7 junio 2004.-
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A las 5 estaba completamente despierto. Me he levantado a las
5,10, lavado y preparado la mochila. Tras despedirme de Nella, que desde la
cama me ha deseado el “buen camino” tan peregrino, he
partido de este magnífico albergue a las 5,50 acompañado por Francesco.
La salida de Burgos, más fácil de lo que habíamos pensado en un
principio. A la media hora de salir, el buen Dios nos ha obsequiado con un
maravilloso espectáculo de luz y nos hemos podido deleitar con una alborada
preciosa.
Nos ha llamado mucho la atención la Iglesia de Villalbilla, a
la que tanto Francesco como yo hemos echado en falta algo, seguramente una cruz
que debería coronar el campanario y que, sin embargo, no estaba allí.
En Tardajos un estupendo crucero y la Iglesia, fotografiada de
lejos.
En Rabé de las Calzadas he fotografiado la iglesia y la fuente
de la plaza, que me ha parecido magnífica.
A la salida de Rabé, en el lado izquierdo del camino, la Ermita
de Nuestra Señora del Monasterio que, como es natural por la hora en que
pasamos, estaba cerrada.
Hemos llegado a Hornillos del Camino alas 9 o poco más. Este
era mi destino original y tenía programado hacer noche allí. Sin embargo, dada
la hora que era, me ha parecido un pecado mortal dejar de caminar a las 9,15,
algo insólito en un peregrino del Camino. Tras descansar un poco a la puerta de
la Iglesia, junto al albergue, me he decidido a continuar el camino junto a
Francesco para llegar a Hontanás.
Tengo que decir que los poco más de 10 kilómetros que separan
Hornillos de Hontanás han sido duros. Y he de calificar de durísimos los 5
últimos Ha sido una estepa inhóspita, sin otras señales de vida que los
cultivos de grano y de judías y el canto de los pájaros. El sol caía implacable
y no hemos visto ni un solo árbol que pudiera ofrecer un mínimo de cobijo para
un descanso.
La meseta, interminable; el camino, sin fin… y Hontanás que no
aparecía por ningún lado. A mitad de camino hemos visto montoncitos de piedras
que han ido aportando los peregrinos a su paso por aquí. Es curioso cómo
abundan estos símbolos a lo largo del Camino. Alguien me ha dicho que
representan el lastre que cada uno de nosotros vamos dejando en nuestro caminar
y que simbolizamos en esa piedra que dejamos, amontonada, junto a las que han
dejado otros. Ello nos libera del peso de cosas de nuestro pasado y nos permite
caminar más libres y ligeros.
Bueno… la verdad es que yo no me sentía cargado con ningún
peso. Sí he aportado alguna piedra a algún montón, pero más por un sentimiento
de solidaridad que por otra cosa.
Hemos visto también amapolas, muchas amapolas.
Cuando faltaban unos 4 kilómetros para llegar hemos visto en
una carretera que hemos atravesado (la que va de Olmillos de Sasamón a
Iglesias) un autobús esperando. Lo habíamos visto ya en Hornillos y de él
bajaban unos 30 o 35 franceses con mochilitas de juguete y bastones de apoyo.
Iban a hacer a pie el tramo de Hornillos a Hontanás y la presencia del bus a
mitad de camino supongo que era para ofrecer apoyo, refugio, bebidas o qué sé
yo. ¡¡Peregrinos!!.
En nuestro avanzar por la meseta hemos encontrado un cartel que
indicaba que estábamos a 500 metros de Hontanás. Hemos seguido avanzando sin
ver el pueblo por lugar alguno. Cuando ya pensábamos que era una broma, de
pronto, en una hondonada, ha aparecido el pueblo y hemos tenido una gran
sensación de alivio, porque el suplicio de los últimos kilómetros daba ya a su
fin.
El refugio muy bien. Agua caliente que nos ha reconfortado,
lavado de ropa una magnífica comida bien
preparada en el propio albergue por 7 euros.
El pueblo no tiene nada. La iglesia cerrada. Solo en un garaje
hemos encontrado a un viejo artista que esculpe en madera. No es que sea ni
siquiera bueno, pero nos muestra su obra con enorme satisfacción y simpatía y
ha sido inevitable, ante su insistencia, darle gusto visitando la exposición de
su obra.
Tras la comida, una siesta de más de dos horas. Al poco, una
magnífica tormenta ha dejado a todo el pueblo sin luz y también sin móvil, por
lo que no puedo efectuar la habitual llamada a Cristina. También quería haber
llamado a mi hermano para decirle que he reprogramado mis rutas, dado el avance
de hoy y el que pienso hacer mañana, con lo que convertiré 3 etapas en solo
dos.
La luz ha regresado sobre las 20,30. La cena, en plan compadre:
fruta, yogurt y leche tomados a la puerta del albergue, sentado en un banco.
Una minivuelta por este minúsculo pueblo ha dado fin al día. En
el paseo me ha llamado la atención en este pueblecito, que no llega a los 100
habitantes, la pintada realizada por algún “revolucionario” en un contenedor de
basuras junto a la fuente que está detrás de la Iglesia: “Hontanás libre”.
Han sido 32 kilómetros en 6 horas y 10 minutos. 44.000 pasos.
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