21 junio 2004.-
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Tal
y como anunciaban las previsiones, cuando nos hemos levantado a las 4,30 llovía
con todas sus ganas, lo que no nos ha acobardado lo más mínimo.
Tras
tomarnos el medio tetrabrik de leche y unas cuantas galletas hemos salido de
Palas de Rei sobre las 5, con la novedad de que Sergio se ha sumado al dúo formado
por Francesco y por mi. Nos queda nada para llegar a Santiago y le apetece
hacer estas etapas con nosotros. Es un hombre cordial y silencioso, lo que le
hace un compañero ideal para caminar como nos gusta a Francesco y a mi,
generalmente en silencio.
Hemos
atravesado el límite de las provincias de Lugo y Coruña a las 6,46 y he tomado
una foto, todavía de noche, del momento.
La
lluvia ha caído con intensidad durante todo el camino y, en algunos momentos ha
sido muy fuerte. He de decir que el entusiasmo de estos últimos días nos ha
dado especial fuerza para que la inclemencia no nos afectara en lo más mínimo.
Hemos hecho todo el camino repletos de buen humor.
Hemos
llegado a Melide pasadas las 9. Llevábamos todo lo que no cubre la capa de agua
muy mojado. Hemos ido hasta el centro, pasando por delante de la Iglesia de San
Roque.
Y
hemos llegado hasta la rotonda que hay un poco más allá, junto al Parque de San
Roque. En uno de los bares que hay cerca de una fuente, en la rúa Progreso,
hemos entrado a cambiarnos de calcetines y a tomar un colacao caliente.
Hemos
vuelto a salir al sendero en un momento en que había dejado de llover pero
enseguida hemos tenido que tirar de las capas. Comentamos que hoy la etapa
es “gallega” en todos los sentidos.
Atravesamos
el río Catasol, que más que río es arroyuelo. Al pararme a fotografiarlo me
quedo un poco atrás, lo que me da la oportunidad de sacarles una foto a
Francesco y a Mario por detrás, con las capas puestas, foto que es muy
expresiva de lo que fue esta etapa.
Es
una pena tener que llevar la cámara de fotos guardada, porque los parajes que
atravesamos son preciosos pero, en ocasiones, no tengo más remedio que tirar de
ella porque nos salen al paso fuentes o pequeñísimas aldeas de las que quiero
llevarme el recuerdo.
Antes
de llegar a Ribadixo he tenido la oportunidad
de hacer algunas fotos de parajes preciosos.
Hemos
alcanzado el kilómetro 40 a las 10,15 , adentrándonos justo después en una zona
arbolada muy bonita por la que hemos llegado al río Valverde que hemos podido
cruzar por un bonito puente.
Tras
recorrer un tramo de carretera hemos entrado en Arzúa como una media hora
después.
Cola
ante el albergue, como a estas alturas del Camino es habitual. En este caso
hemos sido los 3º, 4º y 5º. La cola ha llegado a tener 50 o más peregrinos y muchos
han sido admitidos, pero sin cama: dormirán sobre el suelo.
En
tanto que abren el albergue y como quiera que ha dejado de llover, nos vamos al
otro lado de la calle, donde da el sol que ha aparecido entre las nubes y
aprovechamos para intentar que se nos vayan secando las botas.
El
albergue bien, aunque las mesas que sirven de comedor tienen tal cantidad de suciedad,
que todo lo que se pone sobre ellas se queda pegado. ¡Qué se le va a hacer, si
es lo que hay!
Tras
una pequeña y reparadora siesta, hemos dado un paseo por Arzúa tratando de ver
lo que, de su arquitectura o patrimonio urbano, más puede llamarnos la
atención. He podido contemplar algunas estatuas erigidas en honor de gente de
la tierra. Donde quiera que he viajado he podido comprobar una cosa: aquéllos
pueblos que reconoce a sus gentes, a las suyas, las de la tierra, a través de los
nombres de sus calles, con placas, estatuas o cualquier otro método, suele ser
gente noble. Esta de Arzúa parece que lo es.
Después
del paseo, Francesco ha querido invitarnos a un café. Nos hemos permitido “el
lujo” de tomarlo en una cafetería, sentados en el interior, charlando y
preparando la etapa de mañana. He aprovechado el rato de tranquilidad para
hacerles algunas fotos. Nuestro tiempo juntos se va acabando y merece la pena
quedar recogido en unas fotos el recuerdo de estas maravillosas personas.
Hoy
han sido 28,6 kms. en 5 horas y 35 minutos. 40.000 pasos.
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