11 junio 2004.-
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Dada la longitud de la etapa y como quiera que el calor a
partir de las 10,30 comienza a ser muy fuerte, hemos decidido levantarnos a las
4,15 y comenzar a caminar a continuación. Estábamos en ruta a las 4,40.
La primera hora y media la hemos hecho de noche. Francesco se
ha asombrado al ver la enorme cantidad de estrellas que brillaban en el cielo y
que, en su Bolonia natal, no tiene la oportunidad de ver. Había luna en
menguante, suficiente para iluminar el camino.
Llegando a Sahagún hemos alcanzado a María, esta chica de
Valladolid, casada, 57 años y que lleva audífono para poder oír. Había salido
unos 10 minutos antes que nosotros. Desde ese momento hemos caminado juntos los
tres hasta llegar a El Burgo Ranero.
En Sahagún hemos tomado un café y hemos fotografiado una
estatua que aparece en la Guía del Camino. Hemos visto un Sahagún en plenas
fiestas, solo que a esas horas (sobre las 6,45) solo quedaban por las calles
los más jóvenes que llevaban encima un calentón por el que no se animaban a
recogerse.
Poco antes de salir de Sahagún, hemos pasado por el famoso Arco
y lo que queda del Monasterio de San Benito. El Arco se pensó que era la puerta
de entrada al Monasterio, pero luego se descubrió que era el acceso a la
iglesia. Data de mediados del siglo XVII y, según dicen, es lo más emblemático
de esta población. Y, tras atravesar la puerta, el puente sobre el Cea.
Siguiendo el Camino y poco antes de Bercianos, pasamos por la
Ermita de la Virgen del Peral, ubicada donde en el siglo XII había un hospital
de peregrinos y escasos metros mas allá, un sencillo monumento con una cruz en
recuerdo de un alemán muerto. El monumento tenía la cruz rota. Bien
podrían preocuparse las autoridades de
Bercianos de arreglarla.
Hemos llegado a El Burgo Ranero sobre las 10,15 y la primera
sorpresa ha sido que el cura, en bici, ha pasado a saludarnos. Como la misa era
a las 11, hemos ido a ella. Luego, una larga espera hasta que a la 1 han
abierto el albergue.
De estas etapas nada que contar, pues hay una rutina enorme.
Quizá destacar que de los “viejos conocidos” cada vez quedan menos: René, el
canadiense; Antonio, el electricista valenciano, John, el australiano; Joseph
el australiano y Erika, su mujer, Francesco y yo. Todos los demás son gente
nueva que no habíamos visto hasta ahora. Generalmente son peregrinos que han
comenzado el Camino en Burgos.
Mi hermano Pepe llegará esta tarde y no va a hacer con
nosotros, finalmente, más que la etapa de mañana. Le he conseguido una
habitación con cama de matrimonio para él solo por 20 euros. Me ha parecido un
robo, pero por lo que he visto en el transcurso del día, es un regalo: en un
hostal de enfrente del albergue, el “Hostal el Peregrino”, están atracando 50
euros por cama. En el albergue privado, abusando igualmente.
Pepe nos trae a Francesco y a mi sendas esterillas de espuma
por si nos toca dormir en el suelo en alguna de las próximas etapas. A mi me
trae, además, un saco-sábana pues el saco de dormir mío es mínimo, sí, pero
abriga demasiado y estoy pasando calor por las noches.
Cuando ha llegado Pepe hemos tenido un pequeño problema en el
albergue privado, pues la habitación contratada por mí la habían vuelto a
adjudicar a un matrimonio francés. Resuelto el problema, nos hemos tomado algo
en la terraza del bar, hemos dado una vuelta, y a la cama.
Hoy fueron 30,1 km. en 5 horas y 35 minutos. 45.000 pasos.
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