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Realizada a muy primera hora de la tarde del
26 de febrero de 2013. Por la mañana habíamos hecho una de las “Ruta de la
Lana”, la de los Almendros, que discurre por tierras garrovillanas. Volvimos a
comer a Garrovillas y a comprar unos dulces en las monjas Jerónimas y, tras
reponer fuerzas, salimos de nuevo a caminar. No suponía un esfuerzo excesivo,
pues la 6ª de las Rutas de la Lana, hecha por la mañana, tiene poco más de 14
kms. y habíamos vuelto a buena hora.
Después de comer (en horario europeo)
salimos de la Plaza por la Calle Ramón y Cajal cuando recordamos que deseábamos
ver la Iglesia de Santa María por lo
que, a poco de iniciar a caminar, bajamos por a Calle Simón Herrera hasta la
Iglesia. No nos sorprendió demasiado encontrar cerrada la Iglesia, dada la
hora, por lo que fuimos hacia la salida del pueblo siguiendo la calle Plaza. Al
llegar donde termina la calle, se gira a la derecha, tomando el Camino Molano para llegar a la
Carretera CCV- 113, que habrá que cruzar pocos metros más allá para coger el Camino del Molino de Morgado, que nos
llevará directos al paraje del Gallito, donde los garrovillanos celebran la
fiesta del Almendro en Flor. Siendo camino conocido, pudimos acelerar el paso, por
lo que en unos 25 minutos estábamos en el lugar indicado. El lugar no tiene
pérdida, pues veremos, a poco más de 2,5 kms. desde que salimos, la plataforma
de hormigón donde se pone la orquesta para tocar en la fiesta.
En ese lugar confluyen cuatro caminos
distintos. No cabe perderse, pues basta seguir en línea recta el que se trae
desde el pueblo. En el lugar donde unos grandes pinos nos ofrecen su sombra,
tomamos el camino de la derecha.
No habíamos recorrido ni 500 metros cuando
nos sorprendió encontrarnos, flanqueando el camino, enormes bloques de granito,
de 2, 3 y hasta 4 metros cúbicos alineados a lo largo del camino, señal
inequívoca que estamos en el área de las estupendas canteras de Garrovillas.
Pasamos el cruce que lleva a la Casa de
Morgado, anunciada hasta la saciedad en frecuentes letreros a lo largo del
camino.
También nos llamó la atención la abundancia
de pinos por esta zona que guardaba un gran parecido con parte de la recorrida
por la mañana.
Aquí, sin embargo, abundan también los
grandes canchales que constituyen la materia prima para la extracción de
granito. De hecho, el camino por el que discurre en estos momentos nuestra ruta
se denomina “Camino de los Pedregales”.
De hecho, en este paraje nos encontramos
entre dos zonas de extracción de granito: la que queda a nuestra derecha
podemos atisbarla e, incluso, sacarle alguna foto, pero la de la izquierda (que
pudimos atravesar a la vuelta) ahora nos queda oculta.
En todo el trayecto volvemos a encontrar
encinares y praderas, completamente verdes gracias a la abundancia de agua y a
los días soleados de las últimas semanas.
El camino gira a la derecha para, a los 300
metros, volver a girar bruscamente a la izquierda, en un ángulo de 150º. En esa
curva unos ganaderos de Brozas estaban subiendo ganado a un gran camión.
Entablamos una breve conversación con ellos, respecto a las canteras e
inmediatamente nos contaron que todo el granito que se extrae aquí se lleva a
las industrias del ramo de Quintana de la Serena, donde lo elaboran. Nos dicen,
con cierta rabia, que aquí está la materia prima y buena, donde únicamente se
extrae y que luego los de Quintana se llevan la fama por la piedra que es de
aquí.
Poco después llegamos a la carretera EX-302,
que va a Navas del Madroño. La seguimos hacia la derecha durante poco mas de
100 metros para cruzarla luego y continuar, a la izquierda, por la Cañada Real de Merinas durante un
kilómetro aproximadamente, momento en que encontraremos un camino que sale en
ángulo recto a nuestra izquierda y que volverá a llevarnos a la misma carretera
de antes, pero ya en las inmediaciones de la cantera.
Caminamos unos trescientos metros por la
carretera. Un joven gato nos acompañó estos metros, bien orillado al arcén.
Buscaba compañía pero, a pesar de gustarnos los animales, no pudimos prestarle
demasiada atención.
Enseguida (exactamente en el punto
kilométrico 13) encontramos a nuestra izquierda el camino que sube a la
cantera. No tiene posibilidad de pérdida, pues allí mismo un cartel de buen
tamaño nos indica que accedemos a la Cantera Grapesa, advirtiéndonos del
peligro por voladoras.
Una gran roca, a nuestra izquierda, nos
llama la atención. Tiene una forma casi perfecta, de casi dos metros de alto
por metro y medio de ancho. Parece como, si en época prehistórica, alguien
hubiera dado forma a la piedra para destinarla algún tipo de ceremonia.
Y ya a la vista, la cantera, resaltando el
blanco de la piedra entre tanto color verde y pardo.
Según nos acercamos tomamos conciencia de la
dimensión de la misma. Es enorme. Hay un inmenso canchal de granito y parece
como si un gigante lo hubiera cortado con cuchillo por haber sido el canchal de
mantequilla, tal la perfección de los cortes que observamos.
En la zona de mayor profundidad el corte
podría tener unos 15 metros de profundidad.
Y la cantera parece semiabandonada. Grandes
bloques de granito se apilan a los lados del camino y vemos como lo que
debieron ser depósitos de explosivos están cubiertos por los lados y por arriba
con grandes losas de granito, para proteger a los trabajadores en caso de una
explosión fortuita.
Dejamos atrás la explotación comentando la
tragedia que la crisis actual debe haber supuesto para los que se ganaban el
sustento con este trabajo.
Nos encontramos en un pequeño alto, que nos
permite ver con claridad la Sierra de Cañaveral y el Puerto de Portezuelo
Al salir de la cantera tomamos el camino de
la derecha que, sin abandonarlo, nos llevará a otra cantera de dimensiones algo
inferiores a la anterior y que también parece semiabandonada.
El kilómetro que nos queda para llegar otra
vez al paraje del Gallito de de una gran belleza. Huertas, pozos y dos grandes
canchales con singulares formas le dan a estos mil metros un especial
atractivo.
Estamos en el Camino de la Vaquera. Se puede
seguir todo recto para ir al pueblo o girar (a unos 700 metros de la segunda
cantera) a la izquierda para volver al Gallito y, desde allí al pueblo. Las dos
alternativas llevan al mismo punto de la carretera CCV- 113 que habrá que
cruzar para volver a entrar en Garrovillas. Nosotros optamos por volver al
Gallito para, a la sombra de los pinos, comernos un bocadillo antes de entrar
en el pueblo.
El camino no tiene desperdicio: huertas,
pozos de diversos tamaños y formas y la vista, a lo lejos, del Convento de San
Francisco, entretienen el camino.
Si a todo lo anterior le agregas que, siendo
ya por la tarde, bastante gente del pueblo (sobre todo mujeres) han salido a
pasear en grupo, lo que da pie a cruzar un familiar saludo, se entenderá que
éramos conscientes de estar rematando un día senderista francamente
interesante.
El regreso a la Plaza Porticada la hicimos
con la calma que proviene del cansancio. Nos llamó la atención la calle
“Salsipuedes”, las chimeneas y los curiosos canalones con formas de dragón en
el lugar por donde vierten las aguas de lluvia a la calle, el crucero en la
Plazuela de Nieves, junto a la Iglesia de Santa María (que volvimos a encontrar
cerrada), y escudos y puertas que, en mejores épocas, debieron acoger el paso
de nobles al interior de las casas.
Al llegar a la Plaza Porticada cogimos el
coche para volver a Cáceres, comentando que Garrovillas tiene encanto mucho más
que suficiente como para plantearnos hacer, en otra ocasión, una ruta exclusivamente
urbana.
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