengarse,
metiendo en su zurrón una copa de plata, acusándole luego de haberla robado. El
Fuero de Alfonso X el Sabio, vigente entonces, condenaba a la muerte los
delitos de hurto por lo que el chico, una vez prendido, fue juzgado, condenado
a la horca y ejecutado.
Antes de continuar camino a
Santiago, los padres rezaron por su hijo a Santo Domingo y fueron a ver el
cadáver y, para su sorpresa, oyeron la voz del ahorcado que les decía que
gracias al Santo aún estaba vivo. Los padres corrieron presurosos al Corregidor
y le contaron lo que había pasado. Éste, incrédulo, les contestó que su hijo
estaba tan vivo como el gallo y la gallina asados que iba a empezar a comer. Y,
para sorpresa de todos, en ese momento las aves saltaron del plato y se pusieron
a cantar y a cacaretear. Por eso, desde entonces se dicen los versos tan
conocidos: “Santo
Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada”.
Ceno pronto y voy a misa de 8 al Monasterio de monjas
cistercienses. Mientras un cura dice misa, otro confiesa. Aprovecho.
Hoy he abusado del teléfono charlando con mi hija durante más
de 15 minutos.
Han sido 21 kilómetros en 4 horas y 8 minutos. 32.000 pasos
según el podómetro.
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